Sigue hoy la serie de textos del periodista cubano José Dos Santos, un emblema de Prensa Latina, acerca de historias y personajes de la agencia que este año celebra sus 60 años de fundadapor el argentino Jorge Ricardo Masetti. En homenaje a esa “escuela” de periodismo latinoamericano es que AgePeBA se congratula al publicar estas semblanzas. Y un aclaración, “guagüero” es colectivero o chofer de bus en cubano.
Por José Dos Santos / Bonachón y berrinchoso son calificativos contrapuestos que, sin embargo, se unían en una personalidad singular de un “guagüero hecho periodista”, como él se autodefinía, quien llegó a ser corresponsal en de Prensa Latina en varios países asiáticos y europeos, la misma que le asignó como tarea, en la recta final de su vida profesional, abrir la oficina de otra agencia en La Habana.
Aún no se había graduado cuando, en 1965, Victorio Copa fue de los enviados al Vietnam agredido, donde comenzó una carrera que sólo concluyó al fallecer a los 82 años, medio siglo después.
En estos días, fotos de su larga etapa en PL (como cortador de caña y en su período de corresponsal en la República Democrática Alemana) le ha hecho renacer en la memoria de los que siguen mis relatos y lo conocieron. Me percato, por comentarios de Facebook y llamadas telefónicas, que habría que profundizar en esa personalidad del periodismo cubano cuya modestia, disciplina y entrega resultan paradigmáticas.
Tendría mucho que narrar sobre él pero me reservo para un texto más detallado, en espera de que su hija Merceditas cumpla con el compromiso de suministrarme fotos muy ilustrativas de su vida. Pero algo me impulsa a adelantar un episodio que abona todo lo descrito: Copa fue el encargado de abrir y ser jefe de la oficina de la agencia germanoccidental de noticias, DPA por decisión de la dirección de PL.
La solicitud para apoyar la apertura de esa plaza la recibimos en La Habana con cierto asombro porque nada hacía pensar que un ente periodístico occidental apelara a uno de nuestros profesionales, con visión del mundo diferente a la que prevalecía en el capitalista. Pero la profesionalidad de nuestra gente y –evidentemente—querer garantizar un desempeño limpio en una plaza complicada para ellos eran base de la petición formulada por uno de sus principales directivos de entonces, el uruguayo Gustavo Spangenber, a quien yo había conocido durante mis dos años de corresponsal en Bonn y, luego, también lo había hecho Copa, mi sustituto (procedente de similar plaza en Berlin-RDA).
Nunca olvidaré la conversación que sostuvimos con Copa el director de PL, Pedro Margolles, y yo para comunicarle la propuesta alemana y su designación para la tarea. Fue difícil convencerle –como lo sería para cualquier enraizado no sólo profesionalmente con su agencia—para dar un salto como ese. Alguien que había desafiado los bombardeos yanquis en Vietnam sentía que se le estaba pidiendo algo más duro.
Pero, reitero calificativos, disciplina y entrega prevalecieron, y nuestro dirigente sindical modélico, el hombre de los embullos y las críticas, el carismático jefe de la Redacción Asia; alguien capaz de “venderle aires acondicionados a un esquimal” (como le decíamos aludiendo a su capacidad de convencimiento en las discusiones), asumió la tarea hasta el final de su vida útil.
Esta breve narración se la debía, más aún en fechas en las que se celebran los 60 años de NUESTRA agencia, a la que sentimentalmente nunca dejó de pertenecer.
Ilustro el texto con gráficas del encuentro que sostuvo en su oficina de Dpa con Alberto Rabilotta, ex corresponsal de PL en Canadá y ahora con residencia en Francia, durante una de sus visitas a La Habana. Con ese encuentro, rememorando historias, Copita volvió a sentirse de Prensa Latina.