Pandemia tiempos mordaces. Se juntaron para provocar y que los duendes textuales los protejan.
Por Vicky Castiglia y Rober Mur / Nosotros venimos de secciones electorales muy distintas: la tercera y la cuarta. La ciudad donde nací, Pehuajó, está rodeada de campos y olor a bosta de vaca. Orgullo de una Generación del 80 pomposa, patricia y europeizante de doble apellido, que al día de hoy, doy fe, se esfuerza por seguir viéndose a sí misma como lo que alguna vez fue: el granero del mundo. Tan mal no le va, claro. El campo sigue dando más que buenas ganancias y contribuye no sólo a la economía local. Es un mundo del que nunca formé parte, porque aún si lo quisiera, aún si tuviera los medios, me excluirían por falta de siglos de tradición familiar. Pero los he visto de cerca, fueron mis vecinos durante 18 años.
Rober, en cambió, nació y se crió en Berazategui y creo que nunca podría separarla de los Mussi. Él la define como lo hace con el Gran Buenos Aires en general: cemento, ruido y un montón de proyectos de modernidad y desarrollo truncos, medio atolondrados.
Sin embargo, nuestras infancias y adolescencias fueron bastante parecidas no sólo por ser hijos de laburantes y haber contado las monedas más de una vez. También nos une el hecho de que crecimos atravesados por eso que bien podría llamarse el aparato cultural de los años 90. Chiquititas, Cebollitas, Jugate Conmigo, y la compañera Cris Morena marcando tendencia en la cabeza de toda una generación de pibes. Llegué a llorar porque mis viejos no tenían la guita para llevarme al Gran Rex a ver una de sus obras.
Hace unos días, viralizaron en internet las declaraciones de una legisladora macrista donde afirmaba que “el coronavirus es una excusa del Gobierno para fundir empresas”. Se trata de Felicitas Beccar Varela, hoy senadora provincial por Pehuajó, pero hace más de veinticinco años, parte del staff del programa de TV Jugate Conmigo, junto a Hernán Caire, Luciano Castro y otros tantos mutantes, dirigidos, claro por Cris Morena.
Lo que sigue a continuación, aunque traiga a colación a un personaje de la cuarta sección que no es ni Manuelita ni Pablo Zurro, está escrito desde la tercera. Es el turno de Rober, con sus propios 90 sobre los hombros.
Por Jugate Conmigo pasó también Dolores Barreiro, como participante de uno de los tantos juegos que se hacían en el show. Ella reunió a finales de los noventa a todo el reparto, en su famoso programa El Rayo. Entre ellos, obviamente, estaba Felicitas, “Feli”, radiante en sus veintilargos, pelo sedoso y un pulóver de esos feos del 2000 con mangas largas hasta tapar los puños. Ahora, casi cincuenta, Felicitas es senadora y le pega duro al Gobierno. Ayer ídolo juvenil, hoy legisladora reaccionaria. La Patria es la infancia soñada y Cris Morena lo sabe mejor que nadie.
Hasta el día de hoy, recordar los noventa me provoca un dolor muy íntimo y silencioso. No tanto por las tristes consecuencias que trajo ese período político y social, sino más por la dulzura y felicidad con que yo viví esos años. Imagino cómo habría llegado a adulto el niño de la película “La vida es bella”, al entender que aquello que creía un parque de diversiones era en realidad una cárcel gigante. El personaje de Roberto Benigni es el retrato de cómo el progreso ve a los hijitos de los noventa: un padre que le miente a su niño para que no se contamine con la verdad. Para proteger su inocencia a fuerza de estafas. Muchos de quienes transitamos la niñez en esa época llegamos a adultos como resentidos fascistoides o liberalongos negadores. En el corazón llevamos guardada la amargura de un padre ausente, una madre golpeada, un tío cornudo, un barrio quebrado, una tele a colores y un campo de concentración al que nos disfrazaron de juego de niños.