Kleroterion: así se le llamaba al artefacto de piedra utilizado para el proceso de selección y elección de candidatos y funcionarios en la polis ateniense. Este es el primer texto, desde otros prestados y de una serie breve, sin número preciso aún, acerca del arenal político, movedizo o árido, en el que nos encontramos encajados y como dolientes. No deberíamos devastar nuestra lengua, nuestros modos del decir y del escribir de cada día; porque así siempre ganarán los conocidos de siempre. El recuerdo de algún antiguo vals de quien hasta la Marcha Peronista le adjudicaron. Un rezongo tanguero y una película de las de antes. Ciertos textos que no son a propósito pero nos siguen explicando; o quizás nos piensan a nosotros mismos en medio de la pereza intelectual que se extiende como nube tóxica. Hoy: el síndrome de “la platita”.
Por Víctor Ego Ducrot (*) / Tres cosas hay en la vida: salud, dinero y amor. El que tenga esas tres cosas que le dé gracias a Dios. Pues, con ellas uno vive libre de preocupación, por eso quiero que aprendan el refrán de esta canción. El que tenga un amor, que lo cuide, que lo cuide. La salud y la platita, que no la tire, que no la tire. Hay que guardar, eso conviene que aquel que guarda, siempre tiene (…).
Así dice el valsecito de Rodolfo Aníbal Sciammarella, pianista y compositor argentino nacido en 1902 e ido en 1973, a quien se le atribuyó alguna vez la creación de la Marcha Peronista.
Sí es cierto que tras el golpe del ’55 debió partir a México y luego a España; pero mucho antes, en 1939, Francisco Canaro y Francisco Amor grababan esa su suerte de invocación a la felicidad ansiada y quizás mistonga o ingenua que pudieron quizá adorar los herederos de M’hijo el dotor (1903), de Florencio Sánchez.
Tal vez ellos no tuvieron la clarividencia de la protesta discepoliana estrenada en el teatro Maipo, de Buenos Aires, en 1934: Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé, en el quinientos seis y en el dos mil también; que siempre ha habido chorros, maquiavelos y estafáos, contentos y amargaos, valores y dublé. Pero que el siglo veinte es un despliegue de maldad insolente ya no hay quien lo niegue, vivimos revolcaos en un merengue y en un mismo lodo todos manoseaos…
Pero todos
Sin embargo, unos y otros debieron esperar la alegría de un 17 de Octubre para cumplir, aunque sea en parte, sus sueños y utopías. Y lo que siguió nunca fue igual.
Pero jamás tan desesperanzador, al menos en el terreno de nuestra lengua, de nuestros modos del decir de cada día, como la reciente consagración de “la platita” en tanto argumento coleccionador de votos para las urnas; lo que, aunque ateo, me susurra ciertas palabras de Jeremías (5:27-28): Como jaula llena de pájaros, así están sus casas llenas de engaño; así se hicieron grandes y ricos. Se engordaron y se pusieron lustrosos, y sobrepasaron los hechos del malo; no juzgaron la causa, la causa del huérfano; con todo, se hicieron prósperos, y la causa de los pobres no juzgaron.
O muchísimo más cerca en el tiempo, nos habla de Lucas Demare, cuando en 1942, con guión de Homero Manzi y Ulises Petit de Murat llevó al cine con El viejo Hucha aquello del desamor de los avaros.
Algunos Huchas primigenios
Como Euclión, quien encuentra una olla que brilla con tanto oro que contiene y vive con miedo, pensando en la sombra de ladrones, los que por cierto muy cerca estaban (La comedia de la olla; de Plauto, el latino autor que vivió entre el 254 y el 184 a. C).
O: de todos los pecados es raís la cobdiçia: ésta es tu fija mayor, tu mayordoma ambiçia, ésta es tu alferes, et tu casa ofiçia, ésta destruye el mundo, sostienta la justiçia. (De El libro de buen amor, de Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita (1238-1350).
De uno y otro surgió Harpagón, El avaro, de Molière, en cinco actos y estrenada en el Palais-Royal de París, el 9 de septiembre de 1668.
Mejor, una tragedia
Este hombre honrado tiene un café que bien puede estar evaluado en treinta mil pesos o algo más. Bueno: este hombre honrado tiene una esposa honrada.
A esta esposa honrada la ha colocado a cuidar la victrola. Dicho procedimiento le ahorra los ochenta pesos mensuales que tendría que pagarle a una victrolista. Mediante este sistema, mi hombre honrado economiza, al fin del año, la respetable suma de novecientos sesenta pesos sin contar los intereses capitalizados. Al cabo de diez años tendrá ahorrados…
(…)
Son ochenta pesos mensuales. ¡Ochenta! Nadie renuncia a ochenta pesos mensuales porque sí. El ama a su mujer; pero su amor no es incompatible con los ochenta pesos.
También ama su frente limpia de todo adorno, y también ama su comercio, la economía bien organizada, la boleta de depósito en el banco, la libreta de cheques. ¡Cómo ama el dinero este hombre honradísimo, malditamente honrado!
A veces voy a su café y me quedo una hora, dos, tres. El cree que cuando le miro a la mujer estoy pensando en ella, y está equivocado. En quien pienso es en Lenin… en Stalin… en Trotzky… Pienso con una alegría profunda y endemoniada en la cara que este hombre pondría si mañana un régimen revolucionario le dijera:
-Todo su dinero es papel mojado.
De La tragedia del hombre honrado, uno de los textos que Roberto Arlt publicará en el diario El Mundo, entre 1928 y 1933.
Y un hachazo en la nuca bastó
(…)
– Es el disco de Odín. Tiene un solo lado. En la tierra no hay otra cosa que tenga un solo lado. Mientras esté en mi mano seré el rey.
– ¿Es de oro? – le dije.
– No sé. Es el disco de Odín y tiene un solo lado.
Entonces yo sentí la codicia de poseer el disco. Si fuera mío, lo podría vender por una barra de oro y sería un rey.
Le dije al vagabundo que aún odio:
– En la choza tengo escondido un cofre de monedas. Son de oro y brillan como el hacha. Si me das el disco de Odín, yo te doy el cofre.
Dijo tercamente:
– No quiero.
– Entonces – dije – puedes proseguir tu camino.
Me dio la espalda. Un hachazo en la nuca bastó y sobró para que vacilara y cayera, pero al caer abrió la mano y en el aire vi el brillo. Marqué bien el lugar con el hacha y arrastré el muerto hasta el arroyo que estaba muy crecido. Ahí lo tiré.
Al volver a mi casa busqué el disco. No lo encontré. Hace años que sigo buscando (…).
(El disco, en El libro de arena (1975); de Jorge Luis Borges).
Nunca fue “por platita”
Cómo no comprender la cierta furia de un texto breve – quizá no tan breve como aquellos a tiza y carbón, aunque de espíritu cercano – que Roxi Villa, docente e investigadora de la UBA y militante peronista de los ’70, cuando la militancia era tal, publicara hace muy pocos días desde su cuenta en redes sociales. A continuación cito algunas de sus palabras.
Aquel 17 de octubre fundante, fue el «aluvión zoológico» por pura lealtad a un coronel casi desconocido, que les hablaba como a seres humanos por primera vez en la historia. No fue por “platita”…El General Valle y sus complotados terminaron fusilados por defender al gobierno, constitucional y democráticamente elegido por el pueblo. Los compañeros fusilados en la noche de los basurales, solos, cazados como animales, sin derecho a nada, murieron con el “Viva Perón” en los labios. No fue por «platita»…La memoria de un pueblo que durante 18 años luchó en la Resistencia. La generación y del “luche y vuelve. Quienes juraron “dar la vida por Perón», y la dieron. No fue por platita…Y el 24 de marzo de 1976 llegaron los «heraldos negros». La sangre peronista volvió a correr hasta que inundó todo, y se sufrió hasta lo que casi no se podía creer que íbamos a sufrir. Nada fue por “platita”…El peronismo fue, es y será un acto de amor al pueblo, de revolución social; un anhelo de patria justa, libre y soberana, o no será…Perdimos las veces que perdimos, porque algunos y algunas se salen del camino peronista (o nunca lo tomaron) y se confunden por pura ambición: ellos sí, por la “platita”…
Finales
Cómo no comprender y hasta compartir la bronca que expresan esos párrafos. Y cómo, además, no recordar lo siguiente: ¿no será acaso que el peronismo tiene una deuda que parece inmutable y es consigo mismo, consistente en poder sintetizar su propia dialéctica, y recuperarse como aquella fuerza revulsiva que supo ser en el ’45, en la Resistencia y en los ’70?
Y ya que estamos. No será que ese peronismo revulsivo, plebeyo, el de los trabajadores, el de los pobres y el de todos los postergados por la causas que fueren, como así también los otros actores, culturas y tradiciones del campo que a mí me gusta denominar de los justos; ¿no será acaso y entonces que todos ellos deberían sacudirse las garrapatas de sus dirigencias impostoras, burócratas y acomodaticios, desprenderse de las prácticas que tomaron de las clases opresoras y sus políticos y comunicadores, y las convirtieron en propias?
¿Será que esas defecciones y patéticas perezas intelectuales explican al fin de cuentas por qué y cómo el espacio de los justos casi que renunció a su rebeldía y capacidad de interpretar e interpelar en serio a las grandes mayorías?
Quizás sea por ahí que deban buscarse respuestas y explicaciones al surgimiento entre nosotros de las nuevas derechas contestatarias, que conforman un fenómeno más o menos global y es impulsado con ingentes recursos por los aparatos de lobby e inteligencia de Estados Unidos; nuevas derechas que por estas tierras ya parieron milesis y otras criaturas tan peligrosas.
Quizás, pero ese será el tema de una próxima Kleroterionada Criolla.
(*) Víctor Ego Ducrot es periodista, escritor, profesor universitario y director de esta página. Doctor en Comunicación por la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Profesor titular de Historia del Siglo XX (Cátedra II) en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la misma UNLP. En esa casa de estudios tiene a su cargo las cátedras Análisis y Producción Crítica de Narrativas sobre Delito y Violencia, en la maestría Comunicación y Criminología Mediática – en la cual integra el Consejo Académico –, y Planificación y Gestión de Medios, de la Maestría en Periodismo.