En octubre del año 1999 utilicé por vez primera el término “Globafascistización”, en un artículo publicado en la prensa escrita en un país centroamericano (1), texto que precisamente intitulé con ese concepto. La síntesis de este escrito se relacionaba con el planteamiento de que, en el siglo XXI, la única forma en la cual el neoliberalismo podría sostenerse, sería a través del establecimiento de un régimen fascista de carácter global o semi-planetario.
Por Sergio Barrios Escalante (*) / Este término creado a propósito del “nuevo desorden internacional” post-1989, era una derivación lógica del análisis del curso que tomaría la profundización del modelo económico neoliberal, brutal y deshumanizante, que a partir de los años noventa, se mostraba alentado y envalentonado por la extinción/desaparición del “mundo socialista” (la URSS y sus países satélites), y propulsado por la agenda imperial que anunciaba el triunfo y establecimiento sin contendientes de un orden hegemónico global centrado en los EEUU.
Varios años después, a raíz de las graves crisis financieras y bursátiles de inicios del siglo XXI (la crisis de las Punto.com y la Enron), y posteriormente, a partir de la crisis financiera de los años 2008-9 (la crisis de las “hipotecas basura”), continué desarrollando la noción de “Globafascistización”, a través de un segundo artículo, publicado esta vez en la revista Alainet (en el año 2008), el cual puede ser consultado en sus archivos digitales (2).
En ese contexto general, el planteamiento central detrás del concepto de “Globafascistización”, es que las crisis cada vez más profundas, recurrentes y sistémicas del capitalismo neoliberal, son provocadas en gran medida por el desenfreno especulativo del sistema financiero de EEUU y Occidente, en acción articulada con esa modalidad de “Keynesianismo pentagonista” (expansión ilimitada del gasto militar por todo el planeta), que a la postre llevarían a la humanidad entera a un punto tal de ingobernabilidad, que este modelo económico desquiciante y antisocial solo podría sostenerse en base a la fuerza bruta, la represión institucionalizada, el autoritarismo y el control social extremo.
La actual coyuntura mundial pareciera mostrar un panorama similar al descrito hace 21 años a través del concepto arriba citado. Hoy el fenómeno de las cada vez más recurrentes crisis financieras globales, en combinación con la creciente militarización de la sociedad global no parece ser pasajera ni circunstancial.
El propio Fidel Castro (por cierto, una singular mente brillante con la cual era o es difícil compararse), en algunos de sus últimos artículos publicados poco antes de su muerte, desde el reposado retiro en su hogar, advirtió al mundo entero de la posibilidad de que el sistema sufriera un repentino y brutal “Shock financiero global”, que pusiera en grave peligro la existencia misma de la humanidad. Gracias a la internet esos artículos también pueden ser consultados y revisados por los interesados.
Si Wall Street falla, ahí está la FED; si ambos fallan, ahí está el Pentágono.
Todo indica que “está planificada destrucción de la economía global” (según lo califica Peter Koening) (3), disfrazada u oportunistamente utilizada a través de la pandemia, en realidad esconde un violento remezón a las estructuras más sensibles del capitalismo global, que bien sabemos se incubó mucho tiempo antes en la Fed y la banca internacional y no en Wuhan.
Como bien se sabe a partir del estudio de las experiencias históricas del capitalismo central (ante todo anglo-norteamericano), en particular, en base al análisis de las más importantes crisis sistémicas que el sistema ha enfrentado al menos durante el último siglo, sucede que cuando el sistema financiero no puede ya resolver sus propios problemas, como aquellos causados por el estallido de las burbujas financieras que la compulsiva especulación desenfrenada desata, el banco de la Reserva Federal (FED), acude en auxilio.
Por su infinita capacidad para emitir papel moneda la FED no puede quebrar. Una de sus principales funciones es inyectar liquidez al mercado, y ello incluye rescatar bancos y corporaciones en quiebra (en particular, las entidades públicas o privadas de mayor peso e influencia política), ya sea a través de bonos, préstamos de emergencia a muy bajo interés y mediante garantías especiales, o a través de la emisión de “papelitos de colores”, como Lenin solía llamar al papel moneda inorgánico, al papel moneda sin ningún respaldo en algún valor real de aceptación general.
Si bien es cierto que estas operaciones económicas y financieras de emergencia (o de “contención bomberil” si se quiere), en el largo plazo no resuelven los problemas de fondo del sistema (la tendencia recurrente a la desenfrenada especulación con valores ficticios, o a insolubles contradicciones estructurales propias de la naturaleza inherente del capitalismo, relacionadas con su modelo de acumulación y reproducción), en efecto, en el corto y mediano plazo (al menos en “recesiones normales”), logran la reactivación parcial de segmentos importantes de la economía.
La historia económica de los Estados Unidos y Europa Occidental nos muestra que cuando la recesión es demasiado severa y se torna en una profunda depresión (como la de 1929 y años subsiguientes), al punto que ni Wall Street ni la FED pueden resolver, entonces aparece el Pentágono, para poner en marcha la maquinaria de guerra como medio de reactivación de la economía.
De hecho, como bien se sabe y está plenamente estudiado y documentado, las dos grandes guerras del siglo pasado estuvieron antecedidas por fuertes problemas recesivos de la economía mundial, y por una intensa pugna entre potencias por el dominio de mercados internacionales. Es la guerra interviniendo en (y resolviendo a su manera) problemas de mercados. ¿Alguna coincidencia con el momento actual?
Sin lugar a dudas, el capitalismo se asienta y re-estabiliza en/ y a partir de la violencia, sea esta monetaria, especulativa, estructural o militar. Dados estos poderosos “instrumentos operativos” de los cuales históricamente ha echado mano el sistema, no podemos ni debemos subestimar la capacidad del viejo capitalismo para “resetearse”, para reestablecer su frágil estabilidad. Por ello, suena precipitado anunciar su pronto final.
Al menos por ahora, pareciera que una parte de estos “instrumentos operativos” clave del capitalismo global arriba citados, aunque están parcial y temporalmente agotados, aún pueden dinamizar ciertas “cosas”, ciertas “externalidades” como dicen los economistas.
Si bien es cierto que el problema fundamental del capitalismo global en estos momentos, es la incapacidad del sistema financiero especulativo para reconectarse con la esfera real de la economía, con esa dimensión real y concreta del trabajo productivo (la cual Wallerstein diferencia del supra-capitalismo al denominarle el “mercado”), el sistema puede echar mano de la violencia estructural (la quiebra en serie de numerosas empresas y del desempleo masivo; el masivo endeudamiento de economías nacionales en apuros a cambio de más privatización y más extractivismo de recursos naturales), así como también echar mano del ya mencionado pentagonismo, bajo la forma de despliegue del expansionismo militarista, en términos presupuestarios y de presencia operativa a través de bases y movilizaciones de tropas en múltiples regiones del mundo.
Y en efecto, el acrecentamiento de ambos fenómenos está ya presente. Solo en los EEUU la OIT reporta un número alarmante de personas que han perdido sus empleos formales en las últimas semanas (22 millones de trabajadores al 15 de abril del presente año) (4). Y esta entidad prevé que a nivel mundial los números de desempleo asciendan a más de un centenar de millones en los próximos meses.
Pareciera que estamos a las puertas de un violento y creciente proceso de derrumbe de capitales de distinta magnitud (donde los medianos y pequeños sufrirán sin duda alguna la peor parte), en esta especie de “autofagia” o “canibalismo capitalista”.
¿Portaaviones o bitcoins?
Mientras tanto, el otro recurso estratégico e instrumento predilecto de salvataje del sistema (el pentagonismo), renueva en medio de la presente crisis su protagonismo, con el inicio de una movilización de gran escala de portaaviones y buques de guerra, diverso arsenal ofensivo de gran alcance, y tropas a lo largo y ancho de distintas regiones del mundo, incluyendo la frontera colombo-venezolana, el sureste asiático y el caribe latinoamericano.
De momento, aquí en nuestras vecindades, Venezuela es el pretexto inmediato para tal despliegue militarista. El gobierno ruso ha elevado ante Washington su protesta (5). Irán y el Oriente Medio también son “puntos calientes”, y por muy “novedosas” que parezcan las aparentes “alianzas tácticas” entre Trump, Putin y el gobierno de China, la solidez de esta “entente” no pareciera estar garantizada, ante todo, por la agudización de la recesión económica, y ante los agudos antagonismos comerciales y geopolíticos entre estos bloques de poder antagónicos, el Euro-Asiático y el Occidental.
En estos momentos es muy difícil ser optimista, y menos sobre acuerdos (públicos o secretos), entre potencias que luchan abiertamente por agendas opuestas. Occidente está en una grave situación. Su moneda histórica – el dólar- está en crisis terminal. La Fed y la banca internacional pueden intentar paliar la crisis lanzando –aún más- cantidades diluvianas de papel moneda (o peor aún, derivados financieros), pero eso solo será como apagar un incendio con gasolina.
Europa está muy limitada por si sola para liderar la gestión efectiva de la crisis internacional. ¿Transición hacia una moneda digital? ¿Con qué respaldo? Esta no parece una salida realista, pues no soluciona el verdadero problema de fondo, que es la sobresaturación del sector financiero con valores ficticios (entre 20 y 40 trillones de dólares según calculan analistas especializados) (6), no resuelve el problema del enorme déficit fiscal de EEUU, calculado solo para este año en 3.8 billones de dólares adicionales, ascendiendo en total a la astronómica cifra de $ 984 billones (7), en camino de representar alrededor del 18.7 del PIB de EEUU, la tasa de déficit público más alta desde la Segunda Guerra Mundial (8), y más importante aún, una moneda digital tampoco resolvería la pronunciada desconexión del sector financiero-especulativo con el sector productivo.
En síntesis, Occidente, con todas las contradicciones internas de sus élites y sus diversos bloques de poder, nuevamente requiere de guerra, pero no de una guerra cualquiera. Como en 1914 y en 1939, requiere de un conflicto de grandes proporciones. Si no acuden a ese expediente tan extremo, parece que lo más seguro e inminente es la implementación del “shock estructural”, una medida igualmente desastrosa; dejar que la bancarrota en serie desplome numerosos sectores de la economía mundial, como ya está ocurriendo ahora en numerosos países con el sector del turismo, restaurantes, aerolíneas, hotelería y el mercado petrolero, entre muchos otros segmentos.
De cualquier forma, el capitalismo neoliberal no pierde. Como dice el profesor Chossudovsky, “la evidencia ampliamente confirma que el neoliberalismo no ha sido derrotado. Es totalmente lo opuesto”. Lo que se viene, según su perspectiva, es una virtual reprivatización (por la vía del re-endeudamiento masivo ante el FMI/BM), pero esta vez de mayor escala. Es lo que él denomina “del ajuste estructural al ajuste global” (9).
Por todo ello, inquieta saber si el actual confinamiento planetario al cual se somete a gran parte de la humanidad, tiene únicamente como principales objetivos, el evitar levantamientos masivos ante la quiebra en cadena de empresas de toda escala, el desempleo y el hambre rampante, “arrodillar” a gobiernos y empresas privadas ante la banca internacional prestamista, o si, además, se trata de prepararnos para otros eventos de gran magnitud, como podría ser, un “ataque nuclear preventivo”.
Notas:
1.- El artículo en mención fue publicado en 1999 en “El Nuevo Diario”, Nicaragua.
2.- Este texto fue publicado el 23/06/2008 y lleva por título “Globafascistización: un concepto nuevo para un problema viejo”. Puede consultarse en el siguiente enlace virtual; https://www.alainet.org/es/active/24868
3.- “IMF Projects Global Economy in 2020 to Contract by Mere 3 %. Is this a joke?; Peter Koening, Global Research, April, 15 2020. https://www.globalresearch.ca/imf-projects-global-economy-2020-contract-3/5709691
4.- “Más de 22 millones de trabajadores estadounidenses solicitan prestaciones por desempleo en solo cuatro semanas”. Democracia Ahora; 16/04/2020: https://www.democracynow.org/es/2020/4/16/titulares
5.- Moscú (Sputnik): “El Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia rechazó el bloqueo que impuso Estados Unidos a Venezuela bajo el pretexto de operaciones antidrogas. 14.04.2020.
6.https://mundo.sputniknews.com/rusia/202004171091153895-rusia-denuncia-bloqueo-de-eeuu-contra-venezuela-con-pretexto-de-operacion-antidrogas/
7.- “Understanding Great Recessiones. The Dynamics of Epic Recession” (Part 1): Dr. Jack Rasmus; Global Research, April 13, 2020.
8.- https://www.globalresearch.ca/understanding-great-recessions/5709476
9.- “All levels of goverments habe been precipitated into a debt stranglehold. The debt cannot be rapaid. In the US, the federal déficit “has increased by 26 % to $ 984 billion for fiscal 2019, highest in 7 years”. And that is just de beginning”; “Towards A Ney World Order? The Global Debt Crisis and The Privatization of the State”; Prof. Michel Chossudovsky, Global Research, April 17, 2020 https://www.globalresearch.ca/towards-a-new-world-order-the-global-debt-crisis-and-the-privatization-of-the-state/5709755
10.- Democracy Now: Boletín del 15/04/2020:
https://www.democracynow.org/es/2020/4/15/titulares
11.- M. Chosudovsky, artículo citado.
(*) Texto tomado del sitio Alainnet. Sergio Barrios Escalante es científico social e investigador nicaraguense. Editor de la Revista virtual RafTulum.