Roberto Azevêdo abandonó la dirección general de la Organización Mundial del Comercio un año antes de finalizar su mandato y se mudó al sector privado. Pese a haber alegado motivos familiares para justificar su renuncia, desde el pasado 1° de septiembre es oficialmente vicepresidente ejecutivo de la multinacional PepsiCo. La OMC deberá ahora elegir a su reemplazante y tratar de resolver la gran crisis en la que se encuentra inmersa incluso desde antes del estallido de la pandemia por el Covid-19.
Por Vicky Castiglia / Sabido es que el desplome de la economía mundial ha alcanzado niveles históricos este año. Un informe del organismo dado a conocer en junio, refería que el volumen del comercio de mercancías se redujo a un ritmo del 3% interanual sólo en el primer trimestre como resultado del estallido del virus, y vaticinaba para el segundo trimestre una reducción interanual del 18,5%, aproximadamente. Sin embargo, podría pensarse que el estallido de la pandemia y la consecuente recesión, no hizo más que terminar de cristalizar una crisis cuyo caldo de cultivo comenzó a gestarse hace varios años. Ya en 2019, un artículo del diario El País señalaba: “La crisis de la OMC es tan grande, que podría desaparecer”.
Las razones que explican su actual decadencia son varias y no responden sólo a cuestiones de coyuntura. Para empezar, hay dos crisis que se han vuelto evidentes en los últimos años: la de la globalización y la del multilateralismo. Ambas van de la mano.
El ejemplo más claro de las dificultades que atraviesan las instituciones multilaterales es el de la Organización Mundial de la Salud, fuertemente cuestionada por el manejo de la pandemia. Pero también hay otros ejemplos que van más allá de la irrupción del virus: la poca respuesta que el multilateralismo ha podido dar a la competencia exacerbada entre China y Estados Unidos, la salida del Reino Unido de la Unión Europea y la de Estados Unidos del Acuerdo de París y del Pacto Nuclear, la “parálisis por voto” en el Consejo de Seguridad y la falta de consenso en temas clave como Medio Oriente, la apuesta de varios países y bloques regionales por el bilateralismo, etc. Esta suerte de tensión multilateral tiene su correlato en el campo económico y en particular en un organismo como la OMC. El Canciller argentino Felipe Solá planteó una suerte de definición al respecto en el marco de una videoconferencia con la embajadora Amina Mohamed, candidata de Kenia para ocupar el puesto de Azevêdo, cuando señaló: «La construcción de un mundo comercial diferente requiere una fuerte convicción multilateralista. Las nuevas relaciones bilaterales pospandemia no son relaciones que quieran eludir lo multilateral sino que a veces son las únicas posibles».
En cuanto a la crisis de la globalización, diversas son las posturas y los análisis, pero el debate lleva tiempo instalado. El año pasado The Economist publicaba un artículo titulado “Slowbalization”, que refería a una suerte de detenimiento de “alentización” de la globalización, y advertía: “Las tensiones comerciales actuales están condensando un cambio que ha estado en curso desde la crisis financiera de 2008-09. Las inversiones, el comercio, los créditos bancarios y las cadenas de producción internacionales se han estado reduciendo o estancando con relación al PBI mundial. La globalización ha cedido su lugar a una nueva era de aletargamiento”. La idea de ralentización de las exportaciones está presente también en una reciente columna en Página12 del Doctor en Ciencias Económicas de la Université de Paris, Bruno Sassia, titulada “La pandemia aceleró el ciclo de la desmundialización”. Allí, refiere a momentos o fases claves para comprender el origen de este proceso y enumera la crisis de 2008, el cambio en la posición de Estados Unidos y de Trump con la promoción del “América primero” (que instauró un proteccionismo) y finalmente, una fase que se despliega en la actualidad con la pandemia y en la que los países avanzados descubren que la dependencia de las importaciones es una fragilidad de sus economías que cuesta muy caro. Para Sassia, este proceso ha provocado “un cambio abrupto en la evaluación de las supuestas bondades de la mundialización” y ha abierto “un lento pero inexorable ciclo de cambios y de turbulencias en las relaciones económicas internacionales”.
La crisis de la OMC
En relación con la parálisis actual de la organización hay dos cuestiones importantes. La primera tiene que ver con el principio de Nación más favorecida (NMF), que supone que los países no pueden establecer discriminaciones entre sus diversos interlocutores comerciales (“si una nación reduce los aranceles a otra, debe hacer lo mismo con el resto”). El problema es que el trato NMF tiene una excepción: dos o más miembros pueden llegar a acuerdos comerciales preferenciales (ACP) que eliminen aranceles en casi todo el comercio, pero solo entre ellos. Según The Economist, el número de este tipo de acuerdos ha aumentado de 50 a principios de la década de 1990 a alrededor de 300 en 2019. “Como resultado, aunque la mayor parte del comercio todavía se realiza sobre una base NMF, en 2016, alrededor del 28% del comercio mundial disfrutó de aranceles cero debido a un acuerdo preferencial”. Es decir, la discusión está dada entre los defensores de los ACP, que sostienen que refuerzan el sistema multilateral y abren nuevas áreas de cooperación y sus críticos, que replican que los acuerdos hacen poco para promover el libre comercio multilateral.
La segunda cuestión tiene que ver con el bloqueo de Estados Unidos al órgano de apelaciones de la organización, el principal foro para resolver los desacuerdos. Una nota de El Cronista explica: “la OMC estuvo al borde de un cierre administrativo a finales de 2019 por la reticencia de la Administración estadounidense de aprobar su presupuesto, lo que hizo a último minuto y tras asegurarse de que éste no incluía partida alguna para los árbitros del Órgano de Apelación que concluían su mandato. Esa instancia se ha convertido en el rehén de Trump y el medio a través del cual impide que la OMC cumpla a cabalidad su función de dirimir en disputas comerciales entre los países miembros, ya que su función es emitir dictámenes en última instancia que los estados están obligados a cumplir. Sin embargo, Estados Unidos impide desde el pasado 11 de diciembre el funcionamiento del Órgano de Apelación con su negativa a aprobar el nombramiento de los jueces que reemplacen a aquellos que cumplieron sus mandatos. Si en una situación normal ese órgano funciona con siete miembros, entre 2016 y 2019 lo hizo con apenas tres (quorum mínimo), pero en diciembre dos de ellos terminaban sus funciones, dejando a un solo juez en ejercicio”.
En este sentido, cabe recordar que Trump siempre se ha mostrado como un fuerte crítico a la organización Mundial del Comercio y ha llegado incluso a amenazar con un posible abandono por parte de Estados Unidos, por lo que el resultado de las elecciones presidenciales el próximo 3 noviembre también es un dato a tener en cuenta. De hecho, la fecha es prácticamente coincidente con la estipulada para conocer a los dos finalistas que integran la lista de potenciales sucesores de Azevêdo en la OMC, el 7 de noviembre.
Actualmente son 8 los aspirantes al cargo de director general del organismo: Yoo Myung Hee (Corea del Sur), Mohammad Maziad Al-Tuwaijri (Arabia Saudí), Abdel-Hamid Mamdouh (Egipto), Amina Mohamed (Kenia), Jesús Seade Kuri (México), Tudor Ulianovschi (Moldavia), Ngozi Okonjo-Iweala (Nigeria) y Liam Fox (Reino Unido). Le corresponde al Consejo General reducir este número mediante la celebración de consultas confidenciales con cada uno de los 164 miembros de la OMC para reducir gradualmente la lista, identificando a los candidatos que tienen «menos probabilidades de atraer el consenso» y pidiéndoles que renuncien. Este proceso ya está iniciado.
La idea de contar con una institución multilateral que regule las relaciones comerciales entre los países tuvo su primera experiencia tras la segunda guerra mundial con el nacimiento del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) en 1947, aunque fue recién a mediados de los años 90, que vio la luz la luz la OMC que hoy conocemos y que enfrenta una crisis sin precedentes. El mundo ha cambiado desde la segunda mitad del Siglo XX a esta parte, e incluso antes del estallido de la pandemia las reglas del comercio internacional venían poniéndose en crisis a ritmos acelerados. El desafío no es sólo encontrar un candidato que reemplace a otro. La organización debe también resolver cómo prevalecer, cómo reinventarse y cómo aggiornarse a un nuevo tiempo.