Textos en cuarentena. Tiempos de pandemia en las escrituras por entregas.
Por Vicky Castiglia / Hace muchos años, pasé unas vacaciones de invierno en Mendoza con mi familia. Recuerdo en particular una mañana de invierno en la que viajábamos por una ruta que bordea la Cordillera de Andes. Fue la primera vez que escuché a mi papá hablar largo y tendido de su experiencia en la colimba. Fue la primera vez, que me conmovió hasta los huesos un relato de alguna manera vinculado a Malvinas.
Mi papá no llegó a ir a las Islas porque la guerra se terminó antes, pero sé que esa experiencia lo marcó para siempre. De hecho, de alguna manera toda una generación quedó marcada a fuego. Por la guerra y la dictadura, por el “algo habrán hecho” y el Nunca Más, por Alfonsín, la democracia y Aldo Rico, por los movimientos de Derechos Humanos, por el austral y la hiperinflación.
Esta semana se cumplió un nuevo aniversario del hundimiento del ARA General Belgrano -en el que murieron más de 300 compatriotas- y el hecho pasó casi inadvertido. No sé si la razón es el coronavirus y la cuarentena, las urgencias de la actualidad, o si efectivamente lo que algunos llaman proceso de desmalvinización efectivamente triunfó. Lo cierto es que me preocupa que la guerra quede relegada a los libros de Historia como una cagada que se mandó la dictadura que nos olvidemos de cómo esa experiencia en sí misma atravesó a la sociedad.
Me preocupa también que la cuestión Malvinas se diluya, que deje de ser un tema importante en la agenda de actualidad el persistente y legítimo reclamo de soberanía por parte de Argentina ante Naciones Unidas. Pienso, de hecho, en la soberanía. ¿Qué fue para la generación de mi viejo? ¿Qué es para nosotros hijos de los 90, la globalización, las privatizaciones y la pizza con champagne? ¿Qué es para los centennials?
Tal vez sea por el confinamiento y el cansancio que no puedo hacer otra lectura o tal vez sea por pura ignorancia, pero me preocupa que llegue un momento en el que hablar de Patria, los sobrevivientes y caídos en Malvinas, los desaparecidos y la restauración democrática resulten anacrónicos.
Leí la columna de mi amigo y compañero en AgePeBA, Carlos López. Decía algo así como “No se trata sólo de derrotar al coronavirus, sino también a otras enfermedades (…) Escuchar el himno nacional un rato y luego olvidarnos del compatriota que tenemos al lado no nos hace mejores”. Creo que tiene razón. Cincuenta días después del inicio del encierro, no podría haber encontrado mejores palabras que las suyas para describir lo que pienso. Tal vez una de esas batallas sea contra el olvido, una disputa por la soberanía de la memoria colectiva.