«No se olviden lo que sucedió ayer acá en el Sur, en la Argentina. La banda de Cristina Kirchner, que es la misma de Dilma Rousseff, que es la misma de Maduro y Chávez, y de Fidel Castro, dieron señales de vida ahí», dijo este lunes el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro luego de conocerse el triunfo electoral en las primarias celebradas en Argentina y que significó un gran fracaso para Mauricio Macri y su gestión.
Por Vicky Castiglia / «Si ese zurdaje vuelve en la Argentina, nosotros podremos tener en Rio Grande do Sul un nuevo estado de Roraima», señaló el mandatario en referencia a la ola migratoria venezolana que ha recibido ese estado norteño y agregó: «No queremos hermanos argentinos huyendo para acá, teniendo en vista lo malo que debe concretarse por allá en caso de que las elecciones realizadas ayer se confirmen ahora en el mes de octubre».
Con sus declaraciones, Bolsonaro no sólo volvió a sentar su conocida posición en torno a gobiernos de carácter más popular, sino también una política muy en boga en Washington y en la Unión Europea que tiene que ver con quizás uno de los mayores problemas de nuestro tiempo: las grandes oleadas de inmigración. Si bien las declaraciones del presidente de Brasil deben ser leídas en tono de amenaza frente a la preocupación que genera en los círculos de derecha a nivel internacional un eventual triunfo de la fórmula Fernández-Fernández en Argentina, el análisis debe girar sobre la construcción simbólica de esa amenaza.
El aumento de la cantidad de desplazados en el mundo se ha ido incrementando fuertemente en los últimos años, pero la mirada occidental en torno a los refugiados y desplazados pareciera estar más relacionada con los problemas económicos que genera el flujo de personas que con la capacidad de los gobiernos de dar respuesta a las problemáticas. La población global de desplazados forzosos aumentó en 2,3 millones en 2018 según datos de la ACNUR, la agencia de Naciones Unidas para los Refugiados. Las razones de este fenómeno varían entre la persecución, los conflictos, la violencia o las violaciones a los derechos humanos. La mayor parte de este aumento se dio entre 2012 y 2015, provocado sobre todo por el conflicto sirio. Pero otros conflictos en distintas zonas también contribuyeron a este aumento, incluidos los de Irak y Yemen en Oriente Medio, la República Democrática del Congo (RDC) y Sudán del Sur en el África subsahariana, así como la llegada masiva de refugiados rohingya a Bangladesh a final de 2017. En 2018 cabe destacar particularmente el aumento del número de desplazados por los desplazamientos internos de Etiopía y las nuevas solicitudes de asilo de venezolanos.
En ese sentido, resulta evidente que el objetivo de Bolsonaro es plantear que un triunfo del Frente de Todos -o dicho de otro modo, el fin del gobierno de Macri-, daría lugar a la conflictividad, la violencia y/o la persecución, que desencadenaría en un oleaje migratorio desde el sur del continente hacia Brasil.
Sabido es que el Mandatario ultraconservador uno de los grandes aliados de Mauricio Macri, fundamentalmente en lo que respecta a su posición en torno al gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela al que ambos acusan de dictador, en sintonía con la línea política que impulsa Donald Trump desde Estados Unidos. Ambos han sido los principales impulsores del Grupo de Lima, la instancia multilateralista que reúne a Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay, Perú, Guyana y Santa Lucía “para seguir la crisis política de Venezuela y procurar una salida a la compleja situación interna”. Este Grupo sostiene que “el régimen ilegítimo de Nicolás Maduro constituye una amenaza a la paz y la seguridad internacional, con efectos regionales y globales” y respalda al Presidente de la Asamblea Nacional y Juan Guaidó.
El pase de venezolanos por la ruta de Roraima (la mayoría no se establece en Brasil sino que continúa su camino),es el ejemplo que utiliza Bolsonaro para plantear la comparación entre la crisis que actualmente enfrenta Venezuela y la posibilidad de que en Argentina se de un proceso idéntico. De hecho, ese argumento es el caballito de batalla de la derecha nacional e internacional. “Que la Argentina no siga el camino de Venezuela, los motivos del apoyo de EE.UU. a Macri”, titulaba el diario Clarín en mayo de este año, por ejemplo, “al intentar responder por qué tanto Estados Unidos como el mundo siguen ayudando a la Argentina a través del FMI pese a los errores en la gestión económica de Macri”. Los últimos días, demostrarían que fue justamente el préstamo del FMI y la pésima gestión económica del gobierno el desencadenante de la crisis, lectura que se vio reflejada en las urnas el pasado domingo.
La iniciativa discursiva de Bolsonaro, sin embargo, no es propia. Responde a la bajada de línea de la Casa Blanca. Trump ha apoyado oficialmente a Mauricio Macri (aunque no se ha referido al tema luego de las PASO), es el principal detractor de Nicolás Maduro y es el promotor principal de una doctrina anti-inmigración. Conocidas son sus políticas en torno a la construcción del muro que separa a su país de México para evitar la llegada de la inmigración legal e incluso en los últimos días se anunció que prepara un paquete de medidas para reducir la presencia de aquellas personas radicadas de forma legal.
A mediados de junio de este año, el racismo y el odio visceral del Mandatario estadounidense alcanzaron extremos cuando atentó por las redes sociales contra las congresistas Alexandria Ocasio-Cortez, de origen puertorriqueño; la somalí nacionalizada estadounidense en su adolescencia, Ilhan Omar; Rashida Tlaib de orígenes palestinos y la afroestadounidense Ayanna Pressle. “Qué interesante ver a las congresistas demócratas ‘progresistas’, que proceden de países cuyos Gobiernos son una completa y total catástrofe, y los peores, los más corruptos e ineptos del mundo (ni siquiera funcionan), decir en voz alta y con desprecio al pueblo de Estados Unidos, la nación más grande y poderosa sobre la Tierra, cómo llevar el Gobierno”, publicó en twitter.
Si durante los últimos años, la administración de Estados Unidos había logrado establecer una suerte de control en América Latina fue gracias al ascenso al poder de líderes como Macri y Bolsonaro, que sometieron los intereses de sus respectivos países a los del norte. Una posible salida de Cambiemos del gobierno significa la pérdida de un aliado para la gestión de Brasil y una reconfiguración del escenario regional para la Casa Blanca.