Un puñado de corporaciones farmacológicas, todas con más prontuario que historia por los desmanes que contra la salud pública cometen desde siempre, están ganando fortunas con el COVID 19, mientras Estados y gobiernos aparecen como atrapados y callados, porque si protestan y denuncian sus pueblos se quedan sin vacunas. Sin embargo, la situación es mucho más compleja: los países centrales/dominantes del sistema capitalista/imperialista son socios (cómplices) de sus corporaciones porque la estrategia consiste en hegemonizar la actual etapa del propio sistema, y los del Tercer Mundo por un lado no cuentan con las herramientas para superar el chantaje y por el otro sus propios sistemas políticos tampoco se han propuesto o logrado dejar atrás esa lógica. Un escenario que puede ser leído desde la hipótesis explicitada en mi libro Bush & Bin Laden SA. El caso soberano de Cuba.
Por Víctor Ego Ducrot (*) / “Debido a la urgente necesidad de la vacuna, los gobiernos y los donantes han invertido miles de millones de dólares en proyectos para crearlas y probarlas (…). En total, los gobiernos han proporcionado 8.600 millones de dólares, según la empresa de análisis de datos científicos Airfinity. Solo 3.400 millones de dólares provienen de la propia inversión de las empresas (…)”. Así lo consigna el artículo “La ciencia maltratada, privatizada y mercantilizada” del colega uruguayo acreditado en la ONU, Eduardo Camin, y publicado por el sitio Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).
En un cuadro con datos apuntados por Airfinity y la BBC, ese texto reporta que, de los 2.200 millones de dólares recibidos por Oxford – Astra Zeneca, más de sus dos tercios fueron aportes públicos.
Un caso similar sucedió con Pfizer/BionTech, que recibió en total 545 millones de dólares, mientras que los 562 millones que recibió Moderna y los 819 que ingresaron Johnson&Johnson fueron de origen público en un cien por cien.
El mismo artículo luego apunta: “La pandemia hace que la demanda mundial de vacunas sea superior a la oferta. El mundo entero se disputa una plaza para recibir la vacuna contra el coronavirus (…). Los gobiernos firman contratos con las compañías que han desarrollado esas vacunas en tiempo récord y, sin embargo, información crítica de esos acuerdos permanece oculta para el gran público debido a estrictas cláusulas de confidencialidad. Cuánto cuestan o cómo se distribuirán son detalles que en la mayoría de los casos la ciudadanía desconoce, porque así lo exigen los acuerdos firmados”.
El caso de las relaciones entre Pfizer y Argentina es más que representativo al respecto. Firmaron un acuerdo para provisión de vacunas, con el cual este país aportó voluntarios en la etapa de pruebas y las instalaciones del Hospital Militar, para desarrollar el proyecto. Pero a fines del 2020 se informa en forma oficial que, para hacer efectiva la entrega de dosis vacunatorias, la empresa exige condiciones “inaceptables” por parte del gobierno, exigencias que nunca fueran aclaradas por ninguna de las partes.
El artículo del colega Camin ofrece asimismo una elaborado análisis sobre cómo la pandemia puso en evidencia que el sistema capitalista desmanteló las nociones de ciencia y conocimiento en pos de la rentabilidad económica, e incursiona en la idea acertada de que fenómenos como el surgimiento del COVID 19 y la pandemia “se explican a partir consecuencia de un sistema capitalista patriarcal, productivista y devastador, que ha alterado el equilibrio de los ecosistemas, incluyendo virus y bacterias. El urbanismo y la deforestación asociada al desarrollo capitalista está obligando a muchos de estos animales a migrar e instalarse cerca de los humanos, lo que multiplica las probabilidades de que microbios, que para estas especies son benignas, pasen a las personas y muten en patógenos”.
Y otro texto periodístico remarcable – “El desastre de Europa”, escrito por Juan Torres López y publicado por los sitios Alainet y Socompa – se refiere a lo que podríamos llamar el capítulo europeo del sistema capitalista concentrado y su comportamiento ante la pandemia y el saqueo acometido por los laboratorios a cargo de las vacunas.
Afirma esa nota: La Unión Europea ha actuado desde el inicio de la pandemia anteponiendo los intereses financieros a los sanitarios y permitiendo que la respuesta viniera de empresas que, legítimamente, se deben a sus accionistas y al cumplimiento de sus objetivos comerciales. Tratando equivocadamente de ahorrar recursos, la Comisión Europea se hizo cargo del aprovisionamiento de las vacunas y ahí ha cometido también errores garrafales que al final provocarán despilfarro, retraso en la respuesta sanitaria y mayores costes en vidas y en dinero a todas las economías europeas. Aunque, en realidad, ni siquiera se respetó ese principio y se dejó que grandes países, como Alemania, mantuvieran estrategias particulares de compra. No se supo gestionar la adopción de acuerdos con celeridad y eficacia y su burocracia retrasó la aprobación y la compra de las vacunas. Sin llegar a los 450 millones de habitantes, los propios responsables de la Comisión afirman haber confirmado la compra de unas 2.300 millones de dosis y, sin embargo, ahora no hay disponibles para seguir con el proceso, a diferencia de lo que ocurre en otros países. A la Unión Europea, como a otros pocos países ricos, se le ha llenado el ojo antes que la tripa y ahora resulta que solo diez de ellos disponen del 75% de la producción de las vacunas. Un completo sinsentido que dará lugar a que la pandemia y sus tremendos efectos económicos se sigan extendiendo. La Unión Europea ha procedido con oscurantismo a la hora de contratar. Salvo en un solo caso, no se han hecho públicos los contratos a pesar de suscribirlos con dinero público; y solo por error o filtraciones se saben los precios de las vacunas o que se ha renunciado a exigir responsabilidad a las empresas. Una auténtica barbaridad cuando, al mismo tiempo, se ha permitido que el proceso de obtención de las vacunas haya sido irregular y en muchas ocasiones dictado por los intereses financieros de los laboratorios”.
Y añade: Las autoridades de la Unión Europea han dado por bueno que empresas como Pfizer vayan a tener unos márgenes de beneficio de entre el 60% y el 80% con su vacuna y, en general, que todas ellas hagan el mayor negocio de su historia gracias a la investigación básica que han realizado instituciones públicas y con el dinero de los gobiernos que ahora no les reclaman el valor generado por sus inversiones. Sencillamente hablando, es una falsedad que las vacunas contra la covid-19 solo hayan sido posibles gracias al esfuerzo inversor de los laboratorios farmacéuticos y al monopolio que les conceden las patentes. Como expliqué hace unos meses el régimen de propiedad y las condiciones de los mercados actuales no facilita la innovación, ni mejora la cobertura de la salud en el mundo sino que las empeora, entre otras razones, porque las empresas dedican más recursos a obtener rentabilidad financiera que a innovar: en 2017, 2018 y 2019 dedicaron 28.600 millones de dólares a recompras de acciones y 10.000 millones a I+D”.
Por el lado de Estados Unidos, que sigue siendo el amo del sistema, más allá de sus abolladuras, la situación de favoritismo para con el mundo de los negocios y a la especulación a costa de la salud de millones de seres humanos se manifiestan todavía en forma más acentuada.
En pleno desarrollo inicial de la pandemia, el gobierno de Donald Trump dispuso de sumas medidas en miles de millones dólares para sostener la economía y para financiar a los laboratorios, a tal punto que Pfizer debió reconocer, según revelara días pasados la TV local, que, debido a esas iniciativas, sólo por la vacuna anti COVID 19 planea ingresar beneficios por 14 mil millones de dólares.
Trump ya no reina en Washington, pero su sucesor del ala derecha del partido Demócrata, Joe Biden – hombre surgido de Delaware, ese paraíso fiscal hecho Estado – sigue inyectando fondos en el sistema: 1,9 billones de dólares, según informó el famoso Joseph Stiglitz en un artículo publicado el 1 de febrero por Project Syndicate.
Stiglitz dice que ese “rescate” tiende a “ayudar a la economía estadounidense a recuperarse de la pandemia” y de alguna forma alega que se trata de una decisión de Biden que antagoniza con las políticas de Trump, tendientes a favorecer a los ricos con las bajas de impuestos.
Sin embargo, ambos presidente apuntan a un mismo resultado: sostener con cifras de alcance impensable por otros gobiernos al fortalecimiento de un sistema capitalista cada vez más financiarizado, concentrado y, lo que creo es clave para entender el por qué del título de este artículo, que afirma la existencia de un régimen de complicidades entre los Estados centrales o dominantes y sus grandes corporaciones en el negocio de la vacunas, infame porque se hace a costillas de millones de mujeres y varones del mundo entero, en especial del Tercer Mundo.
Los episodios del 11 de septiembre de 2011, los “atentados” en Nueva York vistos en directo por millones de personas en el planeta gracias a la TV globalizada, resultan lejanos respecto de la actual conmoción que el mismo plantea vive por la primera pandemia en más de 100 años y nunca tan generalizada como la presente.
Más allá de la lejanía existente entre ambos escenarios, el recuerdo de aquél 11 de septiembre viene a cuento porque fue el disparador de un libro de mi autoría – Bush & Bin Laden SA.; Norma; Bs. As.; 2001 -, tendiente a desarrollar una hipótesis interpretativa de lo que acontece entre estos finales del siglo XX y principios del XXI, la de Imperio Global Privatizado (IGP).
En términos sintéticos, la misma considera – y el libro intenta aportar hechos que la fundamenten – que lo característico del sistema capitalista central desde finales de la centuria pasada e inicios de la presente es una suerte de confluencia entre los aparatos estatales e institucionales y las tramas corporativas privadas, destacando que ello se expresa, por ejemplo, en la forma en que las grandes empresas ponen en el centro del poder político – presidentes, ministros y legisladores y hasta jueces – a sus propios representantes, de forma tal que ya no influyen o presionan sino que gobiernan, sin más.
En ese esquema, los medios de comunicación, aglutinados en la compleja red tecnológica en constante desarrollo, operan como una suerte de vasos comunicantes semánticos entre las necesidades de los detentadores de ese tipo de poder y los contingentes sociales controlados al efecto.
Los Estados / gobiernos / sociedades periféricas, (dominadas) del Tercer Mundo replican ese mismo esquema en forma degradada, en consonancia con la degradación creciente que vienen sufriendo en términos de dependencia, pobreza y marginalización.
Volviendo a la cuestión central de este texto, los datos económicos y financieros del negocio de las vacunas, los millonarios aportes al sistema corporativo privado que hacen los Estados centrales a costa de los marcos impositivos y de la desfinanciación de otros ítems de los presupuestos públicos, y la forma en que los laboratorios ganan dos veces, primero recibiendo subsidios y luego cobrándole fortunas a los mismo Estados, todo ese enjambre es sólo explicable mediante la hipótesis planteada: las asociaciones / complicidades entre Estados y empresas.
Por otra parte, en lo que al Tercer Mundo se refiere, por un lado los Estados no cuentan con las herramientas para superar el chantaje, mientras que por el otro sus propios sistemas políticos tampoco se han propuesto o han logrado superar esa lógica.
Una excepción vendría, una vez más, a confirmar la regla y también a dejar en claro que ese, el del caso excepcional, al menos a escala latinoamericana y del Caribe, es el camino.
Me refiero a Cuba, el único de los países de nuestra América que no quedó atrapado en la perversa lógica que plantea el IGP en función del panorama pandémico y vacunatorio.
Con tecnología, científicos y centros de investigación propios, Cuba anuncia la posibilidad cierta de vacunar a toda su población en el curso del presente año, gracias a sus cuatro vacunas en curso, alguna de ellas ya en Fase III de desarrollo, y otras a sus puertas. Ellas son las Soberanas I y II, la Mambisa y la Abdala.
No hay otro camino que el planteado por los cubanos: soberanía.
(*) Víctor Ego Ducrot es periodista, escritor, profesor universitario y director de esta página. Doctor en Comunicación por la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Profesor titular de Historia del Siglo XX (Cátedra II) en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la misma UNLP. Tiene a su la cátedra Análisis y Producción Crítica de Narrativas sobre Delito y Violencia, en la maestría Comunicación y Criminología Mediática, en la cual integra el Consejo Académico.