Un mismo tinte sangriento tiñe la represión de estallidos sociales e indígenas en Colombia, en la sagrada Jerusalén y Palestina.
Por Leonel Nodal(*) / Policías con uniformes de combate, cascos y chalecos antibalas, cargados de granadas de gases antidisturbios y municiones para fusiles de asalto, arremeten contra civiles indefensos que reclaman sus derechos en las calles, a cuerpo descubierto.
Hombres y mujeres, muchos jóvenes y también ancianos, son apaleados, corren asfixiados, caen al suelo, bañados por chorros de agua a presión o nubes de gases paralizantes disparados por carros blindados, dotados de disparadores múltiples.
Las escenas pasan en las pantallas de millones de hogares en el mundo y son tan parecidas que se confunden. Tan pronto es Colombia, donde la gente rechaza nuevos impuestos, como es Jerusalén, donde familias palestinas son amenazadas de desalojo forzado para implantar colonos judíos.
Situaciones semejantes en escenarios tan distantes surgen de una misma fría y feroz metodología, que golpea, dispara a los ojos, mutila y mata en las calles, en una misma brutal violación de derechos humanos, y no es casual.
Hay un diabólico ensañamiento común, desprecio racial y colonialista que las emparenta, por obra y gracia de una rentable cooperación militar y de seguridad interna entre Israel y Gobiernos de derecha oligárquicos y neoliberales de América Latina, entre ellos los de Colombia y Chile, bajo la noble etiqueta de la «lucha contra el terrorismo» impulsada por Estados Unidos.
Represión, especialidad exportable israelí
En estas naciones latinoamericanas, los «terroristas» son los movimientos sociales, sindicatos, organizaciones estudiantiles, de empleados públicos, asociaciones campesinas e indígenas que defienden posesiones ancestrales y su cultura, o mujeres amenazadas en su propio derecho a la vida. Todas sus manifestaciones sufren la misma técnica de represión antiterrorista policial y militar sionista.
Krav Maga, sistema oficial de lucha y defensa personal israelí, es uno de los más apreciados para «reforzar las capacidades de los uniformados colombianos en el entrenamiento en técnicas antiterroristas y de combate, más específicamente en temas de combate cuerpo a cuerpo».
Así reveló la Agencia Judía Nacional (AJN) israelí, citando uno de los más recientes informes oficiales sobre la cooperación militar y de seguridad de Israel con Colombia, divulgado el pasado 30 de septiembre.
Entonces se supo que desde principios de 2020, instructores israelíes entrenaron a fuerzas colombianas en técnicas contra el terrorismo.
El programa fue dirigido por diez instructores de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), un eufemismo que encubre a uno de los ejércitos más agresivos del mundo en operaciones de expansión territorial en Oriente Medio.
El curso incluyó a soldados de la División de Fuerzas Especiales del Ejército de Colombia, como parte de las estrategias para fomentar la cooperación militar internacional con ejércitos de países amigos, dijo el reporte oficial.
Según informó el sitio especializado Webnfomil.com, «la experiencia de las Fuerzas de Defensa de Israel en temas estratégicos contribuye a fortalecer el entorno militar y operacional fomentando tecnificación y profesionalización del Ejército Nacional y los equipos que se utilizan para el desarrollo de las operaciones militares en nuestro país».
El programa de entrenamiento tuvo lugar en la base militar de Tolemaida, en las instalaciones del Centro Nacional de Entrenamiento (CENAE).
Israel y Colombia establecieron relaciones diplomáticas en julio de 1957, pero las cuatro décadas siguientes estuvieron matizadas por desacuerdos, en particular respecto a la actuación de Israel frente a los palestinos y en Oriente Medio.
Uribe procura asistencia militar de Israel
Este escenario cambió con la llegada a la presidencia de Álvaro Uribe (2002-2010), quien desde el principio abogó por una relación más estrecha con el gobierno sionista israelí, con el fin de manejar la situación de orden público.
Según un detallado estudio del politólogo e historiador José Luis Bernal, el expresidente Uribe (considerado mentor del actual mandatario Iván Duque) igualó a Colombia con Israel como estados que comparten el rol de agente «antiterrorista», tanto a nivel local como global, enmarcado en el contexto de lucha contra el terrorismo de Estados Unidos.
Esa postura quebró la actitud de principios sostenida por Colombia desde 1947, contraria al plan de partición de Palestina con el fin de crear un Estado judío, presentado en noviembre de ese año a la Asamblea General de la ONU.
El Plan se aprobó con el apoyo de dos terceras partes, 33 votos a favor, 13 en contra y diez abstenciones, entre ellas la de Colombia.
Según la investigación de Bernal, los vínculos entre Israel y Colombia durante el período 2006-2010 se concentraron en el sector defensa a través de contratistas privados de seguridad que se encargaban de tareas como el asesoramiento y planeación militar, entrenamiento de tropas y apoyo en la compra de armamento.
Además, los contratistas hicieron recomendaciones sobre operaciones militares conjuntas y la restructuración de los sistemas de inteligencia colombianos.
En ese período el Gobierno contrató la empresa Global CST, dirigida por el exgeneral Yisrael Ziv, para realizar evaluación estratégica del conflicto interno, así como la presunta amenaza externa de Venezuela y Ecuador.
La revista Semana publicó que esa «empresa tenía como centro de operaciones la base de Tolemaida (Nilo, Cundinamarca), y su injerencia era al más alto nivel, pues están trabajando en dos áreas que son críticas en todo el sector defensa: mejorar la inteligencia, y los procesos de comando y control».
Los asesores israelíes también entrenaron a interrogadores para entrevistas a guerrilleros «desmovilizados» con todas las técnicas empleadas en los territorios palestinos ocupados para sacar el máximo de provecho.
Otro socio del Gobierno de Uribe fue Israel Aircraft Industries (IAI), empresa estatal fundada en 1953 por Shimon Peres y Al Schwimmer, que además de mediar la compra de fusiles de asalto Galil, que luego comenzaron a fabricarse en Colombia, también asistieron en la adquisición de morteros Soltam y algunos aviones Kfir. Además, se encargó del mantenimiento, reparación y modernización de los aviones Mirage M-5, de origen francés, lo cual representó un costo cercano a los 400 millones de dólares. Además, Colombia adquirió drones UAV para vigilancia, inteligencia y reconocimiento.
La represión del movimiento indígena en Cali y otras comarcas del Valle del Cauca reveló la puesta en práctica de las enseñanzas de asesores israelíes, al igual que lo han hecho contra el pueblo mapuche en Chile, otro escenario de aplicación de los mismos métodos de criminalización del pueblo autóctono de Palestina por parte del Gobierno sionista.
La destacada analista Ramona Wadi ha denunciado el empleo por los Gobiernos oligárquicos chilenos de tecnología de vigilancia israelí en la región de la Araucanía, mediante la militarización de la región, algo semejante a lo que ordenó Duque la última semana en el Cauca, con la movilización de miles de policías y soldados.
Elbit, IAI y Rafael son los principales proveedores del Gobierno chileno. Elbit e IAI se utilizan ampliamente contra la población palestina. En América Latina está muy solicitada la tecnología militar de Israel (desde los sistemas de vigilancia, el mantenimiento de sistemas informáticos, la munición de fósforo blanco y la tecnología de demolición hasta tecnología para aviones de combate utilizados en los bombardeos de Gaza por parte de Israel), para una supuesta lucha contra el narcotráfico y vigilar las fronteras, advierte Wadi.
No obstante, añade, lo que buscan los gobiernos de la región es controlar y reprimir, sobre todo, a las poblaciones indígenas.
«Tanto el pueblo mapuche como el palestino —advierte— sufren una limpieza étnica en sus tierras por parte de los colonizadores».
El brutal desempeño de las fuerzas policiales y militares en Colombia, Chile, Ecuador o Bolivia durante el período golpista a Evo Morales, armadas, equipadas y uniformadas por la industria militar israelí, arroja saldos semejantes de violaciones de derechos humanos, acalladas por el pretexto del combate a los presuntos terroristas y perturbadores del orden.
(*) Periodista cubano de notable trayectoria internacional. Fue corresponsal de la agencia Prensa Latina en Medio Oriente. Texto tomado del diario Juventud Rebelde, de La Habana.