Periodistas y espías occidentales se forman en la misma escuela de guerra sicológica. Un instituto universitario, el Departamento de Estudios de Guerra del King’s College de Londres, funciona como escuela de espionaje. Sus puestos de enseñanza están ocupados por actuales y antiguos funcionarios de la OTAN, oficiales del ejército y de inteligencia, con el fin de formar a la próxima generación de espías. Sin embargo, ahora podemos revelar otro aspecto aún más preocupante de este departamento: los periodistas.
Por Alana Macleod (*) / Un número desproporcionado de los reporteros, productores y presentadores más influyentes del mundo, que trabajan en los medios de comunicación más conocidos y respetados -entre ellos el New York Times, la CNN y la BBC- han aprendido su oficio en las aulas de este departamento londinense, lo que plantea serias dudas sobre los vínculos entre el Cuarto Poder y el Estado de Seguridad Nacional.
Cada vez más, parece que las agencias de inteligencia de todo el mundo empiezan a valorar a los agentes con una sólida formación académica. Un estudio de 2009 publicado por la CIA describe el valor de “utilizar las universidades como medios de formación en materia de inteligencia – en un entorno académico como el Departamento de Estudios de Guerra del King’s College de Londres – puede añadir elementos difíciles de proporcionar dentro de el antiguo sistema gubernamental”.
Otro documento, redactado por personal del se jactaba que el profesorado del departamento tenía “una amplia y completa experiencia en materia de inteligencia” … y no es una exageración. Entre el profesorado del departamento de Estudios de Guerra se encuentran el ex secretario general de la OTAN, el ex ministro de Defensa del Reino Unido y oficiales de inteligencia del Reino Unido, Estados Unidos y otros países de la OTAN.
A pesar que este asunto es manejado con discreción en un discurso en el King’s College en 2013, León Panetta, entonces Secretario de Defensa de EEUU (y antiguo director de la CIA) declaró: “aprecio profundamente el trabajo que estáis haciendo para formar y educar a nuestros futuros líderes de seguridad nacional, muchos de los cuales están en esta audiencia”.
El King’s College de Londres también tener una ristra de contratos con el Estado británico, incluido el Ministerio de Defensa, pero se niega a revelar los detalles de estos acuerdos. Aunque se trata de una universidad británica, el King’s College está muy orientado a los estudiantes estadounidenses. Actualmente hay 1.265 estudiantes estadounidenses matriculados, lo que representa alrededor del 4 por ciento del alumnado. Muchos graduados del Departamento de Estudios de la Guerra ocupan puestos importantes en los principales medios de comunicación estadounidenses.
Andrew Carey, jefe de la oficina de la CNN en Jerusalén, por ejemplo, obtuvo un máster allí en 2012. La cobertura de Carey sobre loa últimos ataques israelí a Gaza presentó los bombardeos a la población civil como una “respuesta” a los ataques de Hamás. Un memorando interno que Carey envió a su personal en el momento álgido de los bombardeos les pedía que incluyeran siempre el hecho de que el Ministerio de Sanidad de Gaza está supervisado por Hamás “para que los lectores no empezaran a creer las cifras de las víctimas palestinas causadas por los días de bombardeos”.
Una vez hechos públicos estos comentarios de Carey la reacción de otros periodistas no se ha hecho esperar: “Esta es una página sacada directamente del libro de maniobras de engaño de Israel. Sirve para justificar el ataque a civiles e instalaciones médicas”, comentó Dena Takruri, presentadora de Al-Jazeera.
El New York Times, el periódico más influyente de Estados Unidos, también ha empleado a ex alumnos del Departamento de Estudios de Guerra. Christian Triebert, por ejemplo, es reportero de “investigaciones visuales” y extrañamente ganó un premio Pulitzer por “Revelaciones sobre Rusia y las acciones agresivas de Vladimir Putin Siria y Europa”. La contratación de estudiantes de la escuela de espionaje para desprestigiar a Rusia parece ser una táctica habitual del Times, que también empleó a Lincoln Pigman entre 2016 y 2018 en su oficina de Moscú.
Josh Smith, corresponsal principal de la influyente agencia de noticias Reuters y anteriormente su corresponsal en Afganistán, también es un graduado del departamento en cuestión, al igual que Daniel Ford, del Wall Street Journal.
Pero quizá la figura mediática más influyente sea Ruaridh Arrow, que ha sido productor en varias de las principales cadenas de noticias de Reino Unido, como Channel 4, Sky News y la BBC, donde fue editor mundial y productor de Newsnight, el programa político estrella de la cadena. En 2019, Arrow dejó la BBC para convertirse en productor ejecutivo en NBC News.
Una escuela de guerra sicológica
Como es lógico, para una universidad con sede en Londres, el principal destino periodístico de los graduados del departamento de Estudios de Guerra es la BBC, la poderosa emisora estatal del país. Arif Ansari, jefe de noticias de la red asiática de la BBC, completó un máster en el Departamento de Guerra del King´s College analizando la guerra civil siria y fue rápidamente seleccionado dirigir un equipo de 25 periodistas que cubren las noticias principalmente de Oriente Medio y Asia del Sur.
Muchos miembros del personal de la BBC comienzan a estudiar en King’s años después de que sus carreras hayan despegado, compaginando su vida laboral con la búsqueda de nuevas cualificaciones. Ahmed Zaki, periodista sénior de BBC Global News, empezó su máster seis años después de entrar en la BBC. Ian Mac William -que pasó diez años en el Servicio Mundial de la BBC especializado en regiones sensibles como Rusia, Afganistán y Asia Central- también estudió en el King’s.
Otro influyente ex alumno de Estudios de Guerra es Aliaume Leroy, productor del programa “África Eye”. También, la conocida presentadora de noticias de la BBC, Sophie Long, se graduó en ese departamento y trabajó para Reuters e ITN antes de incorporarse a la cadena pública.
“Es un secreto a voces que el Departamento de Estudios de Guerra del King’s College de Londres funciona como la escuela de graduados para los miembros del “Deep State” angloamericano. Así que quizás no sea sorprendente que los graduados de sus diversos cursos militares y de inteligencia también entren en un mundo de periodismo corporativo para manipular los mensajes de esas agencias de ‘seguridad’”, dice Matt Kennard, un periodista de investigación del medio “Declassified UK”, que ha denunciado los vínculos de la universidad con el Estado británico. “Esto es un peligro real y presente para la democracia, nos dice, el “imprimátur” de la universidad da al mencionado departamento una pátina de independencia cuando en realidad funciona como el brazo de investigación no oficial del Ministerio de Defensa de Reino Unido”
El Departamento de Estudios de Guerra también forma a muchos periodistas y comentaristas internacionales, como Nicholas Stuart, del Canberra Times (Australia), la escritora pakistaní Ayesha Siddiqa, cuyo trabajo ha aparecido en el New York Times, Al-Jazeera, The Hindu y muchos otros medios, y la escritora israelí Neri Zilber, que colabora con el Daily Beast, The Guardian, Foreign Policy y Politic.
¿De qué va todo esto?
¿Por qué muchas de las figuras más influyentes de nuestros medios de comunicación están cobijadas por un departamento conocido por sus vínculos con el poder del Estado cuyo objetivo es la formación de espías y agentes?
¿Quiere decir que todos estos periodistas son espías?: pues, todos no lo son. Sin embargo, esta estrecha colaboración pone de manifiesto los estrechos y alarmantes vínculos entre el Estado de seguridad nacional y el cuarto poder.
Los periodistas formados en este tipo de entorno son mucho más propensos a ver el mundo de la misma manera que sus profesores. Y es posible que sean menos propensos a desafiar el poder del Estado cuando los funcionarios a los que deben controlar de manera independiente han sido sus profesores o compañeros de clase.
También, deberíamos preguntarnos ¿por qué tantos periodistas eligen estudiar en este departamento en particular, y por qué tantos de ellos llegan a ser tan influyentes?, ¿están controlados por las agencias de seguridad?, ¿cómo son de independientes?, ¿se limitan a repetir los argumentos de los servicios de inteligencia (e intoxicación) británicos y estadounidenses?
En cuanto a la selección de los candidatos, la BBC ha admitido que, al menos hasta la década de 1990, llegó a acuerdos con el MI5, la agencia de espionaje nacional, para asegurarse de que no se contrataba a personas con inclinaciones izquierdistas y/o antibélicas, o con opiniones críticas con la política exterior del Reino Unido. Cuando se le preguntó si esta política seguía vigente, la emisora declinó hacer comentarios, citando “cuestiones de seguridad”
Para Oliver Boyd-Barrett, profesor emérito de la Escuela de Medios y Comunicación de Bowling Green State y experto en la colusión entre el gobierno y los medios: “el reclutamiento de intelectuales favorables al establishment en los medios de comunicación ha sido permanente”,
Las instituciones de élite han sido en el pasado, y hoy también, un importante campo de juego para las agencias de inteligencia. La historia del Estado-nación Occidental parece sugerir que las élites consideran que la unidad nacional -y, por tanto, la seguridad de las élites- sólo puede lograrse mediante una gestión cuidadosa y, que a menudo, signifique la supresión de los medios públicos de los intelectuales disidentes. Normalmente se destinan a este fin muchos más recursos que los destinados a formar criterios y valores democráticos.
Los muchachos de Bellingcat
Aunque alguno de los periodistas mencionados anteriormente pueda que no sean espías, otras figuras que trabajan en el periodismo podrían ser descritas como tales, incluidos los que trabajan para el influyente y cada vez más famoso sitio web de investigación “Bellingcat”.
Cameron Colquhoun, por ejemplo, pasó casi una década en el GCHQ, la versión británica de la NSA, donde fue el analista principal a cargo de las operaciones cibernéticas y antiterroristas. Se graduó en el King’s College de Londres y en el Departamento de Estado. Estos antecedentes no se revelan en su perfil de Bellingcat, que se limita a describirlo como director general de una empresa de inteligencia privada que “realiza investigaciones éticas” para clientes de todo el mundo.
Nick Waters, investigador principal de Bellingcat, pasó cuatro años como oficial del ejército británico en Afganistán, donde ayudó a conseguir los objetivos del Estado británico en la región. Después se unió al Departamento de Estudios de Guerra y a Bellingcat.
Durante mucho tiempo, el fundador de Bellingcat, Eliot Higgings, desmintió que su organización estaba financiada por la National Endowment for Democracy (NED) del gobierno estadounidense -una organización de la CIA- calificando esta acusación “como una ridícula conspiración”. Sin embargo, en 2017, admitió que era cierto. Un año más tarde, Higgins se incorporó al Departamento de Estudios de la Guerra. Entre 2016 y 2019, también fue miembro del Consejo Atlántico, el grupo de expertos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Parece que Higgins ha utilizado el departamento universitario como campo de reclutamiento, encargando a otros graduados de esta universidad británica para escriban en su sitio web; Jacob Beeders, Christiaan Triebert y Aliaume Leroy.
La CIA tiene en muy alta estima a Bellingcat. “No quiero ser demasiado excesivo, pero nos encanta” Bellingcat”, dijo Marc Polymeropoulos, antiguo jefe adjunto de operaciones de la agencia para Europa y Eurasia. Otros oficiales explicaron que Bellingcat podría ser utilizado para exteriorizar y legitimar los argumentos contra Rusia: “El mayor valor de Bellingcat es que luego podemos ir a los rusos y decirles ‘aquí tienes’ [cuando pidan pruebas]”, afirma Daniel Hoffman, antiguo jefe de estación de la CIA.
Bellingcat pillado in fraganti
Bellingcat actúa para encubrir los temas de conversación sobre seguridad nacional del bajo la apariencia de ser un medio de periodistas de investigación neutrales. Documentos recientemente filtrados muestran cómo Bellingcat, Reuters y la BBC cooperaron en secreto con el Ministerio de Asuntos Exteriores de Reino Unido (FCO) para campaña contra Rusia y promover un “cambio de régimen en Moscú”. Esta actividad incluye la formación de periodistas y el financiamiento de medios de comunicación explícitamente anti-rusos en Europa del Este. Pero, para las autoridades británicas, ahora Bellingcat esta quedando “algo desacreditado”, por qué “difunde constantemente desinformación”.
Sin embargo, una nueva propuesta del Parlamento Europeo publicada el mes pasado recomienda contratar a Bellingcat para que ayude a elaborar informes que sienten las bases de las sanciones contra Rusia, y para “ayudar a transformar a Rusia en una democracia”. En otras palabras, para derrocar al gobierno de Vladimir Putin.
Un vínculo periodístico académico
El Departamento de Estudios de Guerra del King´s College forma parte de un grupo pro OTAN y anti Rusia compuesto por militares, espías, funcionarios, políticos y periodistas influyentes que asesoran a los gobiernos occidentales en política exterior y defensa.
Por ejemplo, un estudio de este Departamento titulado “La futura dirección estratégica de la OTAN” aconseja a los Estados miembros que aumenten sus presupuestos militares y permitan el almacenamiento de armas nucleares estadounidenses en su territorio, con el fin de “compartir la carga”. También recomienda que la OTAN redoble su compromiso contra Rusia, al tiempo que advierte de la urgente necesidad de desarrollar una política para hacer frente a “la amenaza china”.
Otros informes de Estudios de Guerra afirman que Rusia está librando una “guerra informativa y psicológica” a través de sus canales estatales RT y Sputnik, y aconseja a Occidente que utilice medios técnicos para evitar que sus ciudadanos vean esos medios de comunicación.
Los académicos del King’s College de Londres, también, han resultado vitales para mantener en prisión a Julián Assange. Un psiquiatra que trabaja con el departamento de Estudios de Guerra declaró ante el tribunal que el australiano sólo sufría una depresión “moderada” y que su riesgo de suicidio era “manejable”, concluyendo que su extradición a Estados Unidos “sería justa”. Como reveló la investigación de Matt Kennard, el Ministerio de Defensa británico había financiado el instituto con 2,2 millones de libras (3,1 millones de dólares), aunque el psiquiatra en cuestión mintió cuando dijo que su trabajo no estaba financiado por el Ministerio de Defensa.
El King’s College de Londres promociona su departamento de Estudios de la Guerra tanto entre los graduados como entre los no graduados como un trampolín para la carrera de periodismo. En la sección “perspectivas profesionales” de su curso de maestría en estudios sobre la guerra, dice a los estudiantes interesados que “los graduados pasan a trabajar para ONG, el FCO, el Ministerio de Defensa, el Ministerio del Interior, la OTAN, las Naciones Unidas, o hacen carrera en el periodismo, las finanzas, el mundo académico, el servicio diplomático, las fuerzas armadas, etc.”
Del mismo modo, se dice a los estudiantes universitarios que “obtendrán una comprensión profunda y sofisticada de la guerra y las relaciones internacionales, tanto como temas dignos de estudio como de preparación intelectual para la más amplia gama posible de opciones profesionales, incluyendo el gobierno, el periodismo, la investigación y las organizaciones humanitarias e internacionales”.
Cursos como “Nuevas guerras, nuevos medios de comunicación, nuevo periodismo” combinan periodismo e inteligencia y están supervisados por académicos especializados en estudios bélicos.
No es de extrañar que el departamento haya formado a muchos políticos influyentes, incluidos jefes de Estado extranjeros y miembros del Parlamento británico. Sin embargo, los ámbitos de la política de defensa y de la política se solapan de forma considerable. El hecho que el departamento forma a los altos funcionarios del gobierno y a los agentes de las agencias secretas sea también el lugar que produce muchos de los periodistas destacados, es extremadamente problemático.
Un respeto malsano por la autoridad
Por desgracia, en lugar de cuestionar al poder, muchos medios de comunicación modernos amplifican su mensaje sin criticarlo. Los funcionarios del Estado y los agentes de inteligencia se encuentran entre las fuentes menos fiables, periodísticamente hablando. Sin embargo, muchas de las historias más importantes de los últimos años se basan en rumores de funcionarios políticos que ni siquiera ponen sus nombres a sus afirmaciones.
El nivel de credulidad de los periodistas modernos hacia los poderosos fue resumido por la ex corresponsal de la CNN en la Casa Blanca, Michelle Kosinski, quien dijo el mes pasado: “Como periodista estadounidense, nunca esperas que tu propio gobierno te mienta, repetidamente, que tu propio gobierno retenga información que el público tiene derecho a conocer, y que tu propio gobierno espíe tus comunicaciones”.
Por desgracia, la credulidad de este tipo de periodismo se extiende a la colaboración con los servicios secretos. Los correos electrónicos filtrados muestran que Ken Dilanian, un reportero de seguridad nacional de Los Ángeles Times, enviaba sus artículos directamente a la CIA para que los editara antes de su publicación. Lejos de ser penalizado en su carrera, Ken Dilanian es ahora corresponsal de seguridad nacional de NBC News.
Según Boyd-Barrett, los gobiernos dependen de “la ayuda de unos medios de comunicación penetrantes, conniventes y complacientes; medios que, en los últimos tiempos, se han convertido en carceleros del derecho del público a saber la verdad ”.
El control de las redes sociales
En los últimos años, el Estado de seguridad nacional también ha aumentado su influencia sobre los gigantes de las redes sociales. En 2018, Facebook y el Atlantic Council establecieron una asociación con el gigante de Silicon Valley que subcontrató el flujo de noticias de sus 2.800 millones de usuarios con la empresa Digital Forensics, aparentemente, para detener la propagación de noticias falsas en línea.
El resultado, sin embargo, ha sido la promoción de medios corporativos “fiables” como Fox News y CNN y la penalización de las fuentes independientes y alternativas, que han visto descender su tráfico de forma drástica. A principios de este año, Facebook también contrató al ex secretario de prensa de la OTAN y actual miembro del Consejo Atlántico, Ben Nimmo, como su jefe de inteligencia. El director de Reddit es también un antiguo funcionario del Consejo Atlántico.
Mientras tanto, en 2019, un alto ejecutivo de Twitter para la región de Oriente Medio resulto ser un oficial en servicio activo de la 77 Brigada del Ejército británico, una unidad dedicada a las operaciones psicológicas y la guerra en línea. Lo destacable de este acontecimiento es que la prensa convencional no informó de esta grave noticia, en un momento en el que la injerencia extranjera en internet era la noticia número uno del ciclo informativo. Además, el reportero que cubrió la historia renunció unas semanas después, alegando una censura asfixiante y una cultura de deferencia a los intereses de seguridad nacional.
Ahora tenemos un panorama mediático en el que muchos de los periodistas más influyentes de Occidente están formados exactamente por las mismas personas, en el mismo departamento, que los agentes de seguridad nacional.
El hecho que tantos espías, funcionarios del gobierno y periodistas provengan del mismo lugar no es un buen augurio para una democracia sana, se ha creado una situación en la que el Cuarto Poder se ha vuelto extremadamente deferente con el llamado Estado Profundo, donde las palabras de un funcionario anónimo se toman como evangelio. El Departamento de Estudios de Guerra es sólo una parte de este fenómeno más amplio.
(*) Texto tomado del sitio Observatorio de la Crisis. Alan MacLeod es miembro del Grupo de Medios de la Universidad de Glasgow. Routledge publicó su último libro, Propaganda in the Information Age: Still Manufacturing Consent (Propaganda en la era de la información: todavía fabricando consentimiento), en mayo de 2019.