Pekín está invitando al presidente estadounidense a reconsiderar sus acciones en medio de la guerra comercial, pero él no parece entender nada. Para entender la guerra comercial en ciernes con China, lo primero que necesitas entender es que nada de lo que Donald Trump está haciendo tiene sentido. Sus posturas sobre el comercio son incoherentes. Sus demandas son incomprensibles. Y sobrestima por mucho su capacidad de infligir daño a China, mientras que subestima el daño que China puede causarle en consecuencia.
Por Paul Krugman (*) / Lo segundo es que, hasta ahora, la respuesta de China ha sido bastante modesta y moderada, si se toma en cuenta la situación. Estados Unidos ha establecido o ha anunciado aranceles a casi todo lo que China le vende, con tasas arancelarias promedio que no se han visto desde hace generaciones. Los chinos, en cambio, todavía no despliegan toda la gama de herramientas que tienen a su disposición para contrarrestar las acciones de Trump, que afectarían a la base política del presidente estadounidense.
¿Por qué los chinos no han atacado con todo? En mi opinión, todavía están tratando de enseñarle a Trump algo de economía. Lo que están diciendo con sus acciones hasta el momento es, en efecto: “Piensas que puedes intimidarnos, pero no puedes. Nosotros, por otra parte, podemos mandar a la ruina tus productores agrícolas y hacer que tu mercado se derrumbe. ¿Quieres reconsiderar?”.
Sin embargo, no hay nada que indique que el mensaje haya sido recibido por el destinatario. En cambio, cada vez que los chinos hacen una pausa y le dan tiempo a Trump para reconsiderar, él toma esto como una justificación a sus medidas y presiona todavía más. Lo que esto sugiere, a su vez, es que tarde o temprano los disparos de advertencia se convertirán en una guerra comercial y monetaria abiertamente declarada.
Respecto al punto de vista que promueve Trump: su incoherencia salta a la vista casi todos los días, pero uno de sus tuits recientes fue un ejemplo perfecto. Hay que recordar que Trump se ha quejado sin cesar de que hay un dólar fuerte; afirma que eso pone a Estados Unidos en una desventaja competitiva. El 6 de agosto hizo que el Departamento del Tesoro declarara a China un manipulador de divisas, lo cual China era hace siete u ocho años, pero ya no. No obstante, al día siguiente escribió un tuit en tono triunfante en el que aseguraba que “enormes cantidades de dinero de China y de otras partes del mundo estaban llegando a borbotones a Estados Unidos”, y dijo que era “algo hermoso que observar”.
Pues… ¿qué ocurre cuando “enormes cantidades de dinero” llegan a borbotones a nuestro país? El valor de la moneda aumenta, que es exactamente de lo que Trump se queja. Y si enormes cantidades de dinero estuvieran saliendo de China, el renminbi o yuan se estaría devaluando, en vez de tener la caída insignificante (de dos por ciento) que el Departamento del Tesoro condenó.
Incluso si las acciones de Trump no tienen sentido, ¿China cederá a sus demandas? La respuesta resumida es: “¿Qué demandas?”. Trump parece centrarse principalmente en el superávit comercial que China tiene con Estados Unidos, cuyo origen es divers y realmente no es algo que el gobierno chino pueda controlar.
Hay otras personas en el gobierno estadounidense que parecen preocupadas por el impulso que ha tenido China en las industrias de alta tecnología, algo que podría, en efecto, amenazar el dominio estadounidense. China es una superpotencia económica; sin embargo, es relativamente pobre en comparación con Estados Unidos. Es tremendamente poco realista imaginar que se puede intimidar a un país como ese para que dé marcha atrás a sus ambiciones tecnológicas.
Esto nos lleva a la pregunta de cuánto poder tiene en realidad Estados Unidos en esta situación.
Estados Unidos, claro está, es un mercado importante para los productos chinos, y China compra relativamente poco a cambio, así que el efecto adverso directo de una guerra comercial es mucho mayor para los chinos. Sin embargo, es importante entender la escala. China no es como México, que envía el 80 por ciento de sus exportaciones a Estados Unidos: la economía china es menos dependiente del comercio que naciones más pequeñas, y menos de una quinta parte de sus exportaciones llegan a Estados Unidos.
Así que, aunque los aranceles de Trump ciertamente afectan a los chinos, Pekín está bastante bien posicionado para contrarrestar los efectos. China puede inflar el gasto nacional con estímulos monetarios y fiscales; además de que puede impulsar sus exportaciones, hacia el mundo en general y hacia Estados Unidos, al devaluar el renminbi.
Al mismo tiempo, China puede provocar sus propias afectaciones. Puede comprar soya en cualquier otra parte, que dañaría a los productores estadounidenses. Y como vimos después de la decisión del Departamento del Tesoro, incluso un debilitamiento en gran medida simbólico del renminbi puede ocasionar desplomes en los mercados de valor estadounidenses.
Y la capacidad de Estados Unidos para contrarrestar estas estrategias está obstaculizada por una combinación de factores técnicos y políticos. La Reserva Federal puede disminuir las tasas de interés, pero no mucho pues ya están bajas. Se podría implementar un estímulo fiscal, pero debido a que Trump hizo que se promulgaran recortes fiscales amigables con la plutocracia en 2017, tendría que otorgar concesiones reales a los demócratas para lograr cualquier otra cosa, algo que probablemente no hará.
¿Qué tal una respuesta internacional coordinada? Eso es poco probable, pues no está claro qué quiere Trump de China y porque la beligerancia general de Trump (sin mencionar su racismo) han hecho que casi ningún país esté dispuesto a estar del lado de Estados Unidos en las controversias mundiales.
Entonces, Trump está en una posición mucho más débil de la que se imagina, y mi hipótesis es que la minidevaluación desde China de su moneda fue un intento de darle una lección sobre esa realidad. Sin embargo, dudo bastante que él haya aprendido algo. Su gobierno ha estado perdiendo sin cesar a la gente que sabe algo sobre economía y se reporta que Trump ni siquiera está escuchando a la banda de ignorantes que quedan.
Así que esta controversia comercial probablemente empeorará mucho más antes de que sea posible que mejore.
(*)Tomado del diario The New York Times. Paul Krugman ha sido columnista de la sección de Opinión de The New York Times desde 2000. Es profesor distinguido de la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY) y en 2008 fue galardonado con el Premio Nobel de Ciencias Económicas por sus trabajos sobre el comercio internacional y la geografía económica.