El papa Francisco y el presidente Joe Biden son los dos católicos de más alto perfil en el mundo. Sin embargo, en Estados Unidos, ninguno de estos hombres determina las decisiones de la Iglesia católica. Ahora, un movimiento conservador es el que decide cómo la Iglesia católica reafirma su poder en el país. Esta realidad se confirmó de manera inequívoca la semana pasada, cuando los obispos del país votaron de manera abrumadora a favor de redactar un conjunto de directrices para la eucaristía, con lo que gana terreno la presión conservadora para negarle la comunión a Biden por su apoyo al derecho al aborto. “Los líderes tienen una obligación especial por su visibilidad pública”, dijo el obispo Kevin Rhoades, quien dirige la diócesis de Fort Wayne-South Bend, en Indiana, tras la votación.
Por Elizabeth Dias y Ruth Graham (*) / Este ha sido el ejemplo más contundente del alcance del movimiento católico conservador desde que Biden resultó electo. El grupo cobró fuerza durante el mandato de Donald Trump: tuvo desencuentros con el Vaticano, socavó la influencia de los máximos representantes del papa Francisco en Estados Unidos y polarizó aún más a los fieles católicos en el proceso. Ahora, los católicos estadounidenses se enfrentan a una guerra interna sobre uno de los rituales más sagrados de la Iglesia, la Santa Eucaristía, que representa el cuerpo y la sangre de Cristo.
Los principales aliados estadounidenses del papa Francisco, entre ellos el cardenal de Chicago Blase Cupich, el cardenal de Newark, Nueva Jersey, Joseph Tobin y el cardenal de Washington D. C. Wilton Gregory, se alinearon con la advertencia del Vaticano de no seguir adelante con el documento eucarístico pero, al final, se vieron rebasados. La medida fue aprobada con un 73 por ciento de votos a favor, frente a un 24 por ciento en contra.
Ese 73 por ciento representa el impulso conservador emergente, en desacuerdo con las prioridades generales del papa Francisco en temas como la inmigración, la pobreza y el cambio climático, no solo entre los obispos sino también en las parroquias de todo el país. Aunque la Iglesia tiene una estructura jerárquica, los obispos tienen bastante autonomía en sus propias diócesis. Entre los líderes del movimiento conservador se encuentra Rhoades, quien preside el comité episcopal de doctrina.
Rhoades, al igual que Biden, creció en Pensilvania, y fue nombrado jefe de la diócesis de Fort Wayne-South Bend en 2010 y en el pasado tuvo un enfrentamiento público con Biden. En 2016, criticó la decisión de la Universidad de Notre Dame de honrar a Biden, vicepresidente en ese momento, debido al apoyo que manifestó al derecho al aborto y al matrimonio entre personas del mismo sexo, lo cual representaba una violación a las enseñanzas de la Iglesia. “No estoy de acuerdo con premiar a alguien por un ‘servicio destacado a la Iglesia y a la sociedad’ que no ha sido fiel a esta obligación”, dijo en ese momento.
Los católicos de Indiana lideran el activismo antiabortista. Han impulsado restricciones al aborto, las han defendido en los tribunales y presionaron a los funcionarios electos para que apoyaran los nombramientos del expresidente Donald Trump en la Corte Suprema. La jueza Amy Coney Barrett, la nueva jueza católica del tribunal, es egresada de la Universidad de Notre Dame, la cual está ubicada en la diócesis de Rhoades.
El giro a la derecha se produce en un momento en el que los movimientos conservadores están en auge en el cristianismo, en respuesta al creciente secularismo y el declive general del cristianismo, tanto protestante como católico. La crisis de los abusos sexuales también ha alejado a muchos feligreses.
Los católicos blancos son cada vez más republicanos: alrededor de 6 de cada 10 electores católicos blancos registrados ahora son republicanos, en comparación con 4 de cada 10 en 2008, según el Centro de Investigaciones Pew. En cambio, cerca de dos tercios de los votantes católicos hispanos se han identificado como demócratas a lo largo de la última década.
El papa Francisco, el primer pontífice procedente de América Latina, ha manifestado su descontento con el creciente conservadurismo en Estados Unidos, sobre todo en enfrentamientos públicos con Trump en temas como el racismo, la inmigración y lo que significa ser un verdadero cristiano.
La conferencia episcopal, celebrada de manera virtual la semana pasada, reveló una red de bastiones eclesiásticos conservadores en todo el país porque muchos obispos se presentaron como defensores de la verdadera fe que enfrentan a menudo lo que describieron como una persecución por parte de los cristianos liberales, la sociedad secular y los medios de comunicación.
Los héroes de la derecha católica, incluidos obispos cuya ardiente oposición a los derechos de las personas gays y la contracepción se conoce desde hace tiempo, estuvieron entre los partidarios más destacados de la declaración.
Después de la votación, el arzobispo de San Francisco, Salvatore Cordileone, instó a los católicos a “recordar a los mártires eucarísticos que murieron para proteger al Santísimo Sacramento de la profanación”. El arzobispo de Kansas City, Kansas, Joseph Naumann, a cargo del Comité de Actividades Provida de los obispos, criticó a los funcionarios públicos que “hacen alarde de su catolicismo”, pero cuyas políticas son opuestas a la Iglesia.
“Estamos en una nueva etapa del movimiento provida”, dijo a los obispos. “Los que defienden el aborto ya no hablan de él como una elección; hablan de él como un derecho”.
Los sacerdotes decidieron aprobar un plan para redactar una declaración que podría utilizarse como justificación teológica para negar la comunión a Biden y a los políticos católicos que, como él, apoyen el derecho al aborto.
Los cristianos reciben la comunión para recordar el sacrificio realizado por Jesús en su muerte. Para los católicos, el ritual es un sacramento y la parte central de la misa. La enseñanza católica indica que el pan y el vino se transforman literalmente en el cuerpo y la sangre de Cristo durante la misa. Negar la eucaristía a alguien es negarle la presencia de Cristo.
Los católicos conservadores, no solo los evangélicos, tenían un poder significativo durante la administración de Trump, especialmente al momento de impulsar su agenda contra el aborto y en el nombramiento de unos 200 jueces federales. Varios altos funcionarios eran católicos conservadores, incluido Pat Cipollone, exabogado de la Casa Blanca; Mick Mulvaney, exjefe de gabinete de la Casa Blanca; y Kellyanne Conway, exconsejera de Trump. Colaboradores externos, como Leonard A. Leo de la Federalist Society y Carrie Severino de Judicial Crisis Network, también tuvieron influencia.
Ahora, en los primeros meses del gobierno de Biden, las acciones de los obispos han envalentonado a las bases conservadoras. En cuestión de horas, CatholicVote, un grupo político conservador, comenzó a recaudar fondos a partir de la decisión.
En Fort Worth, el sábado, el reverendo Jim Gigliotti redactó una carta para el representante Ted Lieu, un demócrata católico de California, en la que escribió que “su alma está en peligro” e informó que se le negaría la comunión si asistía a misa en su parroquia.
“La confrontación es un ministerio de cuidado”, dijo el padre Gigliotti.
Lieu, en una serie de tuits después de la votación de los obispos, los llamó “hipócritas” por no pedirle al exfiscal general William P. Barr que se abstuviera de la Eucaristía porque aplicó la pena de muerte cuando sirvió durante el mandato de Trump. Lieu desafió a los obispos a negarle la comunión, señalando que él apoya la anticoncepción, el derecho al matrimonio entre personas del mismo sexo y “el derecho de la mujer a elegir”, principios que violan las enseñanzas católicas.
En Oakdale, Minnesota, el reverendo Brian Lynch, pastor asociado de la Iglesia Católica Transfiguración, dijo que había discutido la conferencia de obispos desde el púlpito y alentó a sus feligreses a escribir cartas de apoyo a la declaración de la Eucaristía antes de la votación.
Para el padre Lynch, el ejemplo que Biden está brindando a los católicos comunes es intolerable. “Usando un lenguaje anticuado podríamos decir que la situación actual es escandalosa: que alguien puede ocupar posiciones que son completamente contrarias a lo que enseña la iglesia y presentarse públicamente como un católico devoto”, dijo. “Ese no es el significado tradicional de ser ‘devoto’”.
Algunos católicos conservadores se han sentido perturbados al ver la evolución de Biden en el tema del aborto, a lo largo de sus décadas en Washington.
“Biden acaba de transformarse en el simpatizante del aborto más radical”, dijo John Hittinger, profesor de filosofía en la Universidad de St. Thomas, una institución católica en Houston. Si los obispos no intervienen, dijo, “todo vale, ¿y qué significa ser católico?”
Ryan T. Anderson, presidente del Centro de Ética y Políticas Públicas, una organización conservadora en Washington, dijo que la acción de los obispos sobre un tema político contemporáneo era simplemente una cuestión de obediencia a las enseñanzas de la Iglesia, independientemente del partidismo.
Señaló el ejemplo de Joseph Francis Rummel, el arzobispo de Nueva Orleans en la década de 1950, quien proclamó la segregación racial como “moralmente incorrecta y pecaminosa” y finalmente excomulgó a tres prominentes miembros católicos que se le opusieron.
Los observadores externos e incluso muchos católicos no practicantes, no comprenden cuán profundo es el carácter sagrado de la eucaristía en la enseñanza y la tradición de la Iglesia, señaló Mary Hallan FioRito, abogada y comentarista católica de Chicago.
Si los hijos de FioRito violan la instrucción de la Iglesia de ayunar una hora antes de recibir la comunión, ella les dice que no la reciban. Tiene amigos que asisten a misa con frecuencia, pero que ni siquiera piden comulgar porque se casaron fuera de la Iglesia y, por lo tanto, viven en matrimonios no “válidos”. Biden debería abstenerse de recibir la comunión dada su postura sobre el aborto, comentó la abogada.
“Para los católicos, la comunión no es un símbolo”, dijo. “Es Cristo mismo”.
En Maine, Emily Holtzclaw asistió a misa el domingo por la mañana por primera vez desde el comienzo de la pandemia. Creció en una familia católica liberal y está casada con un hombre que trabaja para Planned Parenthood. Fue un consuelo y un alivio volver a celebrar la eucaristía de manera presencial, relató.
El voto de los obispos de la semana pasada podría conducir a una situación difícil “en la que los católicos como yo quedemos excluidos”, dijo Holtzclaw. Pero participar en el sacramento el domingo por la mañana ha reforzado su decisión de permanecer fiel a la tradición que ama.
“No dejaré que me la quiten tan fácilmente”, sentenció.
(*) Texto tomado de la edición en castellano de The New York Times.