Mueve y ofrece al Talibán y se protege a sí mismo. Qué extraño: un sinnúmero de análisis “progresistas” y de “izquierda”, viene afirmando que la reciente salida de las tropas estadounidense de Kabul significa una “derrota” del imperialismo y, hasta la sin razón, llegan a equipararla con la retirada en derrota desde Saigón, en 1975. Semejante confusión es grave, pues denota una ciertas dificultades para comprender el estadío actual del sistema imperialista y sus prácticas; y la consecuencia de ello es no tener en claro qué deberían tomar las sociedades de los países dependientes para avanzar en un proceso de democratización y justicia social más allá de los ilusionismos que propone aquel sistema y sus actores globales y vernáculos. Intentemos algunos datos e ideas sobre la hipótesis – insisto: una simple hipótesis – que plantea el título de este texto.
Por Víctor Ego Ducrot (*) / En primer término una breve consideración ajedrecística. El enroque es la única jugada en la cual se mueven dos piezas a la vez. Consiste en mover el rey dos escaques en dirección al rincón, donde se encuentra la torre, y en la misma jugada hacer saltar la torre por encima del rey. Existen dos clases de enroque: el corto y largo; en el primero la torre se sitúa en la casilla del alfil, y en el segundo en el de la dama. Por tanto, el enroque corto es el que se realiza en el «flanco de rey» y el enroque largo es el que se realiza en el «flanco de dama».
Las cosas en su lugar
Y ahora, casi como segundo comienzo, reproduciré lo que escribió sobre el exabrupto Kabul – Saigón, José Dos Santos, legendario corresponsal y ex director de Informaciones de la agencia Prensa Latina.
Mortifica a los que estuvimos dispuestos a dar hasta nuestra sangre por Vietnam y su patriótica lucha que hoy se tracen paralelismos entre la actual salida estadounidense de Kabul con la estampida yanqui de Saigón en 1975: ni escenarios, razones, contendientes y consecuencias tienen algo en común.
Es atractiva la imagen, no hay que negarlo, de semejanzas entre las evacuaciones de entonces en aquellos territorios ocupados por tropas del lejano Estados Unidos, pero hasta ahí debía de quedar su uso porque la liberación de Vietnam del Sur, tras larga lucha de un ejército popular guerrillero, nada tiene de común con la ofensiva relámpago de tropas de un extremismo radical repudiable, más allá de cualquier fe religiosa.
Quizás por el axioma de que “el enemigo de mi enemigo es mi amigo” pueda parecer que es de celebrar la virtual derrota militar de Washington en Afganistán pero este no es el caso, aunque no pretendo hacer una evaluación a fondeo del tema porque no soy especialista. Pero lo que si soy es un convencido que la causa vietnamita, que concitó una ejemplar solidaridad mundial –incluida la del propio pueblo del país ocupante—no puede empañarse ni enlodarse haciendo un virtual paralelo con lo que está sucediendo hoy en ese otro escenario.
Ni el Frente Popular de Liberación Nacional de Vietnam es comparable con el Estado islámico ni la urgente huida militar estadounidense de hace décadas se parece a una retirada largamente prometida, aunque ahora precipitada por una desbordante ofensiva de un feroz tigre agazapado.
La gesta de Vietnam la recordaremos siempre como un episodio glorioso de las luchas populares emancipadoras. El de Afganistán está por verse como se inscribirá en la historia de estos tiempos turbulentos de la humanidad.
Aclarados los dos puntos, el concepto de enroque y la desafortunada confusión, hija putativa del exitismo mediático, sigamos con una de las buenas pistas acerca de lo que sucedió en Afganistán hace unos pocos días y que, reitero, califico de operación “enroque”.
CIA, esas tres letras tan conocidas
William J. Burns, director de la CIA, mantuvo este martes una reunión secreta con el jefe y cofundador talibán, Abdul Ghani Baradar, para discutir la delicada situación creada en la capital afgana, informó el diario The Washington Post.
Fue, hasta el ese momento, el encuentro cara a cara de más alto nivel entre los talibanes y la administración del demócrata Joe Biden desde que “los radicales islámicos”, según fuentes oficiales a las que el diario estadounidense califico de seguras.
Y añado: como en otras tantas oportunidades y para darle cumplimiento a las normas impuestas por los “manuales”, ya el propio aparato mediático en consonancia con el estatal identificarán a la o a las “gargantas profundas” del caso.
Claro que a diferencia de otros momentos de la historia muy reciente o inmediata y del Siglo XX, los acontecimientos que nos ocupan cuentan con una mayor presencia de la trama privada empresaria y corporativa, conforme al concepto de Imperio Global Privatizado (IGP) – caracterizado por la asunción directa del poder político por parte de las grandes corporaciones transnacionalizadas -, que desarrollo en el libro Bush& Ben Laden SA (Norma; Buenos Aires, 2001).
Casi en forma simultánea con las afirmaciones del director de la CIA, y como consignaron El Cronista, de Buenos Aires, y otros medios locales y de la región: en programas televisivos de la NBC y la CNN, el asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan dijo queISIS-K es un enemigo jurado de los talibanes.
¿A quiénes se refiere Sullivan?
Mientras el mundo teme al extremismo de los talibanes en Afganistán, ellos le temen a una agrupación aún más extrema: el ISIS-K. Desde que los talibanes retomaron el poder de Afganistán hace nueve días, el mundo teme las decisiones extremistas de esos militantes. Pero lo que no trascendió aún es que los mismos talibanes tienen miedo de terroristas más sanguinarios: los del Estado Islámico del Gran Jorasán (o Khorasan, de ahí sus siglas ISIS-K)…Es una facción del grupo extremista ISIS que surgió por primera vez en Siria e Irak; está formado por combatientes del Tehrik-i-Taliban, con base en Pakistán, y a diferencia de otras células de la agrupación Estado Islámico (ISIS), que lanzan ataques en el extranjero, ISIS-K se enfrentó muchas veces a los talibanes afganos…Sullivan los viene mencionando porque el gobierno estadounidense teme que en las evacuaciones que aceleró para sacar a la mayor cantidad de gente posible de Afganistán antes del 31 de agosto, haya atentados de ISIS-K con el foco puesto en el aeropuerto de Kabul…Más o menos así dice el resumen que tomamos de los medios citados.
Y será dable esperar que el llamado ISIS-K cumpla y con extremada violencia el papel del «malo». La historia enseña que las agencias de seguridad y de inteligencia de Estados Unidos son capaces de generar hechos inimaginables.
Una vieja historia
En el ya mencionado Bush & Ben Laden SA, quizá el primero de los libros que analizaron los episodios del 11-9-21 en Estados Unido, recuerdo con multiplicidad de fuentes que tanto Al Qaeda como su jefe, el por entonces tan temido Ben Laden, surgieron a la palestra desde un red de cooperaciones entre la CIA, las empresas petroleras de la familia Bush y el poder político/económico de Arabia Saudita.
La misma trama, o similar, que desde la derrota egipcia en la Guerra de los Seis Días, en 1967, y en su momento para golpear al proyecto laico de Nasser y sus alianzas internacionales, viene operando sobre algunas organizaciones islámicas de vieja data, como fue el caso de los Hermanos Musulmanes, y otras de aparición más contemporánea .
Acciones de similares naturalezas fueron las sufridas por la OLP de Yasser Arafat, las desplegadas en Argelia en los ’90 con el Frente Islámico de Salvación (FIS) y el Grupo Islámico Armado (GIA), y más recientemente con el ISIS, sobre todo en Siria, por sólo citar algunos ejemplos. Por supuesto, los talibanes fueron impulsados por Estados Unidos contra las fuerzas soviéticas en Afganistán, durante la pasada década del ’80, según se desprende de numerosos textos periodísticos e incluso de fuentes oficiales de Washington.
Más allá de los diversos grados de complejidad y dinamismo que expresan los universos culturales, económicos y políticos de alguna forma simplificados como áreas de Medio Oriente y Asia Central, los lineamientos estratégicos de Estados Unidos para ambas regiones se han mantenido constantes una vez finalizada la II Guerra Mundial: salvaguardar sus intereses geopolíticos, militares, energéticos y económicos en general – entre ellos en las últimas décadas el control en el comercio de narcóticos -, a partir de una férrea alianza con el estado de Israel, los más poderosos del Golfo Pérsico y elementos afines en los territorios que supieron estar bajo influencia de la ex URSS.
En esos contextos estratégicos, la influencia, manipulación y hasta creación no explícita de organizaciones islámicas que la jerga hegemónica denomina “radicalizadas”, mediante recursos económicos, financieros y de intervenciones políticas y culturales intrincadas, siempre fueron materias de lo que en Estados Unidos se denomina cover actions.
La prensa que intoxica a propios y ajenos
La complejidad del entramado político, diplomático y militar de las operaciones estadounidenses que venimos examinando es de gran magnitud. Sin embargo, desde que lo advirtiera Henry Kissinger tras la estrepitosa derrota de Washington en Vietnam, esas operaciones sólo resultarán exitosas si el poderoso aparato de medios cumple su papel crucial de desinformación y manipulaciones.
En ese sentido, un reciente texto de la notable periodista cubana Rosa Miriam Elizalde – Cambio de régimen, mentiras y películas de video, publicado por el sitio Cuba Debate – nos permite destacar lo siguiente.
(Del presidente Joe Biden): “Nuestra misión en Afganistán no era construir una nación, ni crear una democracia unida. Nuestro único interés nacional en Afganistán ha sido y sigue siendo prevenir un ataque terrorista en Estados Unidos”.
Una vez la supuesta lucha contra el “terrorismo” o contra “los arsenales nucleares”, pretextos que tanto sirvieron contra Irak y en Afganistán, aunque luego aparecen desmentidos por las mismas agencias gubernamentales que los enarbolaron.
Y sigue Rosa Miriam Elizalde: El Washington Post compiló hace año y medio unas 2. 000 páginas de notas de más de 400 entrevistas con militares, diplomáticos, cooperantes y oficiales afganos. Creían que ofrecían testimonio en condición de anonimato y hablaron hasta por los codos de los errores del ejército estadounidense y del engaño deliberado a la población estadounidense (y al mundo) para sostener a toda costa el proyecto de “cambio de régimen” en Afganistán. “Lecciones aprendidas”, le llamaron a esta inusual papelería. «Cada dato fue alterado para presentar el mejor cuadro posible… Las encuestas, por ejemplo, eran totalmente poco fiables, pero reforzaban la idea de que todo lo que hacíamos era lo correcto», afirmó Bob Crowley, el coronel que ejerció de consejero de contrainsurgencia entre 2013 y 2014. El ex secretario de Defensa Donald Rumsfeld, arquitecto del Ejército Ciberespacial de los Estados Unidos, añadió: «No tengo ningún tipo de visibilidad sobre quiénes son los malos». Notables ejemplos.
Sin jaque pero sí Operación Enroque
Algo más de lo que consigna la periodista cubana, que nos ayuda a entender: Más de 800.000 efectivos estadounidenses fueron desplegados en Afganistán desde 2001. El Departamento de Defensa ha reconocido 2 443 bajas y unos 20 589 heridos. Esta institución militar, junto al Departamento de Estado y la Agencia para el Desarrollo Internacional (Usaid), sin incluir otras agencias como la CIA o el Departamento de Asuntos de Veteranos, desde 2001 han gastado 2,26 billones de dólares, según estimaciones del proyecto “Costos humanos y presupuestarios de la guerra contra el terrorismo”, de la Universidad Brown, de Rhode Island. El “Proyecto Costos de la Guerra” también estima que han muerto 241 000 afganos como resultado directo de la intervención militar. Estas cifras no incluyen muertes causadas por enfermedades, pérdida de acceso a alimentos, agua, infraestructura y otras consecuencias indirectas de la guerra.
Hay que proteger al “rey” (el sistema de poder de Estados Unidos), quien cuenta con la “torre” (en este caso los talibanes o una facción determinante de ellos y más allá de las muertes que quedaron en el camino), para cortar drenajes de dólares y de efectivos, para garantizar eficacia a menor costo en la salvaguarda de los intereses estratégicos; para jugar o al menos intentarlo, sobre el tablero de las tensiones internacionales actuales, es decir de cara a Rusia y sobre todo a una China, amenazante.
El líder ruso (Vladimir Putin) admitió que la situación en Afganistán es «alarmante» y subrayó que Rusia y sus socios siguen «atentamente» los acontecimientos en ese país. De hecho, Moscú ha reforzado con nuevo armamento su base militar en el vecino Tayikistán. Y se dirigió al Gobierno, al Ministerio de Exteriores, a las fuerzas de seguridad y a la Duma -o Camara baja del Parlamento ruso- para que refuercen las medidas para «garantizar la seguridad del país y sus ciudadanos». Así informaron en los últimos dos días diversas agencias de noticias europeas, acerca de la moderación y prudencia de Moscú ante un escenario cambiante.
Conforme informó Telesur, a través de su portavoz Hua Chunying el lunes pasado, China fijó posición, también más que prudente: respeta los deseos y elecciones del pueblo afgano y espera que las declaraciones de los talibanes hagan la transición del país bajo un gobierno islámico abierto con inclusivo y garanticen la seguridad de los ciudadanos afganos y extranjeros. China espera que estas declaraciones se implementen para garantizar que la situación en Afganistán logre una transición sin problemas, tomar medidas enérgicas contra todo tipo de actividades terroristas y criminales y permitir que el pueblo afgano se mantenga alejado de la guerra y reconstruya su hermosa patria.
Y por último, por demás interesante resulta, como siempre que se trate de escenarios internacionales, estratégicos para el sistema de poder capitalista / imperial a escala global, leer con atención lo que publica la BBC de Londres, esta vez el 16 de agosto último.
El guion de la vertiginosa recuperación del poder en Afganistán por parte de los talibanes se gestó mucho antes de la toma de Kabul el pasado 15 de agosto.
El 29 de febrero de 2020, el gobierno de Estados Unidos, presidido por Donald Trump, y los talibanes firmaron en Doha, Qatar, el acuerdo que fijó un calendario para la retirada definitiva de Estados Unidos y sus aliados tras casi 20 años de conflicto.
A cambio se firmó el compromiso de los talibanes de no permitir que el territorio afgano fuese utilizado para planear o llevar a cabo acciones que amenazaran la seguridad de Estados Unidos.
Se le llamó oficialmente Acuerdo para Traer la Paz a Afganistán, aunque de momento su único resultado observable es la caída del gobierno afgano, con la salida del presidente Ashraf Ghani del país, y el temor a que los talibanes restauren el régimen integrista que impusieron en Afganistán antes de la invasión occidental.
El acuerdo fijó un calendario para la retirada de las tropas de Estados Unidos y sus aliados internacionales en un plazo de 14 meses desde que se anunciara el acuerdo.
Washington se comprometía también a levantar las sanciones que había impuesto sobre líderes talibanes.
Para Laurel Miller, diplomática estadounidense retirada y directora del Programa de Asia del International Crisis Group, un centro de análisis, «nada de lo que está pasando es sorprendente».
El Acuerdo de Doha no incluye ningún mecanismo para garantizar que, efectivamente, los talibanes cumplen su compromiso de no permitir que Afganistán se convierta en una base terrorista.
Sin jugada final
Leí en algún texto sobre ajedrez que el gambito de dama es una de las principales aperturas y de actual práctica ejemplar que, a diferencia del gambito de rey, donde el negro puede obligar al blanco a jugar toda la partida con un peón de menos, el gambito de dama es un falso gambito, ya que el blanco puede recuperar el peón cuando quiera, y si el negro se empeña en conservar el peón de más, suele caer en posiciones perdidas, y en todo caso inferiores.
Quizás algo de ellos suceda respecto del tema que nos ocupó, pero insisto, la jugada del momento fue un enroque, y sin que hasta ahora se conozca el resultado final de la partida…aunque se sospeche cual finalmente pueda acontecer.
(*) Víctor Ego Ducrot, periodista, escritor, profesor universitario y director de esta página y de sus antecesoras Agencia Periodística del Mercosur (APM) y Agencia Periodística del Sur (APAS). Se desempeñó en agencias de noticias, para las cuales durante años cubrió contextos y conflictos internacionales. Doctor en Comunicación por la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Profesor titular de Historia del Siglo XX (Cátedra II) en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la misma UNLP. En esa casa de estudios tiene a su cargo las cátedras Análisis y Producción Crítica de Narrativas sobre Delito y Violencia, en la maestría Comunicación y Criminología Mediática – en la cual integra el Consejo Académico –, y Planificación y Gestión de Medios, de la Maestría en Periodismo.