“Si el candidato de la nueva ola progresista, Andrés Arauz, gana el domingo próximo en primera vuelta, además de remover la política ecuatoriana generará impactos geopolíticos. Sería un golpe duro y casi un tiro de gracia para el alicaído Grupo de Lima y un empuje a la candidatura izquierdista de la peruana Verónika Mendoza, que en abril disputará entrar a la segunda vuelta presidencial. Reforzaría el bloque progresista, en un seguro alineamiento con Andrés Manuel López Obrador, Alberto Fernández y Luis Arce – éste a su vez puente con las izquierdas nucleadas en el ALBA-TCP-, que permitiría una parcial reconstitución de un frente de integración soberanista, capaz de hacer frente a la diplomacia colonialista de Washington y la OEA”, afirmó el reconocido periodista uruguayo y especialista en América Latina Aram Aharonian, al exponer el jueves último en el primer encuentro del Observatorio Latinoamericano de Comunicación y Procesos Políticos (OLCCP), de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP. El “Conversatorio Elecciones 2021: ¿Cuál será el futuro de Ecuador?” tuvo lugar en el canal YouTube de la Facultad y expuso también la dirigente política ecuatoriana Gabriela Rivadeneira, quien entre otros conceptos apuntó: “Estamos a las puertas de una nueva elección presidencial. Sin embargo, hay proscripción política y muchas situaciones oscuras en el camino a sufragar, lo que es gravísimo para la democracia”. Se hizo presente el vicedecano de la esta casa de estudios, Pablo Bilyk, y el evento fue coordinado por el periodista y docente Héctor Bernardo, director del Observatorio. A continuación, AgePeBA, miembro del OLCCP, publica la versión textual de la ponencia de Aram Aharonian, una verdadera clase magistral de análisis políticos con perspectiva comunicacional.
Si Andrés Arauz – candidato de una nueva ola de fuerzas progresistas que aspiran gobernar la región, al frente de la “Unión por la Esperanza” – gana en primera vuelta, además de remover la política ecuatoriana generará impactos geopolíticos. Sería un golpe duro y casi un tiro de gracia para el alicaído Grupo de Lima y un empuje a la candidatura izquierdista de la peruana Verónika Mendoza, que en abril disputará entrar a la segunda vuelta presidencial.
Marcada de antemano por proscripciones, arbitrariedades, riñas y actitudes sesgadas por parte de la autoridad electoral, que en su conjunto intentaron favorecer a la candidatura neoliberal – apoyada por el establishment económico y los medios de comunicación hegemónicos –, esta elección supone una encrucijada de caminos, no solo para el pueblo ecuatoriano, sino también para la reconfiguración del mapa político latinoamericano.
Un triunfo de Andrés Aráuz en Ecuador, reforzaría el bloque progresista, en un seguro alineamiento con Andrés Manuel López Obrador, Alberto Fernández y Luis Arce – éste a su vez puente con las izquierdas nucleadas en el ALBA-TCP-, que permitiría una parcial reconstitución de un frente de integración soberanista, capaz de hacer frente a la diplomacia colonialista de Washington y la OEA.
Sería la primera prueba para la administración Biden en las relaciones con América Latina. Arauz rompería el reciente acuerdo que el gobierno ecuatoriano ha suscrito con la Corporación de Desarrollo Financiero de Estados Unidos (DFC por sus siglas en inglés), que a cambio de 3 mil 500 millones de dólares obliga al Ecuador a privatizar sus activos petroleros y de infraestructura y le prohíbe adquirir tecnología china.
Por eso, los demócratas gringos están tan interesados en que no gane Arauz y por ello han enviado a sus expertos electorales del National Democratic Institute para colaborar con los expertos en fraude de la OEA en el recuento de votos que, dicen, está listo incluso antes de las elecciones. Ya lo han hecho en Venezuela, Bolivia, Nicaragua, El Salvador, Guatemala, Chile, Perú y en casi todos los países caribeños.
Las acusaciones de fraude aún antes de efectuar los comicios ya se han dejado sentir. Los derechistas con Lasso a la cabeza sólo aceptarán que se les declare vencedores, no existe otra alternativa para esa soberbia antidemocrática.
En estas escasas horas que le restan antes de su cumpleaños 36 y las elecciones, Andrés Arauz deberá superar el imaginario colectivo impuesto por las encuestadoras y los grandes medios de comunicación sobre lo que llaman “apatía” o “desinterés” por parte de la mayor parte del electorado y que se refleja en un alto porcentaje de “indecisos” en las encuestas no es tal. La palabra adecuada no es indecisos, sino desilusión.
Para acceder a la presidencia en primera vuelta, los candidatos deben sumar más del 40% de los sufragios y superar por más del diez por ciento a su más inmediato rival. De no ser así, los dos primeros irán a segunda vuelta el 11 de Abril.
Según todas las encuestas dadas a conocer (si es que a esta altura tienen alguna fiabilidad), la pugna principal será entre Andrés Aráuz, candidato sucesor de la Revolución Ciudadana liderada por Rafael Correa y el banquero Guillermo Lasso, apoyado por el socialcristianismo de Jaime Nebot. El actual prefecto del Azuay, Yaku Pérez, representando al partido de corte indigenista Pachakutik, obtendría el tercer lugar con más de un 10% de los votos.
Este frente de la UNES, constituido por una base social no homogénea, debe pensar no en el pasado sino en la realidad actual de un país en una gravísima crisis sanitaria, económica, social, y con un futuro de desempleo y hambre que sobrevendrá a la pandemia.
A la interna, Arauz tiende puentes hacia el feminismo, el ecologismo y los pueblos indígenas, tres aspectos que fueron el Talón de Aquiles del ex presidente Correa.
Hasta el inicio de la campaña electoral, mucha gente en Ecuador no conocía a Arauz a pesar de haber sido ministro por dos años, y antes director general bancario. Fue, junto a Pedro Paés, uno de los diseñadores del Banco del Sur y de la nueva arquitectura financiera regional que Correa impulsó junto a varios gobiernos progresistas.
Si bien el triunfo de Arauz no produciría una ruptura directa con las matrices del capitalismo mundial, estaría en condiciones de disputar los sentidos en la pospandemia con un carácter de mayor protección a la educación y la salud pública, la distribución directa de recursos a los sectores empobrecidos, un desarrollo tecnocientífico de mayor autonomía y cooperación intrarregional y Sur-Sur y sobre todo ejercería de freno a la apetencia irracional del capital multinacional sobre las reservas naturales y las capacidades humanas de la región.
Este recambio generacional casi obligado promete acometer fuertes reformas a la matriz productiva, basando el desafío de levantar a través del desarrollo tecnológico con justicia social un país empobrecido, devastado y nuevamente endeudado. La alternativa en la coyuntura es neoliberal y nefasta.
Arauz suele discutir en el espacio del Observatorio de la Dolarización sobre innovación de la teoría monetaria. Habla de economía circular, minería inversa, transición energética y feminismo. En esta último tema, critica al patriarcado instalado y plantea un sistema de cuidados por parte del Estado, similar al uruguayo.
El problema es saber si Arauz aprendió a volar solo, si se dejará poner plomo en las alas, y si tiene carisma para rodearse de los mejores, me decía un candidato a legislador.
Las elites de la derecha económica representan una fuerza social que quiere controlar el Estado para subordinarlo a sus intereses mediante la implantación del modelo empresarial-neoliberal, que ha sido la tendencia hegemónica durante las décadas finales del siglo XX y que se restauró con el gobierno de Lenín Moreno.
Y del otro lado, hay un complejo y hasta contradictorio bloque de fuerzas sociales (sectores populares, trabajadores, indígenas, campesinos, movimientos sociales, pequeños y medianos empresarios, capas medias), que no desean ese camino y que prefieren un modelo de economía social (nada que ver con Venezuela o Cuba), que garantice, por lo menos, buenas capacidades estatales para proveer bienes, servicios (educación, salud, medicina, seguridad social) e inversiones públicas, que potencie derechos individuales, laborales, sociales y ambientales, refuerce los impuestos directos para la redistribución de la riqueza, sujete y controle las arbitrariedades del sector privado.
Y lo esencial siempre estará relacionado con las raíces, o sea, en la identidad indígena, con la prioridad de la comunidad sobre el individualismo destructor y la armonía con la naturaleza como fuente de vida y salud. Pero la derecha y la tradición conservadora insisten en que el ecuatoriano se identifique con “el padre español” que es principalmente violencia, saqueo y machismo.
Lasso le sigue a Arauz apenas superando el 20 por ciento. En tercer lugar, se ubica Yaku Pérez, el candidato de la institucionalidad indígena partidaria (Pachakutik) que no cuenta con el apoyo de las bases indígenas de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) cuyo candidato natural para esta elección debió ser Leónidas Iza, líder de las movilizaciones de octubre del 2019. Arauz se reunió esta semana con el líder indígena del pueblo Achuar, Jaime Vargas.
Las movilizaciones fueron duramente criticadas por Yaku Pérez, quien reclamaba mayor protagonismo mediático. Por eso, muchos al interior de la Conaie ven con mejores ojos a Arauz. Peor aún, Pérez comparte con Lasso su anticorreismo e incluso estaría de acuerdo con un TLC con Estados Unidos.
Después de la traición, recuperar la esperanza
Está claro que el gobierno de Lenin Moreno, con sus anquilosados mentores derechistas Guillermo Lasso, Jaime Nebot y Abdalá Bucaram, es el peor de la historia ecuatoriana. Está claro que los medios de comunicación comerciales son los grandes promotores del odio a Correa, de las mentiras contra él, del apoyo incondicional al presidente Moreno. Está claro también que el asesinato del periodista Efraín Ruales, además de acallarlo, sirve para desviar la atención
La derecha y sus mandantes establecieron la disputa en los términos de los que hoy son víctimas: correísmo-anticorreísmo. Descuidaron a su propio electorado, que hoy se pregunta por qué pusieron al peor candidato y con la misma cantaleta, después de haber hecho Moreno l trabajo sucio de .desmontar casi todas las instituciones, poner en marcha un modelo económico y jurídico diseñado por cierta embajada, el FMI y aquellas ONG montadas con dinero estadounidense para “asistir” a los ministerios y algunos legisladores y cortes de Justicia.
El propósito estratégico era impedir el retorno de Rafael Correa y su movimiento político. Pee a las campañas de terror, en 2019 ganaron las prefecturas Paola Pabón y Leonardo Orlando.
Para optar por Lasso, dejaron por fuera a dos o tres jóvenes que bregaban por hacer el recambio en la derecha.
El giro radical del gobierno de Lenin Moreno hacia la derecha, la traición al mandato por el cual fue elegido, el pacto de alineamiento evidente con las directivas estadounidenses y los intereses del poder económico, con la consecuente difamación mediática, persecución y proscripción del correísmo, el co-gobierno y reparto con el ahora candidato Lasso y su aliado Nebot, la nueva dependencia del FMI y finalmente, la catástrofe sanitaria que azotó al país, fogonearon en la población el histórico espíritu de rebeldía que se manifestó en las jornadas de Octubre de 2019.
La unidad social de esos días en abierta rebelión al sistema no decantó, al menos todavía, en una unidad política, ya que persisten los rencores de antaño, los protagonismos y también la irresuelta contradicción entre las vertientes nacional-desarrollistas – ahora con Aráuz convertida en un tecnodesarrollismo más amigable con el entorno y la corriente indigenista más proclive a las proclamas ambientalistas y del Buen Vivir.
La esperanza de “volver a la Revolución Ciudadana, que logró importantes transformaciones constitucionales, una plurinacionalidad embrionaria, pero sobre todo, grandes mejorías en el nivel de vida de las mayorías, está centrada en la figura joven de Andrés Aráuz, economista y ex ministro de Conocimiento y Talento Humano en el gobierno de Rafael Correa.
Arauz, ha señalado la intención de acometer reformas que permitan una mayor democratización de la comunicación y asumirá la importante misión de poner nuevamente a Ecuador en la senda de la unidad regional destruida por la presión colonialista del gobierno estadounidense y sus vasallos regionales.
Estados Unidos
El cambio de administración de gobierno en Estados Unidos no ha impedido que intesificara su accionar desestabilizador para impedir, de todas las formas posibles, que liderazgos del mundo progresista y del mundo indígena tengan una impronta política, comunicacional y de apoyo internacional que permita volver a pensar en una nueva etapa de reformas profundas.
El gobierno de Moreno y Estados Unidos quieren garantizar el control total del país y para ello necesitan el triunfo del banquero Guillermo Lasso, que va por su tercer intento, ahora aliado con el Partido Social Cristiano que tiene en Guayaquil de Jaime Nebot y Cintia Vitier su mayor bastión, apoyado por la manipulación informativa, financiera y política.
No hay que olvidar que Lenin Moreno, como muestra de su incondicionalidad con EEUU permitió la captura de Julian Assange, fundador de WikiLeaks y refugiado en la embajada de Ecuador en Londres, a manos de la policía británica y requerido por la justicia estadounidense, que no le perdona a Assange el haber develado la conducta criminal de los gobiernos e instituciones estadounidenses.
La genuflexión de Moreno sirvió para que la Corporación Financiera de Desarrollo Internacional de Estados Unidos en junio del año 2020 aprobara inversiones por USD 242 millones para financiar créditos de la banca privada ecuatoriana: el Banco Pichincha, de Fidel Egas (dueños además de Teleamazonas) y el Banco Guayaquil, de Guillermo Lasso.
Washington acrecentó la actividad en redes sociales, con uso masivo de Facebook y Twitter contra Arauz en forma directa, como también en labores de presión contra el titular del Consejo Nacional Electoral, para comenzar a dar por hecho, imponer en el imaginario colectivo que habrá una segunda vuelta. Las acusaciones de fraude aún antes de efectuar los comicios ya se han dejado sentir. Lasso sólo aceptará que se les declare vencedores, no existe otra alternativa para esa soberbia antidemocrática.
Las fake news
En los últimos días, la revista colombiana Semana aseguró que el correísmo ahora agrupado en el espacio UNES habría recibido 80 mil dólares del ELN para financiar su campaña electoral. Según la nota, el recientemente abatido líder de la guerrilla, Andrés Vanegas alias «Uriel», habría mantenido conversaciones con el expresidente Correa. «No sé quién es Uriel, no sé de qué me hablan. Cuando tenía claras opciones de ganar en Ecuador en 2006 sacaron que me financiaron las FARC… Es telenovela repetida», aseguró Correa
Hay un intento desesperado para frenar la posibilidad de victoria en primera vuelta de UNES. Y, desde Argentina el diario Clarín publicó información relacionada a un falso video que circuló en redes sociales y que mencionaba la supuesta entrega de 250 dólares a los votantes antes de los comicios del domingo. Cualquiera preguntaría cómo se garantiza que el que recibe los 250 dólares vote por Aráuz.
Incluso se intentó vincular a Correa con el expresidente Abdalá Bucaram, imputado por presunta corrupción en la venta de insumos médicos a sanatorios públicos. La publicación en redes sociales bajo el título «Correa se solidariza con Abdalá» se viralizó horas después del asesinato del periodista de Ecuavisa, Efraín Raules, ocurrida el 27 de enero de 2021
En redes sociales, la captura de pantalla de un supuesto tuit a favor de la legalización del aborto en Argentina del candidato presidencial de UNES se compartió en redes sociales al menos 1.500 veces desde el pasado primero de enero. Lo cierto es que no existe registro de una declaración de ese tipo por parte del candidato del progresismo ecuatoriano.
Intentando derrotar y aniquilar a una persona, a un liderazgo, esa derecha se estacionó en su vereda sin renovación alguna,
Correismo
Pero una de las primeras contradicciones más fuertes se expuso a raíz de la renovación de las concesiones de telefonía celular a las empresas Telefónica de España y América Móvil, del acaudalado mexicano Carlos Slim.
En el año previo a la renovación de las concesiones, la Superintendencia de Telecomunicaciones realizó múltiples denuncias sobre el servicio que prestaban las dos compañías, e incluso las multó.
Correa sugirió en varias oportunidades que cuando vencieran los contratos, esos servicios volverían a manos del Estado. Pero, tras una negociación directa de las empresas con sus asesores más cercanos, terminó renovando las concesiones por 15 años.
Al divulgarse el informe final sobre la auditoría de la deuda externa pública ecuatoriana, que denunció procedimientos ilegítimos para contraer ciertas porciones de endeudamiento, el mandatario dio a entender que no pagaría los empréstitos correspondientes, lo que despertó apoyo de ciertos sectores dentro y fuera del país, pero luego Correa aclaró que solo «buscará» no pagar, porque primero hay que ver las instancias legales correspondientes.
En ese documento se exponen presuntas irregularidades cometidas por el ex presidente Gustavo Noboa (2000-2003). Pero, a pedido de Correa, la Asamblea Constituyente le concedió una amnistía en un proceso relacionado, lo que creó diferencias con quien presidía entonces el órgano deliberante, Alberto Acosta, y con otros asambleístas.
Ahora que Correa pide a la fiscalía investigar a los acusados de contraer deuda ilegítima, los defensores de Noboa recurren a esa amnistía aduciendo que no se puede juzgar a una misma persona dos veces por la misma causa.
Dos días antes de la difusión de la auditoría sobre la deuda, una movilización de más de 15.000 indígenas presentó un anteproyecto de ley de aguas y rechazó una propuesta gubernamental que abriría la puerta a la privatización del manejo de ese recurso, prohibida sin embargo por la nueva Constitución.
De modo simultáneo, en distintas partes del país afectadas por la extracción minera se han realizado protestas contra el proyecto de ley para el sector, presentado por el gobierno. Obviamnte, el modelo extractivista que proponía esa iniciativa contradecía los principios de economía solidaria establecidos en la Constitución.
Dijo Correa entonces: «¿Dónde está el mayor peligro para la revolución ciudadana? En esa izquierda infantil, en ese indigenismo infantil, en ese ecologismo infantil, y ya están volviendo a activarse, haciendo reuniones para promover un levantamiento para oponerse a la minería», ha dicho el presidente.
Correa, quien triunfó en tres elecciones de 2007, impulsó una Revolución Ciudadana, que incluyó una nueva Constitución, inscribiéndose en la corriente de gobiernos bolivarianos y progresistas que triunfaron en América Latina a comienzo de siglo.
La reducción de la pobreza y la desigualdad, la mejora de la educación y la sanidad y la promoción de la inclusión social, se cuentan entre sus logros, mientras una gestión “pro autoritaria” y cortapisas a la libertad de expresión se mencionan como déficits de una década que transformó el país.
No se puede pensar que un gobierno modernizador capitalista puede hacer cambios estructurales; ni que una Constitución como la ecuatoriana sea un documento revolucionario; ya que no se hace ninguna revolución desde la institucionalidad; sabiendo que los verdaderos cambios sociales se hacen desde la lucha social no desde la burocracia.
No hay que olvidar los graves “errores” del gobierno que van desde no haber estatizado una de las grandes telefónicas en lugar de renovar el contrato en 2008 hasta haber firmado el TLC con la Unión Europea que es catastrófico para las pequeñas y medianas economías campesinas.
Podemos ser muy críticos con un proceso que se desvirtuó en los últimos años y que incluso tomó algunas medidas que se pueden catalogar como neoliberales, pero no se puede entregar directamente el futuro político del país a la derecha más reaccionaria y al capital financiero nacional e internacional, ayudando a sumar un nuevo aliado a la derecha latinoamericana que se va reposicionando y reconsolidando.
Ecuador vive una crisis económica, política, social, sanitaria. Mientras, crecen los indicios de corrupción en las privatizaciones que adelantó el gobierno de Lenín Moreno, en el correo, la empresa de aviación y en particular en los trenes, que fueron reactivados en el gobierno de Rafael Correa.
El gobierno de Lenín Moreno intenta privatizar el Banco Central, despojándolo de las pocas funciones que le han dejado, para que las asuma la banca privada, como la administración de las reservas del país, de 7.000 millones de dólares. Ya le había entregado el dinero electrónico a los banqueros, entre ellos al candidato presidencial Guillermo Laso.
Para finalizar
A menudo el variopinto entramado social organizado que sustenta el proceso de los cambios (pueblos originarios, campesinos, trabajadores de las ciudades y el campo, pequeños y medianos empresarios, estudiantes, organizaciones sociales con temáticas específicas) confunde los tiempos del proceso con los de un período de gobierno, cayendo en demandas sectoriales propias de una visión cortoplacista.
Se pierde así la visualización del proceso de cambios como un largo camino que no se agota en uno o unos pocos períodos de gobierno. Con ello se ve afectado ese entramado social en su capacidad de movilización como bloque y de apoyo unitario a la causa común, que fuera clave, por ejemplo, para lograr en Bolivia la obtención del primer gobierno, el arrinconamiento de la dictadura de Añez, la posterior reconquista del gobierno y sigue siendo fundamental para la defensa y buena salud de los procesos progresistas de nuestra América.
Las elecciones será decisivas y la derrota de la derecha es una urgencia.
Aram Aharonian es periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la) y susrysurtv. Integra el Consejo Asesor del Observatorio Latinoamericano de Comunicación y Procesos Políticos (OLCCP), de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP.