El Pejerrey Empedernido responde a las quejas de quienes no quieren que hable de libros, ni de política ni de nada que no sean los hornos y las hornallas, pero para compensar se manda una polenta con chorizo que merecería un lugar en los relatos épicos.
Andaba yo camuflado de humano con barbijo y la perorata toda, aunque como el bicho este siga jodiendo me enfundo mi kufiyya y salgo de intifada contra el corona maldito, que vieron entró por los aeropuertos y ahora quiere quedarse entre el pobrerío, el que la yuga sí o sí y siempre la liga, tanto que, dicho sea de paso, toda enfermedad fue, es y será clasista, ¿o no? Bien, les decía, andaba yo camuflado de humano cuando uno de esa especie me confundió con mi amigo Ducrot, y me espetó: dígale al Peje que me gusta lo que escribe pero a veces se le va la mano; cuenta más de libros, chamuyos y política que de platos, recetas y buenos morfares. Puse mi mejor cara de amplio y comprensivo, que no me la cree ni la que me parió, y le contesté se lo diré, se lo diré, gracias, tiene usted razón, pero mire que el pescadito es testarudo; y seguí mi camino. Que querés, gil, vos acaso creés que se puede cocinar tranquilo, así a lo ortiva, mientras en tiempos de pandemia los precios del morfi siguen aumentando y el control de los tales bien gracias, pelito para la vieja, y los sindicalistas gordos y propietarios se dedican a negociar con los patrones en cuánto bajarle el salario a los laburantes; y ni te cuento de los bancos, a los que el tío Beto les dijo pónganle guita a las empresas pequeñas que nosotros salimos de garantía, pero los banqueros, reyes de reyes en el reino de los garcas, miran para el otro lado…Pero bueee, igual vamos a cocinar, aunque antes, tomá salame a cuerda, acá van otras de brolis. El gran Leonardo Da Vinci además de todo fue cocinero, inventó máquinas para picar carne y licuadoras, y hasta algunas recetas para que su patrón, don Ludovico Sforza, les complicara seriamente la digestión a sus enemigos; pero antes de todo eso intentó fortuna con el negocio del darle de yantar a otros por algunas rupias, si bien hadadas mejor. Lean lo que sigue y no me pregunten de dónde lo saqué – no sean tan curiosos porque si no el que les jedi, de galera o en camiseta, los va a castigar-. Debido al muy bajo sueldo que percibía trabajando como artista en el taller de Verrocchio, Leonardo se conchabó como mozo en la famosa taberna “Los Tres Caracoles”, al lado del puente Vecchio de Florencia. Pero tras la misteriosa muerte por envenenamiento de todos sus cocineros, en la primavera de 1473, fue él quien quedó a cargo de las hornallas del boliche e intentó llevar a cabo una verdadera revolución: darle forma y sabor elegante al plato estrella de “Los Tres Caracoles”, una polenta hecha con trigo molido, una colección sin sinfonía de condimentos y bestiales trozos de carne hervida. ¿Qué hizo Leonardo? Polenta sí, pero presentada en forma de flor o frutas, apenas sazonada y decorada con trocitos de carne, como si fueran tallos o raíces. La respuesta de los comensales de siempre fue la que ustedes ya se imaginan: un abucheo generalizado que pide la cabeza del cocinero y un volar de platos y fuentes que estallan entre el aire y la pared. El joven Da Vinci, entonces, debió darse a la fuga, pero, obcecado el hombre, un tiempo después se juntó con su amigo Botticelli y juntos abrieron el bodegón “La Enseña de las Tres Ranas, de Sandro y Leonardo”, por supuesto que decoradas sus paredes y frontispicio con obras de los dos patrones – decime, ¿cuánto pagarías para sentarte a morfar allí? Yo, lo que no tengo y jamás tendré -. Pero no te preocupes, que ni vos ni yo, aun dejando todos nuestros dinares, los hubiésemos salvado del fracaso, pues muy pronto Leonardo y Botticelli debieron cerrar y dedicarse a lo suyo (¡por suerte!)…A ver entonces, si con lo que sigue tenemos más suerte y después de este ditirambo nos sentamos a comer, ella y yo seguro que con Merlot en bandoleras y al resguardo de algún tubo en continuado, por la dudas. Pero, y otra vez…antes: polenta y puré son palabras hermanas, es decir más íntimas que lo números amigos de don Fermat, el de teorema, porque ambas provienen de pulens, que era ese guiso de trigo insípido que morfaban los centuriones romanos, los mismos que se cuadraban por una bolsita de sal a las órdenes del César. Ahora sí: pasad por vuestro almacén o “chino” preferido –nunca súper, no me canso de repetir, porque también son garcas por pasión -, comprad un paquete de polenta común, si consiguen de la blanca que es de antología, mejor, y de última con la lista en un minuto zafamos; si teneis suerte, porque es difícil hallarlos, dos chorizos de cordero, o nos conformamos acaso con una recia porción de salchichas parrilleras. Aprovisionados de las vituallas pertinentes, proceded de la siguiente forma, pero me cansé de tanto castellano gilipollas: se mandan una buena polenta, con sal y en agua; la desparraman luego sobre la asadera apenas engrasada con manteca derretida, y ni se les ocurra añadirle queso ni aderezo alguno, para que enfríe. Asan los chorizos sobre la parrilla del horno – si el de ustedes no tiene, deberán encender el fueguito en el patio, terraza, jardín o balcón, nunca con el parqué del living, que los gorilas se cabrean; luego los cortan en rodajas y dentro de la sartén, con vino blanco y pimentón, le pegan una buena caramelizada. ¿Listo? Otra vez al horno y asar la polenta, que con abundante queso rallado para que se gratine y la siempre presente pimienta negra molida. Dispuesta sobre el plato en cuadrados que nunca son tales y es mejor, con los relucientes rodajas de mentas, todo un trofeo para el gusto, y tal cual adelanté, que por aquí bien Merlot vida mía, mientras suena bajito para nosotros la voz del Polaco con el fuelle de Troilo en La Violeta: Con el codo en la mesa mugrienta y la vista clavada en el suelo, piensa el tano Domingo Polenta en el drama de su inmigración; y en la sucia cantina que canta la nostalgia del viejo paese, desafina su ronca garganta, ya curtida de vino carlón. ¡Salud!
Texto tomado del sitio Socompa. El Pejerrey Empedernido es heterónimo de Víctor Ego Ducrot, periodista, escritor, profesor universitario y director de esta página. Doctor en Comunicación por la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Profesor titular de Historia del Siglo XX (Cátedra II) en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la misma UNLP. Tiene a su la cátedra Análisis y Producción Crítica de Narrativas sobre Delito y Violencia, en la maestría Comunicación y Criminología Mediática, en la cual integra el Consejo Académico.