Signada por la pandemia del Covid-19, la Asamblea General de Naciones Unidas dio inicio este martes a un nuevo período de sesiones, con la particularidad de la presencia virtual de los líderes mundiales. Al cumplirse el 75 aniversario de los acuerdos de Bretton Woods, que definieron los lineamientos de lo que sería la economía capitalista tras la segunda guerra mundial, el eje central estuvo puesto en el multilateralismo. «El futuro que queremos, las Naciones Unidas que necesitamos: reafirmación de nuestro compromiso colectivo con el multilateralismo”, reza el tema de este año. Pero, ¿cuál es el estado de situación del orden multilateral internacional? La pandemia terminó de cristalizar un escenario de relativa crisis que se ha venido conformando hace tiempo.
Por Vicky Castiglia / El 2019 ya había dado muestras claras de la crisis del sistema multilateral internacional, con la agonía de la Organización Mundial del Comercio, las constantes amenazas de guerra comercial entre China y Estados Unidos y su repercusión en los mercados internacionales, el estancamiento de la globalización, la “parálisis por voto” en el Consejo de Seguridad, la apuesta de varios países y bloques regionales por el bilateralismo y el aislacionismo, la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París y del Pacto Nuclear, el resurgimiento de los nacionalismos en algunos Estados –evidenciados por ejemplo con el Brexit-, las políticas antiinmigratorias, la falta de respuestas concretas y resolutivas en relación con el cambio climático y la falta de consenso en temas clave como Medio Oriente.
Lo que va del 2020 ha sido un gran sacudón: a ese listado de problemáticas se le suman otras de gravedad producto de la irrupción del virus, empezando por las muertes en cantidades demenciales. “La pandemia ha generado una catástrofe económica, aumentó las desigualdades, la corrupción, las injusticias y se ensañó con los más vulnerables acabando con el progreso de décadas. En estos momentos, los indicadores de desarrollo humano disminuyen y aumenta la pobreza, no estamos en el camino de alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible y nos alejamos de los esfuerzos de desnuclearización”, dijo el secretario General de la ONU, Antonio Guterres durante la apertura del plenario de la ONU, al tiempo que convocó a la comunidad internacional a mantenerse unida y evitar una nueva guerra fría.
Pero si la Guerra Fría que se extendió durante la segunda parte del Siglo XX estuvo signada por la disputa por la hegemonía entre Estados Unidos y la Unión Soviética, hoy el escenario es notablemente diferente: en primer lugar, la administración de Trump (aunque podría terminarse a fines de este año si no es reelegido Presidente) está más preocupada por la cuestión interna que por las continuidades del multilateralismo internacional. En el plano de los discursivo, donde se evidencian claramente las disputas simbólicas del poder, esta cuestión quedó de manifiesto en las declaraciones del Presidente de este martes ante la Asamblea de la ONU, cuando señaló: “Durante décadas, las mismas voces cansadas propusieron las mismas soluciones fracasadas, persiguiendo ambiciones globales a expensas de su propio pueblo, pero sólo cuando uno se ocupa de sus propios ciudadanos alcanza una verdadera base para la cooperación. Como Presidente, yo rechacé esos enfoques fracasados del pasado y ahora, orgullosamente, pongo a Estados Unidos primero, como ustedes también deberían poner a sus países primero”.
Si la ONU es el mejor ejemplo del multilateralismo, las acciones de Trump en relación con ella dan cuenta de su postura. Ya ha manifestado la posibilidad de retirar a su país de la OMS, pero, según una nota del New York Times, “también ha abandonado o reducido el apoyo a varios organismos de la Organización, como el Fondo de Población de las Naciones Unidas, el Consejo de Derechos Humanos y el organismo que ayuda a los palestinos clasificados como refugiados”. Además, “ha sido un crítico frecuente de la ONU, al rechazar las nociones de gobernanza mundial y quejarse de lo que él considera un gasto excesivo en un presupuesto”.
En segundo lugar, si bien Rusia sigue siendo un actor importante, el temor por una supuesta nueva guerra fría tiene a China como contendiente principal de Estados Unidos. Pekín sí está preocupado por extender su influencia a lo largo del globo (su iniciativa conocida como “La Ruta de la Seda” es una prueba tangible) y, en ese sentido, la apelación al discurso multilateral es utilizada como una herramienta más en pos de su objetivo. Según la misma nota del NY Times, el país asumió posiciones de liderazgo en organismos que incluyen el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales, la Unión Internacional de Telecomunicaciones y el Consejo de Derechos Humanos. En el marco del plenario de esta semana, la respuesta al pedido de Guterres y las declaraciones de Trump no se hizo esperar por parte del Xi Jinping, quien afirmó que Pekín «no tienen ninguna intención de combatir ni una guerra fría ni una guerra caliente con ningún país» y en ese sentido, agregó: «El mundo no debe caer en la trampa del enfrentamiento de civilizaciones y debería decir no al unilateralismo y al proteccionismo”.
Hay una reivindicación de gran parte de los Estados por el multilateralismo, aunque las tensiones coyunturales –y otras más endémicas-dificultan este proceso. Así quedó evidenciado en las declaraciones del presidente de Francia, Emmanuel Macron, quién pidió «construir una nueva era de la mundialización basada en la cooperación internacional”, aunque dejó planteadas varias problemáticas actuales que, desde su perspectiva, van en su detrimento, como las que la Unión Europea tiene con Turquía, las que se dan a consecuencia del abandono de EE.UU del Acuerdo Nuclear y las que su país mantiene con Rusia, a quien acusa de utilizar armas químicas.
Fue Alberto Fernández, el presidente argentino, quien propuso un multilateralismo basado en la solidaridad. “Esta crisis sanitaria nos invita a un nuevo comienzo. El Papa Francisco nos interpela a los líderes a pensar en cómo salir mejores, e inspirado en su prédica vengo a ratificar un llamamiento a recrear un multilateralismo basado en la solidaridad”, dijo y pugnó por “restablecer las prioridades del sistema multilateral, empezando por los últimos para llegar a todos”. “Tenemos que ser arquitectos de una nueva Casa Común, construir una vacuna contra la injusticia social, la discriminación en todas sus formas y rever el modo en el que concebimos la cooperación”, añadió al tiempo que puso sobre la mesa el reclamo legítimo e imprescriptible de Argentina por las Malvinas.
Para Fernández , es fundamental dinamizar las capacidades de Naciones Unidas, manteniendo intactos sus valores fundaciones pero pensando en una ONU 4.0, que incorpore los cambios tecnológicos y haga más democrática y más inclusiva a la organización, con una transición más justa hacia el desarrollo sostenible, donde se piensen a las vacunas como bienes públicos globales y se contemplen en la agenda cuestiones como las restructuraciones sostenibles de deuda soberana de los países, la igualdad de género, los Derechos Humanos, la cuestión de los refugiados, etc.
Pocas respuestas frente a la crisis sanitaria
Un artículo de la revista Nueva Sociedad titulado “¿Podrá reinventarse el multilateralismo?”, refiere: “La luz roja de la comunidad internacional se prendió en marzo pasado cuando el covid-19 avanzó velozmente hacia Occidente. En este contexto, diversos representantes políticos y autoridades científicas tanto del Norte como del Sur globales reivindicaron el rol del multilateralismo para afrontar las carencias de los sistemas sanitarios, frenar el virus y enfrentar las graves consecuencias sociales y económicas causadas por una inevitable depresión económica mundial”.
Sin embargo, es evidente que las respuestas para paliar la crisis no estuvieron a la altura de las circunstancias. La OMS ha sido fuertemente cuestionada por el manejo de la pandemia, y la carrera por encontrar una vacuna se asemeja en demasía a lo que fue la carrera armamentística durante la Guerra Fría. De hecho, tanto Trump, como Xi Jinping y Putin se refirieron al tema durante el plenario de la Asamblea.
En definitiva, la sesión plenaria expone el interrogante, en un momento atravesado por el virus y sus consecuencias en todas las áreas, sobre qué tan grande es la crisis del multilateralismo y si puede éste reinventarse. El presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel habló sobre el “poco pero imprescindible multilateralismo” en su alocución. Tal vez sea el concepto más acertado: pensar en un mundo no multilateral es objetivamente difícil, aunque éste y la globalización estén atravesando por un momento de preocupante estancamiento.