Una ocurrencia que obedece, es cierto, al hartazgo insoportable que provocan entrevistados y entrevistadores en campañas electorales, que se dedican a la operación fácil, al simulacro de periodismo. Pero ampliemos el ámbito de las preocupaciones. ¿Fecha, lugar y causas del deceso de la entrevista? Pregunta a contestar sólo por un hipotético forense de las palabras. ¿Existe esa especialidad de las ciencias criminalísticas? No, a menos que alguien me ilustre en contario. Por eso, apenas si este intento breve, en busca de posibles respuestas, que serán preguntas abiertas. Pues entonces, se aceptan respuestas y controversias.
Por Víctor Ego Ducrot (*) / El día y la hora de semejante desgracia son difíciles por no decir imposibles de determinar: quizá debamos hablar de un proceso, que por nuestras comarcas comenzó con el escenario político y cultural que sobrevive como herencia de la dictadura, aunque esa afirmación amerita el despliegue de cierto contexto.
El de concentración globalizada del unicato capitalismo/imperialismo y su correlato en la oligopolización cuasi definitiva de los aparatos ideológicos, para el caso que nos ocupa, el mediático.
Es decir, al óbito hay que ubicarlo como acción continua a partir de la segunda mitad de la pasada década del ’70 hasta nuestros días y el escenario del crimen es, más allá de toda posible exageración, la Tierra como continente mediático.
De ninguna manera puede hablarse de un fallecimiento por causas naturales. Se trató de un crimen, de un homicidio agravado por sus consecuencias.
El decurso de las concentraciones económicas y financieras del actual modelo digamos que oligárquico a escala planetaria requirió y requiere de una suerte de confiscación o apropiación privada y violenta de las palabras y las imágines, que son los instrumentos con los que contamos para narrarnos a nosotros mismos (y a otros), en pasados, presentes y futuros.
He ahí entonces, al menos desde esta hipotética autopsia, la causa de muerte de la entrevista, porque perdió su naturaleza de interpelación crítica para convertirse en canto de complacencias, complacencias que se observan con especial patetismo en las entrevistas políticas, a funcionarios, dirigentes, candidatos, “analistas”, encuestadores y demás personajes de la fauna que anida y vive sobre todo en la TV.
Por supuesto que llegados a este punto de la escritura / autopsia y de la, espero, aunque sea alguna lectura, resulta pertinente una aclaración: los autores del crimen continuo – atender a esa característica de la especial muerte provocada que a la que nos referimos: la del sostenimiento de la acción en el tiempo -son varios, casi una asociación ilícita o banda de crimen organizado: medios y dizque periodistas de todo tipo y formato, redes llamadas sociales pero en forma especial aquellas manifestaciones al infinito de la TV y las plataformas audiovisuales.
Los efectos simbólicos de semejante homicidio o atentando por aniquilamiento son de tanta magnitud que la entrevista tiende a lucir como cadáver (o pieza de museo), incluso en espacios que con sinceridad se proponen cuestionar o ser contradictores respecto de sus homicidas.
Estaba borroneando estas líneas cuando me encontré con un comentario que el colega y amigo Marcos Mayer publicó al respecto en sus cuentas de redes sociales, y que aquí reproduzco porque me pareció más que oportuno, muy certero.
Escribió Mayer: Aunque muchos de mis colegas la valoran mucho, la entrevista a dirigentes políticos (en especial durante las campañas) aportan poco y nada. Slogans, críticas y autoelogios, parvas de previsibilidades. A algunos le sobra gracia, como Aníbal (Fernández), con quien uno se divierte en su rol de opinador, Leandro Santoro empieza a cansar con su personaje del kirchnerista para las madres y las novias. Cuánto más interesantes son las entrevistas a escritores, intelectuales, músicos, casi siempre encontrás ahí algo nuevo. Más análisis, más información, menos micrófono prestado.
Comparto que cuánto más interesantes son las entrevistas a escritores, intelectuales, músicos…, aunque debo admitir que me incluyo en la lista de quienes consideran que la entrevista como tal, en su formato ortodoxo o clásico, poco aporta al acto de informar, al contrario de lo vital e imprescindible que resulta su utilización como aparato de citas – de quoting según la jerga profesional anglosajona – en el contexto de un artículo escrito o una producción audiovisual.
En las apreciaciones del párrafo anterior, confieso, quizás jueguen un papel determinante mi experiencia como corresponsal, sobre todo de agencias de noticias, en las que el acto de entrevistar es permanente, como insumo para el logro de su cometido particular – brindar información veraz, comprobable, oportuna y veloz -, y una de las enseñanzas que me dejaran las tantas y extensas charlas que mantuve con la escritora Estela Canto, a quien Jorge Luis Borges le dedicara El Aleph. La autora de Borges a contraluz me dijo una vez: Nunca quieras conocer personalmente ni saber de las opiniones y demás decires de un escritor o escritora que te atrae o interesa, por fuera de los que escribió en sus obras.
No quisiera cerrar este texto/autopsia sin un homenaje post mortem a la entrevista, y para ello nada mejor que recordar algunas consideraciones breves, digamos que teóricas, y ciertos ejemplos de otras épocas.
En su texto La entrevista periodística. Intimidades de la conversación pública, el colega Jorge Halperín distingue los siguientes tipos de entrevistas: de personajes; de declaraciones (consultas e interpelaciones al poder, a políticos, economistas o funcionarios públicos o privados); de divulgación; informativas; testimoniales; encuestas.
Y en una ficha académica – La edición de la entrevista – Facultad de Periodismo y …https://perio.unlp.edu.ar › htmls › Apuntes cátedra – leí: en general, el periodista y el entrevistado tienen intereses distintos y, a veces, muy poco convergentes. Por eso, la construcción del diálogo se vuelve un trabajo elevadamente artesanal.
Sin creer en resurrecciones, por supuesto, no perdamos la esperanza de que las reflexiones de Halperín y de los estudiantes que confeccionaron la ficha citada, acerca de entrevistas y entrevistadores, puedan reaparecer alguna vez no tan lejana en acciones periodísticas concretas.
Ya sí entonces y para final, el recuerdo de algunos ejemplos o casos del pasado, y prometidos.
El18 de julio de 1871, en Nueva York, se publica una entrevista que le hiciera R. Landor a Carlos Marx. Acabo de releerla en Cuadernos Políticos, número 35, ediciones Era, México, D.F., enero-marzo 1983. En ella Marx ya ilustraba: ¿Cuándo ha habido una asociación que realice su tarea sin agencias tanto públicas como privadas? Pero hablar de instrucciones secretas desde Londres, como si se tratase de decretos sobre cuestiones de fe y moral desde algún centro de intriga y dominación papal, es confundir completamente la naturaleza de la Internacional. De hecho la Internacional no es en absoluto un gobierno para la clase trabajadora. Es un lazo de unión más que una fuerza de control.
En 1889 Rudyard Kipling viajó por Estados Unidos y buscó al creador de Tom Sawyer y Huckleberry Finn en la ciudad de Elmira. La entrevista a Mark Twain fue publicada en el libro From Sea to Sea’ y contiene una interesante reflexión del propio Twain sobre la escritura y la memoria: la verdad es que mis libros son simplemente autobiografías.
¿Cree que es posible mantener el poder durante catorce años simplemente intimidando al pueblo? Imposible. Los zares sí que eran expertos en gobernar por medio de la intimidación. Se trata de un viejo experimento europeo. La burguesía francesa respaldaba a los zares en su política de intimidación del pueblo. ¿Y para qué sirvió? Para nada. Una de las tantas respuestas que Stalin le diera a su entrevistador, Emil Ludwig, en 1934.
La famosa revista Playboy publicó dos de las mejores entrevistas de las tantas que concediera el líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro: una en 1967, realizada por Lee Lockwood y otra en 1985, a cargo de Jeffrey M. Elliot y del congresista Mervyn M. Dymally.
Volvió a cerrar los ojos y confirmó con la cabeza, le pregunté entonces cuál había sido su mejor cantor. Él respondió con otra pregunta.
-¿En el aspecto personal?
Es fantástico. Le pregunto a un hombre que tiene una orquesta cuál fue su mejor cantor, y él dice: «¿En el aspecto personal?». Sí, en el aspecto personal.
-Fiore. (Florentino.) Era un hombre… Se merecía todo el cariño del mundo.
¿Qué estilo de tipo era?
-Como yo. No, mejor que yo.
¿Y cómo es usted?
Desvió la mirada, y dijo lentamente, casi en secreto: “Creo que soy un hombre bueno”…
Entrevista a Aníbal Troilo, en septiembre de 1974, realizada para la revista Crisis, de Buenos Aires, por una de las mejores entrevistadoras que haya leído: la uruguaya María Esther Gilio.
Y por fin, sí como cierre, el recuerdo de dos obras maestras, dos libros que son mucho más que una serie de entrevistas: Una excursión a los indios ranqueles, de Lucio V. Mansilla, publicado por primera vez en 1870, en artículos del diario La Tribuna…Y El combate, de Norman Mailer: Kinshasa, Zaire (hoy República Democrática del Congo), 30 de octubre de 1974, 4 a. m. (el combate estaba previsto a las cuatro de la mañana para ajustarse al prime time de Estados Unidos). Por fin está todo listo para la disputa del campeonato mundial de los pesos pesados que va a enfrentar al temible George Foreman de 25 años (40-0-0, 37 KOs) con El Más Grande de Todos los Tiempos, Muhammad Ali, de 32 años (44-2-0, 31 KOs) tras un retraso de un mes por culpa de un corte en la ceja del primero durante un entrenamiento. Como decía al principio, todos ustedes ya saben lo que pasó sobre el ring: Ali sorprendió a todo el mundo haciendo exactamente lo contrario de lo que se esperaba; no bailó, se dedicó a aguantar los cañonazos de Foreman recostado contra las cuerdas (la famosa técnica posteriormente conocida como Rope-A-Dope), desgastándolo y esperando pacientemente hasta que vio llegar su oportunidad…
(*) Víctor Ego Ducrot, periodista, escritor, profesor universitario y director de esta página. Doctor en Comunicación por la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Profesor titular de Historia del Siglo XX (Cátedra II) en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la misma UNLP. En esa casa de estudios tiene a su cargo las cátedras Análisis y Producción Crítica de Narrativas sobre Delito y Violencia, en la maestría Comunicación y Criminología Mediática – en la cual integra el Consejo Académico –, y Planificación y Gestión de Medios, de la Maestría en Periodismo.