¿Será que el coronavirus esconde otro poder letal? ¿Se apoderará de algunos de nosotros al punto de convertirnos en un coronel Kurtz del que nunca pudiéramos salir?”
Por Vicky Castiglia / Hace poco me enteré que Apocalipsis Now está inspirada en la novela de Joseph Conrad, el corazón de las tinieblas. Casi compré el libro, pero ese día no me alcanzó, así que vi la peli en dos tandas, porque dura más de tres horas y en el medio me dormí. Es de finales de los años 70 y cuenta la historia de un capitán del ejército estadounidense que en plena Guerra de Vietnam es enviado a Camboya a matar a un coronel desertor–también yanqui- que aparentemente se volvió loco. La cuestión es que después de ver la primera parte, el Ruso me leyó las perlitas de un rodaje que transcurrió en Filipinas en plena Guerra Fría. Parece que a Coppola no le resultó tan fácil como esperaba porque en el medio del rodaje fueron asolados por un tifón, Marlon Brando se apareció a grabar con 40 kilos de más, a Dennis Hopper había que garantizarle la cocaína y el jefe de utilería decidió que era buena idea colgar cadáveres de verdad. Ningún gran actor quería tomar el protagónico, así que probaron a Martín Sheen y su primera escena -la que rompe el vidrio de la habitación- gustó tanto, que fue la que terminaron usando.
«Me encanta el olor del napalm por la mañana», dice el personaje de Robert Duvall en el medio del caos, de los bombardeos y los ataques, mientras manda a uno de los oficiales a hacer surf en medio de una playa estallada y paradisíaca. Es extraordinaria la película en cuanto muestra los horrores de la guerra y la extraña habilidad del ser humano de acostumbrarse a la miseria y de normalizar lo impensado, como esa escena en la que llevan a las conejitas Playboy a visitar a los soldados. Es también la muestra palpable de cómo puede degradarse la conducta de los hombres cuando no les queda otra más que descender a los infiernos. Supongo que la mente es un laberinto que ningún hilo de Ariadna puede desentrañar.
Sobre la segunda parte de la peli hablé mucho con Rober Mur de Marlon Brando o el Coronel Kurtz. ¿Qué pasó con él? ¿Qué tan profundo bajó a las tinieblas que ya no pudo volver siendo el mismo? ¿Cuándo fue que la jungla de aquel tiempo se lo devoró? ¿Es el traidor de los traidores? ¿Un panegírico a la deserción del ejército de los Estados Unidos? Capaz es sólo un tipo que creía tenerlo todo hasta que llegó el sacudón y lo mundano le pasó a segundo plano.
Me quedó dando vueltas la idea de que las personas no son buenas o malas, tienen luces y sombras, que es distinto. Incluso nuestros enemigos, incluso nuestros seres más queridos. Y en tiempos de guerra, en tiempos difíciles, en tiempos de pandemias y virus, eso se vuelve cada vez más claro. Porque en las situaciones extremas también combatimos contra un enemigo en común: la soledad. Hay un momento en el que tomamos real dimensión de lo que significa haber puesto nuestras vidas en pausa. La nostalgia, el miedo, las victorias, los fracasos, los errores, la verdad, el amor, la lluvia y el llanto. Nos vemos obligados a pensar qué hacemos también con todo eso.
“No sabemos cuánto tiempo va a durar esta cuarentena, esta puesta a prueba, esta especie de tensión, de Guerra Fría en la que estamos todos participando. ¿Qué pasa si en el medio, la selva de la cuarentena se devora a alguien y de ahí surge un nuevo Marlon Brando, como si cierta parte del espíritu humano resurgiera por estos días, y se apoderara de algunos de nosotros al punto de convertirnos en un coronel Kurtz del que nunca pudiéramos salir?”, me preguntó Rober y yo no supe qué contestar.