En cuarentena, una nueva reflexión sobre a dónde iremos a parar cuando volvamos a la calle, a la vida de ayer, de hoy y de siempre. El virus no se irá del todo, pero nosotros seres hacedores del mundo que habitamos, tampoco.
Por Carlos López / Pasando la mitad de año decidí inscribirme en Antropología Social y Cultural. Era una materia optativa pero me llamó la atención el programa de estudios que presentaba. Transitaba el 2011 y me encontraba realizando el tercer año de la carrera de Periodismo en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). En ese entonces ya contaba con algunos meses de experiencia en la profesión, gracias a la oportunidad que me brindó esa casa de altos estudios al ponerme en contacto con Víctor Ducrot, director de esta misma agencia y quien para mi significo el comienzo de cientos de aventuras grabadas en un pequeño grabador digital que me regaló mi viejo.
La asignatura cambió completamente mi forma de pensar, demasiado en comparación de experiencias prematuras aprendidas a los golpes. La visión de las culturas, del mundo como un lugar habitado por diferentes formas de apreciar y definir a la realidad fue lo que me dio el sustento no aprehendido antes para comenzar a debatirme internamente qué realidad de como hacer el mundo elegir y, mejor aun, con quienes hacerla o dejarla pasar. Es que la realidad cambia increíblemente con el contexto. El coronavirus actúa como un brote que expone diferencias alrededor de todo el mundo, formas de actuar de diferentes potencias del mundo, reflejando con crudeza nodos y pormenores de las decisiones políticas que en muchos casos lograron imponer los líderes políticos del momento con mayor o menor identificación y adhesión en las sociedades, fundamentalmente capitalistas.
Alemania tomó tempranas medidas unos veinte días antes que el virus se aproximara al viejo continente cuando ya era un problema en Asia. Rusia cerró sus fronteras y decretó días no laborables hasta el 1 de mayo. Suecia escapó a la norma europea sin decretar cuarentena y solo recomienda el aislamiento para personas mayores u otros que consideren necesario continuar el trabajo desde sus casas. Italia y España tomaron medidas tardías que a los ojos de los especialistas de la medicina decantó en una mayor exposición que permitió luego una rápida transmisión del COVID-19 entre las personas. Estados Unidos padece los mismos síntomas con una sociedad que continuó muchos días casi como si nada pasara, teniendo serias contradicciones sociales con un sistema financiero que no permite parar tan fácilmente. Los países árabes demostraron no estar tan preparados pero fueron beneficiados por la tardía llegada del virus. Mismo camino siguieron la mayoría de los países de América Latina, hoy con cuarentena obligatoria en algunos casos y con medidas intermedias y parciales en otros.
Esto me llevó a volver a pensar en aquellos libros y apuntes que se estudian en antropología. ¿Por qué se toman medidas como Naciones cuando el mundo llora en conjunto con los efectos de un virus que actúa de manera global? ¿Hasta dónde llega el poder de los Estados -y de las corporaciones- y el poder, aun mayor, de los dirigentes que hoy cuentan con capacidades de decisiones que trascienden las fronteras? Casi como en respuesta a mis interrogantes, recibí a través de un mensaje la recomendación de mirar una entrevista a José “Pepe” Mujica publicada esta semana por el programa Caja Negra del canal Filo News, que se emite por YouTube. Al escuchar al ex mandatario de Uruguay por momentos me volví a sentir sentado en las aulas de la Facultad que me formó en muchos de mis ideales como profesional, pero principalmente, como sujeto de ideología del mundo por el que lucho. Somos diferentes, por más que muchos se resistan a pensarlo. En algunos de mis viajes durante los últimos años con mi compañera de vida tuve la riqueza de conocer países como Croacia, Bosnia y Montenegro. Naciones tan cercanas pero con diferencias tan marcadas que se vuelven evidentes con solo mirar a cada uno de sus ciudadanos a los ojos. Las expresiones, las costumbres, todo cambia con atravesar una frontera. Y eso es lo rico de ser distintos. Pero eso mismo también es lo que no quita que el mundo, las sociedades, necesiten cada vez con más urgencia decisiones globales.
Tomando mate, en su casa, Pepe comenta que “los líderes mundiales son una consecuencia de la época que estamos viviendo. Hay una tendencia a ser una manga de chantas porque no miran un poco más lejos, salvo Merkel que se está por ir. No hay gente que mire geopolíticamente y con esos dirigentes… Mirá a Trump, ¡es para llorar!. Cuando la democracia elige a uno de esos, es para llorar. No hay crisis ecológica -continúa Mujica-, hay previamente una crisis de dirección política. No tenemos dirección política, desatamos una civilización que no la dominamos, nos domina a nosotros”.
Estamos perdiendo el foco de lo importante. Los medios de comunicación, la dirigencia política que mira los mercados, los empresarios que dicen no poder dar más, nosotros mismos con nuestra queja constante a la situación actual. Todos estamos perdiendo el foco si lo único que podemos darle a la cuarentena es sufrir un aislamiento que nos está ayudando a seguir haciendo lo único que sabemos hacer con algo de seguridad, vivir. El coronavirus, o más bien, como interpretamos a este virus en su esparcimiento social no puede desorientarnos del mundo en el que habitamos. No puede ser el único responsable de que el petróleo se desplome, las economías se retraigan y los pobres aumenten a puñados. La generación de pobreza es, y será por siempre, un acto humano. Como lo remarca Mujica, “más que nunca tenemos que pensar en los sectores más débiles y de alguna manera tratar de compartir lo que tenemos, porque pasado mañana vamos a tener las consecuencias de la pandemia, 3 mil millones de personas en el mundo haciendo cuarentena es demasiado para que no nos salpique a todos. Los pobres de África no son de África, son de la humanidad. Estamos inventando pavadas y no atendemos necesidades básicas, no atendemos cuestiones que son centrales. Los intereses inmediatos son más fuertes que las decisiones globales de largo plazo”, subraya Pepe.
Como en todas las crisis, léase en la historia remota como toda guerra o derrumbe de las grandes economías, hay ganadores y perdedores. En el contexto actual hay quienes ya perdieron, quienes ya ganaron y quienes ni aun saben que desenlace les espera. “Un abrazo para tu pueblo, que es mi pueblo. Porque nosotros somos un pedazo que nos echaron de ahí por culpa de los puertos. Pero esa es otra historia”. Así finaliza la entrevista Pepe. En cuántas salas de Universidad Pública serviría darle unos minutos a reproducir videos como el mencionado del ex presidente uruguayo. Las culturas nos dividen y las grandes potencias hoy se encargan de utilizar esa cualidad para dividirnos, aislarnos en como si fuéramos mercancía al servicio. A contramano de esto, por más que no me guste la idea de alejar al pueblo, seguir aislados al menos por ahora sigue siendo la única salida. No me olvido de los miles que no tienen trabajo, ni de los que reclaman salir a trabajar. Solo intento, desde la habitación donde fluyen estas vagas ideas, creer que cuando esto pase vamos a luchar por los que perdieron y no sigamos acrecentando las arcas de quienes siempre ganan.