El fuego no es ni la única ni la principal amenaza para los humedales, pero en particular cuando se combina con los cambios en el uso del suelo y otras tendencias climáticas como el incremento de la temperatura y las sequías, tiene el potencial para transformar rápidamente estos ecosistemas de manera irreversible.
Por Bruno Carpinetti (*) / Argentina experimentó una catastrófica temporada de incendios forestales en 2020-21. Los incendios afectaron grandes áreas del país, desde las forestaciones implantadas de Corrientes y las Sierras de Córdoba, hasta los bosques Andino Patagónicos de Río Negro y Chubut. Un área que se vio fuertemente impactada fue el Delta del Paraná.
La Región del Delta del río Paraná representa uno de los humedales más importantes en la República Argentina. Ubicado a la vera del principal eje industrial-portuario exportador del país, es importante por su gran diversidad biológica, su patrimonio cultural y su oferta de recursos naturales para las actividades productivas, y recreativas. Es un territorio compartido con las provincias de Entre Ríos y Santa Fe, e involucra a nueve municipios bonaerenses: San Nicolás, Ramallo, San Pedro, Baradero, Zárate, Campana, Escobar, Tigre y San Fernando.
El fuego en las islas del Delta del Paraná ha constituido una herramienta usada en forma sistemática para la eliminación de vegetación con escaso o nulo valor forrajero, para limpiar terrenos o para deshacerse de residuos de la actividad forestal. Esta práctica se realiza especialmente, en tierras destinadas a uso ganadero, principalmente a la salida del invierno para favorecer el rebrote de pastos tiernos y de mayor palatabilidad. El fuego así como el pastoreo constituyen dos tipos de disturbios estrechamente vinculados a la historia evolutiva, la organización y la dinámica de éste humedal.
Sin embargo, en los últimos años, se ha presenciado de manera recurrente en esta región, un inusitado número de focos de incendio simultáneos, en algunos casos de remarcada persistencia e intensidad. El número de focos sumado a las condiciones de singular sequía registradas desde hace ya varios años, determinan con frecuencia el descontrol de muchos fuegos, desencadenando incendios de intensidad y extensión significativas.
Las columnas de humo, afectan en forma masiva a las poblaciones del cordón urbano industrial Rosario-Buenos Aires, colocando al Delta en el foco de atención de la opinión pública y los medios de comunicación masivos, debido a los diversos trastornos de la salud provocados por el humo y los inconvenientes suscitados, especialmente entorpeciendo el tránsito en la red vial.
El cambio climático pareciera estar interactuando de manera sinérgica con otras actividades humanas, modificando aún más los regímenes de incendios en el Delta. Esto queda de manifiesto claramente en la región, donde la persistente bajante de los últimos años en toda la cuenca del Paraná agrava exponencialmente el riesgo de incendios producto de los cambios en el uso del territorio y sus recursos naturales.
Actualmente, las condiciones ambientales que encontramos en la región, tienden a agudizarse, ya que para los próximos meses, los pronósticos climáticos indican que en esta zona las lluvias serían deficitarias y las temperaturas mayores al promedio.
Aunque gran parte de la biodiversidad del Delta está adaptada a un determinado régimen de fuego, los incendios de vegetación de las últimas décadas, demuestran – como ya hemos señalado- un cambio impulsado por el clima en relación a la intensidad y la frecuencia de éste tipo de eventos, que representa una nueva amenaza para éstos ecosistemas y para los servicios ambientales que éstos humedales brindan.
Mientras que las implicaciones del cambio climático para estos humedales se han examinado con cierto nivel de análisis, existen muchos menos avances en relación a las formas en que los regímenes legales, las políticas públicas y las iniciativas de gestión deberían anticipar y responder a esta amenaza.
Si bien desde hace años las diferentes autoridades han expresado su preocupación por las condiciones ambientales que incrementan el riesgo de incendios y por la dificultad en ordenar algunas prácticas habituales en la zona, ha resultado infructuoso avanzar en políticas coordinadas que atiendan la situación.
Aunque existen regulaciones y sanciones para prácticas agrícolas que incluyan el uso del fuego, las quemas programadas se siguen realizando de manera ilegal y sin los suficientes sostenes de seguridad. Para atender esta problemática, además de avanzar con un marco operativo de coordinación inter jurisdiccional que atienda la emergencia ambiental, tal como lo ordenó la Suprema Corte de Justicia de la Nación en agosto del año pasado, hace falta trabajar con los diferentes actores del territorio en un proceso de planificación y gestión de riesgos para la región, con un horizonte de mediano y largo plazo.
Si bien como respuesta a los incendios acontecidos en el año 2020, rápidamente el Ministerio de Ambiente de la Nación y el gobierno de la provincia de Buenos Aires declararon la emergencia ambiental para la región, para poder efectivizar una respuesta eficiente, aún resulta imprescindible avanzar en la reglamentación de la Ley 14.892 de Incendios Forestales y Rurales de la provincia, sancionada en el año 2017. Esta reglamentación implica la definición de la autoridad de aplicación, la regulación de las quemas prescriptas, la elaboración del Plan de Manejo del Fuego de la provincia de Buenos Aires, y la reglamentación del Fondo especial creado por la ley.
De manera complementaria, resulta indispensable la pronta aprobación de una ley de humedales que proporcione un marco legal que estimule políticas de promoción para la resiliencia de estos ecosistemas después de eventos extremos como incendios forestales, estableciendo obligaciones de restauración y garantizando las funciones y servicios ecosistémicos.
El fuego no es ni la única ni la principal amenaza para los humedales, pero en particular cuando se combina con los cambios en el uso del suelo y otras tendencias climáticas como el incremento de la temperatura y las sequías, tiene el potencial para transformar rápidamente estos ecosistemas de manera irreversible.
(*) Tomado del sitio Socompa. Bruno Carpinetti es guardaparque. Se diplomó y obtuvo una Maestria en Ciencias en Biología de la Conservación en la Universidad de Kent, Inglaterra. Completó el Diploma de postgrado en Antropología Social y Política en FLACSO – Buenos Aires y se Doctoró en Antropología Social en la Universidad Nacional de Misiones. Ha ocupado distintos cargos en la administración pública, entre otros fue director de la Administración de Parques Nacionales y Subsecretario de Coordinación de Política Ambiental de la Secretaría de Ambiente de la Presidencia de la Nación. Es Profesor Titular de Ecología y Recursos Naturales en la Universidad Nacional Arturo Jauretche.