El Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas se reunió de emergencia en su sede de Nueva York a fin de buscar un modo de detener el inmisericorde ataque de Israel contra la población de Gaza, que ha causado ya alrededor de 200 muertes, entre ellas las de 61 niños y 34 mujeres, y heridas a más de 400 personas. Más de 40 mil palestinos han debido abandonar sus hogares. Pero nada salió de la reunión.
Por Isabella Arria (*) / Es que las grandes potencias occidentales apoyan a Israel en su plan de exterminio de los palestinos. El gobierno de Joe Biden insiste en que está haciendo todo lo posible con su “diplomacia intensa y discreta” para reducir la violencia, pero lo cierto es que en este lapso el jefe de la Casa Blanca ignoró el exhorto de políticos progresistas y defensores de derechos humanos –y hasta descarriló tres intentos del Consejo de Seguridad– para exigirle a Israel un cese al fuego inmediato.
El martes Biden finalmente rompió el silencio y, cediendo ante la presión política y la opinión pública tanto dentro como fuera de su país, expresó su apoyo por un cese al fuego en una llamada con el mandatario israelí, Benjamin Netanyahu, pero se abstuvo de mencionar alguna demanda por un fin inmediato al bombardeo a Gaza, y sólo se dijo que Biden reiteró su firme apoyo al derecho de Israel a defenderse.
Israel es el recptor acumulativo más grande de asistencia exterior de Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial con un total de 146 mil millones de dólares, según datos oficiales. Por primera vez desde que comenzara otra ofensiva feroz contra los palestinos, financiada en gran parte por Washington, el presidente habló de un cese al fuego en algún momento no fijado y sin condicionar la asistencia anual actual de 3.800 millones de dólares.
El gobierno demócrata llegó proclamando que los derechos humanos estarían al centro de su política exterior, compromiso que la realidad ha puesto en tela de juicio. Biden está enfrentando nuevas voces dentro del Congreso y entre algunas agrupaciones judías estadunidenses que están rompiendo el consenso casi completo de apoyo a Tel Aviv que ha prevalecido en Washington durante décadas.
Legisladores progresistas se han expresado durante los últimos días, desde el más prominente, el senador Bernie Sanders, hasta Alexandria Ocasio Cortez, Jesus Chuy Garcia, Marc Pocan e Ilhan Omar en la Cámara de Representantes, mientras el domingo unos 28 senadores llamaron a una tregua inmediata.
La diputada federal Rashida Tlaib declaró: “soy ahora la única integrante palestina-estadounidense del Congreso… y soy un recuerdo a mis colegas de que los palestinos en verdad existen, que somos humanos, que se nos tiene que permitir soñar”. Proclamó: “tenemos que condicionar la asistencia a Israel para obligar que se cumpla con los derechos humanos internacionales y ponga fin al apartheid”.
Su colega Ayanna Pressley hizo una comparación entre el trato racista en Israel y el de Estados Unidos, al afirmar que a los palestinos les dicen lo mismo que a los afroestadunidenses, que no hay forma aceptable de resistencia. Cori Bush, diputada afroestadounidense, señaló que el equipo que se emplea para brutalizar en EU a afrodescendientes es el mismo que se exporta a Israel para brutalizar a palestinos.
J Street, organización judía liberal pro Israel en Washington, está exigiendo que Biden declare la demanda de un cese al fuego inmediato para proteger a todos los civiles israelíes y palestinos. Más 140 organizaciones progresistas emitieron una declaración llamando a que el gobierno de Biden denuncie al de Israel por crímenes de guerra contra el pueblo palestino por sus políticas de desplazamiento y represión.
Pero los ataques israelíes cuentan con el apoyo europeo y estadounidense. La canciller federal de Alemania, Angela Merkel, expresó su solidaridad con Israel durante una conversación telefónica con el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, y pidió que los enfrentamientos cesen lo más rápido posible. La Unión Europea descartó sanciones para resolver el conflicto. Tras diez días de agresión, Francia, España, Rusia, China y Egipto llamaron a poner fin a las hostilidades.
Una nueva serie de bombardeos nocturnos del ejército israelí el martes, destruyeron 15 kilómetros de túneles milicianos.
El único laboratorio que realizaba pruebas de Covid-19 en la franja de Gaza dejó de operar, después de que la clínica que lo albergaba fue atacada por los cohetes israelíes. El alcalde de la ciudad de Gaza, Yahya Sarraj, informó que los ataques han causado daños a las carreteras e infraestructura, además de que el suministro de agua para cientos de viviendas fue interrumpido.
La ONU inerme
Las palabras con las que el secretario general de la ONU abrió la sesión del Consejo de Sguridad no dejan lugar a dudas: el funcionario calificó la destrucción humana y material de absolutamente espantosa, una referencia que sólo puede ser aplicable a la franja de Gaza, donde la vida de la población, de por sí precaria por el férreo bloqueo israelí.
Gaza se ha convertido en un infierno por los bombardeos aéreos y terrestres, el corte del servicio eléctrico, los ataques de las Fuerzas de Defensa de Israel contra hospitales, campos de refugiados y residencias de civiles y la reciente prohibición de introducir medicinas e insumos médicos, como denunció la organización Médicos Sin Fronteras.
Cierto es que para los habitantes de centros urbanos israelíes como Ascalón y Tel Aviv la escalada bélica se ha traducido en muerte, zozobra y destrucción material, pero en una escala infinitamente menor que en la arrasada franja.
En el Consejo de Seguridad se condenó el continuo despojo territorial de los palestinos por parte del régimen de Tel Aviv; la represión policial israelí en Jerusalén, que fue el factor detonante de la escalada; los bombardeos de civiles en Gaza y el uso desproporcionado de la fuerza contra la infraestructura civil y de medios informativos.
Y, sobre todo, la exhortación de varios delegados a resolver la aspiración palestina a un Estado propio y las preocupaciones de seguridad de Israel en el contexto de la solución de dos Estados que convivan en paz, con fronteras seguras e internacionalmente reconocidas, que preserven el estatuto especial de Jerusalén.
Asimismo, la Organización de Cooperación Islámica celebró una reunión de emergencia para analizar la terrible situación en la Palestina ocupada y cercada. Aunque Arabia Saudita, Turquía y Marruecos mantienen relaciones cálidas con el régimen de Tel Aviv, en el encuentro se mantuvo el consenso para la fórmula de los dos Estados como solución al añejo problema palestino-israelí.
A pesar de estas reacciones internacionales adversas, el premier israelí, Benjamin Netanyahu, porfía en mantener la ofensiva contra Gaza, donde hace dos días las fuerzas israelíes destruyeron la sede de la cadena Al Jazeera y de la agencia Associated Press so pretexto de que el edificio era usado por Hamas, afirmación que hasta ahora no ha sido demostrada.
Como es evidente, la vía para detener el derramamiento de sangre no pasa tanto por Tel Aviv, Jerusalén o Gaza, sino por Washington y Bruselas: Estados Unidos y la Unión Europea debieran exigir a los gobernantes israelíes que acepten un alto el fuego inmediato y el establecimiento de un Estado palestino en la franja de Gaza y la totalidad de Cisjordania, con capital en la parte oriental de Jerusalén, como lo estableció desde hace décadas la comunidad internacional. Pero lejos están de hacerlo.
Raíces milenarias (1)
El viernes pasado el pueblo palestino conmemoró el 73 aniversario de la Nakba, “el desastre” en árabe. Esa fecha -14 de mayo 1948- marca el inicio de las políticas de ocupación, colonización y limpieza étnica por parte del Estado de Israel.
Tal como ocurriera en otras oportunidades, nuevamente el conflicto palestino-israelí conmueve a la humanidad. Los israelíes invocan antecedentes bíblicos para usar ese lugar para su reagrupamiento territorial, aprobado por las Naciones Unidas luego de la Segunda Guerra Mundial, que dio lugar al nacimiento del Estado de Israel.
Esa Declaración fue cargada sobre las espaldas de los palestinos que allí estaban mayoritariamente arraigados desde tiempos inmemoriales. El modo en que Israel ha ido ampliando sus dominios está expuesto en los mapas de la región, los millones de palestinos expulsados de sus territorios son la contrapartida de la expansión israelí.
Hasta para las Naciones Unidas se trata de “territorios palestinos ocupados”.
En estos tiempos los palestinos están repartidos en fragmentados territorios que forman parte de Palestina, otros residen en lugares que están bajo el control del Estado de Israel y millones están en diferentes países que los acogen como poblaciones desplazadas.
En este marco se da el actual conflicto. Éste tiene causas inmediatas y otras históricas. Estas últimas están vinculadas a los hechos señalados y las inmediatas responden a que un grupo familias palestinas han sido desposeídas de sus tierras por tribunales israelíes. Situación que no es nueva y que es parte de los frecuentes desplazamientos a los cuales los palestinos son sometidos. Pero esta vez esa situación derivó en esta confrontación.
En la nación palestina hay dos grandes tendencias. Una, que controla a la mayor parte del muy fragmentado territorio que la comunidad internacional reconoce como Estado Palestino. Allí ejerce su poder la Autoridad Nacional Palestina, que responde a Fatah, que –hoy- acepta la existencia del Estado de Israel y aspira a una convivencia con el mismo.
La otra tiene su principal asentamiento en la Franja de Gaza. Un pequeño territorio, que se extiende -por 40 kilómetros- sobre el Mar Mediterráneo y con un ancho de 11 kilómetros que colindan con Israel, con una puerta de salida a Egipto. En ese escaso territorio habitan dos millones de personas, rodeadas por el mar e Israel.
Esta zona palestina es gobernada por Hamas, un movimiento islámico nacionalista que gobierna la zona y no reconoce la existencia del Estado de Israel. Es permanente la tensión entre el gobierno de Israel y la población fuertemente organizada, bajo la conducción de Hamas, en ese territorio. Ese sitio es la base de la resistencia palestina a los crecientes avances de la ocupación israelí.
Ante la imposibilidad de ocuparlo militarmente hay reiterados bombardeos y ataques misilísticos a esa zona. Allí están la mayor cantidad de muertos y heridos en este y anteriores conflictos de la zona. En esa zona se contabilizaban dos centenares de muertas (entre ellos muchos niños).
Otras decenas de palestinos han sido asesinados en territorios ocupados. La disparidad de fuerzas se verifica si se tiene en cuenta que –según los israelíes- ellos tienen solo 10 muertos.
La poca eficacia de las Naciones Unidas se ha limitado a condenar las acciones militares israelíes, por el carácter desproporcionado de las mismas, sin dar cuenta de su responsabilidad al tolerar los avances indebidos de Israel. EU venía bloqueando la reunión del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para darle tiempo a Israel para que profundizara sus ataques sobre la Franja de Gaza. La pacificación de los sepulcros, la llaman.
En estos momentos un aspecto importante del conflicto se ha desplazado al interior de Israel entre los pobladores judío-israelíes y los palestino-israelíes. A pesar de los desplazamiento y persecuciones, más del 20% de la población en las zonas ocupadas es de origen palestino. En esos territorios se están produciendo estos inéditos enfrentamientos.
(*) Periodista chilena residente en Europa, analista asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).
Nota1, Con aportes de Juan Guahán.