Creer que los problemas radican en un virus es una postura tan negacionista como creer que la pobreza empieza en los pobres. Las complicaciones sociales comenzaron mucho antes que el Covid-19, los mercados siempre protegieron a los mismos y las decisiones políticas con o sin virus también dejaron mucho que desear en reiteradas oportunidades. Es por ello que la política sí es la que nos puede sacar de este lío.
Por Carlos M. López (*) / Las condiciones sociales y económicas desfavorables en la región provocan que América Latina haga frente a uno de los momentos más complejos de la historia reciente en su lucha contra el coronavirus. Las infecciones en la Argentina bajaron durante el último fin de semana a un ritmo de 2 mil contagiados menos por día. Seguir aguantando, única certeza luego de casi siete meses de aislamiento social.
Hace 286 días que vi a algunos de mis familiares por última vez en un largo tiempo. La distancia habitual que separa ciudades se convirtió en un estado incierto y poco natural con la pandemia. La cuarentena se hizo cada vez más espesa para quienes no tienen oportunidades, para quienes necesitan trabajar, para chicos y adultos, para todos y todas. Somos seres sociales y necesitamos, quizá más que en ninguna otra parte del planeta, tocarnos, reconocernos con un abrazo, estrechar una mano o poner la mejilla para un beso. La estresante realidad no sólo es sentimental, es material desde lo económico y potencialmente política, con una creciente disconformidad en las instituciones políticas, abrumadas por la inmediatez de la urgencia que impone el Covid-19.
Aunque parezca de repente algo egoísta, con sentido común muchas personas por estos días comenzaron a planificar qué hacer durante las próximas vacaciones de verano o cómo organizar los festejos de fin de año. El protocolo sanitario será lo que mande pero con tantos matices como pueblos existen en el país. En Mar del Plata la actividad vuelve a ponerse a ritmo para preparar la ciudad para la temporada alta, al igual que en otras ciudades balnearias que conforman nuevos lineamientos de reapertura. Localidades del interior abren o cierran sus ingresos dependiendo cómo se defina la curva de contagios semana tras semana. La Ciudad de Buenos Aires muestra apertura de restaurantes y bares desde el mes pasado en barrios como Palermo o Recoleta, y ahora con nuevas zonas que se suman a las nuevas implementaciones de agrupamiento social reducido.
Lo que no cesa es la caída de una economía muy golpeada. Los locales comerciales que cierran conforman una larga lista que no discrimina por barrio. La región latinoamericana afronta uno de sus momentos más duros en la historia, no con muertes por guerras u ocupaciones, pero sí con cientos de personas que mueren día a día por los contagios, que aumentan pese a los intentos de asistencia social. Es que no se puede reparar lo estructural con urgencia. En una entrevista emitida por Radio AM 750 en septiembre pasado, el ex presidente uruguayo Pepe Mujica explicaba desde su visión que “cada 15 días en esta injusta América Latina hay un nuevo multimillonario, esto quiere decir que la riqueza tiende a concentrarse más y más. Va apareciendo un estamento de súper rico. Nuestras burguesías son débiles en el sentido que tienen propensión al rentismo y no al riesgo de proyectos productivos de largo aliento”, expresó.
A su vez, con respecto a la situación en la Argentina el ex mandatario anticipó que “ha estado varias veces jodida y siempre sale. Tiene fuerza y tiene recursos, pero el problema es que tenga la paz institucional interior como para poder superar esto. Me preocupa mucho más el clima político que la realidad material”. Uruguay logró a diferencia de la mayoría de los países de la región, establecer un rápido control contra la enfermedad, lo que para Mujica tiene que ver con que “la agarró con 9 puntos y pico de PBI que se gastan en salud, mientras que el promedio de lo que gasta América Latina son 3 puntos y medio”.
No fue la política la que nos metió en este lío. Ni el más acertado fue capaz de detectar que el actual sería un año con largas colas para ingresar a una panadería, caras tapadas obligatoriamente y máscaras que nos hacen sentir preparados rumbo a un viaje espacial. Sin embargo, el coronavirus es una problemática más que se presenta ante el mundo como tantas otras. Creer que los problemas radican en un virus es una postura tan negacionista como creer que la pobreza empieza en los pobres.
Las complicaciones sociales comenzaron mucho antes que el Covid-19, los mercados siempre protegieron a los mismos y las decisiones políticas con o sin virus también dejaron mucho que desear en reiteradas oportunidades. Es por ello que la política sí es la que nos puede sacar de este lío. Es evidente que los dirigentes a los que les ha tocado enfrentar el presente no han encontrado el modo aún, la incertidumbre sigue ganando. Es entonces un momento bisagra para cambiar el rumbo y pensar en protocolos que nos permita no seguir perdiendo terreno contra las muertes, la pobreza y la desigualdad.
Sin olvidar de dónde venimos ni quiénes somos, es posible aplicar ante el actual escenario y rumbo a una temporada de verano una de las metodologías más exitosas en las naciones emergentes: adoptar ciertas ideas, con más o menos posibilidades, y adaptarlas a la realidad territorial nacional. Según una publicación de junio realizada por la revista Time, la Argentina fue el único país de la región en ingresar a un selecto grupo de diez países que aplicaron mejores estrategias para combatir al virus. La clave fue la rápida prevención y la obediencia de la mayoría de los ciudadanos.
Es decir que con una planificación y recursos enfocados en un propósito que beneficie a las grandes mayorías el país mostró una cara poco valorada por estos días. El único inconveniente al analizar esto es que el coronavirus no es nuestro único miedo, por aquí enemigos sobran.
Así es que lo que no logró en paralelo nuestro país fue estabilizar la economía, por lo que somos un caso muy diferente a los otros mencionados como Alemania, que aplicó controles masivos de testeos e inversión sanitaria; Corea del Sur, con la más alta producción industrial de testeos aun cuando ni siquiera contaban con contagios masivos, y Taiwán, con la particularidad de tener bajo contagio sin detener la actividad comercial. La lista la completan naciones como Islandia, Singapur, Canadá, Australia, Grecia y Emiratos Árabes Unidos. Como ante todo desafío, la preparación fue un factor clave para todos estos países, sumado a los testeos masivos, un fuerte aislamiento primitivo en algunos casos y un fortalecimiento de las medidas de higiene, una tarea que por simple que parezca poco lograda ha sido su aplicación en la mayoría de los países de la región o incluso en otros mejor posicionados como Estados Unidos.
Entonces lo realmente problemático de la crisis a la que nos expone el coronavirus no es sólo la enfermedad en sí, ya instalada como una nueva amenaza con la que los seres humanos aprendemos a convivir, sino más bien una serie de consecuencias que no son producto del virus mismo.
La desigualdad social, la falta de acceso a una higiene preventiva, el desempleo, las condiciones de vivienda precarias y la ausencia de una proyección económica estable es lo que provoca mayor preocupación en los pueblos de América Latina. Sin el virus la región ya contaba con los desafíos mencionados, con lo cual ahora el escenario se vuelve traumático para las familias que consecuentemente detectan que la lucha continuará por un largo rato.
Que algún día el virus va a pasar a ser menos traumático para quienes sigamos con vida es muy posible. También quizá la economía deje de ocupar tanto la cabeza de los argentinos, al menos por un ratito. Pero por mucho que moleste ninguna de las dos premoniciones aún son una realidad. Es así que quienes están en medio del embrollo luchando por recuperarse de un contagio y quienes aún contamos con la suerte de no sentir el virus de cerca, tenemos la única responsabilidad de seguir siendo nosotros mismos. No olvidar es tan necesario como proyectar. El dolor durante el 2020 se hizo grande, rompió fronteras y hasta sensibilizó a quienes no escuchaban los gritos. Es una realidad traumática en la que los ganadores se vuelven más victoriosos y los perdedores se cuentan de a millones. Los números ayudan esta semana con una leve caída en la curva de contagios desde el sábado pasado. Hagamos de cuenta, como tantas otras veces por estos lados, que todo va a estar mejor mañana.