Quienes pensaron que Fidel se había vuelto “loco”, al apostar por la industria médico-biotecnológica en momentos en que esta última disciplina comenzaba a surgir en los países más industrializados, recibieron una bofetada de realidad el 28 de mayo de 1981, cuando se produjo el primer Interferón en Cuba. Y otra más fuerte, el 1 de julio de 1986, con la creación del CIGB, proyecto descomunal que ha beneficiado a millones de personas en todo el orbe y que hoy celebra su 35 aniversario exhibiendo un producto promisorio: Abdala.
Por Yurina Piñeiro Jiménez (*) / Que en 1976, en California, Estados Unidos, se creara la primera empresa biotecnológica en el mundo, la Genetic Engineering Tech, Inc. (Genentech, Inc.), seguramente no sorprendió. Pero que en 1981, Cuba emprendiera el desarrollo de la industria de la biotecnología, cuando no había similares en la región, ni siquiera en Europa, sí fue noticia.
En su capacidad visionaria, Fidel sabía que el futuro de Cuba tenía que ser, necesariamente, de hombres de ciencia. Lo expresó en 1960, cuando un 25 por ciento de la población cubana era analfabeta y otro tanto de personas funcionaban como tal, aunque sabían leer y escribir. Vino entonces la Campaña de Alfabetización, la construcción de escuelas y centros asistenciales de salud, la preparación de los científicos.
Un acontecimiento importante en la historia de la biotecnología cubana fue la creación el 1ro de julio de 1965 del Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNIC), conocido como el padre de las ciencias en la Mayor de las Antillas. Le sucederían otros igual de respetables, entre ellos, el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB).
En la gesta del CIGB: estadounidenses, finlandeses y mucho Fidel
George Thomas Leland, un congresista norteamericano de Texas, venía a Cuba con cierta frecuencia, dada su vocación social. En una ocasión Fidel le habla de su preocupación con el tema del cáncer. George le comenta sobre el uso del interferón en instituciones médicas ubicadas en su estado y más adelante trae a la Isla, a Randolph Lee Clark, uno de los oncólogos más destacados de la época y estudioso de la novedosa terapia.
En noviembre de 1980, Fidel conoce personalmente a Clark.
En el acto de inauguración del CIGB, el primero de julio de 1986, Fidel rememoró el encuentro.
“(…) fue la primera vez que él me habló de las investigaciones que estaban haciendo con el interferón. Pidió que le enviáramos un médico, para que conociera las investigaciones que se hacían. Yo por precaución envié dos, porque en el Derecho, lo que abunda no daña. Y allí los recibió el doctor Clark y les explicó todas las investigaciones que estaban haciendo. Los compañeros regresaron muy entusiasmados.
Gracias a la visita hicieron contacto con el centro que estaba produciendo interferón en Finlandia. Gracias a esa visita se hizo contacto con otra persona, que fue el doctor Kary Cantell, de Finlandia (…) le dijimos que queríamos conocer las técnicas de producción del interferón, y también invitó que enviáramos dos investigadores. Y siguiendo el mismo principio, le enviamos seis (RISAS).
Los recibió a los seis, estaba encantado porque vio que los compañeros fueron con mucho interés. En menos de dos semanas, le enseñaron los principios esenciales de la técnica”.
A menos de seis meses de aquel encuentro, en una casa de apenas unos 180 metros cuadrados, exactamente en la número 149, del reparto Atabey, en La Habana; los científicos que habían recibido entrenamiento en Texas (Manuel Limonta y Victoria Ramírez) y en Helsinki (Manuel Limonta, Victoria Ramírez, Ángel Aguilera, Eduardo Pentón, Silvio Barcelona y Pedro López), junto a una colaboradora de Cantell; produjeron un interferón a partir de glóbulos blancos en menos de 45 días, el primero que se desarrolló en el país, el 28 de mayo de 1981.
Un mes después ocurre un brote de dengue hemorrágico en la Isla, y precisamente los primeros lotes del novedoso medicamento se destinaron a los pacientes contagiados con dengue. En jornadas posteriores el interferón se utilizaría como terapia para combatir una epidemia de conjuntivitis, también hemorrágica. En ambos casos los resultados fueron muy favorables.
Con la finalidad principal de producir el interferón, -que abría nuevas perspectivas en el tratamiento de diversas enfermedades, incluido algunos tipos de cáncer-, el 20 de enero de 1982, Fidel funda el primer centro biotecnológico en el país, el Centro de Investigaciones Biológicas, germen del actual CIGB, pues en él se formó gran parte de los primeros profesionales que trabajarían en el gran complejo investigativo-productivo.
“Y después, más a adelante, a consecuencia de todo este proceso, surge la idea de este Centro. Tampoco fue absolutamente casual, estimulado por los resultados obtenidos en el Centro de investigaciones Biológicas, surgió la idea de hacer un esfuerzo mayor. Y en esto contribuyó mucho una idea de la ONUDI, la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial. Ellos tenían el proyecto de hacer un Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología.
A nosotros llegó la noticia de la idea de hacer este Centro. Naturalmente, aspirábamos de ser posible que nos asignaran ese Centro. En vista de aquella situación y de la diversidad de aspiraciones, y para no entrar en conflicto con nadie, es que decidimos renunciar a aquel Centro y desarrollar el Centro por nuestra cuenta, cuando apenas han pasado cinco años y medio de la conversación con el doctor Clark, que hayamos podido inaugurar este Centro…”
El CIGB y el despunte impetuoso de la ciencia cubana
Pese al bloqueo económico con el que desde 1961 Estados Unidos hostigaba a Cuba y los indicios de un posible desplome del campo socialista, el gobierno revolucionario invirtió numerosos recursos materiales y humanos para la creación del CIGB. En el acto de apertura de la nueva institución, dijo Fidel: “El centro es grande, pero yo espero que sean grandes también los resultados científicos que se obtengan”.
Desde el principio, el Comandante apostó por la ciencia y cuando llegó el duro período, el Especial, mantuvo el criterio de que la supervivencia de la Revolución y el socialismo, y la preservación de la independencia, dependían fundamentalmente de la ciencia y la técnica.
Cuando los enemigos y escépticos de la Cuba socialista en el nuevo mundo capitalista, celebraban de antemano la asfixia del pueblo cubano, Fidel hizo lo que nadie imaginó: crear más centros científicos, entre ellos, los centros biotecnológicos de Camagüey (1989) y Sancti Spíritus (1990), y el Centro de Inmunología Molecular (1994).
Probablemente, muchos lo dieron por loco, pero por “esa facultad de vislumbrar la evolución de un hecho hasta sus consecuencias remotas”, afirmó en 1993 con absoluta convicción:
«La ciencia y las producciones de la ciencia, deben ocupar algún día el primer lugar de la economía nacional, que partiendo de los escasos recursos, sobre todo de los recursos energéticos que tenemos en nuestro país, tenemos que desarrollar las producciones de la inteligencia, y ese es nuestro lugar en el mundo, no habrá otro (…)».
Igualmente, al inaugurar el Centro de Inmunología Molecular el 5 de diciembre de 1994, el líder enfatizó:
«Es un orgullo en pleno Periodo Especial inaugurar este Centro que no es un lujo, es una promesa de salud para nuestro pueblo y es una promesa de ingresos para nuestra economía».
Confiaba en la ciencia y en los científicos cubanos. En su apretada agenda de trabajo, hacía un tiempo para ocuparse de este sector y sus hacedores. Seguía los avances relacionados con dicha especialidad en el mundo, intercambiaba con los investigadores, preguntaba hasta el más mínimo detalle de cualquier estudio, les sugería ideas, los desafiaba a desarrollar proyectos colosales.
Bendita “locura”
Quienes pensaron que Fidel se había vuelto “loco”, al apostar por la industria médico-biotecnológica en momentos en que esta última disciplina apenas comenzaba a surgir en los países más industrializados, recibieron la primera bofetada de realidad el 28 de mayo de 1981, con la producción del primer interferón en Cuba.
A ese logro, la comunidad científica de la Isla sumaría muchos otros que contribuirían al mejoramiento de la salud de las personas, al fomento de planes agropecuarios, de la veterinaria y del medio ambiente. Numerosas alegrías regalarían los investigadores del CIGB al Comandante, al pueblo de Cuba y también al mundo.
Entre las creaciones prominentes del Centro está el Heberprot-P, promotor de la cicatrización de las úlceras del pie diabético, de eficacia no vista antes y con el cual se han beneficiado más de 250 mil pacientes en diversas latitudes, según datos publicados recientemente por la Agencia Cubana de Noticias.
También fármacos como la estreptoquinasa recombinante cubana, que contribuye a restablecer el flujo sanguíneo en pacientes con infarto del miocardio y previene la necrosis isquémica del corazón. Su uso se generalizó en 1993 y salva de 200 a 400 vidas cada año.
De igual modo, la vacuna contra la infección por el virus de la hepatitis B, capaz de reducir la evolución de dicha patología a los estados agudos y crónicos, la cirrosis hepática y el hepatocarcinoma primario. Gracias a su aplicación masiva, desde 1999, nuestro país no reporta casos de hepatitis B aguda en niños por debajo de cinco años; condición que a partir del 2006 también se extendió a los menores de 15.
Porque está destinado a la salud de nuestros infantes, no puede faltar la referencia a la vacuna pentavalente líquida (Heberpenta), contra la difteria, el tétano, la tosferina, la hepatitis B y la Haemophilus influenzae tipo B. Desde el 2009, parte del programa de vacunación infantil del Ministerio de Salud Pública de Cuba.
El equipo de científicos del CIGB destaca además por proyectos como el CIGB-500, medicamento con un significativo efecto cardioprotector; el CIGB-300, péptido antitumoral con buenos resultados a nivel de laboratorio y clínicos; y el Heberferón, una combinación del interferón-alfa 2b y gamma recombinante, para tratar enfermedades oncológicas, además de constituir una terapia alternativa de procederes quirúrgicos o no; actualmente incluido en el protocolo de tratamiento de la Covid-19.
Los inmunizantes contra la meningitis B y C, y los métodos para el diagnóstico de VIH, Síndrome de Down, dengue, embarazo, cáncer y defectos del tubo neural resultan otras conquistas de este colectivo. Del mismo modo, el producto ecológico HerberNem, destinado al control de plagas en varios cultivos, y el Acuabio 1, estimulador del crecimiento y el sistema inmune en organismos marinos.
Hoy 1 de julio, el CIGB llega a su aniversario 35, exhibiendo una de sus creaciones más promisoria: Abdala, candidato vacunal contra la Covid-19, que se prevé sea validado como vacuna, pues posee una eficacia del 92,28 por ciento, de acuerdo con exámenes del ente avalador de la calidad y seguridad del producto.
“Es un regalo que le debíamos al Comandante en Jefe Fidel Castro, dijo ante la prensa nacional la directora de la institución, Marta Ayala, al evocar en primera instancia la figura del fundador del CIGB, un visionario y soñador que desde fines de los 70 y con más fuerza en los años 80 impulsó la formación científica y el trabajo investigativo de la pujante rama por vía de la creación de interferones, hasta ese momento solo al alcance de países desarrollados”.
Y es que con la creación del CIGB, sumaba el líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz, otro plan descomunal a su hoja de vida. Un proyecto colosal como él mismo, con el que se ha beneficiado, no solo el pueblo cubano, sino millones y millones de personas en todo el orbe. Beneficios por los que debemos eterno agradecimiento a los profesionales del Centro y al Comandante, principal artífice del gran complejo investigativo-productivo.
Quizás el Gabo tuvo en cuenta este detalle de Fidel, cuando de él dijo: “No hay un proyecto colosal o milimétrico, en el que no se empeñe con una pasión encarnizada (…) Esa facultad de vislumbrar la evolución de un hecho hasta sus consecuencias remotas (…) Este es el Fidel Castro que creo conocer: un hombre de ilusiones insaciable, incapaz de concebir ninguna idea que no sea descomunal (…) Sueña con que sus científicos encuentren la medicina final contra el cáncer”.
(*) Texto tomado del sitio Cuba Debate.