Los Estados ricos – centrales o imperiales, como prefieran – compran más vacunas que las que realmente necesitan, inmunizan a sus habitantes con rapidez y sus castas gobernantes se asocian con los laboratorios – corporaciones de esas mismas naciones -, en el gigantesco negocio que vienen haciendo con el COVID, a partir de subsidios multimillonarios y precios abusivos. En tanto, en la periferia, en el Tercer Mundo las dosis escasean, los gobiernos, que no siempre juegan al margen de negociados y secretismos, tienen que competir con los poderos pero con sus billeteras flacas, y los programas de vacunación muchas veces se ven afectados o corren peligros. Un ejemplo de lo que sería capaces los laboratorios: “AstraZeneca se ha otorgado el poder de declarar la pandemia como terminada en julio de 2021. Esto quiere decir que, después de julio de 2021, AstraZeneca podría cobrar a los gobiernos y a otros compradores precios elevados por una vacuna que fue financiada en su totalidad por el público”. Argentina no está fuera de la batalla en procura de vacunas. Todo ello en un escenario en el cual millones de habitantes del planeta hacen un esfuerzo por creer, aunque sea una vez, que el principio de salud se impondrá sobre la lógica perversa de los negocios.
Por Víctor Ego Ducrot (*) / Los periodistas que, por esos azares del oficio, alguna vez nos tocó cubrir información procedente de la ONU y del sistema de organismos internaciones en su conjunto, aprendimos al menos una lección: sus voceros oficiales apelan en más o en menos a eufemismos y discursos de cuidado diplomáticos cuando quieren (o les conviene, porque entre ellos hay mucho trigo que no es limpio) manifestarse sobre acontecimientos económicos, políticos y hasta militares que se acercan al escándalo; y la falta de equidad internacional respecto de las vacunas contra el COVID ya traspasó los umbrales de la inmoralidad política global.
“Estamos viendo un vacío de vacunas. La ciencia tiene éxito, pero la solidaridad falla”, afirmó el secretario general de la ONU, António Guterres. “Pese a que las principales economías del mundo tienen una responsabilidad especial, las vacunas están llegando rápidamente a los países de ingresos altos, mientras que los más pobres del mundo no tienen ninguna (…). Es indispensable que los países se comprometan ahora a compartir las dosis excesivas de vacunas que han comprado (…), añadió.
Y al jefe del sistema multilateral lo siguió con precisiones la tantas veces cuestionada OMS: “Mientras que en 49 países de ingresos altos y medios se han distribuido 39 millones de dosis de vacunas, en un solo país de ingresos bajos apenas 25 personas han sido inmunizadas. El mundo está al borde de un fracaso moral catastrófico respecto a la distribución equitativa de las vacunas contra el COVID-19. El precio de este fracaso se pagará con vidas y medios de subsistencia en los países más pobres del mundo”, aseguró Tedros Adhanom Gebreyesus el lunes pasado el director de la Organización Mundial de la Salud.
Ese “fracaso moral catastrófico” tiene responsables. Veamos la síntesis de lo que vienen publicando desde mediados noviembre pasado diversos medios en el mundo.
El 17 de noviembre, El País, de España, y EuropaPress afirmaban: “Especulación millonaria con la vacuna: las farmacéuticas disparan su valor con medicamentos aún sin eficacia demostrada. Varias firmas del sector se anotan fuertes subidas tras presentar sus avances en comunicados, sin publicar todos los datos requeridos. La venta de acciones en manos de directivos de Pfizer y Moderna alimenta las dudas (…). El ejemplo más reciente es Pfizer y su anuncio de que su vacuna contra la Covid tiene una eficacia ‘superior al 90%’. Ese mismo día, el primer ejecutivo de la multinacional estadounidense, Albert Bourla, se embolsó casi cinco millones de euros vendiendo acciones de la empresa que tenía en cartera. En mayo, varios ejecutivos de Moderna, incluido el español Juan Andrés, hicieron operaciones similares por más de 75 millones de euros mientras la compañía subía con fuerza en Bolsa. Aún no hay certeza de que estas inmunizaciones sean efectivas (…). Hace una semana, el lunes pasado a mediodía, las bolsas celebraban el comunicado de Pfizer con alborozo: el Ibex se anotó la mayor subida en una década, los parqués descorchaban cava a ambas orillas del Atlántico y la propia Pfizer se anotaba un 8%. La compañía está cerrando ya contratos millonarios para vender su vacuna a varios países, pero lo cierto es que la única prueba pública de su efectividad es un comunicado de prensa de la propia compañía que no responde preguntas fundamentales: ¿la vacuna evita la Covid grave?; ¿cuántos vacunados han enfermado?; ¿esta inyección será capaz de salvar la vida de personas mayores, las más amenazadas por el nuevo coronavirus? (…). La también estadounidense Moderna ha disparado su capitalización desde principios de año tras anunciar buenos datos de su vacuna contra el coronavirus a través de comunicados de prensa, meses antes de que se publicasen los estudios científicos detallados para sostener sus afirmaciones. Este lunes ha vuelto a ocurrir lo mismo: subidón bursátil tras un anuncio alentador sobre la efectividad de su proyecto (94%), pero también sin un aval científico más allá del comunicado de prensa de la propia compañía. Solo ahora la Agencia Europea del Medicamento empezará a revisar los primeros resultados (…). Con otros negocios prácticamente hundidos por los confinamientos, el de las farmacéuticas —y, sobre todo, las biotecnológicas— han pasado a un primerísimo plano como único trampolín posible para sacar al mundo del atolladero de la Covid (…).
Diez días después – 27 de noviembre – en su sección Cinco Días el ya citado El País afirmaba: “Los fabricantes de vacunas de Covid: un negocio de miles de millones. Solo Moderna, Novavax, BioNTech y CureVac sumarán 24.000 millones de ingresos en tres años. Estas cuatro empresas dejarán las pérdidas para ganar 12.000 millones en 2021 y 2022 (…). Analizando a los nueve mayores fabricantes involucrados en las vacunas más avanzadas y con más peso en el negocio en Europa y EE UU, durante 2020, 2021 y 2022 habrán sumado alrededor de 48.000 millones a su facturación, según los cálculos de este diario con el consenso de mercado recogido por Bloomberg. Se trata todas ellas de firmas cotizadas. Por un lado, las empresas biotecnológicas cuyo negocio depende casi en su totalidad del desarrollo de estos productos: Moderna, CureVac, Novavax y BioNTech. Para los gigantes farmacéuticos Pfizer, AstraZeneca, Johnson & Johnson (J&J), Sanofi y GSK, la vacuna será un negocio adicional (…). Los casos más claros de crecimiento se prevén para la alemana BioNTech, asociada con Pfizer en el desarrollo de una vacuna, y de la estadounidense Moderna. La germana llegará a facturar casi 5.000 millones el año que viene, cuando se produzca su pico de ventas, ya que su candidata frente al coronavirus es la más adelantada. De hecho, acabó la fase III demostrando una eficacia del 95% y se espera que sea aprobada en los próximos días en EE. UU. y Europa para comenzar su distribución antes de Navidad. Si en 2020 se producirá el grueso de su distribución, en 2021 todavía ingresará 3.112 millones (el año pasado solo facturó 109 millones). Igualmente Moderna dará un enorme salto de ingresos. Su vacuna, de cuya fabricación final se encarga el laboratorio madrileño Rovi para todo el mundo excepto EE. UU., es de las más avanzadas en plazos. Sus resultados preliminares indican una eficacia del 94,5% y se espera que en las próximas semanas solicite la autorización comercial tanto en EE UU como en Europa. Su negocio alcanzará los 4.160 millones en 2021 y los 4.156 millones en 2022”.
El mismo medio recuerda: “el desarrollo de cualquier producto farmacéutico conlleva habitualmente cientos de millones de inversiones y en este caso también es así, por lo que se ve reflejado en las pérdidas de estas biotecnológicas hasta ahora. En 2020, estas cuatro empresas tendrán 1.205 millones en números rojos en conjunto. Sin embargo, ya en 2021 dispararán su beneficio a 6.035 millones y en 2022 a 5.970 millones. En total, 12.000 millones de ganancias en los dos próximos años. BioNTech será la que más consiga elevar su beneficio neto, hasta los 3.125 millones el año que viene. En el caso de Moderna será de casi 2.000 millones (…). En el caso de las grandes farmacéuticas involucradas en la fabricación, es mucho más complejo conocer en qué medida impactará la venta de estos productos en la facturación, ya que en su caso las previsiones recogidas por Bloomblerg incluyen el negocio conjunto, que puede ir desde la oncología al gran consumo, como en el caso de Johnson & Johnson, que investiga una alternativa para el coronavirus a través de su filial Janssen. De todas formas, Pfizer, AstraZeneca, J&J, Sanofi y GSK verán también engrosar sus ventas en 24.750 millones en tres años (…). AstraZeneca, ha comunicado que distribuirá su vacuna –una de las más adelantadas en plazos y con una efectividad media del 70%– en una iniciativa sin ánimo de lucro mientras dure la pandemia. En este caso, los ingresos previstos del laboratorio británico pasarán de más de 36.000 millones en 2020 a casi 40.000 millones en 2022. Según Bloomberg, su beneficio pasará de 4.497 millones a 6.972 millones en dos años.
Las alertas sobre el efecto de las tradicionales maniobras de las corporaciones farmacéuticas, comprometidas no con la salud sino con sus propios negocios, surgen desde hace meses entre los más diversos actores.
Por ejemplo, la organización Médicos Sin Fronteras (MSF) sostenía el 10 de noviembre pasado: “Los gobiernos deben exigir que las farmacéuticas hagan públicos todos los acuerdos de licencias de las vacunas contra el COVID-19. Los términos relevados de un acuerdo muestran que no podemos confiar en la buena voluntad de las farmacéuticas para hacer lo correcto, incluso en medio de una pandemia.
MSF se refiere a la reciente divulgación de los “preocupantes” términos de un acuerdo alcanzado entre la empresa farmacéutica AstraZeneca y el organismo público de investigación Fundação Oswaldo Cruz (Fiocruz) en Brasil, para producir al menos 100 millones de dosis de vacunas (AZD1222).
El acuerdo mostró que existen límites para los compromisos públicos “sin fines de lucro” de AstraZeneca, y que la compañía se ha otorgado el poder de declarar la pandemia como terminada en julio de 2021. Esto quiere decir que, después de julio de 2021, AstraZeneca podría cobrar a los gobiernos y a otros compradores precios elevados por una vacuna que fue financiada en su totalidad por el público.
“Las corporaciones farmacéuticas tienen un historial muy deficiente de transparencia en todos los ámbitos, desde acuerdos de licencia y transferencias de tecnología, hasta costos de investigación y desarrollo (I + D) y datos de ensayos clínicos, y la poca información que se ha revelado sobre las promesas de una vacuna ‘sin fines de lucro’ de AstraZeneca debería ser una señal de advertencia para recordarnos que no se puede confiar en que la industria farmacéutica actúe en interés de la salud pública”, recuerda MSF.
Los acuerdos sobre licencias alcanzados por varias compañías más que compiten por desarrollar vacunas contra el COVID-19 también permanecen en secreto, a pesar de niveles sin precedentes de financiación pública. Se han invertido más de US $12 mil millones en investigación y desarrollo (I + D), ensayos clínicos y fabricación de seis vacunas contra el COVID-19 que llevan la delantera, desarrolladas por AstraZeneca / la Universidad de Oxford (más de $ 1.7 mil millones) Johnson & Johnson / BiologicalE ($ 1.5 mil millones), Pfizer / BioNTech ($ 2.5 mil millones), GlaxoSmithKline / Sanofi Pasteur ($ 2.1 mil millones), Novavax / Serum Institute of India (casi $ 2 mil millones) y Moderna / Lonza ($ 2.48 mil millones). AstraZeneca ha llegado a afirmar varias veces que el desarrollo de la vacuna no tendrá implicaciones financieras para la empresa, ya que «se prevé que los gastos para hacer progresar la vacuna se compensen con fondos de gobiernos y organizaciones internacionales».
Argentina no está fuera de la batalla en procura de vacunas
“Las vacunas y la demanda insatisfecha” es el título de un más que interesante artículo publicado por el colega Daniel Arias en el sito Agendar, el 18 de enero pasado. Paso a citarlo, casi en su totalidad, dado sus certezas informativas y la lucidez de sus interpretaciones.
(…). Creo que va a terminar sucediendo que el RDIF, el fondo ruso que comercializa la Sputnik, va a tener problemas de volumen de fabricación de ambos componentes de su vacuna, no del segundo, como dicen algunos medios – se refiere el texto al tena comentado tema de las dos dosis -. Los rusos, cuya industria farmacológica hasta hoy sólo funcionó dentro de un territorio gigante pero con una población mediana (147 millones), para salir al ruedo mundial tienen el mismo problema de falta de capacidad fabril instalada y a su nombre que Pfizer, AstraZeneca, Johnson & Johnson, y ni hablemos de Moderna (…). Todos están tercerizando la fabricación. Y para hacerlo, derivan su tecnología a fabricantes de genéricos de alta calidad, como tienen desde hace décadas Corea del Sur y la India, o -en el caso de AstraZeneca-, nuestro país.
No se extrañe, lector, pero mucho medicamento vendido a precio de fantasía por las Big Pharma de EE. UU. o de la Unión Europea se fabricó aquí con calidad estadounidense o alemana en plantas sumamente argentinas, como las de Biosidus o como la de mAbxcience (del grupo ELEA). Es como el mundo textil, donde una prenda turca excelente por calidad (pero barata por mano de obra) se rebautiza como Louis Vuitton o Gucci en Europa Occidental, y pasa a costar 20 o 30 veces más. La gente -médicos incluidos- compra etiquetas. Nuestro país no tiene -al menos todavía- la etiqueta tecnológica. Pero el mundo real a veces no tiene mucha relación con el de las etiquetas.
Lo cierto es que en esta pandemia tan esperada y tan intempestiva, aún sumando a sus marcas todos los «fabricantes fantasma» del mundo, no los hay suficientes. Y tampoco dan el volumen necesario para abastecer al mundo de vacunas antiCovid sin comprometer la calidad. Si a esto añadimos la dificultad logística que presentan algunas fórmulas como la de Pfizer, que debe distribuirse a 70 grados bajo cero, el panorama es de demanda mundial insatisfecha, y eso va a durar.
Los rusos están tercerizando en la India, en Corea del Sur, y ahora en Brasil. Le hicieron un guiño a la Argentina, para que se fabricara la Sputnik V aquí, pero no pasó de un flirteo. La situación global del RDIF es que tienen una de las vacunas génicas con adenovirus más sensatas, eficaces y baratas, con el plus de que se distribuye a temperatura de freezer de heladera comercial (18 grados bajo cero), y de que está en camino una formulación liofilizada, es decir en polvo, que se conserva meses a temperatura de heladera, gabinete inferio (3 a 8 grados SOBRE cero).
Esto se va sabiendo. Pese al ninguneo mediático y regulatorio que ha recibido la Sputnik V en Occidente, y pese a que los rusos entienden tanto de licenciamiento y de márketing farmacológico occidentales como los esquimales de fútbol, hoy tienen un pedido oficial de AstraZeneca para una vacuna que combine el Ad26 ruso con el adenovirus de chimpancé que usa su fórmula, llamada Oxford o ChAdOx, como carrier.
Y un pedido de AstraZeneca no es un pedido de cualquiera. Todo el mundo esperaba que la Oxford fuera la tercera vacuna licenciada por la FDA (Food and Drug Administration). Y aunque hoy por hoy sólo la aceptaron el Reino Unido, la India y Argentina (no por nada, países donde se fabrica), es la más barata del mundo (diez veces más que la de Moderna o Pfizer) y la única con 10 grandes proveedores de genéricos de primera línea asegurados.
Como sea, la falta de una red de «fabricantes fantasma» equivalente para la Sputnik V tal vez atrase las entregas pactadas por el RDIF con Argentina. En ese caso el gobierno argentino tal vez, sin dejar de asegurar la doble dosis a cada vacunado, de todos modos deba espaciar los pinchazos. De las 3 semanas «de diseño», quizás deba pasar 8 o incluso 12 semanas más tarde la segunda aplicación. Si no hay, no hay. Cuando llegue, habrá.
Será un experimento forzoso, que podría mostrar mayor, menor o igual efecto mitigador de patogenicidad y letalidad respecto de las cifras de la fase III. Y digo «forzoso» porque la Argentina hasta marzo no tiene acceso a la vacuna Oxford, aunque la está fabricando a todo trapo desde este invierno.
Ignoro los detalles contractuales por los cuales todo el volumen fabricado aquí se encapsula en México, sin que las partes que negociaron por Argentina (el gobierno nacional y el grupo Insud, es decir laboratorios ELEA y varios más) acordaran que se reserve un porcentaje de lo que sale de la planta de mAbxience, en Garín, provincia de Buenos Aires, para autoabastecimiento nacional.
«No entiendo cómo no hay un circuito de fraccionamiento para uso local», se frustra el Jorge Geffner. Virólogo e inmunólogo, Geffner dirige el INBIRS, Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y Sida, que pertenece a la Universidad de Buenos Aires y al CONICET. Expresa el asombro de muchos de sus pares.
Cualesquiera sean los motivos, ha sido un error: en 2O21 el problema fundamental de las vacunas, de TODAS, va a ser la demanda mundial insatisfecha. Partida que se va de la Argentina, hay que ver cuándo vuelve, si vuelve. Puede ser incautada en México o por cualquier otro país sudamericano desesperado cuyo territorio deba sobrevolar el avión que las traiga de regreso a la Argentina.
Ese tipo de piratería del asfalto aeronáutico, el decomiso ilegal de cargas por parte o a cuenta de estados poderosos, se vio hasta el hartazgo en los aeropuertos nodales durante los primeros meses de la pandemia. Con órdenes judiciales o sin ellas, se choreaban textiles (barbijos N95. guantes, antiparras y trajes y telas hazmat), y también kits de diagnóstico. Y a cantarle a Gardel.
La otra vacuna que Argentina contrató con mucha anticipación fue justamente la Oxford, o ChAdOx. Consta de 2 dosis idénticas en principio activo (genoma del antígeno Spike) y también en el adenovirus que hace de «carrier».
Sin embargo, la Oxford tampoco es una más entre las varias decenas de fórmulas con carrier adenoviral. Su originalidad es casi comparable a la de la vacuna rusa. El adenovirus de la Oxford resfría sólo a los chimpancés, no a las personas, de modo que no se espera resistencia inmune contra el carrier. Al menos, no con la primera dosis.
Ese adenovirus de primate explica el acrónimo ChAdOx (Chimpanzee Adenovirus Oxford University). La Oxford o ChAdOx tuvo una fase III que la Food and Drug Administration (FDA), agencia regulatoria estadounidense, consideró metodológicamente desprolija, por constar de un resumen hecho por metaanálisis matemático de experiencias demasiado dispares entre sí, considerando tanto los grupos de voluntarios como las dosis suministradas.
AstraZeneca tuvo que presentar sus resultados a destiempo, apurada por Pfizer y Moderna, que habían revelado eficacias despampanantes, 95% y 94,1% respectivamente. Estas cifras son demasiado cercanas al 100%, que por definición, no es alcanzable: la biología no funciona así. Probablemente esos números dorados sean corregidos a la baja por el despliegue masivo, es decir «por doña Realidad», como suele llamarla el dueño de este portal, Abel Fernández.
Pero AstraZeneca formaba en el pelotón de punta y, forzada por las dos firmas yanquis, presentó sus papeles a fines de noviembre, con una fase III a medio cocinar, armada con demasiados experimentos distintos atados con piolines matemáticos, y una eficacia demasiado dependiente del ojo de cada juez. Del 62,1% (según la FDA) y superior al 71% (según el MHRA, la agencia regulatoria británica). La FDA le dijo a AstraZeneca: «siga participando», a espera de carpetas más prolijas. La MHRA, obviamente, la aprobó.
¿Son más creíbles las cifras algo bajas de la Oxford, o las despampanantes de Moderna y Pfizer? «En la cancha se ven los pingos», como dicen en el campo: el despliegue masivo, la llamada fase IV o de fármacovigilancia y bajo el escrutinio no de la FDA sino de todas las agencias reguladoras nacionales existentes, irá diciendo la verdad, aunque a la larga. En el mejor caso, el efecto inmunizante de la Oxford por ahora es unos 20 puntos inferior al de la Sputnik, y éste fue declarado por Rusia en un 91,4% con la doble dosis. ¿El adenovirus de mono del primer pinchazo de la Oxford tal vez despierta demasiada resistencia inmune cuando llega el segundo? Podría ser una de las bases del entendimiento que se cocina entre AstraZeneca y el RFID.
Sobre esto, sólo hay silencio de radio y conjeturas. Pero lo que parece inevitable es que, debido a una MUY mala negociación para la Argentina sobre el fraccionamiento de la Oxford, y porque los rusos ahora se han vuelto demasiado populares, los corteja Gran Bretaña y tienen demanda incluso de Brasil y de la India, aquí, por chiquitos o por bobos, terminemos haciendo experimentos de espaciar dosis. Y eso con las dos únicas vacunas de las que deberíamos tener un suministro asegurado, y creíamos haberlo conseguido.
También tenemos acceso a la vacuna a virus entero atenuado de Sinopharm. Tecnológicamente, ésta se complementa muy bien con todas las génicas o codificantes de todo tipo, unánimamente dirigidas contra epitopes del antígeno Spike. En cambio la Sinopharm se parece a la vieja Salk antipoliomielitis: se hace con la cápside entera del SARS CoV2 muerto. Está hecha de varios antígenos distintos, y no sólo del Spike. Esta diversidad provoca una respuesta inmune mucho más múltiple, teóricamente capaz de dejar sin escapatoria evolutiva a este virus bastante mutante, como viene demostrando ser el SARS CoV2.
Pero China, que hizo gratis aquí una fase III con 3.000 voluntarios, a la Argentina hasta hoy le entrega poco y caro y sin fecha. Hasta donde se sabe, esta negociación también fue llevada a cabo por el Ministerio de Salud… y el laboratorio de su preferencia, ELEA. La palabra dada y la firma no valen de mucho en un mundo en desabastecimiento.
Donde, además, el que no corre, vuela. Esta semana dimos por fin un notición no sobre vacunas preventivas, sino sobre clínica de la enfermedad: el suero equino hiperinmune de Inmunova (ver aquí). No es un suero común sino un medicamento homogéneo, fabricable en masa, absolutamente predecible, y debido a ello, bastante revolucionario si se lo compara contra los sueros humanos. Suministrado en fase sintomática severa del Covid-19, disminuye la mortalidad en un 45%, reduce el ingreso a terapia intensiva en un 24%, y el uso de respirador en un 36%. No ha demostrado efectos adversos.
Estas afirmaciones se apoyan sobre un estudio muy prolijo pero exiguo, de fase 2/3, sobre 242 pacientes de entre 18 y 79 años, que difícilmente hubiera sido aprobado en tiempos de menor urgencia. Pero estamos en guerra y perdiéndola: con las nuevas cepas sudafricana, brasileña y especialmente la B.1.1.7 británica, mucho más contagiosa que la italiana, saltando ya de país en país, se producen más contagios que vacunas en todo el mundo.
En semejante escenario, el lanzamiento de este medicamento podría haber sido una fiesta nacional, pero se opacó porque resulta que cada ampolla será vendida (por ELEA) a $ 60.000, con lo que un tratamiento completo de 2 ampollas y 3 días de internación, para mitigar eventuales reacciones adversas, termina costando $ 200.000. «Es la mitad para el estado, y se paga en cuotas», dijeron en Inmunova, con incomodidad.
Hace unos días en la Universidad Nacional de San Martín, UNSAM, en cuyo Parque Tecnológico Inmunova alquila sus laboratorios, había popes científicos que apoyaron este desarrollo desde sus inicios: estaban entre el desconcierto y la indignación. ELEA podrá no ser Pfizer, que más o menos nos pide que cambiemos la Constitución Nacional para darnos su carísima vacuna. Y podrá ser una empresa argentina. Pero sumando estos precios del suero hiperinmune al tema de de la vacuna Oxford que fabrica aquí (pero habrá que esperar el verano entero a que baje desde México), la cosa no da para cantar el himno.
Me dice Abel Fernández, en cita textual: «La iniciativa y el riesgo empresario asumidos por ELEA -o el grupo Insud- deben ser valorados por los argentinos. Pero la responsabilidad final de las negociaciones y de la fijación de precios en temas de salud pública es del Estado. Como también está en su función que las vacunas y los medicamentos lleguen a hospitales, sanatorios y obras sociales a precios accesibles». Creo lo mismo. Y quiero la separación entre Big Pharma y el estado.
Para el final dos informaciones de voces oficiales difundidas este mismo 19 de enero, una por la agencia Telam y otra por el diario Página 12, entre otros. ¡Y tanta falta que hacen esas voces oficiales, en medio de lo que se ha convertido en alimaña (des) informativa: la TV y el sistema mediático dominante en general, propalando versiones las más de las veces tergiversadas!
De Telam: El ministro de Salud, Ginés González García, aseguró hoy que el Gobierno está “cumpliendo el plan de vacunación en todo el país», que se desarrolla «en tiempo y en forma» según el cronograma dispuesto y con «las dosis aseguradas» para todas las provincias.
«La campaña de vacunación se viene desarrollando en tiempo y en forma. Recibimos la vacuna, la distribuimos, establecemos un día para vacunar. El programa lo venimos cumpliendo bien. Hoy comenzamos a aplicar la segunda dosis», dijo el titular de la cartera de Salud en la puerta del Hospital Posadas, en el oeste del conurbano bonaerense.
El marco de las declaraciones fue el inicio de la segunda etapa del plan de inmunización a los trabajadores de la salud, primer segmento que recibe la vacuna por su contacto estrecho a diario con el virus, y que hoy completa su inoculación con la segunda dosis de la Sputnik V.
La secretaria de Acceso a la Salud, Carla Vizzotti, acompañó al ministro y también dos trabajadores de la salud, que fueron los primeros vacunados al cumplirse hoy 21 días de la primera dosis, el 29 de diciembre último.
Respecto a la primera inmunización, Ginés González García aseguró que «hasta ahora» no se registró «ningún inconveniente», al contrario de lo que plantean algunos sectores «con mala intención», y afirmó que están «aseguradas más de 51 millones de dosis con un programa de vacunación nacional para cuando el plan tenga escala, que será en pocos días».
Ginés le pidió a la sociedad que acompañe el esfuerzo que realiza el personal de la salud con la atención de los enfermos y el Gobierno con el programa de vacunación, y aseguró que la forma de hacerlo es «cuidándose para tener controlada la pandemia y que cada vez sean menos necesarios los hospitales».
Los trabajadores de la salud fueron los primeros en recibir la vacuna Sputnik V el 29 de diciembre, cuando el país comenzó la campaña de vacunación contra el coronavirus.
A partir de hoy recibirán la segunda dosis cuando se cumplen los 21 días desde la primera aplicación, para completar su inmunización frente al virus.
“Estamos cumpliendo no solo acá, sino en todo el país. Esto es una política federal equitativa, que llega a todos”, dijo el ministro de Salud.
Recordó que «se está empezando la segunda etapa a los 21 días, el momento en el que se sugiere la segunda dosis y ya tenemos los dos primeros vacunados», en referencia a los dos trabajadores que lo acompañaban en la puerta del hospital.
«Las autoridades del Posadas me decían que se sienten más seguros y el operativo se viene cumpliendo en tiempo y forma”, indicó el titular de la cartera de Salud.
Al responder una pregunta sobre cuándo serán vacunados los docentes, Ginés González García explicó que “ha sido voluntad del Presidente que sean incluidos como prioridad en el esquema”, aunque no dio precisiones sobre cuándo comenzará la vacunación para este colectivo de trabajadores.
El funcionario reiteró que el Gobierno viene trabajando con varios proveedores, como AstraZeneca, Gamaleya (Sputnik V) y Covax (el fondo de Naciones Unidas), y aseguró que “con eso ya tenemos 51 millones” de dosis.
“Pero estamos negociando con Janssen, con Pfizer todavía, con Sinopharm, con Moderna, con una cantidad importante de manera tal de asegurarnos vacunas de distintos proveedores”
Al responder una consulta respecto de cuándo se habilitaría la vacunación con la Sputnik V a mayores de 60 años, señaló que “se están terminando las traducciones de la documentación y es una cuestión de horas para que también estén habilitados los mayores de 60 años”.
Por su parte, los trabajadores de la salud que fueron los primeros en recibir la segunda dosis y cumplir así su inoculación, destacaron la importancia de la vacunación pero también de «seguir cuidándose» debido a que «continúa aumentando la demanda espontánea» de atención por coronavirus, y también de «internación y terapia».
«Tenemos expectativa de que la gente quiera vacunarse porque es importante, la vacunación es el medio para terminar con esta pandemia», dijo el segundo inmunizado.
Y Página 12: Según informaron desde la cartera sanitaria, antes de fin de enero, se realizarán los vuelos hacia Moscú para traer las 4,7 millones de dosis a las que el Centro Gamaleya se comprometió en esta primera instancia. Luego, durante los meses que siguen, llegarán las restantes para completar las 20 millones acordadas con el Fondo Ruso de Inversión Directa. A esas deberán sumarse el millón de la vacuna china realizada por la empresa estatal Sinopharm, las 22.4 millones de AstraZeneca/Oxford que llegarán en marzo y las 9 millones que serán recibidas de parte de la plataforma Covax, el fondo de acceso global que es liderado por la Organización Mundial de la Salud y cuyo aval de creación fue firmado por 172 naciones. El Gobierno, por último, no descarta destrabar las desinteligencias con Pfizer ni cerrar, en los próximos días, un acuerdo para la llegada de Moderna.
La vacunación seguirá en etapas, voluntaria e independiente del antecedente de haber padecido la enfermedad. Según prevén desde la cartera que conduce Ginés González García 14.492.299 son las personas a vacunar en los grupos priorizados: 821.394 trabajadores de la salud, 7.414.866 mayores de 60 años, 493.727 miembros del personal de las Fuerzas Armadas y de Seguridad, 4.063.968 personas entre 18 y 59 años con comorbilidades, 1.417.310 personal educativo y 266.034 personal esencial del Estado y docentes universitarios. Para ello, dispusieron la participación de 36 mil vacunadores y 80 mil miembros del personal de apoyo, repartidos en 7.749 establecimientos de salud acondicionados a tales efectos.
Todo ello en un escenario en el cual millones de habitantes del planeta y sobre todo del Tercer Mundo hacen un esfuerzo por creer, aunque sea una vez, que el principio de salud se impondrá sobre la lógica perversa de los negocios.
(*)Víctor Ego Ducrot, periodista, escritor, profesor universitario y director de esta página. Doctor en Comunicación por la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Profesor titular de Historia del Siglo XX (Cátedra II) en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la misma UNLP. Tiene a su la cátedra Análisis y Producción Crítica de Narrativas sobre Delito y Violencia, en la maestría Comunicación y Criminología Mediática, en la cual integra el Consejo Académico. Es director de esta página informativa.