Por Daniel Cecchini / Francisco Pérez, muerto a causa del Covid a los 72 años el lunes pasado en Salta. Referente del pueblo Wichí, defensor de los derechos ancestrales y actuales de las comunidades originarias, fundador de la Asociación de Comunidades Indígenas Lhaka Honhat – que reúne a comunidades de los pueblos Wichí, Iyojwaja (Chorote), Nivaklé, Tapy’y y Komlek o Q’om , hombre de lucha y de diálogo, pertenecía a un linaje cuyos orígenes se remontan a los tiempos en que a estas costas no había llegado ningún barco desde el otro lado del Atlántico, mucho antes de que las tierras por las que luchó formaran parte de la Argentina.
Murió con la satisfacción de haber logrado, luego de años de lucha, que en febrero del año pasado la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ordenara entregar 400 mil hectáreas a las comunidades indígenas que viven en las cercanías del Río Pilcomayo.
Educar y organizar
Francisco Pérez había nacido el 16 de julio de 1948 en el Paraje La Horqueta, en el departamento salteño de Rivadavia.
Por esos años, los indígenas tenían prohibido asistir a la escuela, de modo que recién aprendió a leer y escribir a los 16 años, con la ayuda de un maestro rural que le daba clases de noche en su casa, sin que nadie se enterara. No se guardó esos conocimientos para sí sino que se convirtió él mismo en maestro y enseñó a leer y escribir a los miembros de su comunidad.
Al mismo tiempo les puso el cuerpo a dos reivindicaciones, la conservación de la lengua wichí en particular y de todas las comunidades indígenas en general, y la lucha por los derechos sobre los territorios ancestrales.
En 1991, junto con otros caciques, creó la Asociación de Comunidades Indígenas Lhaka Honhat (Nuestra Tierra), con el objetivo de exigir que el Estado les reconozca sus derechos ancestrales sobre parte de las 643 mil hectáreas de los ex lotes fiscales 55 y 14, en el límite tripartito entre Argentina, Bolivia y Paraguay, en las inmediaciones del Pilcomayo.
Por esa lucha fue estigmatizado por el gobierno salteño de Juan Carlos Romero, que intentó enfrentar entre sí a los indígenas con los campesinos que se habían ido instalando en esas tierras.
La búsqueda de consensos
Francisco Pérez y Lhaka Honhat evitaron caer en un enfrentamiento que no beneficiaba ni a unos ni a otros.
“Una característica de Francisco es que era respetuoso del derecho campesino. Trabajó desde su propia cultura en búsqueda de consensos. Su manera de negociar no era de ‘te doy esto, me das aquello’, sino de buscar consensos. Por eso también no respondió a provocaciones, pese a que fue alguien muy denigrado al comienzo, en los tiempos del gobierno de Romero, que lo acusó de que quería echar a los criollos, que decían para qué querían los indígenas la tierra si no tenían ganado y que había empezado a lotear, a descomponer el territorio. Remando en contra de eso, Francisco buscó interlocutores y llegaron a un acuerdo con la Organización de Familias Criollas en el que hubiera tierras para todos”, relata Ana Laura Álvarez, de la ONG Asociana, que trabaja con las comunidades indígenas salteñas.
El gobierno de Romero puso todos los obstáculos que puso a esos acuerdos, y no reparó en métodos. “Francisco fue el que construyó una organización espectacular de los wichí del Pilcomayo, en la zona de Salta. Me acuerdo que dijo en una charla en la que contó: Nosotros veníamos y juntábamos a los caciques para una organización, hasta que nos compraron los caciques; entonces empezamos con los pastores para llevar adelante la organización, pero también nos compraron a los pastores. No nos importó, igual seguimos adelante, hasta que ganamos’”, cuenta Leonardo Dell’Unti de la Asociación por la Cultura y el Desarrollo (APCD, otra ONG que trabaja con las comunidades originarias.
El acuerdo impulsado por Pérez con los campesinos del territorio permitió que los indígenas recuperaran definitivamente – con un título de propiedad colectiva – 400.000 hectáreas de sus territorios ancestrales, mientras que los criollos se instalarían en otras 243.000.
La política blanca
Pérez fue también pionero en la participación indígena en la política. En 1983, con el retorno de la democracia, fue electo concejal en Santa Victoria Este. Volvió a ser elegido en 1991 y 1995, esta última vez por el partido que él mismo había creado e impulsado, Tewok Necheyik.
Dicen quienes lo conocieron bien que sabía que era una apuesta riesgosa, que quizás le trajera problemas sobre todo con los ancianos de las comunidades, que podían pensar que estaba entregando sus tradiciones y sus costumbres.
Queda constancia de esa preocupación en su discurso durante una conferencia internacional sobre desarrollo sostenible en el Gran Chaco realizada en 1996 en Alemania.
“Creo que hay mucha gente nuestra que no tiene ninguna posibilidad de aprender la costumbre blanca. Ya son viejos, tienen más de 70 o 60 años. Difícil que ellos aprendan. Entonces, yo soy representante elegido por ellos. A veces me pongo a pensar y tengo un poco de miedo de llevar a mi gente a otro lado. Lo que quiero decir es: si uno acepte la idea de una organización del tipo de los blancos y sigue trabajando, cuando de repente uno se da cuenta que mi gente no va a entender nada de lo que yo estoy haciendo. Porque yo tengo contacto con gente blanca, con el gobierno, con gente que hacen las cosas distintas. Entonces ellos no van a entender nada y se van a enojar conmigo. Siempre pienso que es mucho mejor de trabajar con todas las comunidades nuestras. Ahí ahora tenemos caciques, representantes, la iglesia -varias personas que manejan la comunidad. Hay que reunirse con ellos y plantear estos problemas, pensar cómo vamos a seguir trabajando, cómo vamos a defender nuestra gente”, dijo en esa ocasión.
Aquella iniciativa de participar en la política de principios de los ’90, con la creación del partido Tewok Necheyik terminaría dando sus frutos un cuarto de siglo después, cuando en 2019 el candidato indígena Rojelio Nerón ganó la intendencia de la localidad de Santa Victoria Este, hasta entonces gobernada por la minoría criolla.
Homenajes
“Francisco perseveró en el reclamo por el dominio de las tierras de su pueblo. No dudo de que recibió tanto amenazas como ofertas tentadoras para dejar su lucha por la tierra. Pero nunca dejó de perseguir la meta central. También tenía que enfrentar las rivalidades y oposición de otros indígenas lo que a otros menos firmes en sus convicciones podría haberlo hecho renunciar”, lo despidió el pastor anglicano – iglesia a la que pertenecía – Cristóbal Wallis, que trabajó junto a Pérez por los derechos indígenas durante tres décadas.
“En el año 99, después de completar mis estudios de Biología de la Conservación en Canterbury, Inglaterra (una suerte de Vaticano de la iglesia anglicana y sede de sus autoridades eclesiásticas, exceptuando la reina, claro), con la convicción de realizar mi doctorado en algún tema que fuera ‘útil’, terminé involucrado en los estudios sobre el uso del territorio y los recursos naturales que eran necesarios para sostener la presentación del reclamo territorial de la Asociación de comunidades Lhaka Honhat en la comisión interamericana de derechos humanos. Ahí tuve la oportunidad de conocer a Francisco y a su familia extendida y de comprobar el enorme liderazgo e inteligencia política que ejercía, en las decenas de asambleas de las que participé en varias de las 36 comunidades nucleadas en la asociación. Lo más interesante era su enorme capacidad para balancear las miradas e intereses de las cinco etnias que conformaban Lhaka Honhat, y también los intereses y concepciones del conflicto de los actores no indígenas como la iglesia anglicana, los pobladores criollos y otros «asesores» no indígenas”, dice el antropólogo Bruno Carpinetti.
Desde el gobierno nacional – a través de la Secretaría de Derechos Humanos y el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) – se envió un mensaje de condolencias que incluye la promesa de cumplir con lo logrado por la lucha que Francisco Pérez – un argentino de los que no llegaron a estas tierras en los barcos – encabezó durante décadas.
Allí dice: “Francisco fue un luchador incansable por los derechos de las comunidades indígenas. Acompañamos a su familia y a las comunidades indígenas del chaco salteño en este momento de dolor por la pérdida de su autoridad tradicional. Nuestro mayor homenaje a Francisco es ratificar el compromiso del gobierno federal con el cumplimiento de la sentencia emblemática de la Corte Interamericana de Derechos Humanos”.