Alberto Fernández ya tiene en sus manos una propuesta de renegociación de inversores privados. La iniciativa es liderada por los megafondos de inversión Blackrock y Pimco, dos de los tres grandes inversores en la Argentina de los últimos cuatro años. La propuesta de Blackrock y Pimco en esencia plantea postergar el pago de capital por cinco años, pero no imponer quitas ni bajas de tasas.
Así informó entre otros varios medios este fin de semana El Diario de Cuyo, de San Juan.
El presidente electo dijo el viernes pasado, durante la presentación de su gabinete, que las conversaciones sobre negociaciones de la deuda ya están en marcha, aunque aclaró que en forma reservada.
El 15 de noviembre pasado el diario La Nación adelantaba “¿Qué hará Alberto Fernández con la deuda?: Esa es la pregunta que los principales bancos y fondos de inversión vinieron a buscar la semana pasada a la Argentina. Una puerta tocaron seguro: la del Gobierno. Los representantes de las principales entidades financieras fueron recibidos el miércoles de la semana pasada por el secretario de Finanzas, Santiago Bausili. En el Frente de Todos, cerca de Guillermo Nielsen y de Miguel Pesce, hombres cercanos al presidente electo, dijeron que no tuvieron contactos, pero Matías Kulfas y Cecilia Todesca prefirieron no responder la consulta de este medio”.
El 6 noviembre, el gobierno saliente recibió en la Secretaría de Finanzas a representantes de Merrill Lynch Bank of America, Monarch, MFN Partners, Itaú, Blackrock, Investec, JP Morgan, VR Capital, Farallon Capital y Lazard, entre otros bancos y fondos de inversión.
Este domingo, el sitio La Política On Line (LPO) vuelve sobre la información ya mencionada según el diario sanjuanino: “Alberto Fernández ya tiene una primera propuesta de renegociación de la deuda en manos privadas, con una masa crítica capaz de empujar una adhesión que imponga la solución. La iniciativa se la acercaron esta semana a sus equipos técnicos y es liderada por los mega fondos de inversión Blackrock y Pimco, dos de los tres grandes inversores en la Argentina de los últimos cuatro años, junto con Templeton”.
Señala también: “La propuesta de Blackrock y Pimco fue elaborada con la participación del JP Morgan y en esencia plantea postergar el pago de capital por cinco años, pero no imponer quitas ni bajas de tasas. También mantiene el pago al día de los intereses de la deuda, pero con una salvedad importantísima: estarían dispuestos a prestarle al nuevo gobierno al menos unos 5.000 millones de dólares -que podrían estirarse hasta 10.000 millones-, para que pague los intereses durante los primeros años. La propuesta tiene cuatro grandes atractivos para Alberto Fernández: por un lado, no tiene quita sobre el capital y va en línea con lo que postula el futuro ministro Martín Guzmán. Esto permitiría cerrar el acuerdo más bien en el corto plazo. Buscar una quita de capital que golpee los balances de los fondos implicaría una negociación con más fricción y más larga, tal como advirtió Susan Segal del Council of Americas este martes. Un alargamiento en los plazos dejaría durante más tiempo al sector privado sin acceso al financiamiento. Por eso la fecha límite que se puso Guzmán es marzo del año próximo”
LPO continúa: “La propuesta de darle cinco años de gracia a la Argentina para el pago de capital, permitiría a Alberto Fernández transitar todo su mandato sin esa carga. Sólo en 2020 se ahorraría el pago de unos 9.300 millones de dólares. Por otro lado, le daría cinco años de gracia para el pago del capital, y no dos como en la propuesta de Guzmán; de esta forma Alberto Fernández no debería pagar capital de deuda durante todo su mandato con los bonistas privados. Solo en 2020, de capital se ahorraría el pago de unos 9.300 millones de dólares. De todos modos, el primero que deberá aceptar la propuesta es Guzmán y seguramente tenga sus objeciones porque con este esquema de reestructuración, la deuda sigue creciendo. ‘Dudo que Guzmán acepte este tipo de step-up porque esto patea el problema para más adelante y agranda la deuda, cuando el tema de la deuda hay que resolverlo de raíz’, opinó un importante analista bancario de Wall Street. A priori, el FMI vio la propuesta y no le encontró objeciones, solo aclaró que como acreedor privilegiado corresponde que sea el primero en cobrar 44.500 millones de dólares que le dio al país entre 2018 y 2019”.
Este domingo, el colega Mario Wainfeld, en Página12, sobrevuela sobre lo que se sabe respecto de lo que podría acometer el gobierno de Fernández en materia económica. Pasamos a reproducir los párrafos sobre salientes de ese texto.
Martín Guzmán será ministro de Economía, el más joven del gabinete, con 37 años. Viene de la academia, es heterodoxo de buena escuela y conoció hace poco al presidente electo Alberto Fernández. Página/12 dialogó con importantes funcionarios ya designados sobre su perfil, sus ideas y el modo en que el equipo económico afrontará los primeros meses. De equipo hablamos porque todos sus integrantes, incluyendo a Guzmán y a Matías Kulfas, futuro ministro de Desarrollo Productivo , comparten principios comunes. Sobre todo, la necesidad de crecer y atender las necesidades acuciantes de los argentinos antes de empezar a cumplir con la deuda externa.
El inventario de las tareas a realizar impresiona, en particular porque corren contrarreloj:
Un conjunto nutrido de negociaciones, que son muchas, deben ser simultáneas, con todos. Con los bonistas privados y con el Fondo Monetario Internacional (FMI) ya se está conversando. El objetivo es convencerlos de que la Argentina necesita tiempo para crecer, reactivar, sentar las bases de un modelo de desarrollo productivo inclusivo y sustentable. Dicho en criollo, que no puede destinar ni un dólar a la deuda antes de resolver dilemas y necesidades urgentes de la población. El plazo de espera de dos años que suele mencionarse en tantas reseñas de estos días no es rígido ni dogmático: los futuros funcionarios consultados sostienen que eso depende de cuánto vaya mejorando la macroeconomía. Traducido apenas, funciona como referencia, no como una fecha límite.
Los jubilados, los estatales y los beneficiarios de la Asignación Universal por Hijo (AUH) no pueden esperar un lapso vaticano. Son la primera urgencia. Para ellos habrá un aumento inmediato. Lo anunciará el mismísimo Presidente.
“Poner plata en el bolsillo de los argentinos”, expresión coloquial de Fernández, ayudará a reactivar una economía con capacidad ociosa record. Repreguntados por este cronista (que asume un ratito el pensamiento liberal para enriquecer las charlas) los consultados explican que el paquete reactivador no azuzará la inflación. El acuerdo sobre precios y salarios estará al caer. Ni bien asuma el nuevo gobierno.
La reforma impositiva no figura entre las prioridades de los primeros meses.
La inflación deberá reducirse en pos del horizonte ambicionado por Alberto Fernández: un dígito dentro de cuatro años. Aunque nadie lo diga de este modo, los futuros ministros y secretarios no esperan milagros (léase reducciones súbitas) en el corto plazo.
El cepo, implementado por Macri ante el descalabro de la economía, no se toca.
También desgranaron los futuros funcionarios cuáles fueron los motivos y los argumentos que indujeron al presidente electo a sumar al elenco a Guzmán, casi el único al que Fernández no conocía desde hace mucho tiempo.
Guzmán es platense, primer universitario en su familia, graduado en la universidad de su ciudad, doctorado en el más alto nivel de las universidades norteamericanas y discípulo del Premio Nobel Joseph Stiglitz. Es un convencido de que la política económica neoconservadora, incluyendo la del presidente Mauricio Macri, se funda en premisas carentes de “evidencia empírica”, díada que menciona con asiduidad. Vive en Nueva York desde hace más de una década. Viene todos los años a su patria y participó intensamente en debates sobre el macrismo. Tiene una biblioteca leída y otra escrita.
A negociar, a renegociar… a decidir: Puesto a simplificar el plan de acción del nuevo Gobierno, habría que hablar de numerosas instancias de negociación. Mesas locales e internacionales. Simultáneas, pongalé.
Los funcionarios llegan con imprescindible optimismo de la voluntad. Sus argumentos reescriben la consigna que inmortalizó el presidente Néstor Kirchner: “Déjennos crecer porque los muertos no pagan”. La expresión “los argentinos primero” debe evitarse porque contiene reminiscencias de discursos de Donald Trump. Pero encajaría perfecto.
Las tratativas con los organismos de crédito y los bonistas privados recordarán el dato clave de la economía argentina, cifrado inicialmente por Marcelo Diamand: la restricción externa. Kulfas lo considera crucial y lo describió de modo tan riguroso como didáctico en su libro “Los tres kirchnerismos”. Mercedes Marcó del Pont, que desembarcará en la Agencia Federal de Ingresos Públicos (AFIP), comparte esa mirada y ejerce influencia intelectual sobre Kulfas y la vicejefa de Gabinete Cecilia Todesca.
Volvamos al maestro Diamand. Decía que el crecimiento incentiva las importaciones, que a su vez requieren dólares. Para sostener equilibrios en el mediano o el largo plazo debe ser continua la generación de divisas. Vía exportaciones para un Estado como el argentino, que no emite dólares ni yuanes. De otra forma, la carencia genera estrangulamiento y el fatídico “stop and go”.
Los negociadores argentinos de Fernández apelan a un grado mínimo de racionalidad de los acreedores. El aludido optimismo no incluye pensar que el relevo de autoridades en el FMI sea una señal de cambios de paradigma. Un funcionario que conoce el paño aplaca a los voluntaristas. Apunta que tras dejar la titularidad del organismo a Kristalina Georgieva, Christine Lagarde pasó a presidir el Banco Central Europeo. Conserva un lugar preponderante en la crema del sistema financiero global. No da la impresión de que “la novia de los argentinos” se haya ido a la “B”.
Guzmán, como Stiglitz, critica acérrimamente aunque con buenos modos los acuerdos del FMI con países en crisis. La estadística comprueba que no solucionan definitivamente nada. Que deben retomarse y renegociarse cuatro o cinco años después.
El Consejo Económico Social, herramienta indispensable para un amplio acuerdo sobre el nuevo perfil productivo, advendrá luego porque debe ser establecido por ley. Una institución que Fernández desea que perdure más allá de su mandato.
Los anuncios quedan para después del 10 de diciembre. Las retenciones ocuparán su lugar preponderante.
De nuevo: el propósito planteado es dialogar y, de ser posible, pactar con todos los sectores. Un gigantesco operativo de persuasión. ¿Y si falla? ¿Si las respuestas no son racionales o se empacan en la defensa de los intereses sectoriales? ¿Y si los organismos y el mundo de las finanzas sostienen prejuicios, matrices de pensamiento que fracasan en todo el mundo pero que integran su matriz ideológica?
Ante esas preguntas nadie menciona un plan “B”. Dicen que sería un bajón dedicarse a eso. Una concesión prematura-pavota en las tratativas. Pero hay firmeza, aun entre los cuadros más serenos: “Tomaremos decisiones”, dice uno. Y otros completan argumentando que el Estado existe y sus prioridades también. No será un convidado de piedra, ni un participante más, ni un amanuense del FMI en las mesas. Amanece un tiempo nuevo. “El default al fin y al cabo ya se produjo”, describen. Lo causó el macrismo aunque solo lo haya reconocido cuando habló de reperfilar la deuda privada.