La cuarentena se convierte para muchos en el aislamiento más largo de nuestras vidas. Ante nuevas olas del virus en centros urbanos que creían haber pasado lo peor y la postura de la salvación económica que no cesa, volvemos a sentirnos débiles. Luchar unidos y seguir conociendo a nuestro verdadero rival puede ser el camino.
Por Carlos López / El compromiso de continuar con la cuarentena no puede ser sólo una bajada de línea desde el Estado, debe además arraigarse en la sociedad como un camino doloroso pero necesario para afrontar la pandemia. Los recientes anuncios de endurecer las restricciones por 15 días en la región AMBA despertaron nuevamente intenciones de cacerolazos en grupos sociales que se oponen al aislamiento obligatorio. Por cuestiones culturales y mentales muchas veces nos cuesta asimilar la realidad.
Me enteré tristemente del fallecimiento de un familiar directo de una compañera. Cuando el virus se siente cerca las prioridades cambian y el silencio parece la única calma. La semana pasada también llegó a mis oídos el caso de un conocido que viviendo en la Capital Federal decidió irse a visitar a su familia a una pequeña localidad. Sin ánimo de denuncia lo menciono como un caso testigo de personas que no respetan las decisiones que nuestro país adopta para luchar contra el virus. En la Ciudad de Buenos Aires ocurrió durante el último mes algo similar, con cientos de personas volcándose a las calles y una desobediencia permanente para mantener distanciamiento social en colas de supermercados y almacenes.
Infundados en la idea de que la economía no aguanta más, algunos grupos sociales cultivan en las redes sociales una alerta que pone en riesgo la vida de muchas personas más. La economía es una gran preocupación y la caída del empleo lo será aún más cuando se cuente con estadísticas puntuales pasada la peor etapa de la pandemia. Sin embargo, esto no quita ubicar por delante la protección de la vida para evitar que la Argentina se convierta en otro país más en el que los muertos se cuenten de a miles.
Por estos días me crucé en National Geographic con la emisión del documental “Coronavirus: El Origen”, en el que se analiza la situación sanitaria mundial con relatos de especialistas que estuvieron o viajaron hacia la zona cero donde comenzó el contagio, en Wuhan, China. Todas las investigaciones hasta ahora desarrolladas indican que el aislamiento es el único camino posible si se quieren proteger vidas. El virus que utiliza una proteína en forma de corona para apoderarse de nuestro organismo -de allí el popular nombre-, muta a tal velocidad que impide una vacuna eficiente. Fue así como en Estados Unidos y otros países afectados con gravedad se comenzó a trabajar con la donación de plasma, campaña que en nuestro país encabeza el Hospital de Clínicas para determinar junto al Estado cómo iniciar un plan de tratamiento de plasma para personas enfermas, valuado aproximadamente en unos 35 mil pesos y que podría ser costeado con fondos públicos. Vemos aquí entonces una segunda medida concreta de protección que refuerza la cuarentena.
Discutir durante horas en los medios de comunicación si debemos seguir aislados o debemos romper la lógica y avanzar hacia las calles en busca de vaya a saber uno qué orden, es una postura tan carente de análisis periodístico como lo pueden tener otros temas que se han instalado en las últimas semanas con una única intención de mostrar posturas opuestas, tales como la pelea interna por el mando en Boca o la posición de Marcelo Gallardo ante la necesidad de volver a jugar al fútbol.
El periodismo; la política; la vida social en sí misma es una contradicción andante, ello no es ningún descubrimiento. Que en el fondo la lucha contra el coronavirus ya mutó hacia la misma lucha hegemónica que gobierna toda vida en la Tierra, también queda ratificado con creces. Pero lo poco comprendido es la necesidad de introducirnos en debates despojados de fundamentos que no buscan un fin más que la duda o la desaprobación del otro. No podemos analizar un virus dejando de lado la mirada científica porque precisamente es un virus que ataca a nuestro cuerpo, lo debilita y lo confunde aprovechando el menor descuido que podamos tener. Virus versus economía no es una batalla justa para elegir un camino como Nación ante la pandemia si es que importan las vidas realmente, sino que las decisiones que hoy el Estado toma son mucho más abarcativas y presentan innumerables actores y especialistas que recomiendan un camino en lugar de otro.
Es por ello que el único compromiso que nos puede salvar en estos difíciles momentos es el social. Los miles de argentinos y argentinas que siguen respetando las medidas anunciadas contribuyen con un país alejado de las duras cifras de mortalidad que presentan otros países. ¿Es el único camino? Quizá no; es el que hoy podemos tener. Y eso es suficiente premio para ganarle a la muerte. Todas las Naciones del mundo arman y desarman estrategias. Mis propias palabras mutan con el paso de las semanas. Estamos aprendiendo de esto y si de algo no tengo dudas es que cualquier lucha es mejor unidos y, ante todo, vivos.