Es el primer presidente estadounidense derrotado en las urnas que trata de aferrarse al cargo rechazando la voluntad de los votantes y dejando de lado los resultados del Colegio Electoral contemplados en la Constitución.
Los continuos esfuerzos del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, para anular los resultados de las elecciones de 2020 –presentados con todo detalle en una conversación telefónica de una hora con un funcionario electo de Georgia durante el fin de semana– son una muestra de su incontrolable determinación para mantenerse en el poder sin importar las consecuencias para las tradiciones democráticas del país.
En una llamada el sábado, Trump presionó al secretario de Estado Brad Raffensperger (Georgia) para “encontrar” votos suficientes para revertir la victoria de Joe Biden en las elecciones presidenciales en ese estado. Trump citó repetidamente denuncias de fraude refutadas y planteó la posibilidad de un “delito penal” si las autoridades no cambiaban el conteo de los votos, según una grabación de la conversación.
Trump se ha aventurado a un territorio inexplorado y peligroso desde su derrota en los comicios del 3 de noviembre, convirtiéndose en el primer presidente estadounidense derrotado en las urnas que trata de aferrarse al cargo rechazando la voluntad de los votantes y dejando de lado los resultados del Colegio Electoral contemplados en la Constitución.
Su negativa a reconocer la derrota, socavando la tradición democrática de una transición de poder tranquila y obstaculizando el cambio al Gobierno de Biden, son un riesgo especialmente acuciante para el país, que sufre un nuevo repunte de la pandemia que ha matado ya a más de 350 000 estadounidenses.
Prestando poca atención al coronavirus en las últimas semanas, Trump ha abdicado de la mayoría de las tareas de Gobierno diarias para centrarse en sus esfuerzos para aferrarse al poder.
Durante el llamado, Trump presentó nuevas teorías de la conspiración, desinformación y mentiras descaradas, insistiendo en que había ganado en Georgia a pesar de los múltiples recuentos que demuestran lo contrario. En varias ocasiones alegó que Raffensperger, que también es republicano, podría cambiar los resultados certificados.
“Todo lo que quiero hacer es esto. Solo quiero hallar 11 780 votos, que es uno más de los que tenemos”, afirmó Trump. “Porque ganamos el estado”.
La conversación dejo clara la evolución de Trump desde el 3 de noviembre. En un primer momento, en privado aceptaba que había perdido aunque en público protestaba, con la esperanza de mostrar a sus seguidores más leales que seguía luchando mientras miraba por su propio futuro, tanto política como financieramente.
Pero a medida que pasan las semanas, Trump ha abrazado la narrativa de que le robaron la victoria. Su círculo íntimo, cada vez más reducido, está ocupado ahora mayoritariamente por quienes alaban esas teorías conspiratorias. El presidente vive en una caja de resonancia mediática compuesta por voces de televisoras conservadoras y de redes sociales que amplifican sus acusaciones de fraude.
Preguntado por si sintió que el presidente lo estaba presionando para hacer algo ilegal, Raffensperger dijo a The Associated Press el lunes: “Creo que estaba buscando cualquier tipo de ventaja que pudiera lograr, y yo no veo cómo va a conseguir eso”.
Raffensperger añadió que los votos presidenciales de Georgia se contaron tres veces: la primera justo después de los comicios, después en una auditoría que contó las boletas a mano y finalmente en un conteo automático a pedido de Trump.
“Si apoyan un desafío a los electores de Georgia están equivocados, completamente equivocados”, agregó Raffensperger. Los miembros del Congreso tendrán que tomar una decisión sobre los resultados en los otros estados, apuntó, “pero en Georgia lo hicimos bien. Yo no estoy contento con el resultado, como republicano, pero es el resultado correcto basado en los números que vimos emitidos”.
La renovada intervención de Trump y sus persistentes e infundadas denuncias de fraude se produjeron casi dos semanas antes de su salida de la Casa Blanca y en vísperas de los dos balotajes que se celebran en Georgia este martes y determinarán qué partido controlará el Senado.
Además, añadieron interés al mitin de Trump en Georgia el lunes, que posiblemente sea el último de su mandato, en el que respaldó a los dos aspirantes republicanos. Enojado tras la llamada con Raffensperger, Trump barajó la idea de no asistir al acto, algo que habría sido devastador para las opciones republicanas en las que se esperan sean dos carreras ajustadas por los escaños en la cámara alta.
Pero Trump fue convencido para participar y tener un escenario desde donde reiterar sus acusaciones de fraude electoral y presentar, como tuiteó el lunes, las “cifras reales” de la contienda. Los republicanos estaban preocupados porque Trump pudiera centrarse en sí mismo y desalentar la participación al socavar la fe en los balotajes y no promoviendo a los dos aspirantes del partido.
Al final, Trump dividió su tiempo entre reiterar muchas de las desacreditadas quejas que hizo días antes en la conversación con Raffensperger e instar a sus seguidores a inundar los centros de votación para respaldar a Loeffler y Perdue en un voto que, dijo, determinará el “destino de nuestro país”.
Además, dio a entender que no tiene intención de abandonar sus denuncias incluso después del conteo de los votos electorales del miércoles, instó a la multitud a estar atenta a nuevas revelaciones en las próximas “dos semanas” y prometió que “no tomarán esta Casa Blanca. Vamos a pelear (…) se lo digo ahora mismo”.
Raffensperger reiteró su frustración con la desinformación aparecida desde las elecciones, gran parte de ella salida de la Oficina Oval, y expresó su temor a que las denuncias infundadas de Trump no solo minen el proceso democrático sino que perjudiquen las opciones de los republicanos. La población duda acerca de cuál es la mejor forma de votar luego de que la información falsa le haya hecho desconfiar tanto de las boletas por correo como de las máquinas de votación estatales, apuntó.
“Este no es un buen mensaje para que llegue a tu base de votantes”, dijo.
Alentados por Trump, una decena de senadores republicanos anunciaron que respaldarán a hasta 100 colegas de la Cámara de Representantes en su desafío al proceso de certificación del Colegio Electoral este miércoles. Temerosos de la cuenta del presidente en Twitter y de la base electoral de la formación, muchos otros republicanos han tardado en manifestarse, lo que permitió al presidente sembrar la duda durante semanas y socavar la legitimidad de Biden en gran parte de la población.
Entre quienes se pronunciaron el lunes, Liz Cheney, representante por Wyoming y miembro del equipo de liderazgo del Partido Republicano en la Cámara de Representantes, calificó el llamado del presidente de “profundamente preocupante”.
El senador republicano de Pensilvania Pat Toomey informó que esa conversación fue “un nuevo minino en todo este episodio inútil y lamentable” y elogió a los funcionarios electorales “que han cumplido su labor con integridad en los dos últimos meses mientras enfrentaban una incansable presión, desinformación y ataques del presidente y su campaña”.
Extractos del audio de la conversación fueron publicados por primera vez por The Washington Post. La AP obtuvo el audio completo del diálogo entre Trump y funcionarios de Georgia de una persona presente en la llamada. La AP tiene una política de no amplificar la desinformación y las denuncias infundadas, pero tiene una transcripción de la llamada con material de comprobación de hechos.
Funcionarios electorales de todo el país y el exsecretario de Justicia de Trump William Barr han dicho que no hubo fraude generalizado en las presidenciales. Los gobernadores republicanos de Arizona y Georgia, estados indecisos claves en la victoria de Biden, han defendido también la integridad del proceso en sus estados.
Hasta la fecha, casi todos los reclamos legales presentados por Trump y sus aliados fueron desestimados, incluyendo dos en la Corte Suprema, donde hay tres jueces nominados por Trump.
Texto tomado de la agencia AP.