El paso del coronavirus por la Argentina sigue dejando muertos, una realidad negada por las visiones en paralelo que instalan consignas opuestas a la lucha conjunta por salvar vidas antes, durante y después de la cuarentena.
Por Carlos M. López / En diferentes asignaturas se utiliza la frase “divide y triunfarás” como un método de organización. Cuando esta práctica se ejerce sobre un contenido social, sobre la vida de las personas, es cuando deja de ser productivo para volverse dañino. Esta es la actividad que se practica como un deporte en los medios de comunicación desde el inicio del aislamiento social. Los presentadores de televisión nos dicen qué está bien y qué está mal, hablan en nombre del conjunto de la sociedad, exponen una obra maestra que nunca baja su telón. La gravedad surge entonces cuando ciertos sectores políticos y sociales se reúnen para hacer eco de un pedido que no inició en las calles.
El objetivo de las movilizaciones del lunes pasado era reunir en los centros urbanos personas con enojo y bronca. Quienes se reunieron no plantearon argumentos sólidos sobre el por qué, pero sí se identificaron gritos por la “libertad”, definiciones del aislamiento social como “un delito de lesa humanidad” y un respaldo a los partidos PRO y Patriarcado Unido Argentino. Si bien estas expresiones no deben tener el valor que se pretende darles, abruman. Por su falta de comprensión de nuestra propia historia como país, de los procesos cívico-militares que sentaron las bases de la profunda desigualdad social que hoy tenemos, por el desconocimiento a luchas como el feminismo que poseen argumentos de sentido común y de estadísticas crueles. Sin embargo, en el llamado a la no cuarentena no existe una visión del otro, hay un yo queriendo ser cada vez más yo. Hay miedo. Y el miedo complementado con odio no genera más que frustración.
El costo de responder a los intereses olvida a la gran mayoría de argentinos que tienen preocupaciones más duras y profundas que salir a pasear con el auto alrededor del Obelisco. En muchas localidades del interior del país, se suele bromear con las personas que los domingos visitan el centro de la ciudad en auto como “la vuelta al perro”. No hay consigna clara, no hay objetivo, se mueven en auto sin dirección alguna; simplemente se da una vuelta como un perro que olfatea en busca de alguna nueva aventura.
Particularmente las movilizaciones orquestadas por la oposición me impactaron tristemente por realizarse un 17 de agosto, fecha de aniversario a la muerte del general José de San Martín. Debería ser una fecha de reflexión, pienso. De introspección, de detenernos un momento a diseñar una línea temporal que nos permita ver dónde estábamos hace más de 200 años y cuál es el escenario hoy, infinitamente más complejo en términos geopolíticos y al mismo tiempo con falencias similares. La agresión y la producción de contenido inculcado en la opinión pública sin consignas claras pero con un objetivo definido de generar división donde no la había ya existía en los inicios de nuestra Nación. La receta sigue siendo la misma, sólo cambian los ingredientes para que el comensal se sienta a gusto con su queja.
El 22 de julio de 1820 en una proclama escrita a los habitantes de las Provincias del Río de la Plata, San Martín explicaba desde el Cuartel general en Valparaíso lo siguiente: “Yo os digo con el profundo sentimiento que causa la perspectiva de vuestras desgracias; vosotros me habéis acriminado aun de no haber contribuido a aumentarlas, porque éste habría sido el resultado, si yo hubiese tomado una parte activa en la guerra contra los federalistas: mi ejército era el único que conservaba su moral, y me exponía a perderla abriendo una campaña en que el ejemplo de la licencia ahumase mis tropas contra el orden. En tal caso era preciso renunciar a la empresa de liberar el Perú, y suponiendo que la de las armas me hubiera sido favorable en la guerra civil, yo habría tenido que llevar la victoria con los mismos vencidos. No, el general San Martín jamás derramará la sangre de sus compatriotas, y sólo desenvainará la espada contra los enemigos de la independencia de Sur América. En fin, a nombre de vuestros propios intereses os ruego que aprendáis a distinguir, los que trabajan por vuestra salud, de los que meditan vuestra ruina: no os expongáis a que los hombres de bien os abandonen al consejo de los ambiciosos: la primera de las almas virtuosas no llega hasta el extremo de sufrir que los malvados sean puestos al nivel con ellas: y ¡desgraciado el pueblo donde se forma impunemente tan escandaloso paralelo!”.
Dos siglos después de esas palabras todo y poco ha cambiado al mismo tiempo. Las batallas no se pierden sólo al contar muertes, sino también cuando se inundan de cuestiones cosméticas, de luchas que no son luchas, de antojos interpretados como necesidades. Si tal enojo causa una cuarentena, ¿cuál es el grado de disconformidad que deben provocar los que tienen muchas menos oportunidades? ¿Qué visión de país aportan estas construcciones políticas a las nuevas generaciones? ¿Cuál es el concepto de libertad que queremos debatir? o mejor aún, ¿quién y cómo decide qué es la libertad para los más de 40 millones que pisamos nuestro suelo? Estar en un lugar de privilegio con respecto a la gran mayoría de la población no da atributos especiales para la toma de decisiones. Por ello hombres y mujeres que hacen las de representantes conforman las instituciones.
El Servicio Meteorológico Nacional (SMN) anunció para este miércoles la llegada de una “irrupción de aire muy frío” que podría traducirse como una fuerte ola polar con probabilidad de generar nevadas en zonas en las cuales no es habitual que ocurran. Los días más complejos en la lucha contra el coronavirus están transcurriendo en este preciso momento. Por eso es que cobra más razón que debemos darle valor a todo el esfuerzo que la sociedad hizo en su conjunto durante los últimos meses. Ello no quita encontrar mecanismos de apertura a corto y mediano plazo. Pero lo inevitablemente triste es que mientras un conjunto de autos con banderas argentinas empiezan la caravana, muchas personas mueren en los hospitales y otras tantas buscan alimentarse para luchar contra la pobreza.
Las preocupaciones económicas, sociales e incluso sanitarias por estas horas son la prioridad de un país que aún no dimensiona la profundidad de una crisis mundial que no hizo más que profundizar el hambre y las diferencias sociales. Quienes no acceden a un estudio, quienes se enfrentan a un contexto donde salir a la calle a ganarse el pan es más prioritario que ir a la escuela no son libres. No hay libertad posible si dejamos a una porción de la sociedad afuera, pero sin embargo las mismas personas que ahora se reclaman no saldrían a pedir por esas libertades. Y esa lucha contra la pobreza estará siempre, porque no entiende de cuarentena ni de virus y, fundamentalmente, porque no es pasajera. No es momento de hablar de victorias o derrotas. Quizá tal como el legado del General y otros libertadores nos ha enseñado, es momento de enfocarnos en el camino en el que la probabilidad de vida le gane una vez más a la de muerte.