El encierro y sus escrituras, en tiempos de panemdia.
Por Vicky Castiglia/ En una de las primeras columnas que escribí en cuarentena hablé de la película Apocalypse Now y de uno de sus protagonistas, el Coronel Kurtz, al que interpreta Marlon Brando. Se trata de un miembro de las Fuerzas Especiales del ejército estadounidense que en plena Guerra de Vietnam, se pierde a sí mismo en la jungla camboyana al punto tal que esa se le convierte en una realidad de la que ya no puede salir.
Un poco perdidos también estamos algunos de nosotros hoy, después de más de un mes de confinamiento obligatorio. Cada quien en su propia Camboya. Claro que la demanda de productividad tan propia de nuestro tiempo hizo que, aun en éste escenario tan irreal, nos sintiésemos obligados a tener que hacer algo. “No hay que sentirse mal, no hay que abrumarse, no hay que aburrirse, hay que aprovechar el tiempo lo máximo posible”, nadie me lo dijo ni necesitó hacerlo, porque me lo dije yo, acostumbrada como estaba a darle valor o a ponerle precio a las horas, que es más o menos lo mismo.
No descubrí nada, claro está, pero este mes empecé a tener registro de cómo actúo en función de ver la realidad desde una perspectiva fundamentalmente economicista (liberal, hay que decirlo) de la que no era muy consciente. Este año, por ejemplo, estuve por arrancar una maestría -que me gusta y sé que le da un gran valor agregado a mi CV-, pero como hay otro proyecto que me interesa más decidí al menos, posponerla. En esa lógica están presentes varias de las categorías que de alguna manera determinaron esa decisión (y muchas otras que tomé a lo largo de mi vida): disyuntivas, costos y beneficios, marginalidad e incentivos. Los primeros cuatro principios de los diez que escribió Mankiw. Los keynesianos saben a qué me refiero.
A lo que voy es que ese prisma, esa forma de ver el mundo, funciona en la realidad que conocíamos hasta ahora y en la que estábamos acostumbrados a vivir, pero hace bastante ruido cuando cambian las reglas de juego, cuando se incorporan las variables pandemia y confinamiento. No sé qué tan productiva puedo ser encerrada en mi casa. Tampoco sé cuánto vale el tiempo porque hasta el corto plazo me es difícil de imaginar. No sé a qué disyuntivas me enfrento porque los límites de lo cotidiano se desdibujaron y si antes una disyuntiva era viajar en mayo o en junio a Pehuajó, eso ya no depende de mí. Y honestamente, el único incentivo que tengo es el de cuidarme y hacer las cosas bien para que esto pase pronto, pero si me preguntan por incentivos dentro de mi propio confinamiento, la verdad es que hay días en los que no tengo ganas de hacer nada.
Le dije a Rober que temía que vayamos en camino a convertirnos en el Coronel Kurtz y que después de la cuarentena hayamos quedados atrapados en medio de nuestra propia selva camboyana. Él, como siempre, me cantó la justa y me dijo: “Tenemos que convertirnos en Marlon Brando, pero a diferencia de él, tenemos que volver. Su personaje se quedó ahí, atrincherado en el terror, en cambio nosotros tenemos que hacer lo que él no logró: volver al mundo real. Tenemos que pensar cómo hubiera sido Apolypse Now si el Coronel Kurts hubiera vuelto a Estados Unidos y qué tendría para ofrecer después de haber tenido todas las revelaciones que tuvo”. Supongo que ese es el incentivo que estaba necesitando, pensar en cómo queremos ser cuando todo esto haya terminado.