Depresiones y liderazgos desde un tiempo de pandemia. Una nueva semblanza para épocas de encierros colectivos.
Por Vicky Castiglia / Que tendrá lugar una depresión mayor a la Gran Depresión, que los mercados tambalean y las economías tiemblan, que los liderazgos políticos y el orden internacional están en crisis, que la hegemonía de Estados Unidos agoniza y que el avance de la inteligencia artificial para combatir el coronavirus nos conduce por un camino en el que las computadoras van a acabar con el libre albedrío de los seres humanos. Las columnas y los análisis que leí en estos días me hicieron pensar en “Todo lo sólido se desvanece en el aire”, el libro de Marshall Berman que nos dieron en primer año de la facultad para pensar la modernidad.
“Ser modernos es encontrarnos en un entorno que nos promete aventuras, poder, alegría, crecimiento, transformación de nosotros y del mundo y que, al mismo tiempo, amenaza con destruir todo lo que tenemos, todo lo que sabemos, todo lo que somos”, escribió Berman a principio de los ´80. Cuarenta años después, la realidad se nos aparece cargada de incertidumbre y hasta la posmodernidad cruje. Es que con esto del coronavirus no sabemos bien qué va a pasar, cuándo va a pasar, cuánto nos va a costar y cuánto nos va a atravesar. No podemos proyectar claramente el futuro porque no tenemos muchas certezas y porque el presente es un desmadre, aunque a estas alturas ya nos hayamos familiarizando con él.
Me refiero a que no sabemos qué va a pasar en el mundo cuando el virus pueda ser controlado, más allá de las cuestiones políticas y económicas coyunturales. ¿Alguien va a llegar un día a Wall Street y encender una computadora o de repente esa calle se va a haber convertido en un recuerdo de lo que alguna vez fue? ¿Va a haber significado algo el alto el fuego en Camerún y Filipinas? ¿Va a volver el Papa Francisco a dar la misa ante la plaza llena? ¿Van a seguir los inmigrantes cruzando los océanos?
No podemos prever los alcances de la pandemia más allá de los números estimativos de víctimas y países afectados. Pero este virus no es un cuadro de Excel ni podemos dimensionar qué tan hondo nos ha calado. El título del libro de Berman está tomando de una frase del Manifiesto Comunista que reza: “todo lo sólido se desvanece en el aire; todo lo sagrado es profanado, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas”. Y a riesgo de cualquier anacronismo, me tienta pensar que estos son también tiempos en los que esas cuestiones son puestas sobre la mesa.