Otro texto sobre la vida de todos los días en tiempos del coronavirus.
Por Vicky Castiglia / La última vez que salí de mi casa fue el domingo la tarde. Fui hasta el kiosco a comprar puchos y yerba. No estoy en cuarentena obligatoria pero tomé la decisión de quedarme adentro la mayor parte del tiempo posible. Tal vez el hecho de saber que en caso de necesitarlo, puedo llegar a salir, hace de este encierro auto-impuesto algo un poco más llevadero. Además, anteanoche vimos una película de Tarantino que nos recomendó mi amigo Rober Mur. Se llama Los 8 más odiados y cuenta una trifulca entre cazadores de recompensas a finales de la Guerra Civil de los Estados Unidos. Tiene todos los condimentos tarantinescos que se le puedan pedir y dura como tres horas. Recomendables la peli y también los textos de Rober Mur que pueden encontrar en sus redes sociales, para aquellos que prefieran volcarse a la lectura.
Ayer, mi día empezó con un audio larguísimo supuestamente adjudicado al neurólogo Facundo Manes. Me llegó por varios grupos de WhatsApp en tono alarmista. Busqué el Twitter de Manes y me encontré con lo que esperaba: una desmentida de parte del médico devenido en político sobre ese audio. Este miércoles, varios diarios reportaron que se trata del cardiólogo Fernando Botto, miembro del área de investigación del ICBA Instituto Cardiovascular. El mensaje refería a una cuestión que no es menor: la capacidad de contagio del coronavirus.
A raíz de ese audio, dos cuestiones me rondaron en la cabeza durante toda la jornada: la primera es la cuestión de la paranoia social que desencadenó el virus. La segunda, la importancia del acceso a información de calidad. Es imposible separar una de la otra. De hecho, con unos amigos le dimos varias vueltas al asunto. Por WhatsApp, claro. Una de las chicas, planteó que pareciera ser que por estos días hay dos tipos de reacciones frente a la llegada del COVID-19 al país: de paranoia extrema y de relajación extrema. Coincido con ella. Por un lado, está la circulación alarmista en las redes sociales, donde es muy difícil determinar qué es fake news y qué no. Por otro lado, vemos cómo se colapsa la ruta en el acceso a Monte Hermoso y cómo un tipo se cree que puede reventar a palos a un guardia de seguridad porque le espeta no cumplir con su cuarentena obligatoria. Este último tranquilamente podría pasar por uno de los 8 más odiados.
“Miren, acá tenemos que luchar contra dos cosas: contra la pandemia y contra la psicosis”, dijo el presidente Alberto Fernández en la conferencia de prensa que brindó el lunes y agregó: “Todos nos sentimos en riesgo, si hacemos las cosas bien y respetamos las instrucciones los riesgos se van a minimizar”. A la pandemia se la vence haciendo lo que hay que hacer. A la psicosis, siendo responsables.
En este sentido, me puse a pensar cuál es el grado de responsabilidad que a mí me cabe. Entiendo que son dos: como ciudadana, el de tratar de permanecer en mi casa la mayor parte del tiempo posible, y seguir las recomendaciones de lavarme las manos frecuentemente con agua y jabón, toser o estornudar sobre el pliegue del codo o utilizar pañuelos descartables, no llevarme las manos a la cara, ventilar bien los ambientes de la casa, desinfectar bien los objetos que se usan con frecuencia, no automedicarme y no copar una guardia de un hospital si no es necesario. Como ciudadana, la responsabilidad que me cabe no es sólo cuidarme a mí, es cuidar al resto. No soy un grupo de riesgo, pero sí puedo ser un grupo de contagio.
Como periodista, entiendo que mi responsabilidad tiene que ver con enfocarme en la difusión de información oficial y al mismo tiempo alertar en las redes sociales y a las personas que me rodean –ahora virtualmente- sobre la presencia de fake news. Creo que el periodismo en general tiene que hacerse cargo del enorme grado de responsabilidad que lo interpela. Los canales de televisión, los portales online, los diarios y las radios, tienen la obligación moral de asumir este compromiso.
En el sitio web argentina.gob.ar, se reporta un informe diario sobre el estado de situación en nuestro país y las medidas que está tomando el gobierno. Allí están publicadas además las recomendaciones del Ministerio de Salud de la Nación, la información sobre los grupos de riesgo, y cuestiones vinculadas a las escuelas, empresas, organismos con atención al público y población en general. Es importante, cuando buscamos información en internet, remitirnos siempre a sitios oficiales. La Organización Mundial de la Salud, por ejemplo, tiene un apartado en su sitio web en español con información muy valiosa denominada “Orientación para el público” (https://www.who.int/es/emergencies/diseases/novel-coronavirus-2019/advice-for-public/q-a-coronaviruses).
Frente a la llegada del coronavirus, creo que todos tenemos que asumir el grado de responsabilidad que nos toca y fundamentalmente, evitar caer en un grado de paranoia que nos paralice. Porque el miedo, paraliza. El Estado ha tomado una serie de medidas preventivas, pero no serán suficientes si cada uno de los argentinos y argentinas no pone su granito de arena.