Los argentinos votarán en las primarias para definir quiénes serán los candidatos que se enfrentarán en la elección del 27 de octubre. La alianza Cambiemos, actualmente en el poder, se juega la reelección en un escenario comprometido por la severa crisis económica producto de su propia gestión y atravesado por los vaivenes de la geopolítica internacional. Hasta aquí nada nuevo, se abre la carrera electoral que, más allá de los entusiasmos, se desarrolla en un clima es de gran incertidumbre. Pero en qué región, en qué mundo, se debaten estas PASO y se dirimirán las próximas generales de octubre.
Por Vicky Castiglia / Para entender qué está en juego en las elecciones de este año, es necesario ampliar la vista del tablero e incorporar al análisis los factores externos. Al cumplirse 75 años de los acuerdos de Bretton Woods, que básicamente definieron los lineamientos de lo que sería la economía capitalista tras la segunda guerra mundial, la Organización Mundial del Comercio (OMC) agoniza, los mercados internacionales tambalean frente a las constantes amenazas entre Washington y Pekín y la globalización se ha estancado. En materia política, el centenario del Tratado de Versalles encuentra al mundo en un estado de tensión permanente atravesado por el resurgimiento de un nacionalismo que se evidencia en procesos separatistas como el Brexit y la cuestión catalana, en las políticas anti-inmigratorias impulsadas por Estados Unidos y la Unión Europea, y en el triunfo en elecciones de líderes que van en sintonía con ese tipo de ideologías, como Matteo Salvini en Italia, Boris Johnson en el Reino Unido, Nerendra Modi en India, Benjamín Netanyahu en Israel y hasta Jair Bolsonaro en Brasil y Viktor Orban en Hungría, por ir un poco más atrás en el tiempo.
¿Cuál es la incidencia de todos estos hechos en Argentina? ¿Qué repercusiones traen aparejadas? ¿Qué factores entran en juego a la hora de pensar los próximos cuatro años para un país que enfrenta una severa crisis económica? ¿Por qué es tan importante desde el plano de lo económico poner el foco en las urgencias comerciales? ¿Es el nacionalismo un factor ideológico a tener en cuenta? La pregunta central, en todo caso, puede trazarse aspecto clave: la alianza que ha sabido construir el gobierno de Mauricio Macri con Donald Trump -actor clave en el ajedrez internacional- y en el precio a pagar por esa relación.
El gobierno de Trump, si se quiere como una expresión generalizada de esos nuevos nacionalismos, tiene un perfil proteccionista y de apuesta al crecimiento hacia el interior. Lo que demuestran todas esas experiencias es un nuevo patrón de ajuste, incluso a nivel comercial, que ya había sido señalado a principios de año a través de una nota publicada en The Economist y que se conoce como “Lentobalización”. Este proceso de desaceleramiento de la globalización, se explica, entre otras razones, porque “las firmas multinacionales han encontrado que extenderse globalmente cuesta mucho dinero, porque la actividad está pasando a los servicios, y porque la manufactura china se ha vuelto más autosuficiente, por lo que necesita importar menos partes. Es decir: los costos se vuelven más altos y las inversiones más cautas”.
El discurso de Mauricio Macri en la campaña de 2015 había girado en torno al supuesto aumento de la inversión extranjera que traería aparejado su triunfo electoral. En parte por las razones exógenas detalladas más arriba pero también por su propia gestión, lo cierto es que las inversiones no alcanzaron la magnitud esperada. A su vez, una serie de decisiones de política macroeconómica llevadas adelante por su equipo hicieron estragos en la economía. Sólo por enumerar algunos indicadores, puede afirmarse que aumentó la desocupación y la inflación, se fugaron capitales, cayó la producción industrial y el consumo (que fue el peor en más de una década), y se devaluó fuertemente la moneda. El último estudio de la CEPAL, publicado recientemente, vaticinó una contracción de sólo 3 economías en 2019 en América Latina y el Caribe: las de Venezuela, Nicaragua y Argentina en un 23%, 5% y 1,8% respectivamente.
Otro rasgo característico de la gestión de Cambiemos ha sido la deuda contraída con el Fondo Monetario Internacional. Desde el 2018, el FMI le prestó al país 45 mil millones de dólares, del total de 57 mil millones acordados. Si se cumplen con los objetivos fiscales, el organismo girará otros 5500 millones antes de fin de año, por lo que la gestión de Cambiemos habrá recibido el 90 por ciento del total del préstamo. Entre 2022 y 2023, Argentina deberá devolverle al FMI más de 46 mil millones de dólares entre capital e intereses, lo que implica un 5 por ciento del PIB de cada año. Si a esto se le suman el pago de bonos de deuda privada, el monto casi que se duplica, según un informe realizado por la consultora Ecolatina y publicado por Página12. Uno de los principales impulsores de la política de endeudamiento del país había sido Trump, quien en 2018, a través de un comunicado señaló: “Estados Unidos apoya el programa de reformas económicas del Presidente Mauricio Macri de Argentina, que está orientado al mercado, enfocado en el crecimiento y ha mejorado el futuro de la Argentina”. El presidente de los Estados Unidos viene pugnando por una reelección de Macri, o al menos así lo ha dejado entrever a partir de las visitas a la Argentina de dos de sus funcionarios claves en las últimas semanas: el secretario de Estado, Mike Pompeo y su par de Comercio, Wilbur Ross, quienes no se ahorraron en elogios para el Mandatario del sur del continente.
Pero no sólo las recetas impuestas dieron lugar a una crisis económica interna, si no que jugar las cartas a favor de la Casa Blanca y el Organismo que en su momento estuvo en manos de Christine Lagarde, también trajo aparejadas consecuencias en términos de política exterior. Si el objetivo de Macri era “volver al mundo”, la manera en la que encaró ese proceso, anclado en la lógica de “modelo agro-exportador” no fue adecuada por dos razones además de la falta de inversiones: la dependencia hizo que el impacto de la guerra comercial entre China y Estados Unidos ponga en riesgo de sufrir coletazos al país y el acuerdo con la Unión Europea no garantizó la obtención de beneficios.
Este lunes, el Banco Popular de China depreció el yuan, haciéndolo retroceder un 1,4% frente al dólar estadounidense y colocando la cotización de divisa en el nivel más bajo desde 2008. Un yuan más débil significa que una cantidad sustancial de los bienes y servicios que exporta ese país son más baratos y pueden abaratarse aún más, lo que aumenta la competitividad de los productos manufacturados en sus fábricas. La medida tiene lugar tras el anuncio de Washington de imponer aranceles del 10% sobre importaciones chinas valoradas en 300,000 millones de dólares a partir del 1 de septiembre, pero es parte de un conflicto de más larga data.
La disputa por la primacía de la economía y el liderazgo mundial entre Trump y Xi Jinping se ha acrecentado en el último tiempo, con una fuerte tendencia por parte del primero al unilateralismo (que se observa en la retirada de muchos de los Acuerdos internacionales por parte de Estados Unidos) y una gran apuesta al multilateralismo por parte del segundo, evidente a partir de la iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda que busca, a través de millonarias inversiones en distintos países, la apertura de nuevos mercados. Este nuevo round tiene lugar días después de que la Reserva Federal (FED) de Estados Unidos recortara las tasas de interés por primera vez en once años, citando preocupación por la economía mundial y la moderada inflación en Estados Unidos, y anunciando que la guerra comercial seguirá al menos hasta las elecciones en EEUU de 2020, según los pronósticos del banco de inversión Goldman Sachs informados por Ámbito Financiero.
Según reportaba La Nación este lunes, son varias las variables que están más expuestas a los vaivenes de la relación entre los Estados Unidos y China: el dólar, la inflación, las finanzas y los Commodities. “Lo que sucedió esta madrugada generó un alto nivel de incertidumbre, que a su vez provoca aversión al riesgo y, por ende, un flight to quality», dice el economista Luis Palma Cané. El término en inglés que menciona el especialista es un fenómeno financiero que ocurre cuando los inversores venden los activos que, según perciben, son de mayor riesgo, y compran otros a los que consideran más seguros. Por ese fight to quality, los activos de países emergentes se venden, lo que genera presión sobre el tipo de cambio. Además, la revalorización relativa del dólar frente al yuan también complica la relación entre otras monedas y el billete estadounidense. Tanto el peso argentino como otras monedas de la región se depreciaban esta mañana, tras la devaluación china. En la Argentina, además, se suma la incertidumbre política en los días previos a las PASO, que ya viene presionando sobre el tipo de cambio desde fines de julio”.
En cuanto a la inflación, la misma nota advertía que “si el dólar se aprecia en el país y en el mundo, aumentan en moneda local los insumos importados y los costos dolarizados. Eso le suma presión a los intermediarios de la cadena para trasladar la situación cambiaria a los precios que pagan los clientes y consumidores finales” y agregaba que, según el economista “en un entorno que se percibe como más riesgoso «bajan las bolsas de todo el mundo en general, y en particular las de países emergentes». Además, «los precios de los commodities bajan [en relación con el dólar], lo que nos complica en las exportaciones. Sucede que la mayor vendedora al mundo es la agroindustria, donde se destacan productos como la soja y el trigo. A mediano plazo, si el conflicto sigue escalando, se va a exacerbar una desaceleración global que podría bajar el nivel del comercio exterior y limitar la demanda de productos argentinos.
A las cuestiones económicas se le suma el más delicado problema de la política exterior. China es y ha sido un aliado estratégico de la Argentina, de hecho es uno de sus principales socios comerciales a pesar de que ésta última no forma parte de la iniciativa de la Ruta de la Seda como sí lo son otros países del continente americano. Las razones se explican en la prioridad del vínculo con Trump por parte de Macri. Ese vínculo explica también la relación de la Argentina con la región, que está dado por el abandono de la Unasur y una suerte de identidad latinoamericana construida durante el kirchnerismo, la adopción de un perfil más económico cristalizado con el Prosur y con la búsqueda de acuerdos exclusivamente comerciales como el alcanzado por el Mercosur y la Unión Europea, y también por el apoyo a la Casa Blanca en su avanzada contra Venezuela.
Es evidente que un triunfo del macrismo en las próximas elecciones significaría una profundización de las relaciones con un Estados Unidos como también es evidente, a casi cuatro años de la asunción de Macri, que esa política ha traído más costos que beneficios. Para Estados Unidos, una reelección de Cambiemos significaría el mantenimiento de una suerte de esfera de control al sur del continente, pero en un escenario de tensiones a nivel internacional, frente a una inestabilidad económica y comercial que escapa del control, no hay indicativos de que esa sea podría llegar a ser una opción conveniente para la Argentina.