No es casual que uno de los focos de las protestas más duras y de los enfrentamientos más violentos de la última semana en Colombia, haya sido Cali. Los informes de brutalidad policial, de asesinatos a manos de los cuerpos y fuerzas de seguridad estatales se amontonan en los archivos de diversos organismos humanitarios, pero siguen escuchándose las ráfagas de disparos de la policía militarizada y de un Ejército desbocado.
Por Camilo Rengifo Marín (*) / Pese a los llamamientos de organismos internacionales como la Unión Europea (UE) y Naciones Unidas de cesar la represión contra los manifestantes, el general Eduardo Zapateiro promueve a sus hombres seguir reprimiendo en las calles de Cali con su armamento de guerra.Represión: tema, información y noticias
Zapateiro ha estado a cargo de diferentes batallones militares nacionales y extraterritoriales (en Israel, en 1982 comandó un Batallón en Sinaí) y actualmente dirige la tropa en el Ejército. Fue un elemento clave en operaciones contra las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), estuvo al frente de la llamada Operación Fénix de 2008, en la que se asesinó al comandante Raúl Reyes, segundo líder histórico de esta organización guerrillera.
Asimismo, Zapateiro lideró dos operaciones militares para rescatar civiles y militares secuestrados por la guerrilla, las llamadas operaciones Jaque y Camaleón. Operación Jaque se efectúo en coordinación de Alto Mando Militar del gobierno de Uribe bajo el mando de su entonces ministro de Defensa Juan Manuel Santos, con la Agencia Central de Inteligencia (CIA) estadounidense, en julio de 2008.
Parte de la estrategia usada fue usurpar la figura de la Cruz Roja Internacional: pintaron helicópteros de blanco y usaron los logotipos de esa organización para disuadir. En la ejecución de este plan fue liberada Ingrid Betancourt, excandidata presidencial y excompañera de fórmula de Clara Rojas,
Además, el futbolista de la selección colombiana Juan Fernando Quintero y sus familiares acusan públicamente a Zapateiro de ser parte de la desaparición física de su padre Jaime Enrique Quintero, que en 1995 prestaba servicio militar bajo su mando en Medellín.
De acuerdo con el grupo de hackers Anonymous, el Ejército está creando una cortina de humo en el país. El grupo filtró una presunta conversación del 2 de mayo en Cali en la que se escucha a Zapateiro, quien asegura que recibió la orden del presidente de militarizar la ciudad de Cali y tomar cartas frente a los manifstantes.
«Estamos haciendo las cosas bien (…) Acá estamos ofrendando nuestra vida, nuestra humanidad por salvar la democracia que algunos quieren destruir, estamos haciendo todo bien», indicó Zapateiro a un grupo de policías.
Se suceden asesinatos de jóvenes en los barrios de Siloé, Puerto Rellena, Loma de la Cruza. El gobierno de Iván Duque con sangre y fuego quiere fraccionar, acabar la resistencia popular. “La población ha dado con un cíclope de gran ineptitud política, preformado por un cretinismo individual: el presidente Iván Duque, el cual se perpetua bajo la ignominia escabrosa de su pater familiae: el genocida Álvaro Uribe”, señala Sara Leukos.
El cíclope de Iván Duque recurre a la represión a través Zapateiro quien expresó de manera autosuficiente y autoritariamente: “Tengo 480 hombres orgánicos, 16 pelotones en estos momentos desplegados en Cali. Eso es inicialmente la primera fase, señor presidente, me voy con la segunda orden del señor presidente de la República y es la campaña al apoyo para la recuperación de esta cadena productiva que tenemos que romperla”.
Desconocer a las autoridades
El uribismo le quitó de facto el mando al alcalde de Cali, en la práctica mandan el general Zapateiro y los terratenientes de los ingenios, que se están tomando la ciudad a sangre y fuego; han incendiado casas, en los barrios de Siloé, La Luna, el Lido han entrado disparando con fusiles y los tanques de guerra han entrado a los barrios; se está fraguando un autogolpe.
Una Cali histérica y desabastecida, con pocos alimentos y poca gasolina, que quiere ser escuchada y le responden con represión militar y cerrando el aeropuerto, se convirtió, al mismo tiempo, en la capital de la resistencia y la sucursal del infierno.
Cali estaba completamente bloqueada por todos sus puntos principales y una red de comités populares integrados por jóvenes, trabajadores, precarios, estudiantes, mujeres, obreros y profesionales ejerce un control del territorio para respaldar el pliego de peticiones de una respuesta efectiva y una solución a los problemas sociales, de salud, empleo, movilidad, hambre, libertades, respeto por la vida.
A los caleños les explotó en las manos una bomba social que se había demorado en estallar: se sumaron en pandemia la pobreza, el hambre, el terrorismo, la delincuencia, una buena dosis de polarización política, el cansancio que produce un gobierno nacional indolente y la ausencia de liderazgo del gobierno local.
Es la verdadera “sucursal del infierno” desde la década de 1930, cuando la guardia cívica, “pájaros” y cuadrillas bandoleras eran contratadas por los terratenientes para desplazar a los colonos (que habían huido de los departamentos de Nariño, Quindío, Antioquia durante la Guerra de los Mil Días).
Luego fue la larga etapa de “La Violencia” y, a partir de mediados de los ’70, el Cartel de Cali (con sus 8.000 parapolíticos del proceso así denominado), seguido por el Cartel del Norte del Valle y sus sucesores antes y después de la “desmovilización” de Uribe y el Plan Colombia de Estados Unidos (con los paramilitares de Los Rastrojos, por ejemplo).
En paralelo, la modernización de la agroindustria azucarera en la zona plana del Valle y la sustitución de la agricultura cafetalera por la cocalera en la zona de ladera redujeron los productores a la condición de siervos de la gleba de terratenientes y traquetos. Y el tiro de gracia fueron los TLC’s con los EEUU y la Unión Europea (2012 y 2013, respectivamente) que impactaron fuertemente al campesinado.
El periodista caleño Juan Andrés Valencia señala que “no son pocos los caleños que creen que se trata de una lucha entre la izquierda y la derecha, entre «una fuerza oscura que quiere derrocar el régimen» y «un régimen opresor establecido».
“Y de ñapa, están convencidos de que la reforma tributaria es lo único que se estaba reclamando. Pero se equivocan. Ese fue solo el detonante. Es ingenuo pensar que el caos que se está viviendo en Cali se reduce a una confrontación entre dos ideologías”, añade.
Hay que tener en cuenta que Cali es una de las dos ciudades más violentas de Colombia y esté dentro de las cincuenta más violentas del mundo: su tasa de 37,68 % de homicidios por cada 100.000 habitantes (puesto 39) así lo confirma.
Desde que se implementó la elección popular de alcaldes y gobernadores en Colombia, Cali ha demostrado una inclinación marcada a elegir candidatos alternativos o progresistas. El mandato del último conservador terminó en el 2001, 20 años atrás
La universidad pública siempre ha tenido un rol protagónico en las grandes manifestaciones de Cali, ciudad a la que llegan miles de personas buscando oportunidades -inmigrantes del suroccidente colombiano y el Pacífico, víctimas del conflicto- pero también delincuentes para crear o fortalecer bandas dedicadas al tráfico de drogas, lo cual genera guerras entre pandillas por el control de las rutas y los territorios.
Entre el 2016 y el 2019 el desempleo se redujo a niveles históricos, al punto que Cali fue la ciudad que más empleo generó entre las cinco principales del país. Pero llegó la pandemia y con ella, el hambre y más pobreza. Hoy tiene 7.000 policías para dos millones y medio de habitantes.
El alcalde Jorge Iván Ospina fue candidato por el Partido Verde, un político que se ha caracterizado por su capacidad mediática, lo cual hace llamativo el Multitudinarias protestas en Colombia – Télam – Agencia Nacional de Noticiashecho que en esta coyuntura haya decidido guardar silencio y pasar inadvertido, tras señalar que la responsabilidad del orden público era del presidente Duque.
“No tengo pruebas, pero tampoco dudas: el paro en Cali ha sido saboteado. No hay que ser muy inteligente para saber que quien mejor capitalice esta crisis quedará muy bien posicionado en la próxima carrera presidencial. El pulso es evidente”, dice Juan Andrés Valencia.
(*) Economista y docente universitario colombiano, analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la).