Porque no me van a negar que Antoine Griezmann, que sí es un falso pero no 9 sino 7, ya que ese número llevó en la espalda pero jugó de 10, a lo que es un enganche, ese desempeño que, dicen, ya no existe, casi a lo Román Riquelme pero con nuevos atributos, es decir a su carácter ofensivo de puñal afilado le sumó capacidad de defensa y fortaleza emocional, pues no se va del partido ni por error. ¿Vieron el tiro libre que Varane en salto de llanero solitario clavó a 1, junto al palo? ¿Acaso el del 7 azul este viernes de jaspeado sobre gris claro no les recordó los guantazos de vuelo rasante que el ex 10 de Boca se cansó de poner sobre testas o a los botines de rampantes en área contraria? ¡Cómo juega ese amigo de los uruguayo, tanto que no grito el segundo, salido de su zurda y con ayuda del 1 Muslera!
Por Tania Molotova (*) / Ya retomo el principio, como corresponde, pero antes lo urgente. Fernando Muslera cometió un error y sufrió porque es ese el destino de los arqueros, siempre en soledad y con la maldita certeza de que sus equivocaciones en forma eterna tendrán más peso, salvo excepciones, que la de cualquiera de los diez de los suyos que atacan, defienden, anotan o se atragantan con goles que no son y se abrazan para festejar, siempre lejos de sus respectivos 1s, quienes suelen arrodillarse para darle gracias al cielo o al infierno, solos ; pero atención que su pifie fue también inducido por la curva última, artera y venenosa que tomó la pelota salida del disparo con pie perfecto de Griezmann. En la cámara de detrás del arco para repetición por TV ello se percibe con claridad. ¡Ah! Y algo más, los celestes se portaron mucho mejor que los nuestros los de la orilla Oeste del Plata, porque fueron rápido a consolar y darle apoyo a su arquero, mientras que los de por acá poco menos que putean a Willy Caballero cuando aquella jugada infausta del regalito a los del país de la costa dálmata, tan bella y apasionada que besa con pasión que no se apaga ni detiene, y sin engaños, a las aguas del Adriático; por donde, dicho sea de paso, he sabido brindar tantas veces con cierto novio entre los mejores alcoholes de ciruelas, al que llaman Slivovice, como un Poitín irlandés. Ahora sí arranquemos, que el argentino grandote Néstor Pitana ya dio el silbatazo para que comience el partido.
Nótense por favor algunas pocas observaciones.
La primera que, como vengo insistiendo, el 10, ese de mente sabia y botín repujado, enganchador y de media puntada para adelante, justo como me enseñó a bordar y tejer mi abuela en Moscú, sigue existiendo en su función, sin importar cual sea el número grabado sobre la espalda del varón (o mujer) de turno. Así lo viene demostrando en este Rusia 2018 el francés Grizmann, aunque la decena figure escrita en otro, brillante y con futuro de crack, Kylian Mbappé, que no jugó como lo hizo contra nosotros pero es de temer; y anotar, que, como muy pocos, tiene una carrera y una velocidad que no parecen humanas.
La segunda, es que el Uruguay ampliamente superado en todas las líneas por lo galos, dejó todo lo que tenía, lo que se redujo a un Luís Suárez bajo control debido a la baja por heridas en el campo de batalla de su compinche Edinson Cavani. Creo que por la inteligencia en su planteo de juego, planificado por ese prócer del fútbol que se llama Óscar Tabárez, y la eficacia de la dupla bombardera, la celeste llegó tan lejos como podía. Su hinchada sobre las gradas rusas la despidió con una ovación.
La tercera. Entusiasma el juego del joven once francés. Como siempre que se hacen vaticinios estos resultan digamos que una boludés, pero por despliegue que le dicen táctico y habilidades de su jugadores – excelentes por ejemplo Paul Pogba, N’Golo Kanté y Samuel Umtiti, y qué atajada hoy la de Hugo Lloris en el primer tiempo, ¿la del Mundial tal vez? -, se trata de un equipo con legítimas aspiración a repetir título planetario. Claro que si en el próximo partido reciben una goleada a mis palabras se las llevará el viento, sin paracaídas y al borde de un precipicio intelectual.
Y casi por último. ¿Por qué será que las sociedades de la Europa rica, occidental o unitaria, las del euro y otras más, y sus dirigentes no ven un poco más de fútbol antes de tomar decisiones, diseñar políticas de Estado o de lo que fuere, de esas que afectan a los inmigrantes, que esconden al racismo y a la discriminación bajo las alfombras de lo políticamente correcto. Sucede en todos esos países pero esta vez sólo hablaré en la lengua más gala franca que puedan imaginar: PaulPogbaN’GoloKantéSamuelUmtitiKylianMbappé; que significa que así sea.
Francia ya está entre los cuatro. C’est pas mal.
(*) Tania Molotova nació en Argentina, hija de militantes de izquierda. De muy niña vivió en Moscú. Estudió periodismo. Fue amiga y cómplice de poetas y bebedores, admite; y colaboró en publicaciones subterráneas. Como más o menos una vez afirmara ese enorme escritor inglés que fue John Berger, nuestra colaboradora sostiene: “mientras en el mundo sufra un solo pobre, ser de izquierda es una obligación moral”. Sus padres fueron asesinados por la mafia que tan impunemente actuó en la Rusia del ex presidente Boris Yeltsin. Ella regresó a su país natal. Dice, “escribo y escribo”. Vive con un librero anarquista. No tuvo hijos. Ama el fútbol y el boxeo. Se acercó a AgePeBA con sus textos sobre el Mundial Rusia 2018.