Otra entrega sobre cómo repensar las estructuras y los mecanismos de acceso al conocimiento y la conectividad para los más jóvenes que se encuentran aislados. La cuarentena y un nuevo modo de interpretar el uso de la tecnología al servicio de la comunidad.
Por Carlos López / La cuarentena nos obligó a reinventar muchos de nuestros hábitos. Pasados los noventa días de confinamiento y con una proyección poco alentadora con respecto a la apertura de la circulación social, diversos sectores han adoptado alternativas para afrontar el golpe a la habitual forma de vida. La nueva realidad obliga a pensar en nuevas estrategias poniendo a los menores en el foco de atención por verse obligados a modificar sus formas de relacionamiento y aprendizajes.
En la Argentina la vida sigue siendo la prioridad. En Brasil, la premisa de Bolsonaro siempre fue la contraria y hoy el país vecino supera el millón de casos, con más de 50 mil muertes. Con respecto a los fallecidos en nuestro país la cifra es cincuenta veces menor. Con la llegada del invierno se espera que estas cifras se incrementen, razón por la cual se busca seguir protegiendo la vida.
Pese a ese prometedor camino me surge el inminente razonamiento de pensar que si el aislamiento será extendido es imperioso que de manera remota se implementen mecanismos que permitan el desarrollo y la continuidad del trabajo y la formación de los más jóvenes. Cambio hacia un uso adaptado y educativo de las nuevas tecnologías que se demoró durante años por cuestiones económicas y culturas pero que ahora es una obligación a los ojos de las instituciones.
Los grandes supermercados mayoristas y las empresas relacionadas al mundo alimentario han logrado elevar sus ventas, siendo los grandes ganadores de la pandemia. En cambio, para muchas Pymes y pequeños emprendimientos este camino fue el contrario. Es por ello que, así como los gobiernos de todo el mundo aprenden a tomar decisiones con el paso de los meses, de igual manera la sociedad afronta momentos cruciales que pueden cambiar las metodologías aplicadas al comercio y las relaciones futuras.
En la Educación ocurre algo similar. Los docentes se han vuelto con el tiempo expertos en brindar videoconferencias y el uso de la tecnología que al principio molestaba y era hasta confrontado por algunos cuerpos docentes, se volvió casi un recurso de primera necesidad para estar conectados con los alumnos. Las Facultades amplían sus protocolos para permitir que entre julio y agosto las mesas de exámenes finales se puedan rendir de manera remota, apoyados en iniciativas como los proyectos Conectar y Becas Conectar que en La Plata respaldan la educación a distancia.
Es que el acceso a Internet es hoy una de las principales complicaciones de aquellos estudiantes que desean continuar sus estudios y no poseen una conexión por la zona que habitan o por problemas de alcance técnico. En mi caso por dificultades del proveedor en poco más de tres meses tuve que reiniciar el módem más veces de las que fui al baño. Conectarnos pasa poco a poco de ser una excusa a una necesidad. Sin embargo, la gran problemática radica hoy en aquellos jóvenes que no tienen otra manera de acceder a Internet y que han frenado de manera considerable el avance del estudio. Si bien la prioridad hoy está enfocada en los sectores populares y el acceso a la alimentación, existe una gran cantidad de jóvenes que requieren otras necesidades como el acceso a la información y materiales de estudio.
Pese a la masiva utilización de los teléfonos inteligentes de manera habitual, el acceso a una buena conectividad en América Latina sigue siendo una dificultad. Nuestro país encabeza -junto a Uruguay y Chile- varios informes de mayor cantidad de hogares con conexión a Internet, pese a que la velocidad de transferencia es la gran faltante a resolver ya que continúa siendo muy baja en comparación con países de vanguardia Suecia, Noruega o Japón. Estados Unidos además es según la Unión Internacional de Telecomunicaciones es el país de América con mayor desarrollo informático seguido por Canadá y Barbados.
Escenarios como el actual no brindan la posibilidad de interpretar que la tecnología vino para quedarse y es un derecho necesario que exista un acceso universal. Principalmente se debe instruir y fomentar una cultura que permita conocer a la tecnología más como un aliado que una amenaza. De igual manera que la Universidad Pública nos enseñó el acceso a la educación superior de manera universal, la distribución de la tecnología puede ser una oportunidad para que miles de jóvenes sean interpelados por nuevas formas de construcciones en conjunto de manera remota. Lejos de caer el facilismo de cuestionar la utilización de los medios sociales, la cuarentena pone ante todos y todas la oportunidad de pensar en la tecnología como un salvoconducto para la organización popular, la igualdad y el traspaso del conocimiento en un mundo que hace rato dejó de lado la hoja de papel como principal fuente de creación.
Así como los grandes medios y las corporaciones aplican la tecnología como una forma de penetración de mercado en las nuevas generaciones, puede también ser una oportunidad de que quienes construirán el futuro de las próximas décadas se apropien de la tecnología como un bien necesario para el desarrollo. Al igual que la cultura, el control del uso que se le dé a la tecnología es una decisión en manos del Estado y de los centros de poder, lo que no quita que también pueda ser un compromiso asumido de aquellos que la utilicen a diario para dar un paso hacia una democratización que permita un transcendental crecimiento tecnológico social.