¿Fue un accidente tal y como todas las primeras reacciones lo afirmaron, o detrás de la muerte se esconden tramas no develadas? Hace casi un año, el periodista británico especializado en Medio Oriente, Robert Fisk, comenzó un artículo diciendo: “Después de dos guerras civiles, invasiones múltiples y asesinatos políticos en abundancia, se podría pensar que Líbano merece un descanso de la mayor crisis desde su última gran crisis. Pero no (…)”.
Por Vicky Castiglia / A la luz de los hechos, resulta evidente que las cosas no han cambiado desde aquella publicación en The Independent titulada “La crisis del Líbano es casi imparable”.
Este martes, una gran explosión en la zona portuaria de Beirut dejó un aun incontable número de muertos y heridos, y aunque tanto Israel como Hezbolá negaron cualquier tipo de vinculación con el hecho, las tensiones están a la orden del día.
A la severa crisis económica y política que enfrenta el país, se le sumó la semana pasada un conflicto armado en la frontera sur, en un momento en el que además, es inminente la llegada del veredicto del juicio por el asesinato del ex primer ministro Rafik Hariri en 2005.
Las redes sociales viralizaron este martes imágenes y videos de una gran explosión que tuvo lugar por la tarde en el puerto de Beirut, capital de El Líbano y que dejó un saldo de miles de heridos y decenas muertos.
Al respecto, el portal RT informó que si bien en un inicio el ministro de Salud, Hamad Hassan, había atribuido las explosiones a un barco que transportaba fuegos artificiales, la versión fue rápidamente descartada. “El jefe de seguridad interna del Líbano, Abbas Ibrahim, declaró que una explosión masiva se produjo en una sección que albergaba materiales altamente explosivos y se negó a especular sobre la causa de la detonación, asegurando que «no se puede adelantar a las investigaciones», señaló la agencia de noticias rusa.
Además del gran número de víctimas que ocasionó el suceso –entre las fatales se encuentra el secretario general de las Falanges Libanesas, Nazar Najarian- , cuantiosos fueron los daños materiales que tuvieron un alcance de hasta diez quilómetros a la redonda.
En declaraciones a la prensa, el gobernador Marwan Abboud calificó el hecho como «un desastre nacional parecido a Hiroshima» y afirmó que las explosiones afectaron a aproximadamente la mitad de la ciudad.
El desastre no sólo se suma a la crisis sanitaria impuesta por la pandemia del Covid-19, sino que además llega en un momento en el que la economía se encuentra diezmada y al borde de la recesión, con las consecuencias sociales que ese escenario trae aparejado.
El hambre, el desempleo y la pobreza son moneda corriente en el llamado país de los cedros, que a su vez alberga a la mayor proporción de refugiados del mundo según datos de la ACNUR.
«Hemos tocado un clima de guerra civil”, dijo a fines de junio el presidente, Michel Aoun, al referirse a la crisis económica y a lo que definió como “tensiones sectarias”. Es que allí conviven, entre otros, grupos de la comunidad musulmana suní y chií. Por aquel entonces las calles del país seguían siendo epicentro de las masivas protestas que se habían iniciado en octubre del 2019 y que habían llevaron a la renuncia al ex primer ministro Saad Hariri y a la formación de un Gobierno “tecnócrata” liderado por Hassan Diab, con el respaldo de Hezbolá.
Se estima que desde el inicio de las protestas a junio de este año, mientras se intentaba obtener un préstamo del Fondo Monetario Internacional, la libra libanesa perdió más del 70 por ciento de su valor, en un escenario donde un tercio de los 4,5 millones de libaneses vive bajo el umbral de pobreza, la infraestructura se cae a pedazos y los cortes de energía son constantes.
La explosión en el puerto de este martes se dio además en una semana particular. El próximo viernes, se espera la sentencia por el atentando con un coche bomba que se cobró la vida del ex primer ministro suní Rafiq Hariri –y de otras 21 personas- en 2005.
Rafiq era el padre del recientemente dimitido Saad y un magnate de la construcción que ejerció el poder en cinco ocasiones entre 1994 y 2004. El encargado de juzgar estos hechos es el Tribunal Especial para El Líbano, creado conjuntamente por Naciones Unidas y el país, y por el que son juzgados cuatro sospechosos apuntados como “afines a Hezbolá”, aunque la organización sistemáticamente ha negado cualquier tipo de vinculación con el atentado.
A su vez, tanto Hezbolá como la realidad y la historia de El Líbano están fuertemente vinculadas al escenario regional y tienen como telón de fondo a la situación en Siria.
De hecho, la semana pasada la frontera sur del país fue centro de tensiones con Israel, que acusó a Hezbolá de intento de infiltración de un comando terrorista”, un hecho que también fue desmentido por la organización y por el que el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu aprovechó para lanzar amenazas tanto a El Líbano como al líder de Hezbolá, Hasan Nasralá. “¡No nos pongáis a prueba!”, dijo. Este martes, tras la explosión, un ministro israelí le dijo a la agencia de noticias Reuters que su país “no tenía nada que ver con el incidente”.
Por lo pronto, las conclusiones preliminares de las autoridades libanesas respecto a la gran explosión, sitúan en el origen a 2.700 toneladas de nitrato de amonio que llevaban almacenadas en una bodega del puerto de la capital desde 2014, según reportó TeleSur.
Se espera que este miércoles se lleve a cabo una reunión de emergencia con las máximas autoridades y es posible que se decrete el estado de emergencia en la capital durante un periodo de dos semanas.
El primer ministro Diab, declaró que no estará «satisfecho» hasta que se encuentren a los responsables del hecho, al tiempo que calificó de «inaceptable» el almacenamiento de nitrato de amonio durante seis años sin mantener las medidas de seguridad adecuadas.