Para colegas e interesados en el periodismo, un documental sobre quien, para mí, fue uno de los mejores periodistas latinoamericanos del siglo XX, por otra parte «el siglo del periodismo». Las tramas del poder en México a partir de la segunda mitad de la centuria pasada, la CIA y demás. Por supuesto aparece el rol pervertido del aparato mediático. Fue asesinado en 1984. Se trata de Red Privada: Quién mató a Manuel Buendía y está en Netflix.
Por Víctor Ego Ducrot (*) / Más o menos así escribí días pasados en las redes sociales. Fue una reacción del oficio, claro, pero sobre todo de profe acerca del mismo y del complejo tópico llamado Comunicación. En esa misma miscelánea, posteo que le dicen, añadí: la película tiene altibajos, sobre todo porque se precipita en su desenlace, pudiendo provocar confusión en el espectador que no esté al tanto del caso, del personaje y del contexto en que vivió y murió.
Por supuesto que no se trata de un afirmación con intenciones de contundencia absoluta, pero, en general, el mundillo local suele ser muy ombliguista; si hasta uno puede arriesgar de sopetón que se enuncien al reboleo los nombres de cinco colegas latinoamericanos destacados y, salvo especialistas, las respuestas tenderán a confluir en ojos abiertos, cejas alzadas y prolongadas mmmmm.
Aunque lo más curioso del caso quizá sea la siguiente paradoja: los de más años y en particular aquellos que transitaron las redacciones de agencia internacionales de noticias y coberturas internacionales suelen tener información y hasta conocimientos personales respecto de periodistas de otras latitudes; en cambio, las jóvenes generaciones, aunque viven conectadas, muy poco registro guardan de lo que se hace en comarcas diferentes a las propias, menos de quienes tuvieron desempeños sobresalientes durante el siglo XX, que fue el siglo del periodismo.
Entonces y según datos tomados de la Fundación que lleva su nombre, también reproducidos en el sitio de Carmen Aristegui, una de las colegas mexicanas entrevistadas en el documental de Manuel Alcalá.
Una biografía
Manuel Buendía Tellezgirón nació en Zitácuaro, Michoacán, el 24 de mayo de 1926… Doña Josefina (su madre) quería que fuera sacerdote y al concluir la primaria, a los 12 años de edad, fue enviado a Morelia e inscrito en el Seminario Menor, donde permaneció tres años.
En 1941 empieza a colaborar en la revista La Nación, del (derechista) Partido Acción Nacional. En 1943 marcha a la Ciudad de México e ingresa becado al Instituto Patria, escuela de jesuitas, en la que es discriminado debido a su precaria situación económica.
Se inscribe luego en la Escuela Libre de Derecho, pero deja los estudios por su enfado ante el ambiente escolar y la trágica muerte de su padre a manos de unos malvivientes en Zitácuaro, el 15 de enero de 1945. Manuel se hizo cargo de la familia.
Vuelve a revista La Nación, en la que trabaja hasta1953. Ingresa entonces al diario La Prensa, en el que cubre información policial y luego política local y exterior. En 1958 inicia la columna Red Privada, que firma con el seudónimo de Héctor Juvenal. El 4 de enero de 1960 es nombrado director del diario, función que ejerce hasta julio de 1963, en que es expulsado de la cooperativa con otros compañeros a consecuencia de un conflicto interno.
Al dejar La Prensa y hasta el 30 de agosto de 1964 la revista Crucero: Semanario de actualidad mexicana y mundial. Publica las columnas Concierto Dominical, que firma como D.I. Ogenes y Para control de usted, sin firma.
En 1965 es nombrado asesor de relaciones públicas y prensa en la Comisión Federal de Electricidad (CFE) con Guillermo Martínez Domínguez, cargo que ocupa hasta 1970.
Por esas fechas publica sus colaboraciones con El Día, con la firma J.M. Tellezgirón. Desde el 21 de enero de 1966, entre semana pública la columna Para control de usted, y desde el 2 de julio de 1972 aparece Concierto Dominical que después rebautiza como Concierto Político.
El 1 de enero de 1971, Buendía ocupa la Dirección de Prensa y Relaciones Públicas del Departamento del Distrito Federal con el regente Alfonso Martínez Domínguez, y renuncia el 13 de junio del mismo año a raíz de la matanza de estudiantes normalistas.
De 1972 a 1973 es asesor de Guillermo Martínez Domínguez, titular de la Nacional Financiera. Ahí traba amistad con Gerardo Bueno Zirión quien, al ser designado director del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, propone a Manuel ocupar la dirección de Prensa y Relaciones Públicas de esa institución el 20 de agosto de 1973.
La primera vocación de Buendía fue la docencia, y nunca la perdió. De 1952 a 1967 fue profesor de tiempo completo en la escuela de periodismo Carlos Septién García, en donde impartió la materia de redacción periodística. Entre 1967 y 1970 dio seminarios sobre el mismo tema, y entre 1971 y 1972 dictó una conferencia semanal.
En 1973, el director de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, Henrique González Casanova, lo invitó a dar clases como profesor de asignatura, tarea que cumplió hasta su muerte en 1984. Impartió redacción y oficinas de prensa.
En diciembre de 1976, Buendía renuncia al Conacyt y decide ser columnista de tiempo completo. Deja de publicar Para Control de Usted en El Día y el 3 de enero del año siguiente reaparece Red Privada en los veintitrés diarios de la cadena Sol, de la Organización Editorial Mexicana.
El 17 de agosto de 1978 suspende esas colaboraciones debido a problemas de censura y se traslada a El Universal, en donde publica del 28 de agosto al 1 de diciembre del mismo año cuando nuevamente lo alcanza la censura. En ese mismo mes recibe la hospitalidad de Excelsior y al mismo tiempo la Agencia Mexicana de Información (AMI), que dirige José Luis Becerra, distribuye Red Privada a 40 diarios de todo el país.
Buendía es ya el columnista más leído e influyente. Su participación en televisión –canales 11 y 13– y en radio, sus colaboraciones especiales en publicaciones del exterior, la distribución de algunas de sus columnas en el extranjero por la agencia InterPress, su condición de experto a consultar por la prensa foránea, su presencia multiplicada en foros, conferencias y encuentros, y la publicación de sus dos primeros libros –Red Privada y La CIA en México–, lo van consolidando como el más sobresaliente periodista mexicano de la segunda mitad del siglo.
El 30 de mayo de 1984, un sicario lo ultimó por la espalda.
El violento oficio de escribir
En ocasión del inminente lanzamiento del documental Red Privada… por parte de la plataforma Netflix, un despacho de la agencia AP del 13 de julio pasado – reproducido por varios medios latinoamericanos – consigna lo siguiente:
Si bien el asesinato de Buendía no fue el primero de un periodista mexicano en el siglo XX, sí causó un gran impacto en el momento por la forma en que ocurrió y por tratarse de un periodista tan conocido.
Desde entonces, la violencia contra los periodistas sólo ha ido en aumento en el país: entre el 2000 y el 2020 han sido asesinados 159 periodistas y trabajadores de medios de comunicación en México, según cifras de la Comisión Nacional de Derechos Humanos.
En junio de este año, México tuvo una semana en la que fueron asesinados tres periodistas: Gustavo Sánchez Cabrera en Oaxaca; Felipe Enrique García García, en Estado de México; y Saúl Tijerina Rentería en Coahuila. De acuerdo con organizaciones como el Comité para la Protección de Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés) y Reporteros Sin Fronteras, México es uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo a nivel mundial.
Manuel Alcalá – director de la película que nos ocupa -, dijo que, según su investigación, son 300 los periodistas asesinados en México desde la muerte de Buendía y la gran mayoría de los casos quedaron en la impunidad.
La película
El documental que acaba de estrenar Netflix contiene importante material de archivo y múltiples entrevistas, entre las que sobresalen las realizadas a periodistas como Carmen Aristegui, Sergio Aguayo, y el fallecido Virgilio Caballero; también aparece el valioso testimonio de la escritora Elena Poniatowska y de dirigentes políticos y ex funcionarios durante la época de los hechos.
¿Es acaso perfecta, impecable?
No. Porque a partir de cierto momento precipita su desenlace de forma tal que puede provocar confusión o, lo que es peor, dejar en ascuas al espectador que no esté al tanto del caso, del personaje y del contexto en que vivió y murió.
Sin embargo, una hora y cuarenta minutos le fueron suficientes al realizador para acercarse al entorno amplio de la vida de Buendía, a la compleja trama de hechos políticos y comunicacionales que conmocionaron no sólo a México sino al conjunto de los países latinoamericanos en aquellos años y que son historia de no hace mucho, pero también presente; en cada uno de ellos con sus características o modalidades específicas.
A saber, entre los aspectos que más me interesan:
La configuración de sistemas políticos clientelares, caciquistas y con crecientes niveles de corrupción y tejidos entre liderazgos, agencias del Estado, corporaciones económicas y mediáticas, y crimen organizado.
El papel de especial relevancia que cumple el empresariado periodístico / comunicacional, en articulación con los actores corporativos y la burocracia estatal, un modo de actuación de dependencias recíprocas y de porosidad manifiesta hacia el propio personal de los medios.
Al respecto un recuerdo.
En 1986, como parte del plantel periodístico enviado por la agencia Prensa Latina a México, para cubrir todas las aristas de aquél Mundial de Fútbol, a dos años del asesinato de Buendía, constaté dos hechos particulares.
De constantes diálogos durante meses con colegas de distintos medios mexicanos surgió con claridad que aquél crimen, que como la propia película califica, de Estado, mantenía los decibeles de dramatismo intactos, como si los balazos que lo abatieron a Buendía se siguiesen escuchando.
A partir de esa misma experiencia de intercambios con muchos que terminaron siendo mis amigos, me quedó en claro el grado de profundidad con que las conjuras mediáticas y empresarias habían calado entre las prácticas de los propios periodistas.
En general, ninguno aceptaba pasar de una redacción a otra, de “una fuente” a otra – dejar de ser cronista o columnista parlamentario para cubrir Economía, por ejemplo -, puesto que de esa forma se afectarían los ingresos económicos. La habitualidad consistía en que buena parte del “sueldo” llegaba en “sobres” por debajo de la mesa, que le dicen.
Otros aspectos de capital importancia que trata el filme se refieren a la presencia casi omnímoda de las agencias de inteligencia y seguridad de Estados Unidos en la trama del poder local – las CIA muy especialmente, pero también el FBI y más hacia aquí en el tiempo la DEA -, como asimismo la irrupción de los carteles narcos, claramente vinculados y hasta dependientes en muchos casos de esos servicios extranjeros y del aparato policial del Estado mexicano.
La lectura de La CIA en México (1983), uno de los tantos libros de Buendía, fue revelador de todo ese estado de cosas, y de gran enseñanza profesional: por la contundencia de las fuentes y del tratamiento dada a ellas, así como por su estilo creador, como el de muy pocos otros periodistas y a mi entender de mayor significado que el del tan siempre citado Ryszard Kapuściński; sin que estas palabras apunten a desmerecer la fenomenal calidad del colega polaco fallecido en 2007, a los 74 años.
Resaltó aquí aquello que estudiamos en el modelo teórico y metodológico para la comprensión de las prácticas y de los análisis mediáticos, denominado Intencionalidad Editorial y que trabajo desde hace casi dos décadas con otros académicos de la UNLP, la UNCuyo y otras Universidades Públicas del país y la región: nuestro oficio es realizable y analizable a partir de tres ejes: agenda, voces o fuentes y estilos o gramáticas.
Las enseñanzas de don Manuel
Por ahí se oyen voces dizque críticas acerca de su orígenes conservadores y de derecha, pero su caso es una evidencia más de que la Historia, y mucho menos dentro de ella el devenir individual – ni que hablar de los periodistas – jamás sigue derroteros lineales, sin paradojas ni contradicciones.
En ese y otros sentidos ejemplares Buendía puede darse la mano con dos íconos argentinos de nuestro oficio peligroso, pues participan los tres de una misma estirpe. Me refiero a esos dos enormes periodistas del campo de los justos que fueron Jorge Ricardo Masetti y Rodolfo Walsh. Como otros, también tuvieron pasados juveniles de derecha pero la Historia presente del tiempo que vivieron los convirtió en paradigmas del periodismo emancipador.
Una lectura atenta de buena parte de la obra – artículos y libros – de Buendía me permite el siguiente enunciado sintético de aquello que podríamos definir como las clases de un maestro de periodismo.
Tal cual se recuerda en la película, Buendía insistía en algo que es escuela y quienes pasamos por el periodismo de agencias y luego de investigación y de ensayo pudimos constatar en la práctica: la agendas, los temas, las informaciones iniciales al respecto de tal o cual asunto de nuestro interés ya fueron publicados, están en la prensa; la tarea es seguirlos, profundizarlos.
Y para ello necesitamos y dependemos a su vez de no muchas herramientas: la ampliación de las fuentes – y de todo tipo -, hasta en la alcantarillas del poder; nuestros estilos o modos propios del lenguaje periodístico y la convicción ideológica acerca de quiénes y qué somos. Que podemos y debemos sentarnos a conversar con cualesquiera y con fines profesionales pero no ser uno de esos cualesquiera, confusión que fue y es tan común en nuestro mundillo post dictaduras, que hoy entrevera con demasiada frecuencia periodismo con operación política, siempre tan oliente a alcantarillas.
Para el final
¿Quién mato a Manuel Buendía? Recomiendo un mirada atenta y crítica del documental. No quiero que me acusen de eso que ahora llaman espoileo o cosa parecida.
Y un homenaje a otros maestro; porque, ¿cómo ser periodista sin ellos?
Le dedico este texto a las memorias del cubano Elmer Rodríguez, del chileno Sergio Pineda, con quienes trabajé y de quienes aprendí; del argentino Alfredo “Chango” Muñoz-Unsain, con quién no compartí redacciones pero sí coberturas e interminables charlas de café (u otro beber), siempre alumbradoras; lo mismo que a la de otro compatriota al que oí tantas veces, siempre fascinado; a Carlos “el Colorado” Ferreira.
(*) Víctor Ego Ducrot es periodista, escritor y profesor universitario. Director de esta página. Doctor en Comunicación por la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Profesor titular de Historia del Siglo XX (Cátedra II) en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la misma UNLP. En esa casa de estudios tiene a su cargo las cátedras Análisis y Producción Crítica de Narrativas sobre Delito y Violencia, en la maestría Comunicación y Criminología Mediática – en la cual integra el Consejo Académico –, y Planificación y Gestión de Medios, de la Maestría en Periodismo.