La efectiva estrategia cubana, cercar al virus por todos los flancos. Hasta el jueves, Cuba había culminado una semana sin muertos por SARS-CoV-2 y muestra un índice de letalidad (4,2 %) por debajo del de la región de las Américas (5,9 %) y del mundial (6,6 %). Desde mediados de marzo acumula 1.916 casos y 81 fallecidos, en su mayoría ancianos con patologías de riesgo o pacientes con enfermedades previas en estado terminal. El 85 % de los enfermos ya se ha recuperado.
Una cubana de mediana edad, pongamos que se llama Belkis, llega a lo que antes era un camping estatal y ahora, un centro de aislamiento para potenciales enfermos de COVID-19. Una vecina con la que charló tres días antes resultó positiva. Antes de que acabe el día y sin saber aún si se contagió, Belkis iniciará un tratamiento farmacológico para elevar su sistema inmune.
Hasta el jueves, Cuba había culminado una semana sin muertos por SARS-CoV-2 y muestra un índice de letalidad (4,2 %) por debajo del de la región de las Américas (5,9 %) y del mundial (6,6 %). Desde mediados de marzo acumula 1.916 casos y 81 fallecidos, en su mayoría ancianos con patologías de riesgo o pacientes con enfermedades previas en estado terminal. El 85 % de los enfermos ya se ha recuperado.
¿Cómo lo han hecho? El caso de Belkis ilustra la -hasta ahora exitosa- estrategia de la isla frente al coronavirus, un doble cerco que empieza por lo espacial y acaba en el mismo organismo humano: cercar al virus para que no se propague, pero también para que si penetra en el organismo encuentre una respuesta rotunda.
En la isla no se ha decretado confinamiento obligatorio para toda la población en ningún momento a causa del virus. Lo que se ha hecho es, literalmente, sacar de circulación a sus potenciales portadores.
También se han aislado temporalmente barrios completos -hasta ahora 44- cada vez que se han detectado focos de transmisión local.
Miles de estudiantes de medicina han salido a las calles a buscar puerta por puerta al virus, informando al sistema primario de salud sobre aquellas personas que manifestaran síntomas de enfermedad respiratoria para darles seguimiento.
Pero más allá de la pesquisa nacional, en el manejo epidemiológico la prioridad ha sido la localización y aislamiento de los casos, pero no solo de los positivos al SARS-Cov-2. También los casos sospechosos y los contactos de casos sospechosos y confirmados son aislados -obligatoriamente, y ahí está la clave- en centros estatales, mientras que los contactos «secundarios» deben guardar cuarentena obligatoria en sus hogares.
«Esta es una particularidad de Cuba y su sistema de salud, pues no todos los países tienen los centros de aislamiento y algunos apuestan por dejar a los sospechosos y a los contactos de casos confirmados en sus viviendas», explicó esta semana el doctor Francisco Durán, director de Epidemiología del Ministerio cubano de Salud.
El «Zar» cubano del COVID-19
Durán es la cara visible del enfrentamiento a la pandemia en la isla caribeña. Cada mañana, este respetado experto de pelo cano con el rostro embozado tras una mascarilla de tela lee por televisión a los cubanos el parte diario y responde con paciencia a las preguntas enviadas por la prensa. En pocas semanas se ha vuelto una auténtica celebridad nacional.
A día de hoy hay hospitalizadas 202 personas positivas a la COVID-19 y otras 669 potenciales portadoras, además de 1.790 bajo vigilancia domiciliaria.(NR. Datos del jueves 21 de mayo)
El aislamiento obligatorio en centros a las afueras de las ciudades también se aplica al goteo de personas que llegan en vuelos de repatriación, los únicos que aterrizan en el país desde hace casi dos meses.
Una vez eliminados este y otros riesgos como el transporte público -paralizado desde abril-, el flanco más débil siguen siendo las colas y aglomeraciones a la entrada de las tiendas: el desabastecimiento crónico, el miedo a quedarse sin comida en casa y el fantasma del duro «periodo especial» han desatado una suerte de histeria colectiva entre los cubanos, que se han lanzado en masa a la caza de alimentos.
Ganarle el tiempo al virus
Lejos del frenesí de las tiendas, tener aislados y controlados a los portadores confirmados y potenciales ha sido básico para el otro pilar de la estrategia cubana, el clínico.
Una vez que las personas llegan al hospital, e incluso antes de someterse a la prueba, se inicia un protocolo farmacológico que persigue reforzar el sistema inmune y ganarle tiempo a la enfermedad para evitar que se complique.
«Por eso insistimos en que las personas no oculten síntomas. Un ingreso oportuno evita que las complicaciones sean mayores (…). Creemos que con una detección temprana algunos de los fallecidos se podrían haber salvado», advertía el epidemiólogo hace unas semanas.
Como muchos otros países, Cuba está investigando una vacuna contra el SARS-CoV-2, sin suerte por ahora. Mientras, el sistema de salud de la isla trabaja con lo que ya tenía -una nada desdeñable industria biofarmacéutica- y ha diseñado una estrategia clínica que equivale a desplegar la artillería pesada en el organismo de los pacientes -de todos- y de la población de riesgo, incluido el personal sanitario.
Poder aprovechar recursos preexistentes ha sido clave para el país, que atraviesa una grave crisis de liquidez agravada por el incremento de las sanciones de Estados Unidos, lo que limita mucho la posibilidad de importar medicamentos.
«En el enfrentamiento a la pandemia hemos logrado un resultado digno, dignísimo, y más en las condiciones en que lo ha hecho el país», sostuvo ayer jueves el presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, en un encuentro con científicos involucrados en la lucha contra la pandemia.
Casi viente fármacos
Según el doctor Durán, se ha puesto el foco médico en la prevención, con «medidas para mejorar la inmunidad innata».
Desde que a mediados de marzo se detectó por primera vez la enfermedad en la isla, el manejo clínico ha ido evolucionando para sumar nuevos fármacos, casi una veintena y la mayoría producidos en Cuba.
Entre los primeros tratamientos estuvo el Interferón Alfa 2B Recombinante (de producción local) que «se aplica desde el primer momento, tres veces a la semana por vía intramuscular, tanto a pacientes confirmados como a sospechosos, para que la evolución sea satisfactoria» y que posteriormente comenzó a suministrarse en forma de gotas nasales a los trabajadores médicos.
También se emplea para la célebre vacuna cubana contra el meningococo como baza para reforzar el sistema inmune.
Otro medicamento preventivo que se está administrando a los viajeros que llegan y a la población de riesgo es la Biomodulina-T, definida como «un inmunomodulador biológico de origen natural con acción citorestauradora» usado en «pacientes con disfunción inmunológica, sobre todo de tipo celular, asociada al deterioro gradual del sistema inmune provocado por el envejecimiento».
Este fármaco se utiliza desde hace más de dos décadas en Cuba, básicamente para tratar infecciones respiratorias recurrentes en ancianos.
Según el extenso protocolo de actuación hecho público recientemente por el Ministerio de Salud, a las personas en centros de aislamiento de casos sospechosos se les suministra también -además del Interferón- Oseltamivir, azitromicina y plasma de pacientes recuperados.
Los pacientes confirmados reciben también el antirretroviral Kaletra y cloroquina, y en los casos graves y críticos se suman la eritropoyetina, Surfacén (un humectante de origen animal empleado en el tratamiento del distrés respiratorio agudo) y el CIGB-258.
El prometedor CIGB-258
Este último fármaco del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB), que cuando estalló la pandemia estaba en fase de investigación como tratamiento para la artritis reumatoide, parece ser uno de los logros más prometedores de la ciencia cubana para tratar el COVID-19
El péptido CIGB-258 fue diseñado para activar los mecanismos que controlan y disminuyen los procesos inflamatorios, según la investigadora al frente del proyecto.
De 49 pacientes a los que les fue suministrado, el 78,2 % de los enfermos en estado crítico sobrevivieron, y en el caso de los graves la tasa se elevó hasta el 92 % de los graves, unos datos «alentadores» frente a la baja tasa mundial de supervivencia de los enfermos en estado crítico (alrededor del 30 %).
Son asimismo interesantes los resultados logrados con el anticuerpo monoclonal humanizado Itolizumab para frenar la llamada «tormenta de citoquinas», una reacción descontrolada del sistema inmune que puede tener consecuencias fatales.
El fármaco, producido en Cuba desde 2014, se emplea habitualmente para tratar otras afecciones como la psoriasis y la artritis reumatoide y ha sido utilizado en 70 pacientes de nueve hospitales con alto riesgo de agravamiento.
Escenario favorable
El uso de semejante batería de fármacos para adelantarse a las complicaciones clínicas explica, a juicio del Gobierno cubano, que el sistema sanitario de la isla, aunque deteriorado por décadas de problemas económicos, haya permanecido lejos del colapso.
La suma de casos críticos y graves apenas llegó a las treinta camas en abril, cuando se calcula que tuvo lugar el pico de la pandemia en la isla.
«El sistema de Salud cubano logró controlar la epidemia, no colapsó y va en camino a erradicarla», aseguró el jueves el doctor Raúl Guinovart, decano de la Facultad de Matemática y Computación de la Universidad de La Habana, quien avanzó que el modelo predictivo confirma que el país se mantendrá «en el escenario favorable».
Tomado de Cuba Debate.