Un mito griego para pensar las redes sociales y un debate pendiente sobre los modos discursivos que posibiliten el salto de calidad, de una mera yuxtaposición de afirmaciones intuitivas e inconexas, a una elaboración de diagnósticos, propuestas y también modelos de intervención.
Por Eddie Abramovich (*) / En la mitología griega Procusto era un criminal que ofrecía a los huéspedes de su posada una cama de hierro, en la que los ataba. Si la cama era corta, le cortaba a su víctima las piernas, y si quedaba larga, lo estiraba hasta matarlo.
El lecho de Procusto es la trampa paradojal que Joseph Heller reeditó como Catch 22: una contradicción en la que el sujeto, haga lo que haga – o diga, o elija – será llevado a la destrucción.
En el Mito helénico, fue Teseo – el vencedor del Minotauro – quien engañó a Procusto y lo hizo meter en su cama de torturas, donde lo mató.
Yo llevo años buscando a Teseo; en realidad, juntando socios para construir un Teseo colectivo, y mantengo la esperanza. Este “draft” de hace casi una década fue uno de los bosquejos de la iniciativa.
“Pensar” las redes sociales es una muy interesante propuesta de laboratorio. Usar las redes “para pensar” podría ser un desafío práctico aún más interesante. Pensar, especialmente, qué podemos hacer para recuperar ciudadanía, algo que tenemos en común nosotros, los más afortunados, con los otros, los más desposeídos: Todos estamos privados de ciudadanía en algún grado.
No es posible pensar una gesta liberadora o, como diría Morin, “una política del hombre”, por fuera de las nuevas herramientas de comunicación e interconexión, y efectivamente las redes ya han demostrado su capacidad de movilización… y su poder contrario, enervante.
Lo que, a mi juicio, sigue pendiente de debate son los modos discursivos que posibiliten el salto de calidad, de una mera yuxtaposición de afirmaciones intuitivas e inconexas, a una elaboración de diagnósticos, propuestas y también modelos de intervención.
Mientras tanto, decenas de miles de usuarios no hacen otra cosa que repetir y amplificar su desespero, creyendo tal vez que una suma infinita de soledades genera un colectivo nuevo o un espacio de cambio. De esas repeticiones fragmentadas, irreflexivas y semiautomáticas nacen “milagros inesperados”: La más insignificante, banal e incidental estupidez se convierte en un trend topic, e incluso en una razón de Estado.
Lo que realmente ocurre queda sepultado bajo toneladas de citas de lo que uno dijo y otro respondió y un tercero explicó que no había sido dicho… con lo cual la palabra, concebida para liberarnos, nos esclaviza.
La probabilidad de que este mismo rejunte de reflexiones se convierta en pocas horas en un mosaico de derivaciones mutiladas e inconsistentes debería servirme de autocensura.
O, tal vez, pase de largo en medio de la controversia infértil acerca de los tercos, los tuertos, la manta corta, el lecho de Procusto y quién tiene la trayectoria más larga en esta gesta de teclados.
La vanidad puede más, y uno publica para competir en repeticiones meméticas.
Total, en dos días, la historia real, el drama tangible y tridimensional de ahí afuera, puede haber licuado y disuelto nuestras imposturas 2.0.
Pero vale la pena.
Tengo la certidumbre de que hay cabezas, almas y tiempo disponibles para pensar el “Proyecto Teseo”, al que también podríamos llamar “Para romper la Trampa 22”
(Nota al pie. El delirante Milei también invoca a Teseo para defender el derecho a la riqueza ilimitada. Pero es una falacia. Teseo no está de ese lado).
Texto tomado del sitio Socompa.