Falleció en Avellaneda. AgePeBA se suma al duelo de compañeros y amigos, y lo despide.
Por Santiago Masetti / Este martes, a los 65 años de edad, el documentalista y profesor universitario Ricardo Artesi falleció en la localidad de Avellaneda, consecuencia de una enfermedad diagnosticada a último momento. El destacado intelectual, quien nació en el barrio de Boedo, dejó a sus alumnos, compañeros, familiares, una respetada obra audiovisual, digna de admiración.
Artesi comenzó a tomar sus primeras herramientas como documentalista, realizador y comunicólogo en la Escuela de Arte Cinematográfico de Avellaneda, durante los complicados años de 1978 a 1983, donde estudió para luego licenciarse como realizador cinematográfico.
A esa importante casa de estudios del sur bonaerense se la conocía como la Escuela de la Resistencia, ya que en los años de dictadura logró sobrevivir y generar una serie de trabajos de denuncia a los militares y elaborar producciones de tono social, como así también la realización de festivales de cine independientes.
Entre sus primeros trabajos figura “Contraste”, que es una historia ficcionada de relaciones de parejas donde la violencia juega un rol protagónico que tiene como escenario a Avellaneda y “Tristeza de Federico”, la cual narra la historia de un chico con problemas mentales en el barrio porteño de San Telmo.
Artesi, desde 1987 hasta 1994 fue el director de la Escuela de Arte Cinematográfico de Avellaneda y a la vez encaró proyectos documentales sobre distintos organismos de derechos humanos.
Cuando los duros años noventa comenzaban hacer sus primeros estragos notables, Artesi decidió marchar hacia México “porque este país se había convertido en un lugar burdo, sin perspectiva, sin futuro y con un oscurantismo que se notaba mucho, producto de la propuesta cultural de los militares y de los gobiernos que le continuaron”, dijo alguna vez.
En el país azteca fundó la Escuela de Cine de Guadalajara, desempeño actividades en universidades y medios de comunicación mexicanos y la realización de series, documentales y cortos que abordaban la situación del migrante y los problemas de género, de derechos humanos y violencia, entre otros.
También se desempeñó como Profesor de la cátedra de Edición de la prestigiosa Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños en Cuba, donde tuvo el ofrecimiento de ser el director académico de esa institución, a pedido del cubano, uno de los más grandes cineastas de América Latina Santiago Álvarez.
Luego de dieciocho años Artesi regresó a la Argentina, y de inmediato se puso a trabajar en un documental que trata sobre la vida y obra del poeta peronista Alfredo Carlino.
Sin dejar disimiles proyectos profesionales, familiares y laborales, el destacado realizador de Avellaneda rodó otra película bautizada “Molinos de lucha y esperanza”, que cuenta la historia de la comisión interna de la fábrica Molino del Plata, que en la actualidad, todos sus miembros se encuentran desaparecidos.
Artesí fue un entusiasta del tratamiento mediático impulsado por los gobiernos de Néstor y Cristina Fernández de Kirchner y de su inserción en la sociedad para generar cambios de sentidos en lo más amplio de la sociedad.
Como buen “cabeza dura” y apasionado por su labor, Artesí prácticamente hablaba todo el día de su trabajo y de la forma de encontrar nuevas historias que merecían o debían ser narradas a través del ojo documental y aseguraba:“el documental es un trabajo de paciencia con la realidad. Se cruza la realización con la necesidad de transmitir”.
“Soy muy feliz cuando veo a los jóvenes engancharse en escuelas, haciendo guiones, contando sus historias, generando producciones. Lo importante de todo esto es que la juventud va tomando la herramienta audiovisual en sus propias manos”, dijo en más de una oportunidad con un dejo mexicano en la tonada, cuando se refería a su trabajo como realizador y docente de la Universidad de Avellaneda.
Sus nietos, Camilo y María Victoria, completaban buena parte de su tiempo, de sus alegrías y preocupaciones; mientras que en un lugar mucho más relegado quedaba su San Lorenzo de Almagro y el entusiasmo por las redes sociales y la tecnología.
Avellaneda, Argentina y América Latina perdieron a un impactante documentalista, un comprometido militante, pero sobre todo, a un excelente ser humano.