El miércoles próximo el mundo será testigo de una nueva Asamblea General de la ONU donde se condenará, otra vez, el bloqueo económico, comercial y financiero que sostiene desde 1962, Washington contra La Habana.
Por Sergio Paseiro / Como ya es una constante, desde hace seis décadas, que los países miembros de la Organización de Naciones Unidas (ONU) votan de forma unánime para que el bloqueo económico y financiero de Estados Unidos contra Cuba finalice. Una anacrónica medida unilateral que no beneficia a ninguna de las partes y complica la vida de millones en un mundo en pandemia y en crisis.
Las políticas de aislamiento de Washington contra La Habana y la aplicación de leyes que violan los principios de los derechos humanos y el derecho internacional fracasan año tras año en la Asamblea General de la ONU, pero de forma unilateral la Casa Blanca lo aplica incansablemente.
El bloqueo es considerado como un acto de guerra económica, según lo establecido en la Conferencia Naval de Londres de 1909; es también un acto de genocidio, según la Convención de Ginebra para la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio de 1948, pues configura una amenaza cierta al derecho a la vida de todos los cubanos.
Los daños económicos directos causados por la aplicación del bloqueo superan los 144 mil millones de dólares. Prohibiciones que van desde la negación de visas a científicos, hasta la pretensión de querer determinar quién en Cuba es o no familia de un emigrante cubano que viva en Estados Unidos son moneda corriente, solo por nombrar algunas de las anacrónicas medidas.
A pesar del reclamo de la comunidad internacional para poner fin al bloqueo, el gobierno de Joe Biden pareciera que seguirá la misma receta que sus antecesores y mantendrá el bloqueo económico, pero ahora en un contexto global de crisis multidimensional, agudizada por la pandemia del coronavirus.
Durante la pandemia, en lugar de suspender las medidas unilaterales contra Cuba, se registró un reforzamiento de las mismas, lo que afectó directamente la capacidad de ambos países para contener la pandemia o de que existieran proyectos de cooperación mutuas.
Por ejemplo, en lo que respecta a una anécdota de lo que representa el bloqueo en el campo de la salud, la empresa Importadora y Exportadora de Productos Médicos (Medicuba S.A.) quiso comprar equipos, remedios y otros insumos, pero le fue negada por la prohibición de comerciar con Cuba por la medida unilateral estadounidense.
Desde 1992 que Estados Unidos e Israel junto a uno o dos países invitados votan, en minoría, a favor del bloqueo contra Cuba. En la Asamblea de este año, no sería imposible que los derechistas presidentes de Brasil y Colombia, Jair Bolsonaro e Iván Duque, acompañen la decisión de Washington y Tel Aviv.
Es tan pobre argumentalmente el bloqueo comercial y financiero en sí, que en 2016 no hubo ni un solo voto a favor de la medida que nació en 1962, pero sin embargo la misma nación que votó en contra de la medida (Estados Unidos) no puso punto final a este asunto.
La postura que se toma desde La Habana es llamar una vez más a la comunidad internacional a votar en contra del bloqueo; mientras que ofrece sus brigadas médicas en más de 40 países y desde la mayor de las Antillas se está produciendo cinco vacunas contra el coronavirus.