La propuesta habla de “cambios en la Política Nacional de Salud Mental y en la Política Nacional sobre Drogas” que apuntan a aceptar nuevamente las terapias con internaciones en manicomios – incluso para casos de pacientes menores de edad – y el uso de electroshocks.
Por Víctor Farinelli (*) / Una nota técnica publicada por el Ministerio de Salud al inicio de esta semana generó alarma en las entidades brasileñas que trabajan el tema de las políticas para la salud mental. El texto habla de “cambios en la Política Nacional de Salud Mental y en la Política Nacional sobre Drogas” que apuntan a aceptar nuevamente las terapias con internaciones en manicomios – incluso para casos de pacientes menores de edad – y el uso de electroshocks.
La nota técnica fue redactada por la Oficina General de Salud Mental, Alcohol y Otras Drogas, y aclara que las internaciones ya habían sido aceptadas nuevamente en 2017. La medida también tiene que ver con un nuevo corte presupuestario a los Centros de Atención Psico Social (CAPS), que ofrecen un tratamiento más humanizado para casos de trastornos mentales y dependencia química. Los ajustes a las políticas de salud mental han sido constantes en Brasil desde el primer año del gobierno de Michel Temer (2016-2018).
Además, el nuevo documento del Ministerio de Salud en favor de las internaciones y permitiendo el uso de electroshocks favorece a las llamadas comunidades terapéuticas, muchas de las cuales están vinculadas a instituciones religiosas que tratan casos de dependientes químicos y otros.
En esos otros se incluyen casos de adultos, adolescentes e incluso niños homosexuales, como denuncian algunas organizaciones por los derechos LGBTI. Esos grupos temen que los electroshocks podrían usarse también para tratamientos de “cura gay”, ofrecido por algunas de esas comunidades. Con la nueva norma técnica, es posible incluso autorizar la inversión pública en máquinas de electroshock para el Sistema Único de Salud (SUS, que es gratuito y universal).
La lucha antimanicomial en Brasil
Las primeras acciones contrarias al tratamiento de casos de trastornos mentales con shocks y aislamiento fueron obra de la psiquiatra Nise da Silveira, quien sin lugar a dudas es una de las biografías femeninas más importantes del Siglo XX en Brasil. Fue la pionera en el trabajo de reemplazar a los métodos violentos por terapias ocupacionales y artísticas – lo que resultó en algunas persecuciones, pues el éxito de sus métodos y las reacciones adversas de los que insistieron en defender los antiguos tratamientos le rindió acusaciones por “subversión” y “ligaciones con el comunismo”, además de dos años en la cárcel (entre 1934 y 1936), como presa política de la Dictadura Vargas. La película que cuenta su historia se llama Nise – Coração da Loucura, y vale la pena buscarla en internet.
Pero fue solamente durante los años 80 y 90 que empezaron a surgir más grupos organizados en defensa del cierre de los manicomios y por el fin a los tratamientos con electroshock en Brasil. La acusación era que esos tratamientos no tenían ningún efecto terapéutico comprobable y se convertían en meras sesiones de tortura.
Aunque igual existían y siguen existiendo profesionales que opinan en la misma línea de la psiquiatra y presidenta de la UDI Jacqueline Van Rysselbergue, quien en una entrevista al semanario The Clinic el año pasado aseguró que hay pruebas científicas de que los electroshocks funcionan para tratar algunos casos de esquizofrenia. “El electroshock es como yo, tiene mala prensa pero es eficiente”, ironizó la senadora.
En la misma entrevista, Rysselbergue hizo alusión a que las personas transexuales deberían pasar por tratamientos psiquiátricos. En Brasil, también hubo diversos casos en el pasado de personas internadas, pero no por trastornos mentales reales. La profesora e investigadora Adrienne Savazoni recuerda que “en otros tiempos no era algo fuera de lo común los casos de personas homosexuales internadas como locas, o mujeres adúlteras (o acusadas de serlo), mujeres que se atrevían a actuar más libremente, al igual que dependientes químicos. De hecho, no hay que olvidar que los manicomios también fueron utilizados en nuestras dos dictaduras como centros de tortura. Personas que eran llevadas allá como locas y que eran simplemente presos políticos”.
Cabe resaltar que los casos de presos políticos ingresados en manicomios como pacientes con trastornos mentales por supuesto no fueron el único método represivo de las dictaduras brasileñas, tanto la Dictadura Vargas (1931-1945), como la Dictadura Militar (1964-1985), también poseían centros clandestinos de tortura y ejecución, similares a los chilenos. De hecho, no faltan los libros sobre la Operación Cóndor que cuentan cómo oficiales brasileños vinieron a Chile durante los años 70 para ayudar el régimen de Pinochet a emular sus métodos y estructuras.
Las políticas para cerrar los manicomios ya eran una realidad a finales de los 90, pero solamente en el año 2001, durante el gobierno de Fernando Henrique Cardoso (1995-2002), el Ministerio de Salud publicó su primera nota técnica desautorizando el uso de tratamientos con electroshocks. Sin embargo, la profesora Savazoni afirma que la victoria definitiva en ese sentido se dio con el aumento de la inversión pública en los CAPS, lo que ocurrió solo durante el gobierno de Lula da Silva (2003-2010). “Mientras hubo manicomios hubo electroshock. Cuando el país tomó la decisión de apostar solamente en las terapias humanizadas, solo entonces eso se acabó”, cuenta la académica.
Uno de los ejemplos destacados de trabajo para cerrar los manicomios en Brasil se dio en la ciudad de Santos (la que es más conocida por el equipo de fútbol donde jugó Pelé), empezando a fines de los años 80, por obra del alcalde local, Davi Capistrano. Uno de los que participó en el proyecto fue el director teatral Renato di Renzo, quien organizaba dinámicas artísticas con los pacientes, e incluso llegó a hacerlos crear un programa de radio, la Radio Tam Tam.
Según Di Renzo, su mayor preocupación a partir de la nueva nota técnica en favor de los manicomios y del uso de electroshocks está en la cuestión de la posible estigmatización de la pobreza como enfermedad. “La vuelta de los manicomios, o de estructuras similares, podría generar una nueva ‘crisis’, y una nueva ‘solución para los tiempos de crisis’, una respuesta rápida a los problemas sociales”.
El artista defiende que “una sociedad sin exclusiones necesita que el trato a las personas especiales sea sin manicomios, y con terapias que busquen agregarlas de alguna forma, no mantenerlas encerradas y torturadas, eso solo genera más violencia y más miedo”.
(*) Tomado del sitio El Desconcierto, de Chile.