Un texto del periodista y poeta bien runfla y joven, que por ahí transita, entre otros lares por la Facultad de Periodismo de la UNLP. Se llama Rober Mur y hacía rato que no lo publicábamos. Hoy dijo presente, una vez más
Lo que no olvidan ni perdonan
es que el diecisiete de octubre en cuotas
de nuestras vidas nos lo tomamos de las copas
de sus bares de la Recoleta, de Palermo Chico,
en las fiestas de salón del primer mundo, primereando
la utopía sudaca, sudando el premio grande patrio.
Nos castigan fuerte hoy por la alegría prepotente del ayer,
por habernos metido en las sábanas exclusivísimas de Barrio Norte,
Y de los andrajos pasar al traje de mejor sastre, por haber cambiado de piel,
y vestirnos de pieles, arrebatadas de los cuerpos gorilas
convertidos en tapados y habernos tapado
del invierno crudo, triste y asesino del capitalismo.
No olvidan ni perdonan
Por soñar más progreso que un profesor universitario o científico
por obligarlos a doblar la apuesta, aun sin fichas ni un centavo,
Por haberles contagiado nuestro fascismo barrialero en
los decorados académicos de sus metrópolis civilizadas
Por habernos inventado una clase media desvariada
jetona y bienvivida, de falsos profetas y lenguas venenosas.
No perdonan la fiesta que les desparramamos
sobre el mantel limpio de la Argentina blanca y patricia y patriarcal,
como gusanos colados de la Historia, devenidas mariposas
revoloteando como moscas sobre la comida dulce y salada
sobre los banquetes, las jodas, bancadas con sus rabias retenidas.
Ahora nos acarician la pancita, tirados en el suelo, desfallecidos
En el piso donde hoy morimos de precarizados,
de domesticados, ignorantes y colonizados
Allí nos refriegan y anestesian
Nuestra fiesta punk en la decrepitud bolsillera
No ahogan en el aullido de bondis vacíos, vagones de tren en silencio
en la tristeza del bailongo apagado y fallido que, devenido en resaca,
Intenta estirar el cuchillazo al mediodía y salvar la tarde
Allí nos han enseñado el lenguaje de la esclavitud
para amordazarnos las palabras amor e igualdad
Allí nos han intentan envejecer, jubilar anticipados
en los veintipico, casi treinta y reducirnos
al otoño amargo y anciano de nuestros sueños.
Desde el abismo, desde el abajo, los miro, callo y otorgo
Porque sé que en un camión destartalado,
cuarenta años en el desierto, entre agua y arena
andaremos, compañeros.
Porque sé que, de algún modo algún día,
los buenos, los malos, lo feos, todos unidos triunfaremos
y siempre encontraremos la manera de colarnos
en este bolichón atolondrado,
en esta fiesta impagable, este cumple de quince eterno
que es la Argentina,
la tierra prometida, compañeros.