Los abusos a más de 200.000 menores por parte del clero en las últimas siete décadas han sacudido al país y a la que fue un pilar de la sociedad francesa.
Por Por Norimitsu Onishi y Aurelien Breeden (*) / La Iglesia católica francesa llegó a ser tan poderosa que fue considerada un Estado dentro del Estado. En la jerarquía mundial del catolicismo, Francia cimentó su posición ya desde el siglo V, cuando se le empezó a conocer como la “hija mayor de la Iglesia”.
Aunque el catolicismo ha retrocedido en todo el mundo occidental, su implacable declive en Francia es todavía más sorprendente si se tiene en cuenta su protagonismo anterior. Ahora, un devastador informe ordenado por la iglesia sobre los abusos sexuales cometidos por el clero, publicado la semana pasada, después de informes similares en otros lugares, supuso una nueva degradación que sacude aún más lo que una vez fue un pilar de la cultura y la sociedad francesas.
El informe, que confirma las historias de abusos que han surgido a lo largo de los años, conmocionó a la nación con los detalles de su magnitud, pues fueron afectados más de 200.000 menores en los últimos setenta años. Tuvo una fuerte resonancia en un país que ya ha sufrido una transformación en las generaciones recientes por la caída del catolicismo y profundizó la sensación de que la Iglesia francesa está en un retroceso acelerado.
El reverendo Laurent Stalla-Bourdillon, sacerdote y teólogo en París, dijo que la Iglesia todavía estaba asimilando “el alcance de su gradual marginación en la sociedad francesa”.
“Marginación numérica por la disminución de los índices de observancia, y marginación en cuanto a la estima en la esfera política hacia la Iglesia como institución”, manifestó Stalla-Bourdillon, que fue capellán de los legisladores franceses.
Por no haber frenado los abusos sexuales en su seno, dijo, la Iglesia “no solo está marginada, sino también desacreditada”.
A nivel mundial, la iglesia católica francesa se ha debilitado más que otras, en particular en comparación con Alemania y Estados Unidos. Para algunos católicos —que han experimentado a lo largo de su vida el rápido retroceso de la fe en la sociedad y en sus propias familias— el informe agravó el sentimiento de asedio.
“Se percibe en cierto modo como un ataque”, comentó Roselyne Delcourt, de 80 años, después de la misa vespertina del miércoles en la parroquia de Nuestra Señora de la Gracia en Passy, del distrito 16 de París, un bastión adinerado y conservador. “Pero no creo que vaya a perjudicar a la iglesia”.
Sin embargo, otra feligresa, Dominique Dary, de 66 años, dijo que el informe era una oportunidad para cambiar.
“Espero que podamos pasar página ahora y que tengamos una iglesia renovada”, señaló.
Si algunos tal vez toman el informe como una oportunidad para la reforma, podrían verse rebasados por los católicos franceses que se han vuelto cada vez más conservadores en lo político y en lo cultural, afirmó Raphaël Liogier, sociólogo francés que da clases en Sciences Po Aix-en-Provence y fue director del Observatorio de lo Religioso, un centro de investigación.
Al vivir en una sociedad en la cual la religiosidad cristiana ha disminuido aun cuando el islamismo ha aumentado, los católicos franceses conservadores se han vuelto una fuerza política poderosa y actores muy activos en las guerras culturales que se desarrollan en el país, comentó.
“Este informe corre el riesgo de provocar una reacción negativa de aquellos que tienen una identidad católica muy fuerte y consideran que esto ha ido demasiado lejos”, dijo Liogier. “Podrían percibirlo como un complot de los progresistas para debilitar a la iglesia católica y destruir lo que queda de la identidad francesa”.
Sin embargo, para las víctimas de abusos sexuales cometidos por miembros del clero, el informe fue un relato devastador de su sufrimiento y un correctivo esperado desde hace tiempo tras décadas de negación.
François Devaux, cofundador de una asociación de víctimas, preguntó si “la iglesia, después de todas sus traiciones, es capaz de reformarse”.
“¿Podemos permitirnos confiar en ellos, una vez más, a pesar de su opacidad, de modo que hagan todo lo necesario para rehabilitar todas estas vidas rotas?”, cuestionó.
El poder histórico de la Iglesia puede percibirse de inmediato al visitar la Catedral de Nuestra Señora de París o cualquier otro pueblo de Francia, donde la iglesia local suele ocupar el lugar más destacado. La Iglesia siguió desafiando al Estado mucho después de que naciera la República Francesa en una revuelta contra el clero y la monarquía.
Pero su influencia ha disminuido de manera constante en el último siglo y el declive se aceleró desde principios de los años 60, cuando el 96 por ciento de los franceses decía estar bautizado y ser católico, según el informe de la semana pasada.
Estudios realizados con datos del Estudio Europeo de Valores revelan que en 2018 solo el 32 por ciento de los franceses se identificaba como católico y menos del diez por ciento asistía a misa con regularidad.
Hoy, según sus propias estadísticas, la Iglesia celebra la mitad de los bautizos que hace dos décadas y el 40 por ciento de los matrimonios.
El número de sacerdotes en Francia ha disminuido, pero no el de los sacerdotes extranjeros, que a menudo son traídos desde el exterior para llenar las filas de un sacerdocio en declive, en un cambio radical en comparación con la época colonial, en la que este país era el mayor exportador de sacerdotes a África.
Un gobierno tras otro frenó la influencia de la iglesia al limitar su intervención en las escuelas y en otras funciones sociales que desarrollaba por tradición. Durante décadas, las escuelas públicas incluso se cerraban los jueves para permitir a los estudiantes asistir al catecismo, según el informe de esta semana.
Céline Béraud, socióloga de la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales de París, señaló que, según el informe, más de la mitad de los abusos que se calcula que cometieron los miembros del clero ocurrieron de 1940 a 1969.
“Ese es el periodo en el que todavía había decenas de miles de sacerdotes, cuando las generaciones más jóvenes estaban bautizadas, iban a la escuela bíblica o eran niños exploradores”, dijo Béraud, autora de un libro sobre los escándalos de abusos sexuales en la Iglesia católica francesa.
Aunque los franceses de mediana edad ya no practican su fe, muchos crecieron asistiendo a la iglesia y entienden sus rituales, dijo Liogier. Hoy en día, muchos jóvenes franceses ignoran hechos básicos sobre el catolicismo, como el significado de la Pascua, y son incapaces de transmitir ese conocimiento a la siguiente generación, dijo.
Claire-Marie Blanchard, de 45 años, madre de cuatro hijos y profesora de estudios bíblicos, lo ha visto de primera mano.
“Hay niños que nunca han oído hablar de Jesús, incluso niños cuyos padres son cristianos o católicos”, dijo Blanchard en la capilla de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa en el séptimo distrito de París. Su propio hijo la irritó cuando no bautizó a su recién nacido a modo de que el niño pudiera decidir más tarde.
“Ser católico en Francia es complicado”, dice. “Pero no nos rendimos”.
Al sentirse asediados, algunos católicos practicantes se han vuelto cada vez más conservadores. En las elecciones presidenciales de 2017, la líder de extrema derecha, Marine Le Pen, obtuvo los votos del 38 por ciento de los católicos practicantes, frente al 34 por ciento del total de votos.
El declive del catolicismo y de una identidad francesa centrada en el catolicismo —en contraste con el creciente papel en la sociedad de los inmigrantes musulmanes y, especialmente, de sus hijos nacidos en Francia— es una importante cuestión que divide a la sociedad francesa. En política, aunque atrae el apoyo de los católicos para los candidatos de la derecha, también se manifiesta de forma inusual.
Éric Zemmour, escritor y estrella de la televisión de extrema derecha que ha ido subiendo en las encuestas antes de las elecciones presidenciales del próximo año, ha atacado durante mucho tiempo al islam y se ha ganado la popularidad de la derecha presentándose como un gran defensor de la cultura católica de Francia, a pesar de ser judío y de que sus padres se instalaron en Francia procedentes de Argelia.
Isabelle de Gaulmyn, una de las principales editoras de La Croix, el periódico católico más importante de Francia, señaló que la decadencia de la iglesia podría haberla hecho reacia a abordar el tema de los abusos sexuales de frente, por temor a aumentar los problemas que ya tenía.
“La evolución fue muy brutal”, dijo sobre la caída del poder de la iglesia. “Así que hay como una sensación de que es una fortaleza sitiada”.
Ese sentimiento también se ve alimentado por la sensación de que la Iglesia es pobre. A diferencia de la Iglesia alemana, que se financia con un impuesto recaudado por el gobierno, su contraparte francesa no recibe un flujo de subsidios constante y debe subsistir casi exclusivamente con las donaciones de los fieles, aunque, en virtud de la compleja ley de laicidad francesa, el Estado paga el mantenimiento de casi todos los edificios de la institución.
Las víctimas de abusos sexuales, que esperan una indemnización por parte de la Iglesia, enseguida señalan que algunas diócesis disponen de un importante patrimonio inmobiliario.
Olivier Savignac, quien sufrió abusos sexuales por parte de un sacerdote cuando era menor de edad y fundó una asociación para víctimas, dijo que querían una indemnización para cubrir años de facturas médicas, “no una suma simbólica y pequeña” cubierta por las donaciones de los feligreses.
“Queremos que las diócesis paguen de su bolsillo”, añadió.
Muchos dicen que el informe ha puesto a la Iglesia en un punto de inflexión: reformarse o hundirse más.
“Es ahora, no después”, dijo Stalla-Bourdillon.
(*) Tomado de The New York Times.