Sí, sí; huele a factoría que exporta matera prima para que los amos en el mundo se luzcan con sus productos terminados. Pero antes lo que sigue: la primera remontar vuelo fue la Argentina de Lionel Messi, sumida en un escándalo de jugadores y cuerpo técnico desquiciados, y dirigencias y políticos bandoleros. Después Colombia, aunque debe reconocerse que con menos pergaminos que otros, como los de Uruguay y Brasil, que subirán el avión en las próximas horas, traes caer ante Francia y Bélgica respectivamente. Debo recordar que el Perú que quería pero no pudo y el México que siempre parece mucho más de lo poco que finalmente es, también hicieron uso de sus pasaportes adelantados para volver a casa. Le mande el centro y de primera a los cuatro primeros porque son los más poderosos: Brasil el gran detonador siempre, por títulos, tradición y estilo (perdido, es cierto); Argentina porque con apenas unos pocos años de diferencia dio a dos súper estrellas, como Maradona y al “niño mercancía” del Barcelona; Uruguay por prosapia; y Colombia porque si bien de atrás viene, ya se acomodó ahí cerca mejor que otros aun lejanos, Chile en ese lote. Además, y lo quiero resaltar, Brasil, Argentina, Uruguay y Colombia se encuentran entre los grandes exportadores de futbolistas, como si de commodities se tratasen, hacia las ligas más ricas de Europa. Algo huele mal. El fútbol debe ser una de las actividades humanas menos previsibles y por consiguiente menos analizables y pronosticables – un penal en el momento justo da vuelta cualquier historia de gloria o desamparo -, quizás porque se piensa con la cabeza, como todos y cada uno de nuestros haceres, pero, como muy pero muy pocos, se ejecuta casi exclusivamente con los pies. Sin embargo la caída de los sudamericanos y sus mega figuras en Moscú 2018 no obedece a la mala fortuna ni a ninguna causa de orden mágico o cosa parecida.
Por Tania Molotova (*) / El príncipe Hamlet oye a su centinela decir ‘algo huele mal en Dinamarca’, antes de que apareciera el fantasma de su padre, el rey, quien le relata cómo fue asesinado por su hermano Claudio, para usurparle la corona y casarse con viuda. Inmensa fue la tristeza que embargó al príncipe Hamlet. Quisiera que mi cuerpo se desintegrara en lágrimas, exclamó, al saber que su madre había subido al tálamo incestuoso…Pero nuestro problema consiste en que ya pareciera que ya no contamos con príncipes, sólo si quedan los que así se consideran, como mercancías de lujo entre los escaparates publicitarios y del fútbol, apenas si propiedad privada de los ricos, en los países ricos y en los llamados clubes, si lo son, más ricos aun. Por consiguiente, los centinelas no tienen oído ante los cuales pararse a chamuyar.
Antes de avanzar entre el manojo de ideas que me sacude, un reafirmación: conforme a lo visto en la primera fecha de los cuartos rusos – y tres grandes estuvieron en escena: Uruguay, Francia y nada menos que Brasil – todo parece indicar que cuando afirmé – vengo haciéndolo desde nuestros primeros encuentros – que eso de que el 10 enganche con todos sus atributos no existe más, eso sí que es chamuyo, ya para nada hamletiano, y por cierto que no le erro ni le pego en los palos, sino que va directo a la red y de puntín.
El francés Antoine Griezmann desparramó a la celeste y el belga Eden Hazard – es cierto que acompañado por un 8 bien 8 de primera, Kevin De Bruyne; un 9 atronador, Romelu Lukaku; y un arquero de otro planeta, Thibaut Courtois – le dio cátedra a Brasil y al propio Neymar, en una partidazo (reconozco que en el segundo tiempo los verde y amarillos merecieron mejor suerte), hasta ahora el partido del Mundial, y ambos francófonos están entre los 4 mejores
A nosotros los sudacas, con los futbolistas nos pasa lo mismo que nos sucede con la soja, los cueros o lo que fuere que exportamos tan solo como materia prima, o commodities, para que las economías ricas y dominantes pongan valor agregado, es decir clubes organizados en mercados poderosos, disciplinas y concepciones “productivas”.
El mejor ejemplo algo traspolado pude ser el del cuero argentino y los zapatos que se fabrican en las economías centrales: las vacas y sus pellejos salen de por acá, pero es Estados Unidos, Italia, Francia, o…y …o…) donde se imponen el diseño, la tecnología, los manuales y los expertos en mercadeo; los sistemas de distribución y venta más aceitados y masivos; donde se cuenta con los circuitos financieros de primer orden y plexos informativos más avanzados, para fabricar y exportar zapatos de calidad por todo el orbe globalizado, casi siempre con excedentes de plusvalía patronal, puesto que semejantes despliegues del saber permiten descentralizar la producción, pagándole poco, a veces miseria, y hasta empleando trabajo infantil, por supuesto, en los países periféricos. Ellos se quedan con la riqueza de las materias primas y el trabajo de nuestros países empobrecidos, sean de América Latina, África o Asia.
Y a saber: un empresario local, casi siempre dudoso de escrúpulos y con vinculaciones políticas de primer orden – las que incluyen acceso a los circuitos parabancarios y bancarios offshore – trabajan en combinación con clubes – empresas europeos y reclutan talentos futbolísticos casi desde sus cunas o por los menos desde las escuelas primarias – como las familias y muchos más se enriquecen todos hacen silencio pero eso también es trabajo infantil, y que la ONU y la OIT tomen nota (que ingenua soy) -,para apostar por ellos como futuras estrellas y máquinas de generar dinero (la FIFA y sus entidades locales como grandes iglesias de ese culto). Allí están como caso testigo, entre muchos más, pero elegido por su notoriedad comercial, el de Lionel Messi y el Barcelona; y la lista podría comenzar aquí pero continuar y continuar.
Me sometí a nosotros los sudacas pero para muestra sobra un botón, decía mi abuela, la que me enseño a bordar y tejer allá en Moscú; y queda en el tintero el por qué de la idea prematura de la otra gran potencia – sí del mundo poderoso -, Alemania: dice el chiste, Alemania nunca ganó nada en Rusia.
Y termino.
¿No será que los Neymar y los Messi (y otros) lucen en sus clubes de brillo y no así en las seleccione nacionales porque al transformarse en mercancías y poco más pierden sus arraigos e identidades futboleras?
¿No será que para el fútbol mundial también rigen las leyes del capitalismo imperialista en su particular etapa actual?
¿No será que, por ahora, a la Liberación siempre le marcan orsai o tarjeta amarilla, o directamente roja; y a la Dependencia le dan ventajitas con el VAR?
¿No será?
(*) Tania Molotova nació en Argentina, hija de militantes de izquierda. De muy niña vivió en Moscú. Estudió periodismo. Fue amiga y cómplice de poetas y bebedores, admite; y colaboró en publicaciones subterráneas. Como más o menos una vez afirmara ese enorme escritor inglés que fue John Berger, nuestra colaboradora sostiene: “mientras en el mundo sufra un solo pobre, ser de izquierda es una obligación moral”. Sus padres fueron asesinados por la mafia que tan impunemente actuó en la Rusia del ex presidente Boris Yeltsin. Ella regresó a su país natal. Dice, “escribo y escribo”. Vive con un librero anarquista. No tuvo hijos. Ama el fútbol y el boxeo. Se acercó a AgePeBA con sus textos sobre el Mundial Rusia 2018.