Unos 140.000 miembros del Partido Conservador Británico eligieron a Boris Johnson como primer ministro del Reino Unido, hasta que las próximas elecciones, aun sin fecha, puedan o no desarmar semejante bolonqui, en el que los que entran en dos canchas de River deciden por millones de ciudadanos sobre quién gobierna en Londres
Por Vicky Castiglia / La elección tuvo lugar luego de la decisión de Theresa May de abandonar el cargo tras fracasar en su intento de llegar a un acuerdo por la salida de la Unión Europea. Desde este 24 de julio, con el nuevo líder tory al frente, pareciera que la escalada en las tensiones no va a detenerse: su apuesta por un Brexit aun sin acuerdo con el 31 de octubre como fecha límite fue una de sus promesas de campaña, a lo que se le suma una recíproca simpatía con Donald Trump y un fuerte sentido del nacionalismo.
En este nuevo escenario, ¿cómo repercute la llegada de Johnson al poder en lo que respecta a la cuestión Malvinas? Para responder a esa pregunta hay varias cuestiones, procesuales y contextuales, a tener en cuenta. Entre ellas se ubican la implicancia del Brexit y el resurgimiento del nacionalismo, las relaciones diplomáticas entre Argentina y el Reino Unido, y las cuestiones sobre Gibraltar y la Isla de Chagos.
Vestigios del imperialismo si los hay, para los británicos las Islas Malvinas son uno de los 14 territorios de ultramar que pertenecen a la Corona pero no así al Reino Unido, a pesar de haber sido reconocidas por Naciones Unidas como objeto de controversia entre Argentina y ese país. Las islas nunca formaron parte de la Unión Europea, pero sí se vieron beneficiadas de ella a través del comercio (por ejemplo, el 80% de sus exportaciones van hacia España). La salida del bloque traza un nuevo escenario de cara a la negociación.
En abril de este año, cuando May todavía ostentaba el cargo de Primer Ministra, en una ponencia sobre cómo afectará el brexit a la cuestión Malvinas, la doctora en Relaciones Internacionales por la London School of Economics y profesora en la Universidad de San Andrés, Andrea Oelsner, había señalado que “gracias a la actual pertenencia del Reino Unido en la UE, el archipiélago goza de acuerdos para comerciar con el bloque sin tarifas. Esto podría significar que una negociación con Argentina podría ser más fácil, que Gran Bretaña estaría más inclinada a negociar” una vez que abandonara el bloque. Sin embargo, con la llegada de Johnson, la situación se complejiza.
El proceso del brexit se inició en 2016 y marcó un antes y un después en el Reino Unido, no sólo por su implicancia política sino también por sus repercusiones sociales y culturales. Si bien es cierto que el resultado de la votación trajo aparejado la fragmentación de los partidos políticos, también es real que cristalizó el ascenso de un nacionalismo antieuropeo que es difícil de explicar. La mayoría de los ciudadanos que votaron a favor de la salida de la Unión Europea en 2016 eran varones, ingleses y de generaciones más grandes. El advenimiento del nacionalismo es un elemento importante a considerar en la cuestión Malvinas porque Johnson es un representante de ese sector. Sus promesas de campaña no sólo tuvieron que ver con plantear la salida del la UE sin acuerdo, también propuso reducir los impuestos a los más ricos e introducir un sistema de inmigración por puntos; y su perfil excéntrico resulta similar al de Donald Trump, con quien comparte un lenguaje ofensivo y discriminatorio. En ese sentido, las perspectivas para Argentina de intentar negociar con un nacionalista conservador tal vez no sean las mejores.
En cuanto a las relaciones diplomáticas entre Argentina y el Reino Unido, postura del gobierno de la alianza Cambiemos resulta controversial. Es que desde el gobierno de Macri se aceptó un acercamiento bilateral en la que la controversia por la soberanía no está incluida en la mesa de discusión en el corto plazo. Bajo el paraguas del “acercamiento”, el primer antecedente es el pacto Foradori – Duncan, firmado en 2016, y criticado por la oposición por poner en riesgo la soberanía de las islas y la explotación de sus recursos naturales. Más recientemente, Macri adjudicó diez áreas de exploración de hidrocarburos off shore, cinco de ellas a 150 kilómetros de las Islas Malvinas, a las empresas Tullow Oil y Equinor, con antecedentes que las ligan al gobierno kelper y a la explotación de hidrocarburos sin autorización de la Argentina, como informó Página12. Si bien en su visita a la Argentina en mayo pasado, Johnson en su rol de Canciller, visitó el monumento a los caídos argentinos en la Guerra de Malvinas, este hecho simbólico no es más que es una respuesta a la postura adoptada por el gobierno argentino en este tema.
Frente a este escenario, la cuestión Malvinas parecería entrar en un momento de aletargamiento, incluso a pesar de que este año se sucedieron dos hechos relevantes que juegan a favor de la Argentina en su reclamo. En primer lugar, la Opinión Consultiva de la Corte Internacional de Justicia sobre Chagos. Ese archipiélago fue separado en 1695 de las Islas Mauricio por el Reino Unido y arrendado a Estados Unidos como base militar, y su población fue expulsada del territorio. La CIJ señaló que la ocupación británica era ilegal y que debe devolver Chagos a Mauricio. En segundo lugar, el Parlamento Europeo definió por primera vez, y en contra del criterio de Londres, al Peñón de Gibraltar como colonia británica. Esta cuestión es importante, puesto que ese territorio es reclamado por España. Chagos, Gibraltar y Malvinas son 3 de los 17 territorios que analiza el Comité de Descolonización de Naciones Unidas todos los años con el objetivo de, tal como establece su carta magna, ponerle fin al colonialismo.
La posición colonial británica está en jaque en la actualidad a nivel internacional, en un escenario completamente atravesado por lo que será la ruptura definitiva con sus socios europeos el próximo octubre. Resta ver cuál será la estrategia adoptada por el gobierno de Macri en torno a Malvinas frente a la llegada de un nacionalista conservador a Downing Street.