El autor de este texto, el periodista argentino Santiago Masetti, es heredero de una vocación. Aquella de analizar a “nuestra América” con objetividad pero tomando partido por la causa de la liberación de los pueblos, enunciada por su abuelo Jorge Ricardo Masetti al fundar la agencia de noticias Prensa Latina, tras el triunfo de la Revolución Cubana. Desde su vuelta a Buenos Aires y tras larga estancia de estudios en La Habana, sigue con precisión quirúrgica los acontecimientos en Bolivia y propone para AgePeBA: Con el Golpe de Estado encabezado por Estados Unidos y con la mano de obra de la derecha racista y de los politiqueros y la oligarquía boliviana, el país altiplano-amazónico retrocede más de medio siglo en calidad institucional y pone en peligro de muerte la formidable obra democratizadora, de justicia social, crecimiento económico y revalorización ideológica que llevó a cabo el gobierno de Evo Morales, un presidente que, desde el primer día, estuvo en la mira del Imperio. En ese marco, algunos entretelones del accionar del MAS que, en forma trágica, también contribuyen a explicar el triunfo, al menos por ahora, del golpismo fascista.
Por Santiago Masetti (*) / El Golpe de Estado contra el gobierno de Evo Morales no se generó de forma espontánea, ni fue una acción organizada por los sectores medios y altos ante un nuevo triunfo en las urnas del Movimiento Al Socialismo (MAS), sino que su aparición está alimentada por fuerte contradicciones sociales y de disputas políticas que tienen, por lo menos, más de un siglo.
Sin entrar en los pormenores de la construcción del estado-nación de Bolivia durante el Siglo XIX, o el conflicto bélico con Chile por los territorios del Océano Pacífico o la Guerra con Paraguay en las primeras décadas del lustro anterior, el país altiplano-amazónico se convirtió en el más empobrecido de Sudamérica, a pesar de sus enormes riquezas en recursos mineros, con una división de clases marcada por el componente étnico de su población: indígenas, mestizos y blancos. Durante todo el Siglo XX, Bolivia se caracterizó por la fuerte asimetría económica, una diferencia social marcada por la ascendencia social, mientras que la inestabilidad política y los golpes de Estado estaban a la orden del día al servicio de una oligarquía, encabezada por la familia Patiño, liderando la famosa “rosca” oligárquica que finalizó con la insurgencia popular de Siles Suazo y Paz Estenssoro en 1952. A partir de allí, sucesivos gobiernos se alternaron con dictaduras militares, como las de Hugo Banzer y Luis García, o administraciones civiles digitadas por Estados Unidos como fue el gobierno de Gonzalo Sánchez de Losada.
Tampoco es objeto de este artículo resaltar los grandes beneficios hacía las mayorías de Bolivia y las conquistas de derechos que obtuvieron los excluidos o vilipendiados durante el gobierno de Evo Morales y Álvaro García Linera desde el 2005 hasta hace estos últimos días. Se trata de entender, cuáles fueron los hechos o los principales puntos de la administración del MAS, a partir de los cuales los golpistas supieron hacer mella.
Un punto de quiebre se dio en 2007, cuando el Comité Cívico de Santa Cruz intentó un golpe de Estado que luego se llevó a planes de sesionar el país con la famosa medialuna. A partir de ese momento el Gobierno tomó nota de lo sucedido y busco diferentes vías y canales de diálogo con el empresariado santacruceño o “camba”, los cuales, y en general, nunca fueron tocados por el gobierno de Evo Morales. Es más, los negocios para a la burguesía de esa zona del país nunca fueron tan formidables como en los años de la administración del MAS.
Tras resultar triunfador en las elecciones celebradas en 2014 la fórmula Morales- García Linera afrontaban el tercer mandato consecutivo. Hecho único en la historia de Bolivia, ya que la estabilidad política era algo foráneo en esas latitudes.
Este tercer mandato sirvió para potenciar la lucha contra la pobreza, la desocupación, generar servicios sociales gratuitos de educación y salud. Además se tomó como tema de Estado la salida soberana hacía al Océano Pacifico, logrando llevar a Chile al Tribunal de La Haya.
Mientras los avances políticos, sociales y económicos se desarrollaban por todo el país, dentro del MAS se llegaba a una meseta ideológica donde la disputa del poder interno comenzaba a carcomer a todas las estructuras estatales y judiciales. En lo que respecta al poder mediático, se adocenaron las plataformas y los contenidos de las producciones que sostenían a Evo y, salvo en pocas y circunscriptas excepciones casos de medios locales, no se logró disputar el sentido común de la derecha y de los blancos racistas de Bolivia.
A mediados de este tercera gestión, el oficialismo convocó a un el plebiscito para el 21 de Febrero de 2016, con el cual buscaba la posibilidad de que el presidente pudiera presentarse a elecciones para un cuarto mandato, situación que la propia Constitución Política del Estado realizada y aprobada por Evo no permitía.
Tras la derrota por un punto y medios, el oficialismo trazó una nueva estrategia: recurrió al Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP), al que le pide que declare “inaplicables” cuatro artículos de la Convención Americana de Derechos Humanos o Pacto de San José de Costa Rica, de 1969, de la cual Bolivia es signataria.
Al lograr la repostulación de un Tribunal constitucional para que Evo Morales se presente a un cuarto mandato, el oficialismo le dejó servida a la oposición una serie de argumentos políticos que antes no tenían. La derecha rápidamente comenzó a generar agenda y armarse mediáticamente. El costo político era altísimo.
En abril de este año, el presidente de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro visitó La Paz. Allí se entrevistó con el mandatario y manifestó su conformidad con la visita oficial. No sólo se vio con Evo, sino que saludó a las organizaciones de masas afines al gobierno. En las filas del MAS parecían no percatarse de los costos políticos a los que se exponían, convalidando una organización regional a la cual sólo le cabe, desde sus orígenes y conforme a sus comportamientos, la definición de “ministerio de colonias” de Estados Unidos.
Luego vinieron las elecciones del 20 de octubre en las que el MAS se impuso por más de 10 puntos de diferencia sobre su principal competidor Carlos Mesa; aparecieron las denuncias de fraude alentadas por Estados Unidos y la oposición.
Carlos Mesa, desconoció los resultados. Pero en el jardín de la derecha creció un enano, el Macho Camacho, quien la semana pasada dijo que ya no querían segunda vuelta ni nuevas elecciones, sino que Evo renunciara.
Y llamó a las FFAA y a la Policía a movilizarse. Camacho, empresario cruceño, es a todas luces un fascista con todos su síntomas y patologías. Sus opiniones y posiciones políticas son muy cercanas al presidente de Brasil, Jair Bolsonaro.
A las semanas, el informe de la OEA, como era previsible, hablaba de “incongruencias” en el proceso electoral boliviano, lo que obligó a Evo Morales a realizar una conferencia de prensa para aceptar una segunda vuelta. Ya era tarde.
De esta manera, el golpe de Estado liderado por Luis Fernando Camacho, Zvonko Matkrovic, Marco Pumares, Tuto Quiroga y Carlos Mesa, entre otros, ya estaba en pleno desarrollo. La OEA funcionó como la OEA, Estados Unidos como Estados Unidos.
(*) Santiago Masetti es Licenciado en Historia por la Universidad de La Habana y periodista. Escribe para medios locales e internacionales.