En tiempos difíciles la cocina supo ser lugar de refugio y tal vez de resistencia para no pocos periodistas. Un ejemplo es esta historia que te cuenta hoy El Pejerrey Empedernido, en la que hasta tiene un papel Sophia Loren.
Como decía Jack, vayamos por partes. Dejemos para luego lo de Mortadela para aclarar primero que mis honores como Peje con tantos amigos de la raza humana que la sudan con el oficio de escribientes o lo que sea entre los de la prensa; mis honores, escribía, no son para todos… Sí claro, para los tantos amigos, para todos los que se la jugaron (y se la juegan) para el lado de los justos y en este entremés puntual que hoy nos sienta a la mesa, para aquellos y ellas que gambetearon muerte e infortunios, cuando pudieron zafar, en tiempos de la bestia asesina y desaparecedora… Y añado en esta suerte de introito: la idea es dejar en claro que la cocina, el mundo del comer y sus íconos y representaciones simbólicas (o materializaciones, pues los pejes del Tuyú somos así de performativos desde que en temporadas de malas marejada le dimos lee que te lee a los libros de un tal Richard Rorty, que no fue ni es varón de las hornallas)… Ese mundo, retomo, puede ser de demiurgos, como en un librejo sobre morfis y películas que se llama Los sabores del cine mi gomía Ducrot sostiene, pero también de creadores infinitos a la hora de sobrevivir, si de ellos se trata, sin tener que volver nunca con la frente marchita, ni en joda, porque aquí no se rinde nadie… Fueron periodistas para el aplauso aquellos entre ellas y ellos que sin correrse ni un poquitito así de sus pasiones liberadoras, entre 1976 y 1977, muchos de ellos ya con un ojo en el dolor del exilio, se le escabulleron a los esbirros detrás de una revista en la que la cocina era tema central. Fue Todo Hogar, aparecida en agosto de 1976, bajo la dirección de quien ya nos dejara hace unos años, Julia “Chiquita” Constenla, la coordinación gráfica y editorial de esa leyenda entre nosotros del periodismo latinoamericano, el uruguayo Aram Aharonian, y con recetas, firmas y colaboraciones de nombres muy conocidos desde la tele y las publicaciones culinarias de tiempo más próximos, como María Adela Baldi, Marta Beines y Canela, entre tantos otros… Ducrot me prestó bajo juramento de no afano un ejemplar del número nueve de la revista, aparecido en abril del ’77, por ese entonces ya dirigida por Olga Pinasco, la que, en su editorial nos dice: Está todo lo que nos propusimos… La Pascua y el folklore culinario de cada país para su festejo y, también Marta Beines, las mejores recetas de bombones caseros. Una mini enciclopedia sobre pastas en la que da consejos nada menos que… (el nombre me lo guardo para el dentro de un rato), y, para completar, seis deliciosas propuestas para darle la salsa a las pastas. De María Adela Baldi. La misma que también propone tartas saladas varias y gelatinas saladas y dulces. La que prevé soluciones para invitados de apuro. La que… ¡Ah, no! Eso es de Pilar Llanos: la importancia de un buen desayuno para tener un mejor día. A propósito, que mayo nos alcance para más… ¡Gloria y loor!, y como una pirueta más en torno a cierta colaboración muy especial conforme me tomé el atrevimiento de poner entre puntos suspensivos al citar la editorial de Pinasco, permitidme vosotros, amigos y amigas, que les cuente una película, más o menos a la ligera: La bella Maddalena, italiana ella, llega a Estados Unidos para casarse con su prometido, un tal Michele. Lleva consigo el regalo de bodas que le habían ofrendado sus amigos, antes de la partida: una mortadela… Por supuesto que los ratis de la aduana no la dejaron ingresar en compañía de semejante especie del magnánimo embutido – por mi parte les aclaro que, a mí gusto, con pistachos, es ambrosia -, y ella entonces allí se plantó, encabronada con su prometido que se había puesto del lao’ el botón y hasta que la mortadela llegó a su fin, ofrecida a los empleados del aeropuerto, en justo reparto… El desbarajuste fue tal que tomó estado público y Jack, que no es el del primer párrafo, el de las partes, sino un periodista (¡tenía que serlo!), termina en amores con la bella Maddelena… Y que el novio original, el nabo aquél llamado Michele, ¡se zurza! Aunque los enredos siguen, por supuesto, como bien los teje el genio de Mario Monicelli, quien en 1971 estrenó su Mortadela, con Sophia Loren, Danny DeVito y Susan Sarandon… Ahora sí, entonces al suspenso debido, aunque ya se haya resquebrajado más que un tato les diría, en torno a la colaboradora especial del número nueve de Todo Hogar… En su página veintiocho puede leerse: Quisiera convencer a todos de que la pastasciutta ha de estar al dente como se dice en Nápoles, o no es pastasciutta. Al dente significa que todavía puede morderse y cortarse – no deshacerse – con los dientes, que no está convertida en papilla por una cocción excesiva. Es en esa forma que liga mejor con la salsa de tomates o con cualquiera otro de los centenares de los condimentos que la fantasía culinaria ha inventado a través de los siglos… Así lo aseguró Sophia Loren en Todo Hogar, que reproducía parrafadas enteras de su libro In cucina con amore; Rizzoli, Milán, 1971, inmediatamente editado en castellano por Noguer, de Barcelona, con el título Yo, en la cocina…Con este texto que llega a su fin hoy me di un lujo que quise compartir con mis contertulios humanos, que me aceptan como Pejerrey pero sobre todo como Empedernido… ¡Y salud entonces, para mis amigos periodistas!
Texto tomado del sitio Socompa. El Pejerrey Empedernido es heterónimo de Víctor Ego Ducrot, periodista, escritor, profesor universitario y director de esta página. Doctor en Comunicación por la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Profesor titular de Historia del Siglo XX (Cátedra II) en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la misma UNLP. Tiene a su la cátedra Análisis y Producción Crítica de Narrativas sobre Delito y Violencia, en la maestría Comunicación y Criminología Mediática, en la cual integra el Consejo Académico.