A Caperucita Roja y a su abuelita enferma se las comió el astuto lobo con engaño. Así quiere ahora engullirse a la Cuba Socialista el depredador vecino con sus maniobras mediáticas, apoyado por sicarios externos y autóctonos, que tiene muchos antecedentes en épocas no digitales. Expongo uno de ellos.
Por José Dos Santo, desde La Habana (*) / Fui testigo de la extinción del llamado “campo socialista” en el pasado siglo, incluido su principal baluarte: la Unión Soviética tras haber visitado, nunca como turista, a todos sus componentes. A partir de 1970, misiones periodísticas de Prensa Latina me llevaron a Bulgaria, Rumania, Hungría, Checoslovaquia, Polonia, la URSS, Yugoslavia y Albania. Además, viví cuatro años como corresponsal jefe en la República Democrática Alemana (luego estuve dos en su contrapartida ideológica: Alemania Federal).
Ser un entusiasta de la justicia social, un convencido de que la egoísta opción capitalista de “primero los poderosos” no puede ser el mundo del futuro, no me impedía ver las manchas que por doquier empañaban voluntades declaradas: desde el nepotismo, el culto a la personalidad, los privilegios, la variedad de enfoques, el oportunismo, la simulación y hasta la cobardía política permeaban el camino hacia una sociedad sin antecedentes.
La aparente coraza impenetrable, de fundamentos e ideología en favor de las mayorías. En su formalismo y distanciamiento de las masas dejó resquicios para ser víctimas de lo que el sucesor de Kenney, el presidente Lindon Johnson, llamó “tendido de puentes”, que nada tiene que ver con los “puentes de amor” que hoy enarbola como consigna el segmento de cubanos que en el mundo defiende la integridad de su Patria de origen.
No pretendo hacer un tratado con estas líneas: solo llevar al campo que más conozco, el periodismo, ideas nunca expuestas públicamente sobre el desgarrador episodio que constituyó el retorno al capitalismo en Europa Oriental, que pueden ser útiles para el análisis-debate al que estamos convocados hoy todos los revolucionarios de corazón y razón (cubanos o no).
Los esquemas periodísticos eran comunes en ese conglomerado de países, con ausencia de autocrítica, exaltación constante y desproporcionada de logros, reiteración abrumadora de clisés y latiguillos redundantes de cargos y títulos de sus principales figuras.
En un extremo, quizás, exceptuando Albania que exacerbaba el molde, recuerdo a Scinteia, órgano del Partido Comunista Rumano, en cuya primera página, siempre encabezándola, se encontraba al menos una foto de Nicolae Ceausescu, el máximo dirigente del país, recibiendo a alguien o visitando algo.
Al otro extremo, los más liberales húngaros y checoslovacos, se permitían algunos coqueteos con el periodismo occidental aunque en medios de escaso impacto.
En la RDA, de la que recuerdo mucho porque la conocí en mi primer viaje al extranjero, en 1970, luego permanecí desde 1976 a casi 1980 y luego visité en una docena de ocasiones en tránsito hacia La Habana, había novedades inéditas en el campo de la llamada “contrapropaganda”.
Lugar especial lo ocupaba el programa televisivo Der schwarze Kanal, El Canal Negro también conocido como La Cloaca, presentado por Karl-Eduard von Schnitzler, quien durante media hora analizaba el contenido de los principales mensajes que desde “la otra Alemania” se dirigían a socavar el socialismo en la parte oriental.
Existió desde marzo de 1960 hasta el 30 de octubre de 1989, una semana antes de la extinción de esa república nacida de los escombros de la Segunda Guerra Mundial. Todos los lunes, a las 9,30 de la noche, era emitido por el principal de los dos canales televisivos existentes en la RDA.
Wikipedia explica, a su manera: “La razón de ser del programa era propagandística: debido a la geografía alemana, la señal de las televisiones públicas (germanoccidentales) ARD y ZDF llegaba al 90% del territorio de la RDA. El gobierno socialista no podía hacer gran cosa para impedirlo, por lo que encargó a su televisión pública un programa que desmintiera las noticias occidentales contrarias al espíritu de la RDA, o bien acusarles de tergiversar y manipular los hechos…”.
Esa experiencia me pareció siempre a tener en cuenta para el desmontaje de las sistemáticas campañas de erosionar el socialismo desde adentro (“golpes suaves” le llamarían hoy), quizás con un diseño participativo activo que hoy lo posibilitarían desde el teléfono al correo electrónico, los sms y Messenger.
Todo ello me vuelve a la mente tras el llamado de nuestro principal dirigente, Miguel Díaz-Canel, para romper esquemas, mirarnos por dentro con más profundidad, “lavar nuestros trapos sucios” con el objetivo de hacer más pulcra nuestra sociedad, dar opciones para escuchar –y también comprometer respuestas—a ese vasta abanico que conforma la sociedad cubana actual –la interesada en un real futuro mejor para el ser humano—y así evitar confusiones y divagaciones, malos entendidos y tergiversaciones que solo abonan el terreno a la desunión, la pérdida de soberanía, independencia y bienestar sostenible para todos.
Esta es solo una idea que espero, al mismo tiempo, sirva de convocatoria a que todos nos sumemos en no dejar que el taimado y siempre voraz lobo nos engulla con sus artimañas, noticias falsas y llamadas al odio que hoy inundan en los medios y redes globales a su servicio.
(*) Destacado periodista cubano.